La página de Andrés Morales (1962), poeta, ensayista y académico chileno, es un Blog de apuntes y escritos abierto a todos aquellos interesados en la literatura y, en especial, en la poesía. Contiene poemas, artículos, notas, comentarios, críticas, reseñas, fotografías y en general, todos los tópicos imaginables e inimaginables en torno a la poesía, el cine, la prosa y la literatura chilena, hispanoamericana, española y europea de todas las épocas y estilos.
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José Saramago
martes, 27 de septiembre de 2022
"INVITACIÓN A CENA CON DELITO" POR EL POETA CHILENO ANTONIO ARÉVALO
No era una cena oficial, pero allí estaban nuestros amigos más queridos. Tampoco era una cena improvisada, puesto que se trataba de un banquete prenupcial. La boda estaba fijada para la siguiente semana: el 21 de diciembre de 1988.
La novia. Giorgia, una joven actriz. Su carrera artística había comenzado en Roma, su lugar de nacimiento, de la mano de históricos directores del teatro experimental.
Por entonces ambos trabajábamos en la Galería Nacional de Arte Moderno de Roma, bajo la dirección de Mario Ricci, uno de los fundadores del Teatro Imagen (Teatro Immagine en italiano).
Centenares de personas haciendo fila para asistir a Las Veladas Futuristas. Para mí, esa ocasión fue como una continuación de dichas veladas.
Mi historia. Aterricé en Roma, procedente de Santiago de Chile, el mes de marzo de 1975. Formaba parte del exilio militante, pero enseguida me arrimé al nutrido grupo de artistas que residían en la Ciudad Eterna, fascinados por las luminosas propuestas que se desarrollaban a finales de los años setenta, abanderadas por Renato Nicolini, nombre clave en el renacimiento cultural de la capital italiana tras la fiera etapa caracterizada por el terrorismo y los años de plomo.
Los padres de Giorgia, Maca y Luciano, habían sido extremadamente generosos y gentiles, invitándonos a su casa las semanas previas de modo insistente. Por allí fueron pasando amigos y familiares a los que nunca había visto ni conocido, trayéndonos regalos, quejándose con benevolencia de no haber recibido una posible lista de bodas, pero ni siquiera se nos pasó por la cabeza, le dije a una señora que poco antes explicaba cómo preparar el puré, perentoria, obsesionada con los grumos, autoritaria en sus certezas. El día de la boda se presentaron con los anillos de rigor, ¿pero que nos creíamos?
Sin embargo, la de ahora era una cena diferente. La habíamos concebido Giorgia y yo con la intención de saludar, abrazar a los amigos, compartiendo con ellos una decisión insólita e inesperada para la mayoría de ellos. Pero para mí no se trataba de un capricho, sino de una decisión. Y una decisión importante.
Queridos, íntimos amigos. Exiliados casi todos. El arquitecto, la dentista, la bailarina, el actor, el poeta. Éramos una decena. Nos trajeron obsequios de valor simbólicos, algunos de los cuales todavía conservo.
Vivía y seguiría viviendo en Piazza Dante, en pleno centro de Roma, frente a un parque con cedros centenarios. Largo tiempo olvidada, es una de las plazas más amplias del barrio de Esquilino y albergó un refugio subterráneo durante la Segunda Guerra Mundial que allí quedó como una advertencia contra el olvido. Enfrente de un enorme edificio del servicio de correos italiano, reconvertido, me dicen, en la sede nacional de los servicios secretos.
La casa estaba rodeada de ventanas y una luz muy hermosa se dispersaba atravesando las botellas de colores que había colocado de manera estratégica para encontrarme siempre con una longitud de onda diferente. Tres dormitorios, un gran salón y una cocina comedor. El baño, bastante precario, se hallaba en un balcón. Un centenar de pequeñas obras sobre las paredes conformaban una gran galería. «Todo pensamiento vuela», había escrito en el arco que unía el pasillo con la entrada. La frase la había tomado de Bomarzo, del Parque de los Monstruos. Escrita en las fauces del orco de Bomarzo, la cita evoca la ansiedad, las expectativas, las preocupaciones de nuestra existencia. Atraviesas la boca abierta de par en par del Orco para adentrarte hacia el corazón de tus tinieblas. Pero fuiste tú mismo quien voluntariamente marchó a su encuentro.
Los libros completaban el resto del mobiliario. En ningún alojamiento me olvidé de ellos, nunca me podían faltar. Pero detengámonos un momento en el amigo poeta, Eugenio, quien además era periodista y que llega tarde a la cena, muy tarde en realidad, manos un poco sucias de tiza. ¿Puedo ir al baño? Claro, dije.
Mi relación con Georgia se había iniciado unos 12 meses antes, en el transcurso de mi segundo año en una academia de investigación teatral, yendo de aquí para allá con una larga capa negra, como asistente de dirección de todos los directores que trabajaban en esta nueva academia experimental, la cual pretendía recoger y continuar el legado de la experimentación teatral italiana de las décadas de los sesenta y los setenta.
Seleccionaba a los comensales invitados a las cenas tras las lecciones en la casa de campo de los gestores, así como patrocinadores.
Giorgia había llegado el segundo año y me puso en la diana desde el principio, pese a mi práctica indiferencia hacia la carnalidad, un poco sometido al influjo de Oscar Wilde, observando todo con recelo. Pero ella se mostró firme y perseverante.
Aquella noche, Eugenio, además de llegar tarde, nos invitó a tomar una copa en Trastévere después de la cena. Nos dejamos ir, en el fondo éramos muy easy. Acabamos en Trastévere, delante del Ministerio de Educación. Muy instructivo, pensaba mientras aparcábamos, pero entonces algo reclamó poderosamente nuestra atención: las centenares de placas votivas alrededor de la Madonna de Trastévere. Los exvotos, los «por las gracias recibidas». Y helo allí, con gran sorpresa, nuestra propia ofrenda, nuestro propio «por las gracias recibidas», colocado unas horas antes por nuestro amigo poeta, quien, sublimando aquel acontecimiento, tras años de ambigüedad y no tantas certezas, se mostraba agradecido ante la Madonna por nuestra relación. ¡Gracias al amor, por Gracia recibida!
Si algún lector no se lo acaba de creer o piensa que todo esto es solo el fruto de mi imaginación, lo invito a pasearse por el barrio de Trastévere y descubrir con sus propios ojos, delante del Ministerio de Educación, la placa, que todavía sigue allí.
La ceremonia en Campidoglio (donde se encuentra la sede del ayuntamiento romano) fue celebrada por Lietta Aguirre d’Amico, sobrina de Pirandello. Su madre Lietta estaba casada con Manuel Aguirre Humeres, agregado militar de la embajada chilena en Italia. Ella, por su parte, era la viuda del director y escritor Luigi Filippo D’Amico. Pasó su infancia y adolescencia entre Chile e Italia. Los vínculos familiares les otorgaron, en el curso de los años, el blasón y la reputación de una de las más potentes dinastías culturales de Roma. Su suegro, Silvio D’Amico, fue el fundador de la Academia Nacional de Arte Dramático de Roma. Lietta se unió a nuestro grupo chileno, sobre todo a las mujeres, desde el principio mismo de la llegada de los primeros exiliados.
Sufragó toda la sesión de fotos que inmortalizó el acontecimiento, algo que estaba fuera de nuestras posibilidades, yo era pobre de solemnidad, un expatriado, pero doblemente expatriado, puesto que acababa de abandonar el partido comunista en el exilio y no era entonces nada más que un joven poeta chileno fuera de su patria.
Nuestra luna de miel tuvo lugar dos años después y nos llevó a Chile, un poco antes de que el dictador Augusto Pinochet abandonase el poder.
Soy el primero en partir. Mi avión hace escala en Caracas, Venezuela, donde vive mi hermana, a la que no veo desde 1975. Ella y Pablo, su pareja, habían hecho un viaje desde Barina, el estado venezolano del que era oriundo Hugo Chávez.
Son ocho horas de trayecto. Se acercan al aeropuerto enterados de mi escala, pero sucede que mi vuelo llega con un par de horas de retraso y nadie puede bajar del avión. Pero yo me bajo igual y voy a su encuentro. Emoción inmensa. Una birra, media hora y el esperado reencuentro que finaliza cuando una voz anuncia por los altavoces la última llamada para el señor Arévalo, por favor diríjase lo más rápido posible a la puerta dos, terminal nueve. Repito, puerta dos, terminal nueve. Última llamada.
Giorgia llega una semana después. Aquellos días vividos entre Santiago, Valparaíso, Isla Negra y Chiloé fueron compartidos con una infinidad de amigos. Realmente lo acontecido en la Plaza Mulato Gil De Castro, en pleno centro de Santiago, parece sacado de una escena de Casablanca, confluencia y encuentro de escritores, actores, una isla de felicidad en un país marcado por el fascismo más sangriento. La llegada de Giorgia despierta curiosidad entre la conspicua fauna que frecuentábamos. Viajamos a Chiloé y de camino a Valdivia nos encontramos por casualidad con otros amigos, también ellos de paso. Fue toda una aventura abandonar terreno firme para adentrarnos en la isla y conocer las características iglesias construidas íntegramente en madera. Buscar paraje yermos de personas. Las casas de los pescadores y los palafitos multicolores. Luego el viaje a la Isla Negra, la casa de Neruda y las fiestas de Santiago.
En Valparaíso forzaron el maletero del coche y robaron la documentación de Giorgia. No fue fácil conseguir el visado para regresar a Italia. Tras la denuncia formalizada en el corazón mismo del aparato represivo o Policía de Investigaciones de Santiago, acabamos en el consulado italiano. Una obra de Francisco Smythe a la vista en el fondo del consulado nos insufló un poco de esperanza. El testimonio de Francisco resultó clave para cortar de raíz las sospechas de estar ante una posible terrorista que asomaban por la cabeza del cónsul y poder salir del país.
Finalmente llegó el doloroso día de nuestra partida, por delante teníamos dieciocho horas de vuelo y salimos al alba. Todavía era de noche y las luces de la ciudad permanecían encendidas. El conductor aceleraba hasta los 150 kilómetros por hora cuando vemos acercarse peligrosamente otro vehículo, momentos de incertidumbre, casi de pánico, hasta que reconocemos a los poetas Bárbara Delano e Santiago Elordi, quienes se habían quedado toda la noche en vela y quisieron regalarnos un último adiós.
Para Bárbara y para mí se trató realmente del último adiós. No volvimos a encontrarnos, no volvimos a coincidir en Santiago. Bárbara regresó definitivamente a México en 1992, aunque a principios de octubre de 1996 quiso sorprender a sus padres visitándolos en Chile. Hizo escala en Lima, donde aprovechó para ver al poeta peruano Antonio Cisneros y otros amigos. A continuación tomó el fatídico vuelo 603 de AeroPerú, que se estrelló en el Océano Pacífico poco después de despegar de Lima, dejando un saldo de 70 víctimas mortales.
El cuerpo de Bárbara nunca se encontró.
Giorgia y yo nos divorciamos en 1993, tras mi regreso de Río de Janeiro, a donde había ido para trabajar en una exposición relacionada con la Cumbre de la Tierra.
Escribí:
Post scriptum
Durante los días que siguieron nada extraordinario sucedió ya habían quedado atrás los días de las acacias de los abedules y del cielo infinito desaparecidas las huellas en la arena permanece solamente el eco de las olas él con la mirada perdida permaneciendo con sus sombras ella esperando la llamada de los pueblos azules y los montes perfumados.
Hoy en Roma, tantos años y tantas historias vividas y tantas vidas cambiadas después, sigo pasando por delante de la placa puesta allí por Eugenio, porque allí sigue, solo que un poco ajada.
Me parece que uno de estos días me acercaré y la subrayaré con un rotulador.
Gracias al Amor, Por Gracia Recibida.
lunes, 19 de septiembre de 2022
sábado, 17 de septiembre de 2022
"BERGMAN Y LA MUERTE" POR EL ESCRITOR Y CRÍTICO ANÍBAL RICCI
Hace cincuenta años el maestro Bergman (ver biografía) mostraba su imaginería respecto al tema de la muerte.
Su padre era pastor luterano y por ende Bergman conocía de cerca la
visión religiosa y quizás por ello situaba El Séptimo Sello en el período de la Edad Media. Busca
personajes arquetípicos que recorran el amplio espectro de la sociedad y
desarrolla una especie de road movie (a
bordo de una carreta) para desplegar las distintas formas de entender el
significado de la vida en un viaje simbólico que transcurre durante una partida
de ajedrez contra la mismísima muerte.
Fresas Salvajes, en cambio, recurre al significado de los sueños y en otra road movie (esta vez a bordo de un automóvil)
mezcla los pensamientos de un maduro científico acerca de la muerte con los
recuerdos que rescata de su niñez.
La primera película muestra las distintas caras de la muerte
contrastándola con la visión religiosa y en la segunda cinta (rodada ese mismo
año) su visión es más filosófica.
EL SÉPTIMO SELLO (1957)
Dirigida por Ingmar Bergman
Inicia la película
enfrentando al protagonista a un juego de ajedrez con una muerte de rostro
blanquecino y vestida completamente de negro. Antonius Block sólo quiere ganar
tiempo para entender el verdadero significado de la existencia durante sus
últimos momentos de vida. Es un caballero cruzado que regresa a una Europa azotada
por la peste negra.
En el camino junto
a una pareja de comediantes tropezará contra el sin sentido de la religión,
tanto cuando queman a una bruja o en medio de una procesión de fanáticos
religiosos que piensan que la peste es un castigo divino y esperan los
designios de Dios autoflagelándose y sufriendo para conseguir el perdón. Los
comediantes que acompañan la travesía de Block simbolizan a las artes y son
incomprendidos por los campesinos que se burlan de ellos.
Estos campesinos
son incultos y no les importa el tema de la muerte. La pareja de María y José
(los comediantes) representan a la inocencia y simplemente viven felices el día
a día. El propio Block comparte con ellos un cuenco de leche y unas fresas,
vivenciando un momento de dicha y comprendiendo lo fugaz de la felicidad.
Ingresa a una
iglesia y se confiesa, pero el confesor es otra vez la inevitable muerte. Block
tendrá que cambiar su estrategia con las piezas de ajedrez. De alguna manera, él
representa las emociones humanas y a pesar de no creer en Dios, tampoco puede
negar su existencia.
Juan (su escudero)
representa a la razón y sabe que su vida será un viaje que termina en la nada.
Block no cree que el ser humano pueda vivir esperando únicamente vacío al final
del camino.
La Naturaleza es
otro personaje ajeno a la muerte de los humanos, está presente en todo el viaje
que propone la película.
La música y las
imágenes contienen gran belleza narrativa y somos espectadores de un blanco y
negro que combina muy bien con el tono del relato. Cuando los personajes ven
aparecer a la muerte la reciben desde la devoción y en otros casos desde el
destino, un contraste entre la fe y la razón.
FRESAS SALVAJES (1957)
Dirigida por Ingmar Bergman
Las fresas, escasas en Suecia,
simbolizan la naturaleza fugaz de la felicidad.
En el trayecto hacia la investidura
como doctor en medicina en la Universidad de Lund, Isak Borg escucha una
discusión entre dos jóvenes: «El hombre le
tiene pánico a la muerte y no soporta lo absurdo». Los
muchachos no saben de qué hablan, pero Isak entiende el sentido exacto de esas
palabras, la respuesta a los sueños que lo acosan ese día.
La película es un viaje físico en
automóvil, a la vez que un viaje onírico por los hitos importantes de su vida.
Los fantasmas del pasado lo hacen mirarse al espejo y descubre que se ha
convertido en un viejo miedoso. El examinador de uno de los sueños le dice: «Usted es
culpable de culpa… Ni siquiera entiende la acusación». Isak la
entiende, pero todavía no está dispuesto a declararse incompetente para vivir.
En medio del viaje de reconocimiento
social, «el lugar de las fresas» (smultronstället) de su casa de infancia
evoca el paraíso perdido, símbolo de una felicidad inalcanzable. Durante el
trayecto, a pesar a las distancias, no ha hecho más que perder el tiempo (los
relojes no tienen manecillas).
«Usted no oye
el silencio… Transformó su vida en una obra maestra de la cirugía donde ha
extirpado todo el dolor», lo vuelve a interpelar el examinador.
El castigo por no hacerle frente al
miedo es la soledad y cuando ésta lo inquieta recurre a sus recuerdos de
infancia… en busca del tiempo perdido.
Ingmar Bergman (Uppsala, 1918 - Isla de
Faro, 2007)
Director
cinematográfico sueco, licenciado en literatura e historia del arte en la
Universidad de Estocolmo.
El cine de Bergman
recoge la influencia formal del expresionismo y de la tradición sueca, en
especial de Victor Sjöström. Destaca por su gran sentido plástico (casi
pictórico) y el aprovechamiento de las posibilidades del blanco y negro. Sus
filmes giran en torno de una serie de constantes temáticas, en especial la
muerte y el amor, abordadas con un tono metafísico y una densidad de diálogos
motivada por sus inicios en el teatro.
La película emblemática
dentro de su filmografía es El séptimo sello, lúgubre alegoría que
indaga en la relación del hombre con Dios y la muerte, para la cual empleó
recursos narrativos basados en la iconografía cristiana. Su virtuosismo técnico
se hace evidente en Fresas salvajes, recreación de su propia infancia
para la que utilizó una estructura de narraciones superpuestas.
La posición de
Bergman como director se consolidó a lo largo de la década del sesenta. De esta
etapa sobresale Persona (1966), donde continuó explorando el alma
humana, su incapacidad para la comunicación, para sentir y recibir amor.
Bergman publicó sus
memorias en dos volúmenes: Linterna mágica (1988) e Imágenes
(1990).
jueves, 8 de septiembre de 2022
martes, 6 de septiembre de 2022
INVITACIÓN AL FORO "110 AÑOS DEL GRAN MAESTRO ALFONSO LETELIER"
En el marco de la Cátedra Hispanoamericana Oreste Plath, organizada por la Universidad de Talca y la Sociedad de Folclor Chileno, la sexta sesión contempla conmemorar los 110 años del natalicio del compositor Alfonso Letelier Llona, quien fuera una de las figuras más destacadas del ambiente musical chileno en el siglo XX, miembro de la Asociación Folklórica Chilena, hoy Sociedad de Folclor Chileno.
La ponencia central se titula: Alfonso Letelier en el laberinto de la musicología latinoamericana
Expone:
Yvaín
Eltit
Presidente
Sociedad de Folclor Chileno
Comentan:
Carmen
Luisa Letelier
Premio
Nacional de Artes Musicales y consejera Sociedad de Folclor Chileno
Fernando
Nava
Doctor
en antropología Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y coordinador del
postgrado en Música UNAM
Modera:
Juan
Gonzalo Pinto
Pianista
y profesor Academia de Artes Musicales Universidad Católica de Temuco
La cita es el
jueves 8 de septiembre a las 18 hrs por el canal de youtube de la Dirección de
Extensión de la Universidad de Talca con acceso liberado por:
(199) CÁTEDRA HISPANOAMERICANA ORESTE PLATH: MUSICOLOGÍA LATINOAMERICANA - YouTube
"PERDEDORES DE ALTO CALIBRE" POR EL ESCRITOR CHILENO ANÍBAL RICCI
PERDEDORES DE ALTO CALIBRE:
El
tesoro de Sierra Madre (1948), EEUU, John
Huston
El
salario del miedo (1953), Francia, H.G.
Clouzot
El cine de perdedores coloca al espectador en
los zapatos de personajes desarraigados, buscando desesperadamente nuestra
empatía con ellos y generalmente rodea sus historias de cierto patetismo que expresa
la vulnerabilidad frente a un entorno injusto.
Intentaremos condensar los lineamientos de este
cine a través de dos magníficas películas clásicas: El tesoro de Sierra
Madre (1948, John Huston) y El salario del miedo (1953, H.G. Clouzot).
La peripecia de Huston aborda la fiebre del oro en una localidad de México; la
de Clouzot utiliza como telón de fondo la explotación petrolera en un remoto
pueblo de Sudamérica. La cinta francesa ya muestra elementos característicos de
la nouvelle vague, temática social (crítica al capitalismo mostrando la
explotación laboral de grandes transnacionales) y utilización del montaje para
involucrar al espectador, muchas veces homenajeando a directores
estadounidenses.
El filme de Clouzot obtuvo la Palma de Oro en
Cannes y el Oso de Berlín (en respuesta a la cinta de Huston galardonada en los
Globos de Oro y en los Oscar) e indudablemente es tributaria de El tesoro de
Sierra Madre, esta última de mayor presupuesto.
Ambas películas sitúan su foco en personas
desempleadas que piden limosna a los transeúntes, no tienen familia ni futuro y
desempeñarían cualquier labor por unos cuantos dólares.
La película de Huston no es un western, pero está a la altura del
paisaje; no es de corte espiritual, pero dibuja personajes arquetípicos; no
pretende ser profunda y sin duda muestra caminos para afrontar esta vida.
«No he conocido a un buscador que
haya muerto rico», dice Howard, el anciano buscador de oro que nos presenta
Huston, justo en medio de un dormitorio para indigentes. Personaje central, el
tesoro se esconde tras una vida de intensa búsqueda. No se refiere a la búsqueda de
riqueza material, se refiere a «la búsqueda», esa que tiene mil formas
diferentes y que debe ser emprendida por cada ser humano. Esconde la paradoja
de que una buena búsqueda siempre va a traer consigo «riqueza», esa superior
que proviene de la libertad del espíritu.
El buscador no
se cansará jamás, volverá a empujar la roca cuesta arriba (Mito de Sísifo),
siempre querrá más. No es codicia: el buscador es ambicioso en la búsqueda, no
en el fin.
Los arquetipos están muy bien definidos:
Howard es el sabio, Curtin el bueno y Dobbs será el ladrón sin escrúpulos. Este
último personaje (interpretado por Humphrey Bogart) es aquel que pretende
beneficiarse del trabajo de los demás, creyendo que puede obviar el esfuerzo
que hay que desplegar a través del camino. Curtin es ingenuo, no espera mucho
de la vida y se conforma con poco. Howard sabe que los diez meses de
sufrimiento y trabajo en la mina no fueron en vano, se ríe ante la naturaleza del
viento que ha devuelto el polvo de oro a la montaña. Claramente, el perdedor
está representado por Dobbs. No posee nada de valor, pero cuando acumula cierta
cantidad de oro comienza a sospechar de sus socios y su espíritu se pierde,
habla solo pues desconfía del resto y su paranoia acentúa rasgos egoístas y
despiadados.
La película de Huston se centra en
los cambios de personalidad de estos tres buscadores de oro. El director
estadounidense contrapone las visiones humanistas de Howard y Curtin, le da un
vuelo espiritual al camino que emprenden y lo contrapone al mundo que se estrecha a
cada paso que interpreta Dobbs.
H.G.
Clouzot utiliza el mismo recurso: representar el cambio de personalidad de los
perdedores, aunque la visión del galo es más patética y ninguno de sus
personajes saldrá bien librado en su batalla contra la vida.
La cinta
de Huston trabaja en función del miedo a perderlo todo, pero sólo el ladrón será
incapaz de descubrir la «riqueza» del camino
emprendido, en cambio el director francés despliega las acciones en torno a
otro tipo de miedo: la muerte que los puede alcanzar en cualquier instante.
Mario, Jo,
Bimba y Luigi luchan contra el hambre, de manera más desesperada que los
personajes de Huston. Se incendia un pozo de petróleo y ellos emprenden la
tarea de trasladar nitroglicerina a través de tortuosos caminos con el fin de
aplacar el fuego mediante una gran explosión.
El señor
Jo es el más viejo (no el sabio de Huston), el más rudo del pueblo, pero lo
invade el miedo al trasladar el peligroso material. Mario (Yves Montand) le
tenía respeto, pero en estos tiempos definitorios, la falta de consciencia de
Mario lo hará más valiente y terminará burlándose de la cobardía de Jo.
Los
primeros planos de El salario del miedo en sus momentos álgidos recuerdan
a grandes cintas del neorrealismo italiano, no en vano la nouvelle
vague es la respuesta francesa ante ese movimiento. La segunda parte de la
película de Clouzot se enmarca en la acción trepidante, no da respiro y
transcurre en tiempo real durante unas horas frente al volante. Los personajes
están atrapados por el miedo, pero no tienen espacio para pensar. El final algo
forzado, aunque consistente con el tono patético, impide que el personaje de
Mario logre su objetivo: ha perdido a su amigo y el dinero no será suficiente
recompensa. La miseria de su origen lo contamina todo y no podrá escapar de su
aciago destino.
El cine
noir le debe mucho a esta cinta de Clouzot, que hace que el espectador
permanezca pegado a su butaca a costa de una historia muy sencilla, donde el
miedo a perder la vida definirá a los personajes.
La visión de Huston encierra una posibilidad de aprendizaje a través del viaje para estos perdedores, en cambio para Clouzot el recorrido no será suficiente para escapar de la miseria.