DEL LIBRO "TIRANÍA DEL DESBORDE" (2009):
I
Apoyado en lo improbable, adormecido, viendo pasar lo que no
llega, viéndome afuera, lejos, preso en el afuera, preso en la distancia, dejo
que el desierto me mienta el vaso de agua. Creo en sus promesas. Me entrego. Me
dejo llevar por esos ríos que quiero crear, creyendo sin descanso. Creo que no
y siento que no espero, pienso que mejor, sé que nunca, intuyo que mañana,
deseo que, y sin embargo, cada amanecer me repite el hoy, me unta y me sofoca
de presente, absorbe la pena de ayer para embarrarme de otra pena. Enfermos
todos los milímetros que piso. Moribundo el oxígeno. Me digo, me impongo y me
juro que soy dueño de un dónde. Que los pasos son progreso. Que en la sangre,
que aquí, que en siempre hay una fiesta. Me digo, me impongo y me juro, pero
sintiéndome afuera, lejos, preso en el afuera, preso en la distancia, apoyado
en lo improbable, adormecido.
II
El huésped
revolvió entre los secretos
que yo escondía en mis cajas.
Los manchó de ajenidad.
Y después de llevarse
lo que nadie debió ver
me dejó
vacío de misterios.
Desnudo.
Delatado.
III
Gira, pero no sólo gira. También ofrece, castiga, rompe,
mata. También muestra, sana, libera, sopla. El mundo se recuesta sobre uno,
sobre los hilos de uno. Los hilos tejen un futuro cuando destejen un sueño.
Arman una piel cuando desarman un pliegue de codicia. Muestran el amor mientras
esconden un miedo. Y otro miedo, y otro miedo más, pero el amor siempre es uno,
es el mismo, es apenas una mancha en un paisaje de arena. Y entonces otro se
aprieta contra uno, un universo hecho de hilos misteriosos acomoda los latidos
cuando desacomoda la historia, dibuja una guirnalda y desdibuja las brújulas,
los mapas salvadores, los pentagramas lúcidos. Y los hilos, los ovillos, las
cuerdas se enraciman. Para salir del estanque entran en el mar. Para prenderse
en el viento se desprenden de la fuerza. Siempre hay otro lejos, otro salpicado
de arte enfurecida, otro que urde, que imagina, que impone la imagen de ninguna
soledad. La ilusión de ninguna soledad. Siempre hay un otro, un dictador, un
remanso, un fetiche irrenunciable. Un mundo que jura que gira. Que solamente
gira. Un hilo que jura que no se enredará.
IV
Pero cuando algo sucede,
lo más importante es lo que sucede
detrás.
Detrás de una guerra
sucede que los pueblos
recuperan la caverna.
Detrás de un nacimiento
sucede que los pueblos
reconstruyen la caverna.
Detrás de un olvido
sucede
que los pueblos
reclaman
la caverna.
V
Debería avergonzarme y me avergüenzo. Debería
alejarme y los kilómetros me niegan. Sé que no hay haber, pero tanta mañana
renovando pertenencia en domicilio equivocado se me ha vuelto tumor. Sólo sé
respirar en este infierno. Los miedos han dejado su lugar a la miseria. No temo
ya. Sólo duelo. Duelo sin pausa. Sin puertas y sin tránsito. La mirada es un
veneno. La memoria, un enemigo. Salgo de mí sólo para estirar las piernas
rotas. Me he sorprendido enredado en mis espinas cada vez que logré hospedarme
en otros mundos. He erosionado todas las promesas de sosiego. Si son tantos los
mundos que se arruinan en mi historia, será cierto entonces que conservo algo
de fuerza: Revelaciones malditas para un hombre que avanzaba digno y sin malicia
y que hoy, claramente sin malicia, contamina los trabajos de Dios.
VI
el hombre
lucha por su gente
y su gente
pide más
entonces
el hombre
lucha por su mundo
y su mundo
se resiste
entonces el hombre
lucha por dejar de luchar
y las ratas
encuentran
un alimento
extraordinario
VII
Me callo cuando la palabra es lo único. La palabra
es la moneda que sobrevive al vacío. Golpea con los huesos, en los huesos se
corrige, entre los huesos se modela la moneda y su eco de huecos es la imagen del
terror. Yo gritaría la palabra para decir que la palabra no es el hueso, no es
el hueco, no es el eco. Y ya no sé si en el grito hay fortuna, si en el
silencio hay fortuna. Si hay fortuna.
VIII
El huésped
cuidó cada detalle.
Barrió los pisos.
Estiró las sábanas.
Quitó las migas.
Ahora
su pulcritud
barniza,
destruye,
despoja
mis huellas digitales,
mi aliento,
mis títulos de propiedad.
Mi poder soberano.
IX
El cuerpo se arrepiente. Se estaciona. Es el rincón
más alejado del placer. Toda la energía trabaja sin errores para madurar el
dolor. Madurarlo para hundirlo. Para hacerlo carne. Encarnarlo para no vivir ya
otro minuto, para evitar la próxima lágrima. Son poderosas las heridas que
convocan más heridas. Terminar con el dolor revolcándose en hogueras. Basta ya
de comodines y amuletos: estas trampas son cultivos de tristeza. Adentrarnos en
la nada para que los azotes de la nada si no nos calman, al menos, al menos
qué.
X
Sucede
que salvarse es doloroso
y complicado.
Sucede
que vivir es doloroso
y complicado.
Sucede
que entre la muerte sin rival
y cada muerte
elegimos
conservar
el veneno que tenemos.
XXIII
Sé que la
distancia vendrá. Recorrerá todo el trayecto volviéndose martirio. Padecerá el
cruce entre lo que no fue, lo que no será y lo que pierde su materia. La
distancia escondida detrás de la distancia se replegará sin piedad sobre el
rincón absoluto. Alguien, no yo, alguien guiará a la distancia hacia mis dudas,
le regalará mis miedos, la hidratará de mi ambición. Sin embargo, estoy de
acuerdo con el miedo. Coincido con su estaca, con su látigo y su grito. Conozco
y reconozco a los duendes monstruosos que lo encumbran en la asfixia. Dentro de
su tierra florecen las lombrices de mi lágrima. Reivindico el escándalo de los
que se niegan a saltar. Defiendo la debilidad, la tentación y la tristeza.
Culpa de mí, culpa de eso, la distancia que antecede a la distancia tendrá un
puñado de idiomas desconocidos para nombrar lo que yo oculto. Y lo que suplico
a toda autoridad, dispuesto a vender esa muerte que me abre los ojos cuando
quiero cerrarlos, apretarlos, atravesarlos con una caricia de espadas,
destruirlos, negarlos. Pero grande como siempre, perfecto y poderoso, el odio
sale a caminar por una vereda, no la mía, y amenaza con pedirme perdón. Cómo
voy a pintar la sombra en este vértice implacable, tan cargado de bruma sin
poetas, sin jueces, sin anarquía, sin gobierno y sin oficio, este vórtice
ingrávido, este rincón absoluto tan lúcido de castigos, de antorchas sucias,
desnudas, imposibles de soñar. Y yo, no otro, yo no seré capaz de impedir que
la distancia sobrevuele a la distancia y me contagie de la palabra sin vida, de
la vida sin palabras, que me imponga las rejas del camino, las amplitudes del
camino, las señales y los mapas de un camino que nadie se molesta en transitar.
XXVII
Y
si la noche me escribe su reclamo alguna vez, si pregunta por qué no me desnudo
ante su espejo, por qué me dejo seducir por un sueño sin verdades, sin
futuro, y si la noche me reclama un beso
cargado de esperma y carcajadas, una mirada abrumadora, un quejido de macho
satisfecho, y si cada gota, cada orgasmo, cada arañazo es parte de los ratos
rotos, de los retos, de los ritos, de las rutas rotas de la noche, de la noche
que me hostiga, y si los eclipses se
niegan a nadar entre mis hijos paridos hacia el útero sediento, y si después de
la pausa que aprieta los párpados de un latido sofocado ya no queda nada
adentro, sólo la noche iracunda que me roza para herirme, sólo esa caricia
hipócrita que le quita el ropaje a una arteria lúcida de escarcha y mareo, de
gaviotas sin pararrayos ni guitarras, sin paracaídas ni pinceles, y si la
noche, si la noche que me acosa viaja hacia un músculo deshabitado, sucio y
maloliente, si le pide un suspiro, una palabra con las yemas entrenadas en el
arte de amparar, una sílaba que arrecie con toda la miseria, una consonante o
al menos una vocal armada contra el sabor dictatorial del abandono, y si la
noche, si la noche que me juzga se niega a amanecer, a reciclarse entre los
labios de una mañana tibia invadida por los pechos de una sombra, de esa
sombra, de esa hembra que tiene un túnel para darme, un pasadizo secreto, un
paraíso a medias, un espacio regado de locura y vanidad, y miedo, y engaño, y
placidez, y si mis líquidos piden el portazo de la noche, de la noche que me condena,
el vaivén de sus valijas que se pudren sin destino, la queja que se aleja y se
inflama de presencia, de decencia, de paz desencajada, de peces confundidos, y
si no encuentro el reloj que desfigura lo invisible, si no puedo soplar un
viento hambriento de otra piel, entonces, van a llegar los sicarios de la noche
para hundir mis nudos y mis pasos, van a llegar los verdugos y me van a hacer
llorar, me van a hacer rodar, me van a encadenar a cada trazo del deseo y a los
yunques de un cuerpo que no luchó por nada, que no sangró por nadie, que dejó
que la lujuria amaneciera con lágrimas, que eyaculara sus lágrimas en la pelvis
de mi página cobarde.
XXVIII
Barrerás tu vereda.
Adheridos a las hojas se irán
los amigos secos, los traidores,
los ingratos.
Echarás a patadas a los que pudieron,
a los que supieron, a los que se animaron.
Los hermanos sin sangre y las mujeres sin huesos
se perderán en el polvo.
Te perderás el polvo.
Tanto vacío detrás de tanta basura.
Los escombros de un hombre
caben en la nada.
SEBASTIÁN OLASO nació en San Nicolás (Provincia de Buenos Aires)
en 1968. Desde 1986 reside en la ciudad de Buenos Aires. Estudió Letras en la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y periodismo
en el Taller Escuela Agencia (TEA). Concurrió
a los talleres literarios de Ana María Rodríguez Francia, Pablo Ingberg,
Nicolás Bratosevich y Liliana Heker, al taller de periodismo de Vicente Zito
Lema y al taller de teatro de Lorenzo Quinteros. Integró los grupos literarios
nicoleños ANJE y Disámara. Trabaja como corrector literario, editor y corrector de estilo de
traducciones y material pedagógico. También coordina talleres de poesía, de
narrativa y de lectura y análisis literario. En
2007 dictó seminarios sobre creatividad en la literatura argentina en el
Lateinamerika - Forum de Berlín (Alemania), en la Librería Hispanoamericana La
Rayuela, también de Berlín, y en la Maison de l´Amérique Latine de Estrasburgo
(Francia). Participó en la antología Animales distintos. Muestra de poetas
argentinos, españoles y mexicanos nacidos en los sesentas (Ediciones Arlequín,
Fondo Nacional para la Cultura y las Artes -FONCA-, Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes -CONACULTA-, Sigma Servicios Editoriales, México, 2008). Publicó
en colaboración el libro de cuentos “El segundo cuento de la historia de la
humanidad” (Cangrejal Ediciones, 1993). Ha publicado dos libros de poesía:
“Control sobre mis ojos” (Yaguarón Ediciones, 2006) y "Tiranía del
desborde" (Editorial Vinciguerra, 2009).
1 comentario:
Sebastian Olaso es un poeta que admiro y respeto. Su poesía es íntegra, visceral, honesta. Hay que volver varias veces sobre sus textos, siempre deja una lectura diferente, algo nos enseña y nutre. Feliz de tenerlo como amigo y que algo de su poesía, recale en mí.
Lily Chavez
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