La página de Andrés Morales (1962), poeta, ensayista y académico chileno, es un Blog de apuntes y escritos abierto a todos aquellos interesados en la literatura y, en especial, en la poesía. Contiene poemas, artículos, notas, comentarios, críticas, reseñas, fotografías y en general, todos los tópicos imaginables e inimaginables en torno a la poesía, el cine, la prosa y la literatura chilena, hispanoamericana, española y europea de todas las épocas y estilos.
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José Saramago
sábado, 31 de octubre de 2020
lunes, 26 de octubre de 2020
CRÍTICA DE CINE DEL ESCRITOR ANÍBAL RICCI: "EL JUICIO DE LOS 7 DE CHICAGO (2020)"
EL JUICIO DE LOS 7 DE CHICAGO (2020)
Dirigida por Aaron Sorkin
«Cruzamos
fronteras estatales con ciertas ideas… por eso nos echaron gases, nos golpearon
y nos están juzgando», testifica Abbie Hoffman ante el estrado de un tribunal. Se
trata del fundador de los Yippies (Youth International Party), grupo activista
contracultural que luchaba en contra de los excesos de la guerra de Vietnam.
La película inicia con imágenes de archivo de los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy, como muestra de la intolerancia de ese convulso año 1968 y nos sitúa en las protestas ocurridas meses después en Chicago durante la Convención Demócrata, cuyo candidato perdería las elecciones presidenciales frente a Richard Nixon.
Los manifestantes en contra de la guerra se enfrentaron a la policía en los alrededores del lugar donde se celebraba dicha convención. El alcalde mantuvo una línea dura contra ellos, negándoles un lugar para expresarse e impidiendo la realización de reuniones o marchas, ejerciendo una fuerza policial desmedida frente a los grupos encabezados por Abbie Hoffman, Tom Hayden y Dave Dellinger, quienes al año siguiente fueron enjuiciados por conspirar contra la seguridad nacional. Conocidos como los 7 de Chicago, la película de Sorkin se refiere al desarrollo de ese bullado juicio.
Evoca ideales antibelicistas, no hay duda, pero sobre todo reivindica el derecho a protestar frente las autoridades, en este caso contra el gobierno de Lyndon Johnson, por el envío incesante de soldados para pelear una guerra que Estados Unidos no iba a ganar, aparte del dudoso comportamiento del ejército estadounidense bombardeando con Napalm aldeas completas donde murieron mujeres y niños.
Aaron Sorkin hurga en el pasado y plantea un paralelismo con los tiempos actuales, donde las irrupciones sociales se han multiplicado alrededor del mundo, ya sean los chalecos amarillos en Francia, el movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos, las manifestaciones en Hong Kong, incluso el estallido social en Chile, en este último caso, contra los abusos de la oligarquía perpetrados durante los últimos 30 años.
La visión política de Sorkin es nítida. La Constitución debe velar por el derecho a protestar en forma pacífica, un derecho inalienable de la ciudadanía frente al vasto poder del Estado. Para ello, el afamado guionista se vale de unos diálogos ingeniosos, que fluyen a gran velocidad, impidiendo que el espectador se distraiga, más bien expresa los variados puntos de vista que encarnan los personajes. El reparto de actores es impresionante y cada uno tiene vida propia. Destacan Frank Langella como el juez Julius Hoffman, representante del mundo conservador, la antítesis del pensamiento de los 7 de Chicago. Tenemos a un correcto Joseph Gordon-Levitt como el fiscal Richard Schultz, que hace su trabajo, pero que en su fuero interno no cree que los acusados deban ser encarcelados. Sacha Baron Cohen aporta la dosis de humor, pero también es un personaje complejo que se reserva los mejores parlamentos. Como no incluir dentro de este reparto de lujo a Mark Rylance como el abogado defensor impulsivo y apasionado que será la contraparte necesaria del juez Hoffman, un villano arquetípico, pero en ningún caso el diablo.
Todos los personajes tienen sus bemoles, como aquellos del brillante guion de Red Social (dirigida por David Fincher) donde no se sabe si Mark Zuckerberg es un genio, un asperger o simplemente un sujeto detestable. Aaron Sorkin juega con los grises y aunque su posición del derecho de protesta es defendida con vehemencia, también muestra los momentos de flaqueza, sobre todo del personaje de Eddie Redmayne, un Tom Hayden muy bien interpretado que, ante el fragor de los acontecimientos, y contra sus convicciones, termina incitando a la violencia a la multitud reunida en los alrededores de la Convención Demócrata. Ese es un segundo punto de vista, algo así como que «las protestas son pacíficas… hasta que dejan de serlo». Basta que alguien de la masa haga algo inesperado para enardecer los ánimos de los propios manifestantes o de su contrapartida policial.
Aaron Sorkin no es imparcial, nunca duda de la legitimidad de expresión del pueblo, pero de todos modos llama a reflexionar ante la violencia de masas, la exposición mediática y el límite al sostener esos ideales. Este tercer punto de vista hace valiosa a la cinta, abre la mente del espectador y permite que formule su propio derrotero. Deja la ventana abierta, pero de inmediato apoya a sus héroes. Incluso deja que el personaje de Abbie Hoffman evoque el discurso de asunción del presidente Lincoln. «Cuando el pueblo se canse de su derecho constitucional a enmendar el gobierno, ejercerá su derecho revolucionario a desarmar y derrocar a ese gobierno».
Ese discurso pronunciado en 1861 lo pone en boca del personaje más controvertido de los 7 de Chicago, aquel que agita a las masas y busca la sobrexposición para imponer sus ideas. No sólo es el más revolucionario, es el personaje que aporta el humor irónico, como dando a entender que quizás el propio Lincoln no repetiría esas palabras en un contexto como el actual, donde las redes sociales (es valioso el punto de vista de Sorkin en Red Social) pueden generar opiniones polarizadas y promover una diferencia exacerbada de opiniones, volviéndolas antagónicas y dejando en punto muerto el respeto al otro.
Vuelvo a destacar la calidad de los diálogos, pero sobre todo el carácter reflexivo de la cinta al exponer ideas disímiles sin la necesidad de atropellar al otro. En buen chileno, no todos los que protestan, aunque destruyan la propiedad pública, son unos violentistas y delincuentes (vocablo muy común del mundo conservador). A veces los tratarán de extremistas y les quieren aplicar la Ley de Seguridad Interior del Estado; así como no todas las fuerzas policiales pueden ser tildadas de “cerdos” o “bastardos”.
Aaron Sorkin deja al descubierto ese flanco, pero repara en que, durante los episodios de 1968, el propio fiscal general de los Estados Unidos (Ramsey Clark interpretado por un ubicuo Michael Keaton) prescindió de iniciar acciones legales contra los 7 de Chicago, debido a que investigaciones de la fiscalía permitieron constatar que los disturbios fueron iniciados por las fuerzas policiales.
Los aspectos técnicos del guion equilibran las escenas. Hay muchas ideas rondando la película, pero van aportándose in crescendo a medida que transcurren los minutos. Los parlamentos, a pesar de su connotación intelectual, fluyen con naturalidad y no atiborran al espectador. El director alterna la acción al interior del tribunal con escenas que transcurren en la sala de descanso. En ese lugar, los acusados se desnudan ante su abogado y dejan traslucir debilidades. Dicha alternancia descomprime el tenor retórico de la cinta, le imprime una visión más cinematográfica, además de utilizar oportunos flashbacks durante las exposiciones del juicio.
Un momento notable es la escena donde el abogado le pregunta a Abbie Hoffman cómo derrocar a un gobierno de forma pacífica y, esta vez, Sacha Baron Cohen deja atrás las palabras de Lincoln y de forma muy seria responde: «Se hace cada 4 años», dejando entrever la visión constitucionalista de Sorkin respecto de las elecciones.
Los paralelismos con la época actual surgen en nuestra mente. El personaje principal (Tom Hayden) en su alegato final expresa que desde que se inició el juicio han muerto 4.752 soldados estadounidenses. Por decisión del presidente Lyndon Johnson, todos esos ciudadanos han sido condenados a muerte por el comportamiento abusivo de sus autoridades, de la misma manera que Donald Trump, en un alarde de fanatismo e ignorancia, ha condenado a morir a decenas de miles de ciudadanos al no advertirles del peligro mortal del coronavirus.
Este es el poder que ejerce la película: abrirnos los ojos frente a los excesos cometidos por nuestras autoridades, ya sea por acción u omisión. El derecho a protestar de forma pacífica es sagrado, como un llamado de alerta, para lograr que los gobiernos cumplan con su deber de cautelar por el bienestar de sus ciudadanos.
Los 7 de Chicago fueron condenados a cinco años de cárcel (por ese juez corrupto y racista), pero el veredicto fue revocado por el Tribunal de Apelaciones y el nuevo fiscal general se negó a iniciar un nuevo juicio.
Por encima del discurso progresista, Sorkin hace alarde de cómo funcionan las instituciones que establece la Constitución. Tendrán falencias, excesos de algún juez (uno de los acusados comparece amordazado), pero al final alguien de todo ese engranaje tendrá que encarrilar los acontecimientos dentro del imperio de la ley.
Aaron Sorkin es consciente de los problemas raciales de Estados Unidos y de los abusos del gobierno, pero insiste en la necesidad de tener instituciones fuertes para impedir los abusos de las autoridades de turno.
miércoles, 21 de octubre de 2020
miércoles, 14 de octubre de 2020
"EL SERMÓN DE NUESTRA PESTE" POEMA INÉDITO DE ANDRÉS MORALES
EL SERMÓN DE NUESTRA PESTE
Bienaventurados frágiles
de piel acribillada.
Bienaventurados todos en
la ignorancia enjuta.
Bienaventurados torpes
que ensucian los crepúsculos
y los amaneceres solos de
la belleza sola.
Bienaventurados ciegos de
la muerte insomne.
Bienaventurados Marcos,
Lucas, Juan, Mateo
al mundo ya sin pausa,
sin Cristo, sin ventura.
Bienaventurados, esos,
los que ya no tienen hambre
y aquellos que la tienen
y callan y se duermen.
Bienaventurados todos los
Pedros traidores,
los desnudos y los
muertos, los que sueñan y no gritan.
Bienaventurados niños en
el filo de su asco,
magullados por su sexo,
tiritando en el vacío.
Bienaventurados Jonathan,
Bryan y Natacha.
Bienaventurados todos
porque el aire aún resopla.
Bienaventurados ellos,
nosotros, los que vengan
porque no hay más sangre
entre los dedos muertos
ni agua que bautice, no
hay mancha, ni agonía.
Bienaventurados todos los
que cuenten, lo oigan o lo escriban.
Bienaventurados esos,
aquellos, que me olviden.
"CANTOS DE REPRESIÓN (2020)" CRÍTICA DEL ESCRITOR CHILENO ANÍBAL RICCI
CANTOS DE REPRESIÓN (2020)
Dirigida por Marianne
Hougen-Moraga y Estephan Wagner
Hay que destacar el simple, pero efectivo tratamiento estético de los realizadores. No utilizan música de fondo, sólo los cantos de los ancianos que viven al interior de Villa Baviera. Los paisajes son idílicos, panorámicas siempre luminosas, muchos de los entrevistados prefirieron ser fotografiados en ese entorno, en general, los testimonios son realizados en sus lugares de trabajo o en sus hogares, al comienzo se deja claro que son los colonos los que eligen locación. Planos fijos y preguntas breves, el entrevistado se explaya libremente. Utilización de subtextos que describen la realidad de ese enclave fundado en 1961 por el exmilitar de la Alemania nacionalsocialista, Paul Schäfer.
“El amor y la sexualidad van de la mano”, le explican a otra de las abusadas y el marido ahorra comentarios diciendo que sólo tuvieron sexo cuando concibieron a sus hijos. Silencio, recurso que abunda en este documental.
martes, 13 de octubre de 2020
POEMAS DEL ESCRITOR PORTORRIQUEÑO DAVID CORTÉS CABÁN (ARECIBO, PUERTO RICO, 1952)
¿Cuál es la escena, qué es lo útil?
Te pierdes bajo la lluvia. Un
instante y otro es lo mismo.
Es lo que creíamos retener.
Te sumerges en la niebla y
recorres la escena de la primera sensación.
No volverás. No serás la que
viaja por las estaciones.
No regresarás. Estamos ausentes.
Imaginamos el sonido de la lluvia.
Es abril. Entonces era primavera
y cantabas.
Estabas distante, pero tu cuerpo
brillaba en la habitación.
Yo iba por otro país.
Cruzaba un puente y el puente me
retenía en la orilla.
A esta misma hora debes estar
cruzando el otro puente.
Es otoño y las orillas se pierden
frente al horizonte.
Siempre el paisaje regresa antes
de posar mi pie sobre el puente.
El viento golpea tu rostro.
El tiempo no tiene orillas y te
arrastra hasta el final.
LO QUE OCURRE
No podrás comprender.
Lo que ocurre es más profundo.
Nunca en la superficie ni en el
borde,
más profundo como un círculo
por donde caminas sin regreso.
Es mejor no mirar, no pensar.
La hoja cae ligera y sin límites
como tu caminar, tu forma de
emprender.
¿Quién emprende? ¿Quién triunfa?
El camino es el silencio que se
desprende
sin tu comprensión, sin poder
acercarte,
sin poder retener lo que se
desvanece.
Sin detenerte un solo instante
lejos de ti,
y sin poder decir esto es lo que ocurre.
Lo que no puedes comprender sube
sin fin.
Lo que es igual y escapa, y no
tiene esplendor.
Dentro de ti el paisaje. El eco
de la gran desolación.
Tu yo sin una palabra, sin un
fulgor.
Todo es igual. El fuego y otra
vez el silencio.
No alcanzarás a ver el comienzo.
No alcanzarás a ver la brizna
verde cayendo
hasta que abras los ojos y el día
vuelva a empezar.
UNA VEZ FUI UN GATO
Esta noche no sé adónde ir.
Tampoco tú lo sabes.
No soy un lobo, no soy un conejo,
no soy un gato.
Debe haber algún puerto donde
esperen a alguien como yo.
Una mujer que no sabe quién soy
debe estar esperándome.
Pero hay un océano de por medio.
El capitán del barco exigirá que
le cuente mi vida
a cambio de cruzar el océano.
“Cualquier océano será bueno”, me
dirá, para un poeta
que no sabe adónde ir. Cualquier
puerto será hermoso
para una mujer que no sabe a quién
espera.
Le diré al capitán que una vez
fui un lobo
como el de Herman Hesse. Sé que
no me creerá
por mi cara de conejo, pero le
mostraré que no soy un conejo,
que no puedo dar saltos sobre la
cubierta.
Me mirará asombrado y me dirá que
un poeta no tiene
que imaginar tantas sandeces.
Entonces le diré
que mi orgullo no me permite mentir.
Sr. Capitán no soy un conejo, soy
un gato, soy el gato de Poe.
“Es posible que seas un gato”, me
dirá, pues maúllas como un gato.
“Solo así puedo creerte, pues
tienes suficiente edad para mentir”.
Exacto, capitán, además un poeta
no debe ir por ahí
fingiendo ser un gato.
NO ES LO QUE PIENSAS
Todo acontece mientras caminamos
por Manhattan.
Nos perdemos por las avenidas,
giramos y bajamos
entre las nubes. Tomamos la forma
de una ola,
tomamos la forma de una estrella
que cae,
tomamos la forma del fuego que
crepita entre las sombras.
“No es el mismo fuego de la noche
anterior”, dices.
Nada es tan trágico como perderse
sin saber
qué palabras pronunciar.
“Las palabras brillan en todas
partes”, dije.
Están dentro de ti igual que el
silencio
cuando callas y te desvías del
camino.
La magia está en lo que elegimos.
Si todo es frío y desierto ¿podrías
explicarlo?
Si miras a lo lejos comprenderás
qué es la vida.
Miras otra vez por el cristal.
Crees que has regresado
a la habitación pero caminas
entre la multitud.
Ya es otoño, ya es invierno, ya
es Navidad.
Los árboles han perdido su
esplendor.
¿Miramos la misma realidad?
ME VOY PERO ME QUEDO
Me voy de estas montañas, regreso
o estoy yéndome.
Siempre me voy y vuelvo como un
duende
entre sueños. Soy el cántico
interminable que viaja
entre las piedras y las costas.
Voy en tu equipaje
y en tus viajes para que veas que
nunca te abandono,
cuando llegas sin saber que has
partido,
cuando partes sin saber que has
llegado
y la vida te lleva por ciudades
entre voces
que cantan en el tiempo, en la
estación
de un tren que ya se aleja. Me
voy digo al destino
que me aguarda para que el mar y
el sol no me detengan,
cuando cantan los árboles a lo
lejos
o brillan en la noche por tu
ausencia.
Me voy digo a las piedras y al
camino,
compañeros de viajes y de pérdidas.
Me voy por que la nieve de otros
pueblos me llama
siempre para que no la olvide,
cuando la vida pasa
como un rayo que traspasa mi
cuerpo.
Siempre estoy regresando y
partiendo para hacerme creer
que nunca estuve ausente, cuando
voy por las calles
y todo va alejándose como un eco
detrás de mis pasos.
David Cortés Cabán (Puerto Rico, 1952). Fue maestro en las Escuelas Primarias de Nueva York, y profesor adjunto del Departamento de Lenguas Modernas de Hostos Community College (CUNY). Ha publicado: Poemas y otros silencios (1981), Al final de las palabras (1985), Una hora antes (1991), El libro de los regresos (1999), Ritual de pájaros: antología personal (2004), Islas (2011), Lugar sin fin (2017), Visión poética en tres libros de Alfredo Pérez Alencart [Ensayo] (2017). Ha participado en Festivales Internacionales de Poesía en Puerto Rico, Colombia, México, Nicaragua, Venezuela, Portugal y España. En 2014 fue invitado a presentar “Noche de Juglaría, cinco poetas venezolanos” en Berna y Ginebra. Ese mismo año la Universidad de Carabobo, en Valencia, Venezuela, le otorgó la Orden Alejo Zuloaga Egusquiza en el Festival Internacional de Poesía de Valencia. En 2019 la ciudad de Salamanca le concedió el Diploma de Huésped Distinguido, en un acto celebrado en el Ayuntamiento y dentro de la programación del XXI Encuentro de Poetas Iberoamericanos. Reside en Nueva York junto a su esposa Gloria Quiñones Caraballo.