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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

sábado, 26 de agosto de 2006

POEMAS INÉDITOS de Eugenio Cónchez Silva

Veo tu espalda,
preparas nuestro café
mientras la casa se llena de pelusas de sol.
Y si me faltaras?
Y si no estuvieras aquí tan quieta en la noche?
Veo tu espalda
y se me cae una palabra
y mi silencio es ahora una forma de reír;
quiero que te llegue, tuyo, mi silencio
y que te cave y te perturbe y entonces sonría tuyo tímidamente,
te vuelva las carnes del revés, para la lluvia y la ceniza,
para fuego y sombra, para tu alma de tierra
todas las palabras que no digo,
las que se lleva tu espalda como el trigo innumerable,
las que se lleva tu espalda innumerable como el trigo y la lluvia.
Y si me faltaras
yo estaría ahí preparando el café
en la casa muda, en la mañana sola
y mi vida no tendría sentido
y el café se enfriaría
y mis almohadas aullarían como los senos, solitarias.
Pero veo tu espalda,
preparas nuestro café, estás ahí
y no digo nada.
Amanece.







La noche muestra ansiosa una grupa de hambre.
Mirame y pensá en sexo,
en ciertas maravillas que los cuerpos lucen
como roturas de flor.
Decí conmigo las consignas de la carne,
nuestra carne, pasión de dioses incrédulos,
y entonces dejame
conducir hasta mi cama tu corazón de tierra,
te llevaré despacio, seguro del oro y la tormenta,
seguro de un crimen que cometen mis ojos en los tuyos.
No, no me dejarás así
con la cintura temblando caminos de tristeza,
no dejarás que arrastre solo una noche más.
Mirame... cubrirás de arena
mis espaldas llenas de vino,
mi cuerpo tieso en pleamar.
Mirame y pensá en desnudos,
en manos de sombra que hurgan tus muslos
acalorados, iracundos.
Yo te amaré, te amaré hasta amarte
y te volveré a amar hacia atrás,
beso a beso como nos persiguen ciertos sueños.
Porque a los regalos de esta luna
prefiero tu útero flamante
si cuando te miras en mis ojos
sientes que se abre, que golpea tus entrañas frescas
como un volcán derramado en primavera.
No te doy la vida,
pero puedes tenerme muerto esta noche entre tus brazos
con humos de sangre acariciada.
Marca mi soledad con tus gestos suaves,
busca un lugar del mundo
donde tus caderas sean mías,
dulces como un higo, o un viaje.
Mirame y pensá en sexo,
en todo el agua que puede correr entre nosotros.
La noche alargará nuestros cuerpos
y mis palabras te llegarán
cargadas de fiesta y de dolor,
serán la luz de tu ombligo,
serán serpientes de rocío bajando por tus piernas,
altas, pálidas avenidas de la dicha!
Juega con mis sueños, hazte collares.
Te voy a poseer para que seas hermosa,
como el sol anclado en los trigales del mediodía,
como la lluvia abriendo surcos en las pampas.
Tus dos panales blancos y secretos entre mis manos!
He aquí que por ellos yo mordería otro otoño,
como caballos tristes mis ojos
soportarían otra vez la luna en la noche de niebla.
Por qué nos acostamos, por qué reímos,
por qué nos hundimos en la saliva, el sudor y la sombra?
Mirame y pensá en sexo
y más que sexo y más que ganas y más que eso
que piensas si te miro, si te hablo, si nos miramos.
Te dejo una huella de uvas. Te robo un largo pestañeo,
largo aliento de maderas que cruzamos en un amanecer ventoso.
El dolernos de la dicha, es eso.
Son las palabras hermosas que digo en honor del silencio.
Es el silencio en que te habito el templo oscurecido.
Mirame. Abrite. Seguime.



Eugenio Cónchez Silva es un poeta argentino de la más novísima generación. Ha publicado en diversas revistas literarias y ha participado, en el año 2005, en el "Festival de Poesía CHILLÁN POESÍA 2005".

ANTOLOGÍA POÉTICA PREMIO PABLO NERUDA 1987 - 2005


El martes 22 de agosto, en la casa-museo La Chascona, se realizó una lectura de poesía en el que la Fundación Pablo Neruda acaba de presentar el libro Antología Poética Premio Pablo Neruda 1987-2005, publicación que reúne trabajos de los poetas ganadores del Premio Pablo Neruda, hasta el año pasado, prologado por el poeta y ensayista Jaime Quezada. Este galardón, que se otorga anualmente a un poeta no mayor de cuarenta años, se concedió, por primera vez, en 1987, y desde entonces, lo han recibido dieciocho poetas, cuya obra es, según juicios críticos importantes, significativa para la literatura chilena contemporánea.
El libro incluye trabajos de Gonzalo Millán, Raúl Zurita, Diego Maquieira, Clemente Riedemann, Carlos Trujillo, Teresa Calderón, Erick Pohlhammer, Alicia Salinas, Tomás Harris, José María Memet, Isabel Gómez, Bernardo Chandía, Rosabetty Muñoz, Andrés Morales, Armando Roa, Jaime Huenún, Víctor Hugo Díaz y Germán Carrasco.
En la obra antológica, cada poeta seleccionó sus propios poemas, tratando de dar una visión panorámica de su escritura. La edición estuvo a cargo de Adán Méndez, asesorado por un comité de la "Fundación Pablo Neruda", presidido por el poeta Jorge del Río, miembro del Directorio de la institución.

POEMAS INÉDITOS de Cristián Gómez


ORACIÓN POR GUILLERMO TREJO


Todos los boxeadores retirados pelearon alguna vez
en el madison square garden. Alguna vez lo leímos
con diccionario y buenas intenciones. Después de eso

hemos sabido de algunos que han cruzado la frontera
y por temor de convertirse en arena no han vuelto la
vista atrás. Otros la cruzan mirando un espejo

retrovisor y así se han pasado los últimos treinta años.
De él aprendimos la palabra ponto, zahúrda, murientes.
Pero llegamos a una tierra que no tiene primavera
y el ponto o el mar está muy lejos. Vivimos
en una pocilga (zahúrda) mientras no estuvimos
casados. Aquí o allá en lo prado, aquí o
en sargento aldea. Los huéspedes:

tienen las cejas sangrando producto de los golpes recibidos
pero se reproducen como una plaga festiva y licenciosa
carente de civilización a la que atacar. Ya no están
reunidos en el ágora ni los sabios ni los mejores
nos permiten escuchar con precipitada melancolía
sus palabras. Con mansedumbre que no excluye

el horror por lo inevitable: ven como los bárbaros
se han casado de manera indefectible con sus hijas
mientras los senadores se retiran sin legislar
(los bárbaros nos dictarán sus leyes).

Pero alguien recién llegado de la frontera
-a propósito de los rostros que se retiran de noche compungidos-
dice que ya no existen los bárbaros y se pregunta qué
será de nosotros sin ellos. Qué será de nosotros

si nadie nos visita en esta pocilga (zahúrda), si
nadie nos devuelve a nuestro (ponto) mar.



CONSIDERACIONES INTEMPESTIVAS DEL ENANO MALDITO
(también me gustan los epigramas)


Una poesía de clase media que deteste a la clase media.
Una poesía católica hastiada de ser católica. Y
un hablante al mismo tiempo
lírico y arribista.

Nada más imprescindible que un reloj despertador
para tenerlo como un recuerdo inútil de lo que pasa
con esa gente que trabaja.

Renegar. Poner el grito en el cielo. Como de costumbre
quejarse en voz alta, aunque se esté hablando solo. Irritar.

Leer a Carlos Bolton.


PARA LOS FUTUROS CENSORES DEL CAMPO
DE CONCENTRACIÓN EN QUE NOS ENCIERREN


El bar está cerrado a los malos augurios.
Hoy no pasan por televisión Angustia de
un querer y se conversa al ritmo del auge
y la caída de nuestros ídolos. La tarde
sigue pasando y no se detiene

hasta llegar a nuestras puertas. Como el
fruto de una caza que ha sido generosa
caen a nuestros pies muchachas que ni
siquiera despiertos podríamos haber
soñado tan hermosas. Se parecen a esas

primas de las que nos enamoramos antes
de escribir un primer poema. Contertulios
del espejo que invariablemente fiel detrás
del mostrador nos acompaña, la próxima

ronda decidimos pedírsela fiado a los
que incautos se preguntan por nuestra
afición a seguir escribiendo poemas
sospechosamente láricos como si
fuera nuestra única elegancia.

Como si fuera nuestra última respuesta.



LECTORES DE CORTO MALTÉS


El hombre más delgado de chile y el enano maldito se reunían en un departamento al oeste de la ciudad. Lo más divertido era espetarnos mutuamente epítetos de tamaño
calibre –católico, escritor de clase media- que a cualquiera lo harían palidecer.
Más de alguna vez mutuamente se ofrecieron combos. Y no hay nada de malo en ello.
Compartieron la misma cama pero no se dieron cuenta. Por lo alto y por lo bajo les
deseo ochenta, pero es discutible que tanto el hígado como las neuronas aguanten.
Se han paseado de la mano de cierta clase de especímenes que ameritan zoologías tan
particulares como épicas. Conversan hasta bien entrada la noche. Se acuerdan.


SIMBIOSIS



Para cargar con este nombre perdónenme que lo diga.
Nacido de padre y madre como el resto de los moradores.
No se pronuncia de esa manera pero eso es lo de menos.
Ni tampoco es mi nombre el que hubiera querido. Pero
a estas alturas. He sabido de algunos poetas que han
muerto no mucho después que sus señoras, niños de
pecho y desamparados en algún departamento del
centro de santiago. Otros han hecho lo mismo
con mi nombre. Es sabido que un motivo y

sus variaciones pueden convertirse en
los únicos habitantes de estos cuartos.
Prefiero no hablar de dormitorios.

Otros se empeñan en cruzar una frontera
que está del otro lado. Dicho mi nombre
perdónenme que lo repita. La infancia

no me atañe como un recuerdo
sino como un hermano que aún vivía.
No era la felicidad pero sí el menor esfuerzo.

domingo, 6 de agosto de 2006

LAS PRISIONES, poemas de Pablo Tenekedjian


I

Nada debe asfixiarse entre sus labios,
Ni el óxido aguado de las lunas,
Ni un estallido de claroscuros
Cuando los medios cautivan.

Aprisa,
No se apuren.
Traigan agua de los estambres y amantes insatisfechas,
Una extraña lactancia que invada los gineceos,
Muerte que desdoble sus costillas.

Despacio,
Más aprisa.
Cambian los rostros y nada cambia.
Un capullo de capa negra
Rompe la magia en artera distancia;
Y eso es,
Sólo,
Pétalos como excusa y agonía desdentada.


II

Y un fragor precipitado guillotina las miradas,
Y la amargura profana a diente suelto
Como el súbito fracaso embiste
En medio de la felicidad más propia
O sobre la cercanía de un rostro que nos miente.

No hay más.
La esperanza dura
Lo que en los ojos
Tiembla.
No se abrazan fulgores
Ni se apuesta en crisálidas,
Sólo se trabaja para arrullar un labio que se mueve en el limo
Y que columpia en sus voces a brutales gusanos.

Carne y carne.
Carne y miedo zozobrando por sus cuatros cuchillas,
Carne y carne amasada en inciertos,
Y hambre
En lecho de entrepiernas
Y en perfil de suspenso.


III

Nada. Aquí ni nadie,
Nadie.
Y más aun,
Dentro fuera como si todo
Eso mismo y nada,
Aquello en barracas de yemas inseguras
De niñas que dejan caer
¡cómo!,
Un amor de alcantarillas y de hoces mendigas.

Recomenzar.
Regresar y ser. Voltear.
Lo mismo y nada.

Pablo Tenekedjian nació en Argentina en 1974. Es Licenciado en Literatura por la Universidad de Chile y candidato a Magíster por la misma universidad. Ha publicado sus poemas en varias revistas literarias así como ensayos y artículos. Profesor universitario, ha dictado la Cátedra del Monográfico de "El Quijote" en la Universidad Diego Portales.

OLVIDO, poema de Carlos Almonte




...sin fin hacia su herida.

Dylan Thomas


He sido confinado al más vulgar de los silencios;
muestras de hecatombe,
de brillo perdido,
de fulgor inalcanzado.

He sido desterrado a un pueblo de fantasmas ebrios,
con calles de adoquines negros
que conducen al humilde fin de toda vida.

He sido maniatado,
lacerado y perpetrado, bajo su recuerdo,
malherido, desplomado.

Me ha escrito una vulgar versión de despedida,
como siempre,
sumida en pensamientos de otro tiempo,
propios o distantes.

Me ha olvidado por completo,
aunque su voz lo niegue,
y sus palabras destrozadas,
y su boca entumecida;

aunque su canto se dirija a mí;
aunque sus manos aún me toquen,
cuatro continentes nos separan.
Mejor sería que me ahogara en plumas de animales,
como alguna vez lo prometió.

Veinte abrazos nos separan,
como cada día viernes que no llega,
como cada noche que me duermo en ella,
en su consuelo,
en su inacción.

Cuatro versos lastimados y la sensación constante,
eterna,
de estar hablando al aire ennegrecido
de una interminable noche
que nunca llegará.





Pintura: Jean Dubuffet

30 DE NOVIEMBRE, 2.50 AM. Poema de Carlos Almonte


En cuanto oí su voz lejana,
lenta y pura,
transformé mi ansia en vuelo para estar con ella;
no de lado, o de costado,
no tampoco por encima de su piel
o bajo el peso de sus muslos,
sino que al interior de esa mirada triste y enferma
que nunca deja de soñar.

Es un tramo de reparos indecentes que no engañan,
como un guión que no decae y que no besa el cuello blanco
de aquel de cisne troquelado
en negativo,
o transparente.

Ya no queda el gesto de un llamado,
de una sombra o grito.

Ya no existo en su recuerdo;
mientras, me sonríe.

Nervioso, sugerente,
como si folláramos bajo la alfombra,
bajo cientos de ciempiés,
bajo miles de milésimas,
bajo el tiempo descarado,
bajo el té,
bajo las hojas.

Odio al terso verso, se lo dije,
y el sonido de platillos.

Ya no vuelo, ya no canto, ya no río.
Ya no estimo, o considero.

Ya no pienso en ella, porque ya soy ella.





Fotografía: Joseph Beuys, “Tito Andrónico”

viernes, 4 de agosto de 2006

AUTORRETRATO, poema de José Kozer


AUTORRETRATO


Escuetos, cantan los cuatro elementos, se iluminan de inmenso.

Yo me alargo en una suerte de revolú proliferando arroz con mango, chicharrones con broscht, sushi con maduros, hijo
de dos labias imparables (Talmud
entreverado con recia jodedera) a la
zaga de un silencio búdico: su acepción
entiendo, su condición no alcanzo.

Un deambular atestado de onagros, tábanos mordiéndoles la grupa, cínifes posándose en mi mejilla: con una mano
voy a pulverizarlos, con otra los espanto
(no matarás). Una mano (búdica) mental
me propone no actuar, y el mosquito en
placidez zumba y sueña sus aguas
putrefactas, en mi mejilla: tremendo
berenjenal (mental) en que me metí.

Empiezan a conturbarme las noches. A veces me echo a dormir en el catre al pie de la ventana que mira a la laguna de las
noctilucas (eso fue en Puerto Rico hace
mil años) a veces en el catre que da al
muro de ladrillos embarrotillados
(grafiteados) del respiradero: el niño
despertó sudado a medianoche y teme
desvelar al padre.

Se acostumbra a rescribir en la cabeza esquirlas de pesadillas, luego las redondea desde una recién descubierta inventiva:
le dan las tres de la mañana mientras
contempla el uniforme escolar
almidonado en un chiforrobe
(¿por qué mano?) entornado.

Noviembre, por todas partes noviembre, a medianoche el miedo impera: oíd (de los cobardes no se ha escrito nada)
admonición del padre: y se le ve a
la legua cagarse por la pata abajo.

Llamo, y llamo con voz cada vez más baja (proliferando): reclamo al padre, y nada; por Buda clamo, y nada. Nada
y nada, ¿será que de eso se trata? ¿El
cero clamor de la Nada? Estoy despierto,
los prismas de la carne en el espejo
biselado del dormitorio: tres harapos,
y un guiñapo.

Abro al azar el libro de un poeta extranjero, extremaunción de lo escueto: letra hosca, lo sé, va a proliferar (se irá a
extraviar): una vez vi perseidas (toda
una seguidilla de perseidas) aquí, por
proliferación, me persuado, al

buen
tuntún,
da
igual,
corriente
abajo,
sílabas
reunir
(incrustar).

José Kozer nació en La Habana en 1940 y en 1960 emigró a Estados Unidos. Enseñó lengua y literatura en el “Queens College” de Nueva York.. Ha publicado alrededor de quince libros, entre ellos: Padres y otras profesiones (Ediciones Villamiseria, Nueva York, 1972), Este judío de números y letras (Tenerife, 1975), El carillón de los muertos (Último Reino, Buenos Aires, 1988), Trazas del lirondo (Casa del Tiempo, México, 1993) y Dípticos (Bartleby Editores, Madrid, 1998).