La página de Andrés Morales (1962), poeta, ensayista y académico chileno, es un Blog de apuntes y escritos abierto a todos aquellos interesados en la literatura y, en especial, en la poesía. Contiene poemas, artículos, notas, comentarios, críticas, reseñas, fotografías y en general, todos los tópicos imaginables e inimaginables en torno a la poesía, el cine, la prosa y la literatura chilena, hispanoamericana, española y europea de todas las épocas y estilos.
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José Saramago
viernes, 21 de abril de 2023
HOMENAJE AL GRAN POETA ESPAÑOL FRANCISCO BRINES (25 DE ABRIL DE 2023)
La Fundación Cañada
Blanch, la Fundación Francisco Brines y Poética 2.0 han
organizado un HOMENAJE A FRANCISCO BRINES, bajo el título de VER
LA POESÍA, SENTIR LOS VERSOS.
Jordi Ballester
y Estela Martínez interpretarán textos del poeta de Oliva.
Será el martes 25 de
abril, a las 19:00 horas, en la sede de la Fundación Cañada Blanch,
C/ Jorge Juan , 4, de València.
📽️ La poesía invade Fundación Cañada Blanch en homenaje a nuestro patrono Francisco Brines.
📍
Fundación: https://bit.ly/CanadaBlanch
🔗
Inscripciones: http://bit.ly/3TV2Oiq
🤝
Fundación Cañada Blanch + Fundación Francisco Brines + Poética 2.0
martes, 18 de abril de 2023
viernes, 14 de abril de 2023
martes, 11 de abril de 2023
"PUNTO DE PARTIDA" POR EL ESCRITOR CHILENO ANÍBAL RICCI
El tiempo y la
muerte se miran las caras. Vivir es simplemente huir rumbo a la muerte. Nada
tiene significado si el tiempo es ilimitado. La muerte no debiera ser un evento
pasajero, sino ese instante que valoriza todo.
El eje de toda
una vida será la búsqueda incesante de trascendencia.
Cuando se pierde
propósito el tiempo se estira al infinito en una especie de vacío. La paradoja
es que simultáneamente vemos acercarse a la muerte. El insomnio es solitario y
la página en blanco encandila. No aporta luz sino tinieblas. Las ideas huyen de
una mente sin anclas y la muerte parece una salida frente a la dispersión. Subo
escaleras en vez de un caótico ascensor. El piso cuarto se encuentra demasiado
silencioso. Escribir va devolviendo el equilibrio a las células. La homeostasis
va templando la función de cada órgano. Hay tiempo para todos los procesos
vitales. Una letra, una sílaba y una sentencia renovadora. Observo la puerta
que se cerró detrás. Una membrana de acceso a este edificio, a este piso
existencial que otorgará más tiempo. En la caja de escala estaba completamente
drogado y observaba la luz de la rendija. Ese instante aniquila el ego. Una
ameba ocupando un lugar placentero. La tentación del placer orgásmico, ese
tiempo sin tiempo cuando todo es posible y la trascendencia importa un comino.
Tiempo donde botar cargas, anhelar afectos, despilfarrar dinero para olvidarse
de todo lo realizado porque necesitas una lección. Dejar atrás ese ego inútil,
debido a que lo anterior no debiera importar para hilvanar nuevas historias. El
pasillo es largo y angosto. En realidad, son tres pasillos que dan al único
ascensor. El 404 no es un vehículo, es un lugar de sanación. Carece de ojo de
buey; todavía estoy poseído por ese placer instantáneo. Hago el ridículo, pero
la gente teme a este hombre alto. Voy aligerando la mochila que le da demasiado
peso a los años por venir. Ese orgasmo irá cediendo y la muerte va saltando de
número. Antes era el 405, se aleja afortunadamente, 410 será la última puerta.
Cuántos años transcurrirán entre esos números, cuántas palabras saldrán de mi
boca, alcanzaré a escribir la historia del ministro extraviado en el segundo
piso.
Lo extorsionan
porque su amante es transexual y le dicen que persevere con sus reformas que
llevan a ninguna parte. El 201 ha alcanzado consenso, el royalty minero ya no
es el primer disparo de 9 milímetros. Se ha convertido en una inocente arma
calibre 22. La economía se irá a la mierda, mientras los mafiosos seguirán
presionando al ministro. Dale con la reforma tributaria, ya estamos amoblando
el 202 y la 203 pensionará sobre la línea de la pobreza. Este último cuarto es
significativo para los mafiosos, pero buena parte de los economistas también
está de acuerdo. Pero los mafiosos quieren seguir informales e impulsarán al
ministro a acercar la pensión al sueldo mínimo. El bien común no importa,
siguen obcecados por romper los límites. El ministro ama al sujeto del 911.
Hermafrodita que cumple todos sus deseos, los del frente ampliado de su corteza
cerebral. Creerá que todo es posible al anunciar que la economía se está
ajustando.
El segundo
pasillo no es para sanarse, sino para darse cuenta de que sin propósito es
mejor morir mañana. La rutina de los desayunos, almuerzos y cenas son
importantes como andenes de descanso. Pero el ser humano debe trascender.
Comiendo y cagando no se llegará a lado alguno. Seré vegano porque me importan
los animales o por salud, pero vivir cien años conduce a ninguna parte. No se
es más sabio por ser más viejo. Para algunos será suficiente el transcurrir de
los días, pero la verdad es que uno entiende por qué Amy Winehouse se hizo
mierda. Alguien que la quisiera, no por ser una cantante extraordinaria, sino
una mujer divertida.
El amor es un
refugio para la mente, un descanso. La típica rutina adquiere significado
cuando estás acompañado. Servir un desayuno a la mujer que amas y tener una de
esas conversaciones tridimensionales. La puesta de sol adquiere valor, un lugar
para compartir. Pero ese amor no te salvará. La vida invitará a escribir una
biografía donde amar no es suficiente. Debes agregarle algo a esta existencia
de redes sociales donde cada vez estás más solo.
La mente se
atasca en un piso cuarto y debes incursionar en otros pasillos. 421 de Trinidad
es la dirección de un amigo. Su edificio mental se está desmoronando. Quizás
quisiera aniquilarme mañana, pero mi amigo ya no tiene esa opción. Los pisos de
su edificio se están difuminando, cada vez va perdiendo altura. Simplemente ya
no puede vagar por el 423 porque ese cuarto ya no existe. Quisiera ayudarlo,
pero primero debo escribir un futuro. Una historia para que el 425 tenga una
salida que me comunique con otras creaciones.
Lo perverso de
este 425 es que he vuelto a aplazar la muerte que ahora espera en el 430. En el
otro pasillo hice añicos al ego, volví al tiempo presente, pero ahora tengo que
volver a reconstruirlo. Es una ola incesante que cambia de tamaño, pero
requiero afirmar mi personalidad para volver a levantarme y pensar que puedo
entablar relaciones con otro ser humano. Sin ego sería despreciable y nadie
querría conversar conmigo.
El ministro
pensaba que amaba a ese otro ser humano, cuando en realidad amaba la forma de
sentir su cuerpo. Este ministro ha perdido su propósito, ya no ama las reglas
de la ciencia. Se miente a sí mismo echándole la culpa a los jóvenes mafiosos
que anidan en su corteza cerebral.
El ciclo recesivo
está a la vuelta de la esquina. Ante la tempestad el ministro esconde la
cabeza. Necesita transitar otros pasillos una vez que el infierno lo deje
retomar el control. Requiere recobrar su propósito y hacer volar la
imaginación. En su corteza cerebral anidan otras teorías menos dogmáticas.
Lo importante es
navegar. Debe haber peligro para que el andar adquiera valor. Riesgo a que
acabe el tiempo y peligro de perder la vida.
Todos los
habitantes del edificio se juegan la vida en este juego de dados. La muerte
hará que todo esto tenga sentido.
lunes, 10 de abril de 2023
sábado, 8 de abril de 2023
"LA CRUDA REALIDAD" POR ANÍBAL RICCI
Observo a la gente en la antesala de
urgencias. Obvio que atenderán primero al resto. De improviso estoy en una camilla
rodando por los pasillos. No puedo controlar el movimiento de mi lengua. ¿Tan
grave estoy?
Presión elevada, escucho al paramédico.
Electrocardiograma con arritmia aguda. Síndrome coronario, sentencia el médico.
Benzodiacepina por vía intravenosa. La presión sigue alta y creo escuchar
Fentolamina. Estoy en mis cabales sintiendo vergüenza. Cuántas veces acompañé a
Cristian Cottet a emergencias y esperamos horas antes de que lo atendieran.
Un vecino me llevó en auto. Llamó por
teléfono a mis contactos y les explicó que convulsionaba en la acera. Eso
opinaba, porque yo estaba en otro lugar sin poder enfocar un ojo. Pura
sensorialidad, aunque al parecer esta vez fue grave.
Cuando ya estaba estabilizado entraron
paramédicos y enfermeras. Querían verme como a un bicho raro y pensaba en Kafka
y sus procesos judiciales, pero al revés. Esta gente se preocupaba en serio, no
era un proceso de rutina para dilatar el tiempo, era una especie de carrera
contra el tiempo. Todo esto lo pensé en la sala de recuperación durante más de
dos horas.
No creo que haya sido algo tan grave. La
sensación de Gregorio Samsa y que los paramédicos dijeran cosas como si yo no
estuviera presente. Una especie de cuerpo al que le inyectaban distintas
sustancias, nada personal, tampoco creo supieran mi nombre.
La verdad no sentí nada. Del placer
extremo a salir de la intoxicación más rápido que otras veces. Un tiempo
irreal, sin emociones, sin sobresaltos, sólo vergüenza. Desde la sala de
recuperación escucho la voz de mi hermana, aunque no le permiten entrar
todavía.
La estadía en el centro asistencial es
el precio que hay que pagar. La sociedad espera que te sientas miserable, pero
sigo sin articular ninguna emoción, incluso la vergüenza ha cedido.
¿Por qué no puedo evitar drogarme? Las
aletas de mi nariz se cierran y necesito dilatarlas para respirar. En realidad
busco un respiro de mí mismo. Quisiera volver al pasado e invitar a una chica a
un bar, sin luego pedirme otro trago y otro. La adicción es tan poderosa que
dejo de ser buena compañía. Planeo dónde comprar la droga y volver a casa en
busca de porno.
Si no bebo algo pido un café e igual
acelero las opciones. Me encantaría que a la primera cita pudiera confesarle
que soy adicto, luego extrae un cigarrillo y el olor del humo lo transporta a
otro lugar.
Soy un tipo entreverado que cada cuatro
años pierde la poca humanidad que logra reunir. Puedo no haber bebido en esos
mismos años y un día cualquiera desconfío de los que me rodean. Delirio de
persecución que me aísla de lugares públicos y eso desencadena una depresión.
Luego impulsos eléctricos en mi oreja izquierda hasta que ese día cualquiera
vuelve a llegar y unas voces disonantes apuntan como a un ser despreciable,
quieren matarme, escucho una voz coral, no vas a escapar esta vez.
He intentado de todo. Acupuntura,
meditación que en medio de una crisis es imposible, sin los fármacos ni
siquiera podría dormir y el insomnio hace escribir hasta altas horas de la
madrugada.
Hay que escapar de esas voces y las
personas que desconfío, la droga completa el círculo vicioso. Cada episodio es
peor y esta vez reconozco que no podré salir por mis propios medios. Estoy
atrapado y requiero que alguien me brinde una cuota de esperanza.
Cada vez soy una peor persona, capaz de
llegar a profundidades abisales, a lo más atávico del ser humano, un lugar sin
emociones donde sólo importa el día siguiente. Puedo planificar cualquier cosa
y con toda probabilidad seré incapaz de alcanzar el objetivo. Mi cerebro se
rebela y sólo entiende de salidas temporales, nada definitivo que haga remontar
siquiera una ola.
El ciclo vuelve sobre sí mismo. Debo
consultar el Tarot y El colgado es la única carta que hace sentido. Esperar
pacientemente para que esta marea alta pase de una vez, sabiendo que al otro
lado de la tormenta la calma siempre será de peor calidad y que la desconfianza
en los seres humanos, ya no confío en mi persona, siempre irá cuesta arriba
porque encontrar a otro ser humano afín es una verdadera misión imposible.
Quiero sentir emociones simples, pero lo
más importante, perdurables. De nada sirve pasear al perro si lo amarro a la
mesa de la fuente de soda y pido un gin tonic. Para que sea perdurable debo
esperar que mi cabeza me deje vivir tranquilo. Por favor, este ciclo será el
último, aunque hace tiempo aprendí que la espiral será siempre descendente.
miércoles, 5 de abril de 2023
"TODO LO ANTERIOR" POR EL ESCRITOR CHILENO ANÍBAL RICCI
Apoyado
en el paradero aguarda el hombre en la ciudad desolada. Lo único que altera el
paisaje son los semáforos. Amarilla, roja, verde. Supone que el movimiento
empezará en cualquier momento, pero sobreviene otra vez la amarilla y con la
roja observa sus manos. Rojas, no de luz, de sangre. Sigue apoyado en el
paradero y la avenida se extiende hasta el infinito. Veinte o treinta ciclos
después, una luz verde que parece igual a las previas desaparece del horizonte.
En su lugar un bus trasluce hileras de asientos vacíos. El chofer detiene la
máquina frente al hombre que acaba de levantarse. Lo observa de reojo y le abre
la puerta. El único pasajero sube a duras penas e intenta sacar una tarjeta Bip
mientras el chofer le hace un ademán. Avanza por el pasillo balanceándose entre
los barrotes. La luz lo encandila y se dobla en un asiento de atrás. Por la
ventana el reflejo le revela que tiene el ojo completamente cerrado.
Carol
preguntó la hora mientras se duchaba. Casi las tres y ni rastros de la
encocada. Un par de viagras habían sido suficientes para revivir al muerto y de
paso fue imposible llegar a los estertores. Andrés se colocó los calcetines y
el pantalón en forma automática. Carol lucía radiante como al principio. Llamó
al citófono y la mucama los pasó a recoger. En recepción le devolvieron su
identidad. Salieron a la calle y a las dos cuadras la despidió en su esquina.
Volvió tras sus pasos y extrajo ochenta mil del cajero automático. Dobló en la
calle donde antes estuvo el hotel Valdivia. Caminó por Bustamante y al cruzar
el bandejón central alguien lo empujó con fuerza, no una, sino varias veces
hasta aterrizar de cara contra el pavimento.
El
ojo abierto estaba rojo. En su interior se desplegaron subrutinas de ceros y
unos. Luego comandos de algo que parecía un programa. Por fin un listado en
cuya primera línea se leía «operativo». Tomó consciencia del pasillo del bus y
al final adivinó al chofer. ¿Se encuentra bien?, escuchó desde el primer
asiento y la pantalla desplegó lenguaje, seguido de español. Una sola palabra
como respuesta. Las calles seguían desiertas y el bus avanzaba a velocidad
crucero. Presiona el botón y una palabra se ilumina. Desciende y las calles son
angostas. «Destino a cuatro cuadras».
Despertó
en la acera y apenas sentía el cuerpo. Logro sentarse con dificultad y vio sus
cordones desabrochados. Miró el reloj Samsung extrañado de llevarlo puesto. Me
dejaron el reloj, pensó. Marcaba las cinco y estaba oscuro. Carol a las tres,
recordaba. El codo ensangrentado le hizo llevar su mano al rostro. No lo sentía
y supuso que la droga de Santa Julia había atenuado el dolor. La mejilla se
sentía áspera, muy hinchada y con tierra adherida. Recordó el vientre de Carol,
la paz después del porno. Yacía en la vereda, el último sorbo de whisky, la
lengua extraviada y los sentidos que impedían ver. Un sujeto lo observaba, pero
no tenía importancia. Se retorcía de placer con imágenes que procesaba su
cerebro. La mente atrapada en un cuerpo que convulsionaba. Sin luz en los ojos
mientras el miedo al sujeto lo hizo levantarse, doblar la esquina y pedir el
último Uber.
La
mitad del rostro destruido y está cubierto de un líquido rojo. Ahora percibe la
cubierta exterior y observa los desgarros sobre las costillas. La primera
cuadra deja atrás la última luz roja. Dobla en la esquina, todo permanece
inmóvil. La rodilla funciona a medias, pero continúa su andar. Chequea el
bolsillo y la imagen desde el suelo antes de levantarse en Bustamante. Enciende
la pantalla del celular y la aplicación le avisa que hay un viaje pendiente de
pago.
Va
sentado en el asiento trasero, ni siquiera escucha el reggaetón habitual. Han
pasado horas y no recuerda nada. Sólo que se levantó de la vereda y huyó de la
silueta de un hombre. Extraño que haya sido el único habitante al volver a
tomar consciencia. Abre los ojos y distingue pocos autos en la avenida.
Desciende en la calle de los travestis y éstos desvían la mirada. No entiende y
se interna por la calle angosta. Da vuelta a la manzana y en la esquina de
Vicuña Mackenna divisa a Carol. ¿Qué te pasó?, le oye. Tienes el ojo hinchado.
Andrés no lo había advertido y le ofrece el doble con tal de que desconecte el
taxímetro. Carol le palpa el ojo con cuidado y van al cajero por el dinero.
Toca
el timbre del edificio y se abre la entrada. Empuja una segunda puerta y se
enfrenta al conserje. Le dice algo, pero el idioma no lo traduce. Nombre del
conserje, «desconocido». Avanza al ascensor y frente al espejo escanea. Mitad
del rostro destrozado, polera desgarrada, herida toráxica. Los sensores le
avisan de daños en brazo y rodilla izquierda. Pasillo, cerradura.
«Desconexión».
Mierda,
surge desde el fondo de su alma. Fue cuando sintió el dolor por primera vez. No
percibía a nadie alrededor y extrajo el celular con la pantalla hecha trizas.
La billetera sin las ochenta lucas, aunque con todas las tarjetas. Más dolor.
Me sacaron la cresta, la voz inaudible. Se le vienen a la memoria las luces de
un auto y dos hombres pateándolo mientras una voz grita que no viene nadie. No
recuerda mucho, salvo golpes en el estómago y en el pecho, sobre todo uno de
ellos pateándole la cara. Dejó de sentir y sin verlos, oyó a los hombres
subirse al furgón.
Hombre
de población Santa Julia descarga puñetazo. Posibles otros agresores. Mujer
sorprendida. Instante sin tiempo en medio de la noche. Sujetos de Santa Julia
ahora enojados. Nuevos sujetos peligrosos. Vehículo apaga sus faros. Pantalla
negra desplegando posibilidades. Rojo advertía peligro en todas las esquinas.
En medio de la oscuridad enfoca el cielo de la habitación.
Todo
lo anterior.