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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

viernes, 22 de junio de 2007

ANTOLOGÍA BREVE DE "EL OLOR DE LOS CLAVELES" de Juan Eduardo Díaz




las flores


De mi cuerpo, sus partes marinas irritan horizontes,
negros huesos me sostienen y lo cautivo devorador,
en mi llanto buscan cuajarse mármoles y palomas.


Humberto Díaz Casanueva.



los claveles no huelen a cementerio

No sé cuál será el día al borde de los huesos
continuados uno a uno atrozmente
como anaqueles invisibles, algunos recuerdos

se descuelgan atacando florestas, mansedumbre
que asusta al amanecer.
Los claveles no huelen a cementerio, el abedul

llora imitando a un sauce, es que al fondo de la tumba
hay un charco de agua. Pero no te preocupes vidita
que son los cementerios los que huelen a claveles.



cuando los niños se marchen


a Danilo Díaz C.

Los niños tomarán sus pistolas de agua
y sus autos de madera, las niñas
sus muñecas de trapo y sus vestidos de colores

luego, con sus juguetes, se marcharán juntos
fuera del mundo de los grandes, nosotros

quedaremos solos y tan tristes
en medio de un páramo ardiendo en la garganta
como la ira de Caín.



verso cortés


Fragua verso mío toda esta noche
que luego volveré a tu voz
quién sabe si mañana llegue a quererte tanto
para decorar de claveles y jazmines

el portal de tu nicho sepulcral
o en demasía repudiar tu canto
y sea capaz de restregar violento tu trazo
con el odio implacable de mi borrador.



el limpiador


Jabonosos los jureles apilados
del limpiador, cuchillo veloz
a veces puñal, la vista hincada en las entrañas.

Gaviotas y albatros devoran los deshechos
un pelicano lanza al aire un pescado.
Botín en su bolsa vuela.


el hombre que no habla


Oculto entre mis vértebras
se arrodilla frente a un muro y llora por las manos
vive a través de mi registro malgastado
se estremece a la manera de una antorcha.

Es en este oficio donde se puede sentir tibio el rostro
hasta caer por el barranco en mansedumbre bovina
como las tercas piedras que no pueden
aunque quisieran moverse.

El hombre que no habla delega el deber a los cirios
que ya piensan en retornar vacíos
de aire y tierra en los ojos.
El miedo largo a la sombra antes de tocar mis pies.

Entonces tornamos a mirar
como hasta el inocente color verde
se ha marchitado en la estepa del pellejo
cortado a saña por una hoja mellada del insolente álamo de la infancia.



la curiosidad
nos matará a todos
a Cristian Carrera
No es conveniente hurguetear en la bolsa de sorpresas
que se nos entrega al momento de recibir la vida
es posible que un día nos encontremos con la muerte
o peor aún con nada.



con treintaisiete edades


a Vladimir Maiakovski

El arma que conservo en mi abrigo
tan paciente esperará a que lleguen treintaisiete edades
cuando me entalle en la camisa amarilla

y redoblen las campanas
mal grabadas de la catedral de mi pueblo
hasta que al fin la angustia literaria me acabe

el acero frío de mi arma cortésmente aguardará
en mi viejo abrigo, cuando Moscú
esté cubierto por la nieve y en San Bernardo

griten otoños las hojas bajo los zapatos de los poetas
que embobados
todavía insisten en los románticos rusos.




el imberbe

a Marcelo Sepúlveda

El imberbe se ha cansado de sus fantasmas
nunca fue buena la idea de seguir prisionero
en la cama del enfermo, los ojos no se gastan
si sólo se observa desnudo frente al televisor

pero es sobornable la quimera infantil.
Basta una caricia postrera para ser recordado
un insinuante beso con restos de comida
y los labios grasientos por la sopa fría.

A veces es bueno entregarse al silencio
a veces una sonrisa no basta, pues el mar
se queda en halito seco de cada mañana.



nicho


Como tomar de la nada aunque sea un puñado
y recordar las mandas incineradas
por la soberbia de cientos de velas.

Tengo el alma grisácea, como una camisa húmeda
treinta años en el tendedero, la espina
de un ángel negrísimo escondido tras los huesos.

Por la nariz escurre vaporoso un tono de rubí.
El balbuceo en rezo que se arrastra al modo de las piedras es como el color azulado de la noche

donde se pierden un par de miradas
separadas por el océano, y ya no queda más
que llorar sobre las nuevas yemas.


bastedad de amigos


¿Has tenido la espalda al sol
hasta que el frío se esconda en el abrigo de lana?

Pues, los amigos huelen a bastedad
la chaqueta de poeta es a sudor usado, ajeno.

Hay que mantener las botas limpias
dejar el amor maniatado en el bolsillo
de la camisa de los domingos
y consultar el reloj de vez en cuando.


la sombra


Pasó por este lugar.
En lo sosegado de la mañana se entromete nublosa
por los barrotes de la vidriera, se echa tibia
en el piso como un perro.

Era distinguir la sombra o manejar el miedo
con los ojos vendados.

Al vuelo canallesco un cuervo
imita el planear con esqueletos de gaviotas
de un lado para otro sobrevuela las tablas del piso

interrumpe el sueño tosco.
La ánima en mi habitación a ras del suelo
pero sin siquiera mirarme.



última visita


Quebrarse y hacer agua por todos los rincones
al modo de la sabana un aumentar lento de niebla
en la morada, el coro nupcial a la arrastra
en un millar de voces, por debajo del piso de madera

por debajo de la puerta se desliza.
Las patas de la cama hierven al rocío de la escarcha
a un costado inmóvil el espíritu, —retrato de parada—
abrazado a una maleta la divisa a ella.

No es capaz siquiera de asomarse el sol
por el patio se pasea inquieto, de vez en cuando
se empina por la ventana como ese pequeño
que lleva mi nombre y concibe lo sucedido aquí dentro.
Los deudos por fin respiran y sollozan
a veces sonríen, a veces no.


la vigilia


Y ahora que se está ahí dentro
a la manera de un terno antiguo
puesto confortablemente en aquel baúl.
La conclusión del tiempo hace caer por ley de gravedad
hasta las plegarias, la carne y la fragancia de los claveles.

La forma es lo menos que importa.
Aunque pareciera la siesta al sol luego del almuerzo.
La contemplación de la tarde hasta que el sangrar
se hace vigilia.

Todo el resto de la noche para meditarlo
las cuatro lumbreras apagadas.
En la habitación de adjunto la pena de todo un océano.
El dolor diluido hasta la puerta de calle.

Diferente es que todo decante en lo profundo y
no temer a las llamas, menester ahora
de ángeles y demonios.
Es el espíritu jugado a una partida de ajedrez.



honra fúnebre


Huir de las fosas que tientan a cantos de voces oscuranas
hábitos roídos de monjas, la represión por ajuares de sedas
y encajes blancos.
En forma de composición musical, es el texto litúrgico
en la misa de los difuntos.

Ésta, la honra de la afonía, en que se es capaz de negar
la voz materna, donde se doblan hasta el quiebre los dedos
y el eco de los huesos se sala hasta hacerse una misa.

Descubrir por el peso en el hombro las exequias
como caminando con las viseras a la arrastra
y negarse a ser ánima y llegar a odiar las flores olvidadas
que inciensan de ese olor a partida estos pasajes.

El cuerpo enraizado al fondo de la bóveda.
Es preciso quitar los tallos que martirizan la brizna de la tarde
el agonizar del silbido luminoso que me ampara.

Población de lugares comunes, es cuando la tarde
se hace por los techos junto a los gatos. Esmalte vigoroso
de la laude que no se cansa de ser lápida y hasta la tos
el olor del palo santo tan capaz de quemar a rabia de carbón estos números romanos y todas estas cruces.
el luto


Nuestros ángeles fueron los lugares comunes
oscurísimos demonios atados a las costillas con cadenas
aquí en el pecho

justo donde más duele la pérdida:
de la confianza, del espíritu, la coherencia de las cosas
del tiempo, de la vista, de todos los sentidos
las piernas, el pelo, los dientes.

La muerte de Dios, de los parientes
de todos los amigos, del amor
todo aquello y aquellos que ya no están
nuestros muertos.



las flores


Con el alardear de la época, tan cercana a la imbecilidad senil
es fácil revolver el agua turbia para alcanzar el olor del aire
que hace meditar en su crimen.

Hemos soñado la época feliz de los padres
como el indeciso desbarrancamiento de la memoria
sobre un plato de sopa fría
el desquiciado mirar de las sobras
como la suciedad domestica, los derrames
sobre la cocina y el basurero hastiado.

Porque fuimos quienes aparecimos desarropados
y pervertidos tras el velo, nunca fuimos la multiplicación
de la miseria, la catarsis contemplativa del que va en caída.

En la bolsa del pan se esconden todas las vilezas
y los tedios de un alma muerta de hambre, y reseca
como la antigüedad en escabeche de la creación final
del hombre.

La cortesía ordinaria de pasear mirándolo todo
hasta la mala costumbre del manoseo casi malhechor.

Ni siquiera tocaría invitar al entierro sotanas ni hábitos.
Y es que tampoco nos estremece la honesta inseguridad
de Dios ya corrompido como un cadáver.

Tengan el valor que tengan, antes o luego del pacto
todas la flores son reutilizables
hasta el marchitar de la conciencia
ellas son públicas.


Juan Eduardo Díaz bacio en San Bernardo en 1976. Ha publicaso Sombras de Valparaíso (2001) y Ángeles ebrios (2002). Además ha escrito laa obra teatral Cuerpo libre estrenada en VAlparaíso ese mismo año. Obtuvo el premio Enrique Linh del certamen nacional del arte y poesía joven de la Universidad de Valparaíso en el año 2002.

Poemas inéditos de Carlos Ernesto García


I

Mi hermana, mi hermana
¿Dónde está mí hermana?
Busco en vano
No puedo verla

De pronto como una bala como un fogonazo
Su mirada ante el horror.
Su piel blanca y su adolescencia
Su manera de bailar a solas y cantar
Su cabellera al sol
Todo se desvanece
Sus 18 años en un solo instante como un fogonazo
Como una metralleta sonando en mi memoria.

Algunas veces que el camino me conduce
hasta el whiskey de los filibusteros
De golpe una explosión
Una bala en la madrugada
Un grito ante el espanto.

IV

Las calles tomadas
por el espectro de los ausentes

Apenas sí hay tiempo de leer al paso
unos versos escritos con mala letra en la pared
Pero… ¿Dónde está el poeta?

Camino entre las esquinas sigiloso
mientras por una cuneta
avanza con desgano (como no queriendo llegar)
un hilito de sangre
que se perderá en la cloaca.

VI

Recorre la mirada un vasto territorio
hasta dar con el río Jordán.

No resulta difícil ver al anciano Moisés
vagando perdido durante cuarenta años
con todo un pueblo a sus espaldas
Descalzos sobre la tierra roja
La que lleva a los nabateos
El lugar donde habita la tribu de Nébáyót
La ciudad de los muertos: Petra.

Siento la presencia
de los cadáveres corrompiéndose
en lo alto de las montañas
que rodean la explanada

Cuerpos amortajados dentro de cuevas
que los siglos se encargaron de convertir
en hogares de humildes comerciantes
que ahora venden alfombras
tejidas por las manos de sus antepasados.


IX

Entre el añejo rojo de los tejados
surge con su magia la cúpula del Duomo
La lluvia que no cesa
me conduce hasta el ponte vequio
donde las jóvenes quieren ser Beatrice.

Recorro las calles y plazas
Imagino a los mercaderes
A los soldados conduciéndose a la guerra
con sus armaduras de lata
A Rafaelo y a Brunelleschi camino del trabajo
Florencia en otro tiempo capital
Ciudad de los ricos banqueros del renacimiento

Lo que daría yo
por echarme un trago de chaparro
en un vaso precioso de los Medici.


XI

En las entrañas
del elegante barrio de Carrasco
aún sigue en pie el hotel casino
que nos recuerda las glorias
de un Montevideo que ya no existe.
Entre sus paredes el poeta granadino
escribió parte de sus Bodas de Sangre.

Los croupiers colocados en sus mesas
intentan disimular el remendado uniforme
Un jugador lanza un escupitajo
sobre la alfombra en que apaga
la colilla del cigarro.

Sus amplios salones
del más puro art nouveau
y las lámparas que majestuosas
cuelgan del techo
fueron testigos silenciosos
del asalto tupamaro.

Afuera
ruge con bravura el rumor del mar.
Un mar
que hace muchos años
dejó de dar la alegre bienvenida
para decir un plañidero adiós
al derrotado descendiente
de los emigrantes.


XIII

Vagamos por el Mediterráneo
mientras el cielo
se incendia en el horizonte
dando paso a la oscuridad
que suave y callada
se impone en el firmamento

Desde las orillas
los pueblos costeros
amables saludan
con sus millares de luciérnagas

En las profundidades de este mar
pedazos de galeones descansan
con hermosos mascarones de proa
Un inmenso y desolado cementerio
de soberbios destructores
de cañones ociosos
Submarinos que guardan inmóvil
-si acaso-
ya sólo el uniforme y los restos
del aguerrido soldado
en su puesto de combate.

El oleaje arrastra quizá
astillas de embarcaciones aqueas
que sucumbieron a la tormenta
o a la batalla.




Carlos Ernesto García, nació en Santa Tecla, El Salvador, en 1960. Poeta, escritor y corresponsal en España del Diario "Co Latino", es autor de los libros de poesía Hasta la cólera se pudre (Barcelona, 1994) que ese mismo año apareció publicado en los Estados Unidos bajo el título Even Rage Will Rot en versión la inglesa de la Dra. Elizabeth Gamble Miller; A quemarropa el amor (Barcelona, 1996) y Postales del crimen (inédito). Así mismo en 2003 publicó en España El Sueño del Dragón, una crónica de viaje en tono novelado en el que relata sus impresiones tras navegar durante varios días en solitario por el río Yangtzi (China) y en 2007 un extenso reportaje basado en entrevistas a destacados ex comandantes sandinistas, titulado Bajo la sombra de Sandino. Invitado por diversas instituciones culturales y académicas, Carlos Ernesto García, que desde finales de 1980 vive en Barcelona, ha viajado por varias ciudades de América Latina, los Estados Unidos de Norteamérica, Asia y Europa. Su poesía ha sido traducida al inglés, chino e italiano. Los poemas que aquí se presentan, pertenecen a su último trabajo poético, no tan sólo inédito hasta el momento, sino también intitulado. Son breves misceláneas que intentan dibujar toda una vida: la suya.

REBELDES Y AVENTUREROS: DEL VIEJO AL NUEVO MUNDO, Valparaíso 18 al 21 de junio de 2007

Junto a los profesores Mariela Insúa y Carlos Mata Induriáin de la Universidad de Navarra y GRISO (Grupo de Investigación Siglo de Oro).

Lectura de ponencias: 19 de junio de 2007, junto al Profesor Dr. Andrés Cáceres Milnes de la Universidad de Playa Ancha y la Profesora Lygia Rodrigues Vianna Peres de la Universidad Federal Fluminense de Brasil.


Lectura de mi ponencia Visión de Hernán Cortés como personaje histórico y protagonista literario de la HERNANDIA del novohispano Francisco Ruiz de León.


Valparaíso, junio de 2007.


Visión de Hernán Cortés: personaje histórico y protagonista literario de la Hernandiada, del novohispano Francisco Ruiz de León, por Andrés Morales




 
A Lucía Invernizzi, maestra inigualable.




Hablar de la relación entre la historia y la literatura es un tema que ya ha sido tocado en múltiples ocasiones. Tal vez, entre todos los géneros literarios, la poesía es la que menos se ha estudiado por aquellos pocos que demuestran interés en establecer lazos entre ambas disciplinas. Esto no es de extrañar en absoluto, pues la poesía suele asociarse con una visión siempre subjetiva del mundo, aunque se trate de la épica, que como es sabido, se acerca mucho más a lo que se entiende por narrativo que por lírico. Si bien la poesía no puede tomarse como una fuente histórica válida (como una crónica, un documento, una relación), al menos puede darnos muchísimas pistas de una época y, desde la actual y novedosa perspectiva de la “visión intimista o privada de la historia”, un sinfín de detalles que permiten adentrarse en forma minuciosa en aspectos que antes no se tomaban en cuenta o bien eran desechados por superfluos o insignificantes. Asunto también importante es considerar a la poesía como un testimonio del “espíritu de una época”, o bien, de las impresiones que, para bien o para mal, el poeta entrega frente a hechos que ha vivido personalmente o que le han sido referidos por testigos o, simple y llanamente, por la tradición de su pueblo (ya sea oralmente y/o en forma escrita) o por otros autores que, sobre todo, desde la perspectiva de la epopeya, intentan crear un concepto de nación con características propias y que definan claramente un sentido de unión, de pertenencia y de un pasado común que finalmente posibilite un acto de reconocimiento a sus tradiciones y particularidades.
Existen un sinfín de episodios históricos que han llenado miles de páginas en todas las tradiciones poéticas. Desde Homero hasta Alonso de Ercilla, desde Luís de Camoens hasta los grandes poemas escritos por franceses, alemanes, austriacos e incluso hispanoamericanos a raíz de la Primera Guerra Mundial. En un pasado reciente, la estremecedora poesía de la guerra civil española o, en Chile, como trágico ejemplo, la poesía llamada “de la resistencia y exilio” que dio cuenta de las terribles circunstancias a las que fueron sometidos muchos compatriotas en años más que negros[1]. La lista es interminable, los ejemplos abundan, pero todavía no es posible hablar de un indispensable diálogo interdisciplinario que sin duda alguna contribuiría a una lectura mucho más completa de la literatura y de la historia.
En Hispanoamérica la epopeya ha sido fundamental para ese sentido de nación que antes aludía. En Chile, por ejemplo, la sola idea de un país que se funda a través de un poema épico como La Araucana hace que el mito de “Chile, país de poetas” pueda sostenerse desde el mismísimo período de la conquista. Algo similar ocurre con Pedro de Oña, primer autor lírico chileno que con su Arauco Domado continúa la tradición al punto de construir un magnífico texto que abunda más en las características de la belleza del paisaje, en las particularidades del pueblo indígena y en una perspectiva religiosa que será una de las señales más decidoras del carácter de la nación chilena (y en este punto mucho más lejos de la posible y exhaustiva narración de una cruenta guerra entre aborígenes y españoles).
Hacia el norte del continente, y ya entrados en el barroco tardío, aparece la casi desconocida figura del novohispano (léase mexicano) Francisco Ruiz de León (nacido en 1683). A veces descrito despectivamente como un “poeta menor”[2] acomete una empresa descomunal al componer su Hernandia: Tributos de la Fe y Gloria de las Armas Españolas. Poema Heroyco. Proezas de Hernán Cortes, publicado en Madrid en 1755[3]. Escrito en endecasílabos, en doce Cantos y dedicado al Excelentísimo Señor Don Fernando de Beaumont, Duque de Alba, construye un texto épico donde la figura de Hernán Cortés alcanza ribetes de héroe griego o troyano. Posiblemente la escasa pero crítica argumentación en torno a su valor literario se debe a la defensa incondicional que hace de los españoles en desmedro de los aztecas. A cada momento la gloria de los guerreros hispanos queda en evidencia (en oposición a la postura poética de Alonso de Ercilla en La Araucana, donde los mapuches son descritos como un pueblo heroico que al defenderse con tanta gallardía “sobrepujan” al enemigo ibérico –en el sentido del tópico tradicional- al punto que, de esta forma, el conflicto se constituye en una guerra de pares y no en una instancia donde el enemigo aparece como inferior, traidor o “rastrero”). En la senda epopéyica del mencionado Ercilla, Ruiz de León intenta componer un texto donde la guerra es una excusa para legitimar el poder de la fe y la indiscutible autoridad del Emperador Carlos V a través de “la gloria de las armas españolas”. El encendido discurso de Fray Bartolomé de las Casas parece no haber mellado en absoluto la conciencia del poeta: es España y no el nuevo continente la protagonista de esta extraordinaria historia. Aún así, creo junto a Fredo Arias de la Canal[4], que el texto merece ser considerado como un friso interesantísimo de la conquista (a pesar de la distancia histórica entre las hazañas narradas y la fecha de escritura del poema). La figura de Hernán Cortés, como hombre y conquistador, es descrita con una vocación en el detalle que, a todas luces, es remarcable. Los episodios mencionados coinciden mayoritariamente con el discurso canónico de la historia y, más aún, aunque posiblemente adentrándose en fuentes distintas a las de la tradición, la descripción de Tenochtitlan, por ejemplo, consigue revivir con inusitada frescura las particularidades de una ciudad tan extraordinaria como recordada. Tal vez, como Pedro de Oña, Francisco Ruiz de León es capaz -en su condición de americano- de “traicionarse”, aunque sea sólo por momentos, para ilustrar con vehemencia de “nuevo hispano” las bellezas y prodigios de la capital azteca. Como ejemplo, léase el comienzo de su “Canto V” donde aparece Tenochtitlan con una grandeza admirable (e incluso la estirpe del Emperador Moctezuma), como también la crítica a las costumbres religiosas del pueblo del valle de México:


 
“La situación de México admirable,
Su Grandeza, Edificios, el sangriento
Templo del Dios Guerrero formidable,
Su antiguo origen, Fundación, y aumento:
De sus Reyes la serie respetable,
Hasta el Gran Moctezuma, lo opulento
(…)


 
¡Qué provincias, qué Reinos, qué Grandeza,
Producen ricas sus Fecundidades!
Nada le regateó Naturaleza;
Blanco la vio de sus prolijidades:
Higa del Orbe, Erario de riqueza
Ciudad sin semejante a otras ciudades
Necesitando para su fortuna
A México ellas, México ninguna.

(…)


 
No se jacte Venecia decantada,
Que a Neptuno su histriada Cuna debe
Que México Imperial, más celebrada
En mejor Golfo de cristal se mueve

(…)


Desmedidos sus grandes Edificios
Con Cornisas, y Estelas emplomados
Son gigantes del aire, en cuyos quicios
Suben hasta su esfera coronados:
Graves columnas son, por los indicios
De relieves, tarjones, y cortados,
Padrones de Alabastro, que autorizan
Cuanto la fama, y tiempo se eternizan.
(…)”


 
Descripción admirable que luego irá detallando las calles, los canales, las plazas y mercados de la gran capital:


(…)
“A varias Plazas da el cordón tirante
Capaz ensanche, si su línea quiebra;
Pero entre todas luce la abundante
Que el mundo en Tlatelolco más celebra:
Del Mercado mayor jacta arrogante,
No hay Pluma, Molde, Fruta, Pesca o hebra
Que es el Oro lo menos que se atiende
(…)”


 
Asunto interesante es la comparación con Venecia, algo que, tal vez, no apreciaron ni el propio Hernán Cortés[5] ni los cronistas de la época[6], pero que Ruiz de León subraya como una particularidad extraordinaria.

Pero, ¿cómo es visto el gran conquistador de la Nueva España? ¿Es la misión del poeta sólo alzarlo como un guerrero sin par o un nuevo monarca de estas tierras conquistadas? En el “Canto VIII” a raíz de la conjura del Príncipe de Tezcuco, llamado Cacumatzín, Cortés es descrito como benevolente y magnánimo:


 
(…)
¿Y quién, sino Cortés, unió avisado
Una, y otra virtud sobresaliente,
A aquel ápice sumo, y elevado,
En que residen eminentemente?
Ya entiende, quien entiende de qué grado
Habla la Pluma necesariamente;
Pero aún en éste, que es de aquel segundo,
¡Oh qué pocos se encuentran en el mundo!
Extremeño feliz, Blasón Hispano,
Haz tu Copia peregrino alarde,
Que el pincel torpe de mi ruda mano,
No la ilumina, bórrala cobarde:
Tú en el dibujo de mi tiento vano,
Anima el colorido, y aunque guarde
El retoque mayor a otros Pintores,
Dé yo las sombras, si ellos los Colores.
(…)”


La imagen del conquistador sobrepasa todas las virtudes posibles. Hasta el poeta se ve ensombrecido por la figura del extremeño, su pluma es incapaz de describir las innumerables virtudes del español… Una vez más, la figura del expedicionario alcanza un esplendor pocas veces visto, incluso, en la voz de los propios peninsulares. Véase por ejemplo esta descripción del protagonista en el “Canto XII” donde ya derrotados en batalla fluvial los ejércitos del rebelde Cahuactémoc, Hernán Cortés es elevado a la categoría del dios Marte:


(…)
Escipión heroico, Castellano Marte,
Venciste un Mundo con tu bizarría
Con tu esfuerzo, fatiga, empeño, y arte,
A costa de la sangre, y la osadía:
A tu mano confiesa en esta parte
Otro Laurel, la Hispana Monarquía;
Bien decir puedes, que de Polo a Polo,
A ningundo debió, sino a ti sólo.
(…)”

 

Y he aquí la idea que esbozaba al comienzo de este escrito: la necesidad de los americanos por buscar una identidad, una conciencia de pueblo, de nación que, en el personaje de Hernán Cortés (algo muy común tanto en la América prehispánica como en la colonial e independiente y, con posterioridad, en tantos discursos de casi todas las orientaciones políticas) es vista como una “figura paterna” indispensable para la fundación (o refundación) de un estado. Tal vez, si puede especularse con alguna propiedad: un sincretismo político y religioso que tanto daño ha hecho a países que, desde su formación, han visto en el caudillismo la solución de sus problemas más esenciales y donde las instituciones políticas, eclesiásticas y administrativas han sacado un provecho escandaloso en detrimento de un pueblo las más de las veces ignorante o, peor aún, ingenuo. Pero también aparece con fuerza (remitiéndome a los primeros cantos de este largo poema) la figura del rebelde, aquel que parte de la isla de Cuba sin permisos y que en su porfía y audacia logra conquistar un imperio. Imagen que será otro ejemplo para que Hispanoamérica instale su voz y sus necesidades en el transcurso de la historia. Paradoja quizás, pero este “padre español” conseguirá primero convertirse en la imagen del todopoderoso que rehace e instaura un nuevo estado (y una nueva fe) y luego, en el que engendra a un “hijo mestizo” (recuérdese su relación con Malinche) que, con la misma fuerza del conquistador, logrará su independencia para comprender, poco a poco, la imperiosa necesidad de entenderse como compacto y dividido: como padre e hijo de una tierra que le es propia pero a la que interpreta y entiende como un ser desdoblado en su necesidad de manifestarse como un “otro” que siempre será indígena y a la vez hispánico. Habrán de pasar muchos años (si es que realmente se ha superado este “nudo gordiano”) para que la mayoría de los hispanoamericanos puedan decir con propiedad que verdaderamente han logrado comprender este dilema.

A manera de conclusión me gustaría invitar al estudio de este texto que en Chile tuvo como su primer y único exegeta a don José Toribio Medina, quien en 1929 ya había mencionado la importancia de revalorar este poema y, además, había realizado una brillante labor de recopilación en torno al “corpus cortesiano”.

Aún con algunos defectos que probablemente puede encontrar el purista, la Hernandia es un testimonio extremadamente fidedigno de los acontecimientos históricos de la conquista de México (claro está desde la perspectiva de los peninsulares). Épica tardía pero esencial en la idea de esa figura nacional que funda un nuevo reino que aún en toda su trágica historia y a pesar de tantos odios que, imagino hoy han amainado, se desarrollará como una de las naciones hispanoamericanas más ricas en contrastes y con una tradición literaria en todos los géneros que continúa enriqueciendo el patrimonio de nuestra lengua.


 

Santiago de Chile, junio de 2007




[1] Véase mi antología poética en torno a la guerra civil española España Reunida (RIL Editores, Santiago de Chile, 1999) o el extraordinario trabajo recopilatorio de Juan Armando Epple y Omar Lara, Literatura chilena de la resistencia y el exilio (Ediciones LAR. Madrid, 1985).

[2] Es el caso de J. C. Mainer Baqué, quien señala “(…) El barroco perduró a lo largo de todo el siglo XVIII [en México] sin nombres importantes: así, Francisco Ruiz de León, Joaquín Velázquez de Cárdenas (1732-1786), etc.” (El barroco, literatura hispanoamericana. Ediciones Rialp. Madrid).

[3] Para este estudio utilizo la edición facsimilar de Fredo Arias de la Canal publicada por el Frente de Afirmación Hispanista, A. C., en Ciudad de México en 1989. Igualmente, debido a problemas evidentes para una correcta comprensión de la primera edición, acudo a la reedición electrónica publicada por la Biblioteca Nacional de Chile, anexada a la “Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes”.  (http://www.cervantesvirtual.com/).

[4] Véanse los estudios preliminares a su edición de la Hernandia (Op. Cit.) donde el conquistador español es analizado desde todas las formas posibles y, más aún, donde se prueba su fortaleza como un culposo cristiano que llega a arrepentirse y a mostrar ejemplo de sacrificio (en un acto de flagelación pública) a los pueblos indígenas.

[5] Véanse sus Cartas de la Conquista de México. Ediciones Sarpe. Madrid, 1985.

[6] Como es el caso de Bernal Díaz del Castillo en su famosa Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España.

MURAL, poema inédito de Santiago Bonhomme


Mural

Es amor lo que aflora en la muralla.


Una flor lisiada puso un poema en bandeja a mis pies.


Es amor lo que aflora en la muralla
mi hombre tiene musgo en el corazón.

(A Andrés Morales)

domingo, 17 de junio de 2007

DOS POEMAS NOCTURNOS de "Los Cantos de la Sibila"de Andrés Morales


ORÁCULO DE NOCHE


La noche es el desvelo de Dios en su silencio
en ese sueño extraño de piedras que se rompen
encima de su lecho, su mar, su cielo exacto.

La noche es un granizo de culpas y razones,
la noche amanecida en ese rayo inquieto
quebrando los espejos y bestias y algún fuego.

La noche desolada de lluvias y de nieves.

La noche que adivina el día que no vuelve.



EPIFANÍA DEL DESASTRE


Oigo tu silencio y el monte que requiebra
el ritmo de tu boca, tu sola voz callada.

Oigo el ritmo quieto de oráculos marchitos
de todos los fracasos que entonces me anunciaron
y que no alcanzarán ni tu resuello amargo.

Cae abruptamente el beso y el calvario,
cae el sol, la luna: el mar se hunde entero.

¿Escuchas esa brisa que acaba con mi sombra
despiertas en el grito de pájaros sin cielo?

lunes, 11 de junio de 2007

CARTA ABIERTA A LA SEÑORA MINISTRA DE CULTURA PAULINA URRUTIA


Sra. Paulina Urrutia
Ministra de Cultura
República de Chile
Presente.

Santiago, 6 de junio de 2007


Estimada Sra. Ministra:



Junto con saludarla muy atentamente, por la presente quiero manifestarle mi mayor indignación por los resultados de la presente edición del Fondo del Libro en su mención "Fomento de Creación Literaria".La razón de esta profunda molestia es que obtuve el 100 por ciento, es decir 100 puntos (máximo puntaje), en la evaluación de mi proyecto "Escritura del libro Los Cantos de la Sibila" (2CL13114-2007-48776), pero, de todas formas y a pesar de las encomiosas frases de los evaluadores ("Es una propuesta muy interesante, los textos presentados a este concurso dan cuenta de su gran calidad como poeta. Por su trayectoria pensamos que la materialización de esta obra provocaría fuerte impacto en el público lector"), por razones explicitadas que están absolutamente fuera de las bases del concurso ("Su proyecto fue preseleccionado por su calidad, al obtener un puntaje igual o superior a 80 puntos en el proceso de evaluación. Lamentablemente en consideración a los recursos disponibles, el CNLL ha determinado no seleccionar su proyecto realizando un estudio comparativo entre los proyectos preseleccionados basado en los siguientes criterios: 1. El cumplimiento de la obligación de la Ley del libro de asignar un mínimo de 60 % de los recursos a proyectos de regiones distintas a la metropolitana. 2. Privilegiar, de acuerdo a la línea específica del concurso explicitada en las bases, aquellos proyectos de titulares que no hayan contado con este apoyo en los concursos de los últimos años, y 3. La relevancia asignada por el Consejo a cada proyecto"), NO FUE SELECCIONADO EN EL ÁMBITO DE ESCRITORES PROFESIONALES.Hace más de tres años que no he obtenido esta ayuda, por lo que cumplo con el tiempo necesario (según las bases) para recibir esta beca nuevamente, el resto de las argumentaciones me parecen altamente sospechosas viniendo de una institución que nunca aclara bien sus criterios de selección con respecto a regiones y que, continuamente se ve envuelta en escándalos cuando evaluadores y beneficiados pertenecen a las mismas instituciones (Cámara del Libro o Pro Libro, por ejemplo) y financian actividades que de por sí están planificadas para ganar dinero (la Feria del Libro de Santiago, organizada por la Cámara del Libro, donde se cobra por el arriendo de stands, se cobra entrada al público, se venden libros y...¡negocio redondo! ¡se recibe subvención estatal!).
Señora Ministra, ¿nuestra cultura se reduce solamente a tomarse los parques con saltimbanquis, tragafuegos, batucadas y conciertos de rock? ¿Acaso su ministerio no valora que si Chile es conocido internacionalmente es por su literatura y en especial por su poesía? ¿Hasta cuándo debemos soportar iniciativas culturales que apuntan mayoritariamente en dirección al circo que a la verdadera cultura?
Como escritor reconocido en Chile y en el extranjero, me parece una vergüenza que estas cosas sucedan en nuestro país. Me haré cargo minuciosamente que se conozca esta terrible realidad del Fondo del Libro por todos los medios posibles y, sobre todo, exigiré, y le exijo Sra. Ministra, a Ud. y a los funcionarios pertinentes del Fondo y del Consejo Nacional del Libro, que se realice una nueva evaluación de los proyectos presentados, pues "una explicación más" no sirve en un país donde su gobierno constantemente acude a frases bonitas y tranquilizadoras que no solucionan verdaderamente los problemas graves que sufrimos los ciudadanos de la república. Espero, sinceramente que Ud., como la más alta autoridad de la cultura en este país, redistribuya los dineros pertinentes y se entreguen las becas como corresponde a los escritores beneficiados con el más alto puntaje (y en este punto quiero mencionar a Teresa Calderón, a Mauricio Electorat y a Roberto Brodsky, por ejemplo, quienes también han sido objeto de esta palmaria injusticia).
A la espera de su pronta respuesta y una positiva acogida a esta carta de reclamo y solicitud de reevaluación, reciba nuevamente mi más atento saludo.


Prof. Dr. Andrés Morales Milohnic
Poeta y Ensayista
Profesor Titular de la Universidad de Chile
Premio "Pablo Neruda" 2001