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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

sábado, 16 de marzo de 2024

"EL SILENCIO VERTICAL", NUEVO LIBRO de MIGUEL FAJARDO

 

 

“Miguel Fajardo es un poeta de constancia natural y vigente en el todos los días de su vida, que es la nuestra y en donde ejerce su oficio con especial dignidad y una inteligencia lúcida para escoger los temas que han dado forma a su ya extensa obra, un proceso en donde sus temas constantes son el tiempo, el espacio ante los ojos y esos burbujeantes relámpagos en donde se nos presentan los sujetos -que no objetos- de su poesía, en el severo proceso de rescatar los instantes perdidos y darles forma de piedra sensible e instante de sed, lo que nos permite percibir en su obra, una constancia de severa perfección, la cual indica una elevación en la forma, el lenguaje, con la consecuente simpleza al hacer una poesía cercana  de nosotros y lo que él quiere decir, ajustadas a los poemas, que muestran ese proceso de madurez que todos hemos esperado de una persona como Miguel Fajardo, poeta, gestor cultural, profesor, divulgador editorial, honra y esperanza de su patria y de su amada Gran Nicoya”.

 

ALFONSO CHASE, Premio MAGÓN, Costa Rica

MIGUEL FAJARDO. EL SILENCIO VERTICAL. Guanacaste, Costa Rica: Círculo y Punto, 2024: 92 pp. Portada y prólogo de Soren Vargas. Criterio de la contracubierta de Alfonso Chase. Impresión Lara & Segura. Tiraje: 520 ejemplares. El volumen contiene 62 poemas.

El nuevo libro de MIGUEL FAJARDO será presentado en la Feria Regional del Libro, en el parque Mario Cañas Ruiz de Liberia, Guanacaste, actividad organizada por la Dirección Regional de Educación (DIRELI), el martes 23 de abril del 2024: Día Internacional del Libro, a partir de las 8 a.m.



Prólogo de SOREN VARGAS, Editor de Círculo y Punto

El desafío de prologar un libro del poeta Miguel Fajardo, en su etapa de madurez creativa, no es lo difícil que resulta separar al hombre de su obra, sino hacerlo de la misma literatura de Guanacaste, así como de los símbolos y temas que la impregnan. Debido a que ya existen varios y bien merecidos análisis sobre su poesía, materia en la que tengo competencias limitadas, quisiera presentar este libro como lo que realmente significa: el más reciente testimonio lírico de quien ha sido una de las piedras fundacionales de la memoria colectiva de nuestra literatura regional.

Ya sea desde su labor en el Centro Literario de Guanacaste —que en este 2024 cumple 50 años de fundación—, como docente de Español, o desde su propio trabajo solitario, a fuerza de cincel y palabra, Miguel Fajardo es un referente incontestable para todos los que estamos vinculados al oficio de las letras en la región. Podemos darle el apelativo que se quiera: poeta, profesor, promotor, mentor, investigador, pero todos tenemos que ver algo con su legado. Y los que lo conocemos un poquito más de cerca valoramos, más allá de esa imagen de solemnidad y compromiso, a un ser humano culto y afable.

Y es que Miguel ha sido el gran cartógrafo del mapa simbólico por el cual los poetas de Guanacaste transitamos en nuestro quehacer literario, y muchos de estos elementos aparecen especialmente reunidos en los poemas de la presente obra, El silencio vertical.

En el plano semántico, encontramos un conjunto de símbolos recurrentes en la obra del poeta y constelados por la inercia de nuestro paisaje, tales como el sol, la piedra, el fuego, la sequía, la sombra, el mar, la noche o el relámpago. También una serie de preocupaciones asociadas al tiempo, tales como la soledad, la travesía por la vida, el destino y el olvido de nuestro origen. Finalmente, otro tipo de inquietudes relacionadas con nuestro rumbo social, tales como la herencia de nuestras culturas ancestrales, la catástrofe ambiental, el modelo de desarrollo, los conflictos en los países vecinos y el destino de los inmigrantes.

Lo interesante del diseño poético de Miguel Fajardo es la forma de conjugar estos elementos, de manera que sus contrarios sean intercambiables, y esa es una clave para interpretar sus significados. Su poesía hay que leerla en clave dialéctica.

Por ejemplo, a veces, la memoria es un rescate («Amanece en la memoria»), y otras, es un reproche («Las lágrimas no humedecen el olvido»); el mar se abre como una herida de muerte («Continuación del mar») o una fuerza de plenitud liberadora («Seguir vivos»); la sombra puede ser una metáfora del desasosiego («Las horas como sombra») o un punto de lucidez («La resistencia de la sombra»); el sol puede expandirse como un portal del amor («Algún tiempo en la memoria») o caer como con todo el peso de un verdugo («Memoria de la catástrofe»). No es casual la recurrencia de oxímoros, antítesis, paradojas, imágenes o personificaciones. La lista podría ser exhaustiva, pero quiero invitar al lector a descubrirla.

Y es que muchas son las preocupaciones de los escritores de Guanacaste que se aparecen en la poesía de Miguel Fajardo, las cuales están íntimamente ligadas con nuestra singularidad geográfica e histórica. Compartimos un sentimiento de reproche ante el olvido institucional, de ancha soledad existencial, de quedar a merced de codiciosas fuerzas de ultraje a la naturaleza, de mantener un legado indígena, del cual hemos perdido los códigos. Pero también, que tenemos un amplio patrimonio cultural para levantarnos y determinar nuestro ser, para regresar a nosotros mismos desde la memoria compartida. Y, finalmente, de gratitud ante una belleza territorial que enriquece los grandes sentimientos de la poesía: la nostalgia telúrica, la trascendencia cósmica, el dolor que nos reinstaura, la celebración de la vida o la pureza de un amor inefable.

Todo esto y más lo encontrarán en esta obra que, desde nuestra pequeña editorial guanacasteca, Círculo y Punto Ediciones, proyecto que Miguel Fajardo apoyó desde sus inicios, hacemos pública, con mucho orgullo y gratitud. (pp. 11-13, 22 de febrero del 2024). 

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