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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

martes, 25 de junio de 2024

"EN EL MUDO CORAZÓN DEL BOSQUE" POR EL POETA CHILENO BERNARDO REYES





[…] ¿Por qué estoy en un lugar

que no me dice nada? […]


Seis años antes que se publicara póstumamente el magnífico libro En el mudo corazón del

bosque, una alta cumbre de la obra de Jorge Teillier, Eric Clapton creaba una balada

dedicada a su pequeño hijo, -Conor-, que tituló Tears in heaven.

El niño, en un accidente absurdo, había caído desde lo alto de un rascacielos en Nueva York.

Clapton se pregunta, en un imposible viaje a la inexistencia, si acaso su pequeño lo

reconocerá, si sabrá su nombre, si acaso lo tomará de la mano, allí, en ese cielo, en ese

espacio de la nada. En esa irreductible otredad.


[…] Y por qué surge dentro de mí una voz

que me habla en el sueño más profundo

y me despierta sin que pueda recordarla? […]


El poeta de Lautaro, fallecido en 1996, parece mirarnos desde las sombras, absorto en la

huella de aquel silencio, resaca de ola sobre la arena de la vida, presentida en toda su

poesía.

Cincuenta años antes, en 1935 y un año después del fallecimiento de Malva Marina, la única

hija de Neruda, se publica en España el conmovedor poema Enfermedades en mi casa:


[…] las raíces de un árbol sujetan una mano de niña,

las raíces de un árbol más grande que una mano de niña,

más grande que una mano del cielo,

y todo el año trabajan, cada día de luna

sube sangre de niña hacia las hojas manchadas por la luna […]


Esa materia oscura de la muerte, ese cielo que convoca a todos los evaporados de los días

para mutar en mantra de sueños que murmuran, ¿tiene residencia en alguna parte?

El primer evaporado de mis días fue un perro odiado, cuyo deceso fue incapaz de borrar la

sonrisa congelada de sus colmillos. Poco después, fue la tierna partida de una tía que dejó

un escalofrío de herencia.

Le siguió una abuela. Vino después el poeta, ya esperando en el andén al tren de la muerte.

La hermana del poeta, levantó las cejas en el entierro del otro hermano, aquél que cantaba

para erotizar ninfas transitorias.

Y luego el padre, la madre, el hijo asfixiado de cielo. La madre y el padre de la compañera

huérfana.

Huerfanías que fueron doblegando al musgo irremediable de lo difuso: la memoria

entendida como fábula, o como mito deformado en sonido gutural de los días.

Hoy me cuenta un amigo, que se apresta a escribir una biografía conjetural. Y me digo que

todo es conjetura, que nada es verdaderamente real.

Un día de pájaros perdidos, mientras la bruma decapitaba cerros, y todo sueño se

transmutaba en sueño, la luna extraviada de sí misma, intentaba en su miopía iluminar el

galope oscuro de las olas: me imagino que eso al menos deben haber visto mis amigos que

partieron emborrachados de ausencias por un océano de sombras. Palabras inconclusas,

inconexas, relámpagos de neuronas quemadas por el sol inverso del hastío.

Alguien toca la puerta: pero yo no vivo en esa casa y quien toca, tampoco existe.


Para Jorge Teillier en su cumpleaños

24 junio 2024

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