THE BIG SHORT (2015)
Dirigida por Adam McKay
Si “Margin Call” (2011) se interesaba por las horas previas al gran desplome de Lehman Brothers (año 2008) en tono de tragedia higiénica manipulada por altos ejecutivos de Wall Street, esta nueva versión fílmica nos emplaza desde cierto tono humorístico, bastante cínico, en los años previos al estallido de la crisis subprime. Nos aborda desde la comedia, pero sus actores (unos pocos visionarios) se toman bastante en serio su tarea de apostar en contra de la economía de Estados Unidos, específicamente de su mercado de viviendas. Ellos han estudiado los fríos números sabiendo que los bonos de hipotecas están calificados como no riesgosos, pero también entienden que los ejecutivos bancarios han hecho cientos de miles de estos préstamos a gente que no los podrá pagar. Representan a una minoría que logró ver la verdad en medio de la inercia bancaria, aunque no se trata de salvadores de los intereses de los contribuyentes, sino de estudiosos que simplemente quieren hacerse millonarios apostando contra la economía del país. Algunos llegarán a ganar 500% sobre el capital invertido, sabiendo que una vez que vendan su posición serán igual de fraudulentos que los bancos que permitieron endeudarse a millones de personas tras el sueño de la casa propia. Es el juego de avaricia de unos pocos que le ganan a la avaricia de los muchos que trabajan tras el sistema financiero. “Ladrón que roba a un ladrón… tiene cien años de perdón”, diría un ciudadano de a pie, sin entender por qué ha perdido la casa y el trabajo. En ambas películas los ganadores son inescrupulosos, y los perdedores fueron millones y millones de personas sobre la faz de la tierra, que durante años sufrieron las consecuencias de la recesión mundial desatada por la avaricia humana.
PAWN SACRIFICE (2014)
Dirigida por Edward Zwick
Transcurre durante el legendario enfrentamiento por el título mundial de ajedrez entre el norteamericano Bobby Fischer y el campeón soviético Boris Spassky efectuado entre julio y agosto de 1972. Fue considerada (en plena guerra fría) la confrontación entre las inteligencias occidental y la del bloque soviético. Sin embargo, esto no es lo importante en la película, como tampoco ser conocedor del ajedrez, sino el enfoque desplegado por el director para describir al jugador estadounidense. El punto de vista de Fischer (un acertadísimo Tobey Maguire) se emplaza desde la psicosis paranoica que fue progresivamente invadiendo su vida. Son eficaces las disrupciones auditivas sobre el pensamiento lógico del jugador, el tic-tac del reloj, los sonidos del teléfono, una tos del público, muy vívidas e incluso los aplausos parecen descolocar a Fischer. Una película interesante que desentraña una personalidad narcisista, pero al mismo tiempo paranoide, donde es usual ver al personaje solitario mirando bajo el resquicio de las puertas. El clima político de la época no ayudaba en nada a aplacar los eventos psicóticos del personaje, una especie de héroe incomprendido que probablemente no supo lidiar con el éxito. Hace recordar otro excelente film, “The Aviator” (2004) de Martin Scorsese, con un DiCaprio igualmente inspirado para caracterizar al excéntrico millonario Howard Hughes, diseñador de importantes innovaciones de la aeronáutica, que pudo aplacar su trastorno de personalidad (en mejor medida que Fischer), neurosis obsesiva que lo llevó a vivir aislado del mundo hacia el final de su vida, también compartiendo rasgos narcisistas como los de Fischer. La puesta en escena de Scorsese es mucho más cuidada y en cierto modo representó la megalomanía de Hughes, pero los personajes de ambas películas luchan en solitario con sus trastornos. También se nos viene a la mente “A Beautiful Mind” (2001) de Ron Howard, bien interpretada por Russell Crowe, sobre la vida de John Nash, donde la paranoia de la guerra está disfrazada dentro de la mente esquizofrénica del matemático. Realidad y delirio paranoico se funden en ese excelente punto de vista, aunque la película tienda (lamentablemente) a ser una apología de la superación y el sacrificio por el trabajo bien hecho, con una mujer que lo apoya incondicionalmente, lo cual resulta bien poco probable dadas las características del trastorno de Nash. Las tres cintas ofrecen notables versiones de distintas patologías mentales, pero me atrevería a decir que la versión de Bobby Fischer es la más convincente, se resume en algunas partidas de ajedrez y unos raccontos de la infancia y su ascenso en el escalafón mundial, una estructura bastante menos lineal que sus predecesoras, pero suficiente para interesarnos en un juego bastante alejado de nuestras devociones.