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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

martes, 25 de junio de 2024

"SECUOYA" NUEVO LIBRO DEL GRAN POETA CHILENO JULIO ESPINOSA GUERRA (PRE-TEXTOS, VALENCIA, 2024)

 





Casas en ruinas, hogares sin fuego, habitaciones con techos agujereados, suelos donde las canicas ruedan solas, muebles sin cajones, cabañas que son mansiones y mansiones frías, desoladas: Julio Espinosa Guerra ha escrito un libro donde se poetiza todo lo que queda cuando no queda nada. A través de ello, traza una cartografía de la necesidad, pero también de la persistencia, para reconstruir lo que aún sido, sigue siendo, pues solo desde ese lugar, desde el campo quemado, la semilla de la secuoya germina. Utilizando un lenguaje cotidiano, que levanta imágenes desasosegantes para habitar espacios que fueron reales, ahora inexistentes, Secuoya habla de lo efímero, pero, por sobre todo, de aquello que pervive más allá de lo que concluye y del horizonte por delante, que se descubre gracias a lo perdido, como un lenguaje que florece a partir de otro, que ha dejado de decir. Un libro donde el futuro es posible justamente porque antes se ha sobrevivido a la devastación y solo desde allí es posible renacer.


Secuoya


Cada casa que se levanta
lleva en su interior una demolición
No existe nuevo árbol
donde no habite
el germen de lo efímero
Llámese rascacielos o mediagua
Llámese hormigón armado o palito
Llámese secuoya

LANZAMIENTO DE "EL ESPLENDOR DE LA GRANADA, OBRA REUNIDA (1984-2022)" DE LA POETA CHILENA VERÓNICA ZONDEK (27 DE JUNIO DE 2024)



 

HOY, 26 DE JUNIO DE 2024, SESIÓN DE LA CÁTEDRA ORESTE PLATH: "EL SALÓN CHILENO, DE LA MANSIÓN AL BOLICHE"



 

"EN EL MUDO CORAZÓN DEL BOSQUE" POR EL POETA CHILENO BERNARDO REYES





[…] ¿Por qué estoy en un lugar

que no me dice nada? […]


Seis años antes que se publicara póstumamente el magnífico libro En el mudo corazón del

bosque, una alta cumbre de la obra de Jorge Teillier, Eric Clapton creaba una balada

dedicada a su pequeño hijo, -Conor-, que tituló Tears in heaven.

El niño, en un accidente absurdo, había caído desde lo alto de un rascacielos en Nueva York.

Clapton se pregunta, en un imposible viaje a la inexistencia, si acaso su pequeño lo

reconocerá, si sabrá su nombre, si acaso lo tomará de la mano, allí, en ese cielo, en ese

espacio de la nada. En esa irreductible otredad.


[…] Y por qué surge dentro de mí una voz

que me habla en el sueño más profundo

y me despierta sin que pueda recordarla? […]


El poeta de Lautaro, fallecido en 1996, parece mirarnos desde las sombras, absorto en la

huella de aquel silencio, resaca de ola sobre la arena de la vida, presentida en toda su

poesía.

Cincuenta años antes, en 1935 y un año después del fallecimiento de Malva Marina, la única

hija de Neruda, se publica en España el conmovedor poema Enfermedades en mi casa:


[…] las raíces de un árbol sujetan una mano de niña,

las raíces de un árbol más grande que una mano de niña,

más grande que una mano del cielo,

y todo el año trabajan, cada día de luna

sube sangre de niña hacia las hojas manchadas por la luna […]


Esa materia oscura de la muerte, ese cielo que convoca a todos los evaporados de los días

para mutar en mantra de sueños que murmuran, ¿tiene residencia en alguna parte?

El primer evaporado de mis días fue un perro odiado, cuyo deceso fue incapaz de borrar la

sonrisa congelada de sus colmillos. Poco después, fue la tierna partida de una tía que dejó

un escalofrío de herencia.

Le siguió una abuela. Vino después el poeta, ya esperando en el andén al tren de la muerte.

La hermana del poeta, levantó las cejas en el entierro del otro hermano, aquél que cantaba

para erotizar ninfas transitorias.

Y luego el padre, la madre, el hijo asfixiado de cielo. La madre y el padre de la compañera

huérfana.

Huerfanías que fueron doblegando al musgo irremediable de lo difuso: la memoria

entendida como fábula, o como mito deformado en sonido gutural de los días.

Hoy me cuenta un amigo, que se apresta a escribir una biografía conjetural. Y me digo que

todo es conjetura, que nada es verdaderamente real.

Un día de pájaros perdidos, mientras la bruma decapitaba cerros, y todo sueño se

transmutaba en sueño, la luna extraviada de sí misma, intentaba en su miopía iluminar el

galope oscuro de las olas: me imagino que eso al menos deben haber visto mis amigos que

partieron emborrachados de ausencias por un océano de sombras. Palabras inconclusas,

inconexas, relámpagos de neuronas quemadas por el sol inverso del hastío.

Alguien toca la puerta: pero yo no vivo en esa casa y quien toca, tampoco existe.


Para Jorge Teillier en su cumpleaños

24 junio 2024

lunes, 3 de junio de 2024

ENCUENTRO POÉTICO CON EL AUTOR VALENCIANO VICENTE BARBERÁ (DÉNIA, 1 DE JUNIO DE 2024)


 

JAIME SILES PRESENTA EN VALENCIA SU LIBRO "COMERCIO INTERIOR" (VALENCIA, 4 DE JUNIO DE 2024)

 



El martes, día 4 de junio, a las 19:00 horas, se presentará el libro titulado COMERCIO INTERIOR. Un viaje a través de la poesía española e hispanoamericana (Contrabando, 2024), de Jaime Siles.

 

Acompañarán al autor: Juan Lagardera, Joan Carles Martí y Manuel Turégano.

 

Tendrá lugar en el Fórum de la FNAC San Agustín, C/ Guillem de Castro, 9 - Valencia.

A 90 AÑOS DE SU MUERTE: ALBERTO ROJAS GIMÉNEZ, EL POETA QUE VENCIÓ EL OLVIDO POR EL POETA CHILENO ERNESTO GONZÁLEZ DÁVILA




Alberto Rojas Giménez no pasó inadvertido en la sociedad en que le tocó vivir. Su forma de ser lo hizo destacar entre el grupo de poetas, artistas e intelectuales de los albores del siglo pasado, cuando connotadas figuras se consolidaban u otras hacían sus primeras armas. El compartió generación con Pablo Neruda, Julio Vicuña Cifuentes, Romeo Murga, Victor Barberis, Armando Ulloa, Rubén Azócar, María Monvel, entre muchos otros.

En varios de estos poetas de la generación de 1920 hay un signo trágico, pues murieron muy jóvenes y sin haber publicado ningún libro en vida.  Otros tuvieron una carrera larga y premiada, llegando incluso al Nobel.  Entre ellos, Rojas Giménez aparece como un farol que encendió la bohemia, la hizo suya y, finalmente, se consumió en ella, confirmando el signo trágico que apagó la vida de sus compañeros de generación.

Parece haber un consenso en que hay algo en Rojas Giménez que está más allá de su poesía; es su estela, su aura, su pasión inmensa para convocar a su alrededor a diferentes tipos de personas.  Era sin dudas un “guitarrero vestido de abejas”, que encontraba su lugar predilecto en la bohemia de Santiago y no al lado de notarios oscuros u oficios insoportables para un espíritu libre que prefería llevar una vida sin ataduras, sin limitaciones impuestas de entrada.  Lo suyo era conversar, jugar, crear y acompañar cada velada con licor y tabaco, quizás sin importarle más que un constante viaje hacia su propio final, que llegó luego de una conversación de aquellas que le gustaban, pero que lo encaminó hacia la muerte, lo que en definitiva dio sentido a su existencia.

Según las semblanzas de sus amigos, él era una persona encantadora, gran conversador, dotado de un carisma inigualable.  Era poeta, narrador, dibujante, cronista y sobre todo un viajero por convicción, que consiguió llegar a donde quiso a punta de pasión y creatividad. Yo conocí la poesía de Rojas Giménez de manera inesperada, en mi juventud, cuando escribía mis primeros versos y buscaba referentes en la biblioteca de mi casa. Descubrí el poema Carta Océano en una antología de poesía que mi madre me regaló y desde ahí comencé a tener diferentes momentos en los que me fui encontrando con este poeta hasta que se convirtió en el tema de mi tesis de grado, hace ya muchos años.

Alberto Rojas Giménez vivió una vida poética intensa o como dice el gran poeta Jorge Teillier, como un outsider, que no encontraba espacio en una sociedad burocrática y estructurada.  Al leer las crónicas de sus amigos o los textos que él mismo fue escribiendo durante su vida, entendemos que él quiso ser aquello que fue, ni más ni menos, un poeta que vivió a su modo y que devino en un mago, un amigo encantador, un provocador dotado de una genialidad extraordinaria.

Sus poemas no siguieron la ruta regular a la editorial, quizás su propia personalidad lo hacía ser menos riguroso en tal sentido, lo que provocó que sus poemas se fueran quedando en el camino, entre revistas, en los archivos de los amigos o en un manojo de hojas mimeografiadas que se perdieron como si un otoño mezquino se hubiera apoderado de ellas. No obstante, hay registros de sus poemas en antologías o en esmerados trabajos como el de Oreste Plath, a quien tuve la oportunidad de entrevistar muy fugazmente en la Biblioteca Nacional, cuando yo era un joven estudiante. El publicó un libro recopilatorio, que da testimonio de la obra de nuestro poeta: Alberto Rojas Jiménez Se Paseaba por el Alba (1994).

Si bien es cierto que su producción poética no alcanzó un gran volumen, también es un hecho que el poema Carta Océano bastaría para que fuera incluido en todos los florilegios de poesía de nuestro país.  Es un poema que nos entrega alusiones autobiográficas y a la vez nos conecta con un profundo sentido poético asociado a la tristeza, la melancolía, el viaje permanente de alguien que no encuentra un lugar en el mundo que le tocó vivir.  Asimismo, si nos adentramos en sus otros textos poéticos y abordamos los distintos momentos de producción de Rojas Giménez, pueden percibirse influencias o pesquisar algunas huellas literarias del ambiente en el que estaba inserto.  Por ejemplo, Jorge Teillier, ve en el Rojas Giménez más joven una influencia de Francis Jammes.  Asi también es posible revisar huellas que lo conectan con los otros poetas de su generación y con Neruda más claramente, tal vez influido por la amistad que los unía y por el aire poético de los días en los que desarrollaron su obra.

A 90 años de su muerte, ocurrida un veinticinco de mayo de 1934, Rojas Giménez, el poeta que no publicó nunca un libro de poesía, sigue presente.  A 90 años de su muerte, la lluvia lo recuerda, el mar lo recuerda, el aire, la noche, las calles de Chile lo recuerdan, porque en todas partes viene volando para siempre.