(La escena permanece cenitalmente iluminada de púrpura.)
El amante abandonado.- (Sentado en el centro de la escena con un muñeco de ventrílocuo sobre las rodillas.)
Ombre por tu tono tempero la cuerda
que, sonora, hace eco mi memoria.
Y si oscuro dejas veta luminosa cayendo
como trazo de un astro peregrino;
no volverá mi treno la cabeza
mientras huya aquel Halley animoso.
¿Qué combate se libra en tu materia?
¿Qué estrella feral te aparta de mi hallazgo?
¿Adónde vas noctámbulo huyendo
por el limbo de mis sueños?
Heme aquí perdido entre brazos mutilados
prolongando tu silencio de boca en boca. Solo,
como la palabra que cae del trino de un pájaro.
Heme aquí en una torre de frío
embriagado del pulso de tus horas,
embriagado de tu mente convocada
al verbo que fluye de mi mano.
( Te habla por mí el vino de un griego epitalamio.
Te habla por mí la estela de una lúgubre góndola.
Te habla por mí la secreta luna.)
Ombre, develas lo eterno.
Y en ese azul insonoro mi lengua clara
nombra tu sombra.
(Oscurecimiento rápido. Breve pausa en la penumbra total.)
La página de Andrés Morales (1962), poeta, ensayista y académico chileno, es un Blog de apuntes y escritos abierto a todos aquellos interesados en la literatura y, en especial, en la poesía. Contiene poemas, artículos, notas, comentarios, críticas, reseñas, fotografías y en general, todos los tópicos imaginables e inimaginables en torno a la poesía, el cine, la prosa y la literatura chilena, hispanoamericana, española y europea de todas las épocas y estilos.
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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."
José Saramago
José Saramago
sábado, 30 de septiembre de 2006
viernes, 15 de septiembre de 2006
LECTURA POÉTICA Y MESA REDONDA EN LA SALA "SAZIÉ" DE LA CASA CENTRAL DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE, 27 de Septiembre de 2006.
Invitación a la Lectura de Poesía y a la Mesa Redonda organizadas por el Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades y la Coorporación de Graduados de la Universidad de Chile, "Diálogo entre generaciones y nuevas propuestas en la poesía chilena: miradas desde la Universidad de Chile" en el marco preparatorio del "I Festival de Poesía Chilena" que se realizará en Santiago en noviembre de 2006.
Presentación del Prof. Dr. Cristián Montes, acompañado en la testera por los poetas y académicos Federico Schopf, Javier Bello y Andrés Morales.
En la testera el profesor Dr. Cristián Montes, moderador de la lectura y la mesa redonda y los poetas y académicos Federico Schopf, Javier Bello y Andrés Morales.
miércoles, 13 de septiembre de 2006
POEMAS INÉDITOS de Patricio Henríquez Lorca
Barrancón
Cuantas veces has lanzado al estanque una moneda con tus dedos fríos y sin huesos
observando dos rostros, dos órbitas, dos dentaduras arrancadas y simétricas
***
Una moneda que cae sin ruido sobre tu sueño,
Una liebre que corre sobre pastizales de tripas que se corroen en silencio,
Una liebre metamorfoseada en niebla
lanza una moneda que nunca alcanzaste rescatar de su presidio
Escuela y desaparición
Lavas tus utensilios cada mañana
Careces de huella en tus dedos
Careces de sombra en tu pared
Y das de comer a los barrotes con tu canción
Tus uñas anteanoche quebradas desentierran un caballo,
Un caballo amenazado antes de nuestro pavimento
Con su cabeza arrancada por sus propios pies
San José
Piedras y pavimento desmembrado:
Unos ancianos se quitan las encías,
siguen un sol dentro de sus cuencas,
Sombra de cal en el musgo:
unos perros de vidrios quebrados comen sus propios restos,
unos niños se burlan de una serpiente decapitada en su camino
El Acacio
Una vez te di un niño sentado en un tronco roto
un niño que no envejecía
Sentando al final de un bosque con sus manos en las rodillas
sin un mínimo movimiento
Un niño con rostro de cal
***
Inclinados al silencio de estas noches vivimos bajo piedras, encuadrados,
sin salir hasta la hierba, sin cambiarse del casco un centímetro de cabello abollado,
con movimientos precisos ordenamos los cubiertos clavados en nuestros brazos de hielo
Inclinados al silencio y sin un plazo, comemos trizaduras de piedras y escuchamos
un campo de lombrices descompuestas engullidas por santos de loza
***
Leña de mi vencido esqueleto soy , fe en tu manto de cálida grasa,
en tu rostro me arrancó los ojos y venero estrellas que orbitan en tus espaldas.
no quiero oir más ladridos sin cuerpo que vigilan cazadores y silencios,
no quiero más que tu palabra de hielo y sueño,
Pues esos vientres de vacas mutiladas y esos cauces abrigados de basura
no me dan la quietud de tu soplo:
Avispa que engendra barro en la música de unas acequias
***
Atraviesa calles cortas, se acuesta en la cancha
Junto a su ofrenda; cierra sus peladas orejas
Seis de la tarde en el arco de Los Bajos:
perro descansa, no hay moscas
Los bajos: caverna desdentada
Seis de la tarde: no es breve aquella luz
una sombra se mueve al viento
está recién ahorcada
sábado, 9 de septiembre de 2006
CRÍTICA a "Vicio de Belleza" de Jorge Rodríguez Padrón
VICIO DE BELLEZA
DE
ANDRÉS MORALES
Jorge Rodríguez Padrón
Empiezo por el título: no sólo acertado por sí mismo, sino porque compendia muy bien el sentido global del mismo. Hay en estos poemas una peculiar (y ajustada, por justa y por rigurosa) tensión entre lo placentero y lo inalcanzable; entre el rigor de lo bello y lo inestable del vicio. Y eso, por un lado, tiene un carácter de certeza trascendental; pero, por otro, no puede sustraerse (y es lo más notable a mi entender) a una particular agresión irónica, tanto en su materia (la existencia y su degradación física y temporal) como en lo que atañe al lenguaje (siempre en esa delgada, y delicada, línea entre lo dicho y lo no dicho). Ya digo: su mejor valor.
Pero es que tal posición de partida, que se mantiene como sustento nuclear del conjunto, nos lleva a lo que resulta ser el “meollo” de esta poesía: la necesidad de revelar lo invisible. Lo que esta escritura revela, alumbra, ilumina, descubre – y en esto apuesta por un radicalismo indiscutible- es aquello que no se ve y no se dice: el otro lado del discurso. La palabra, el verso, apenas es el teatro de tal proceso de búsqueda e inauguración: la escritura nos lleva hasta el borde y allí nos deja, ante lo blanco que es también la luz. Un ejercicio disciplinado –entendiendo por disciplina una exigencia mallarmeana- que contiene un impulso que, a este lado del vivir, existen. Y que suele ser el lugar donde el común de los mortales (y muchos de los presuntos poetas) solemos detenernos.
¿No es el poema “Nocturno de las voces”, por ejemplo, una suerte de archipiélago de palabras, o de constelación de palabras, en el mar, o cielo oscuro de la página? ¿No se iluminan o se descubren, unas y otras, en ese discurrir que es el poema; y no se apagan (se pierden para dar paso a la verdadera luz que es el blanco alumbrado) después de oírlas? Lo mismo me parece en un poema muy bello titulado “Retrato bajo la lluvia”.
Y, acaso, “Arte Poética” me dé la razón, confirme como corroboración final, a punto de ir a la Segunda Parte, cuanto vislumbro. El ejercicio de la poesía como una acción que supone un progresivo borrar la palabra, hacerla desaparecer en su integridad física, para que renazca (deletreada, balbuceada al azar) tras “despertar al sueño vivo y a la muerte”.
Un ejercicio, en fin, de precisión rítmica: abriendo siempre la atención con intención. Ajuste, como decía al principio, entre el verso que discurre y la pausa que se abre: una respiración muy interesante la de estos poemas. Respiración interesante, porque en ella se va la vida. No en vano, la segunda parte sucede a la “Última voluntad” que se hermana con el poema más histórico de todo el libro, “Los elegidos”. La segunda parte, donde se desarrolla, precisamente, esa otra cara del ejercicio poético de Andrés Morales: el ajuste de cuentas con el tiempo. Este presente de la palabra escrita donde los elementos son la memoria. Es decir, donde la experiencia habida, en vez de ponerse en marcha de nuevo, y discurrir (la anécdota) en el poema, está en el poema; mas es el poema. No es casualidad que sea una secuencia de visiones, una especie de apocalípsis al revés (Visiones de San Juan en Occidente, MCMXCII); o quizá, haya que decir el apocalípsis, culminación de la experiencia visionaria, al derecho. Nuevo Patmos.
Fragmento de SAKRA BOCCATA de José Antonio Mazzotti
A los amantes de la
lengua ...
casta-i-llana
La Luna, de puro nueva, se arroja sobre el Sol. Miren su cabellera
La Luna, de puro nueva, se arroja sobre el Sol. Miren su cabellera
incendiando el firmamento. Su piel curtida y blanca como la noche.
Una espalda cubre una barba. Un chorro de alga se mezcla con la lengua.
Una espalda cubre una barba. Un chorro de alga se mezcla con la lengua.
Han descendido al fondo de los mares sobre un primer piso.
En la ciudad los guardianes pasean centinelas de su sueño. Un secreto de a dos
es un milagro
De los libres, esos astros que se cruzan en las autopistas y por un instante apenas
Se miran lo que duran los cometas.
Te soñé todas las noches por más de 300 años, contaba las sortijas del rosario
hasta quedar dormido
Y ensartaba su Círculo Perfecto con la aguja de tu órbita.
Aries se deja arrastrar por la fuerza del Sol
A los mayores arrecifes de la costa:
Y las olas martillean Tu Nombre, chorreando por la espuma el néctar duraznero
de tu Sakra Herida,
La alegría de las catacumbas, la resurrección de los muertos
Y la Vida Eterna.
viernes, 8 de septiembre de 2006
EXODUS, poema de Drago Stambuk
EXODUS
Aquí se encuentran los pulsos del mar y las manos del amor;
temblando el Adriático azul y el ondeante Jónico
se conectan en el nudo de la unión indestructible, bajo la corona
de su herencia desembocan en alta mar. En Otranto los labios
coinciden y el espíritu croata tiende sus velas. Nuestros cuerpos,
entrelazados se abrazan,
dos mares cansados en la abundancia de la sal.
Estrecho del mar de las hadas, paso de salvación,
peces alineados como griegos en Maratón. Labios que
pesan en el grumo del oro azul, sal de coronas que coagula los cercos
alrededor de los corazones de piedra. Nación inmortal, navega,
igual que el pueblo en un Domingo Santo. Amurallado
con islas fantasmas y verdaderas, barandal greco-croata,
concordia de los antiguos y nuevos Argonautas.
Se derrama el único ojo del Cíclope
en la cuna oscilante del mar envejecido. Corona de espinas,
Cetro del Reino. Domingo de Ramos del olivo.
Ciudades que amo, pueblo mío, han dejado entumecer tu sangre.
Le destinan la paz del abismo y la ceniza
azul de los incendios, en la calma robada
de la clara muerte croata.
Drago Stambuk es uno de los poetas más importantes de la actual poesía croata. Ha publicado múltiples libros de poemas siendo incluído en la antología Poesía Croata Contemporánea publicada en Chile por RIL Editores. De igual forma, y bajo el mismo sello editorial, se ha editado en nuestro país el libro El viento de las estrellas oscuras. Hoy se desempeña como embajador de la República de Croacia en Japón.
APROPIA PARA SÍ SU CORAZÓN, poema inédito de Soledad Fariña
apropia para sí su corazón
acostumbra a recorrerse
con los dientes
y a reír todos los días de su cara
ni un solo momento ha estado solo,
tampoco lo dejó la voz del agua
y puede llorar todas las noches
observando el entramado de su cuerpo
que nunca será igual a una luciérnaga
-pues nunca su dedo acarició su herida azul
su día gris su dios petrificado
sin lengua ni palabra-
en su silencio
cree escuchar la vibración
del sol (o este plumaje)
del sol
que sale azul
a medianoche
(Poema escrito sobre versos del libro Lázaro Siempre Llora de Andrés Morales del último libro inédito de la autora)
LA LITERATURA CREATIVA EN LAS UNIVERSIDADES CHILENAS
Andrés Morales
[1] Salvo unos pocos, la mayoría de estos autores parecen haber olvidado semejante experiencia, pues casi nunca mencionan este primer impulso recibido ni tampoco a la ya histórica revista “Licantropía” –con diez años de existencia- que logró constituirse como un espacio fundamental en una época donde semejantes publicaciones casi no existían. De la misma manera, se ha enterrado en el olvido la antología poética Códices (RIL Editores – Universidad de Chile, Santiago, 1993) como uno de los primeros libros que recogieron sus poemas bisoños.
Desde tiempos inmemoriales muchos poetas y escritores se han preguntado si es posible aprender y enseñar a escribir en una universidad. Sin duda han defendido la formación autodidacta, la experiencia personal del hallazgo y el “camino difícil” de errar y acertar en la escritura y en los libros que serán la contraparte, el diálogo y el impulso para definir y decantar la propia voz.
Hoy por hoy, muy pocos se aventuran en semejante derrotero. Es, desde luego, mucho más fácil y más rentable (si es que puede hablarse de algo rentable en la república de las letras) recibir la experiencia de otros, continuar la senda que han abierto los demás o repetir ociosamente (o provechosamente) los términos, conceptos, la información, la historia, la teoría y la práctica que las doctorales barbas reverencian e imponen. Tal vez, no queda otro camino. El valor del self made man aparece hoy como una insensatez y hasta como una quijotada… Por otra parte los múltiples “negociados” de muchos talleres –con las escasísimas excepciones notables que los distinguen de la mayoría- han desprestigiado el espacio íntimo de la transmisión del oficio que, sin trucos ni mañas, sin estafas, ni apologías al maestro (recordando el famoso poema de Allen Ginsberg), se han entronizado con damas escritoras de dudosa calidad o novatos extraviados que apenas leen la prensa local.
Entonces, con pudor o sin pudor, con aciertos y muchos desaciertos, las universidades han tomado el relevo para construir carreras que conducen a la obtención de un grado académico que puede suplir la autoformación o el taller literario. Incluso los escritores “consagrados” y los no tanto, han visto que, sin poseer títulos ni grados, sino con sus éxitos literarios o su simple trayectoria, acceden a una “tabla de salvación” al dictar clases bajo el alero de una institución universitaria. Algunos con toda propiedad, otros con una desfachatez olímpica, aparecen como rostros visibles, emblemáticos y hasta vendedores de un “producto nuevo” que los salva del desamparo tradicional que han sufrido tantos literatos en esta nación.
La experiencia no es nueva en el mundo europeo y anglosajón. En Chile, la Universidad Diego Portales, con la convergencia de Carlos Cerda y el que aquí suscribe, fue pionera no sólo en el país, sino en toda Sudamérica al implementar una Carrera de Literatura Creativa que honró a esa casa de estudios y propuso un programa absolutamente innovador en el territorio académico. Cuatro líneas centrales (Teoría e Historia de la Literatura, Lengua y Gramática, Edición y Creación) marcaron el destino de un programa que otras universidades privadas imitarían hasta desvergonzadamente. El único precedente de una experiencia similar en Chile fue y sigue siendo el “Taller de Poesía Códices” de la Carrera de Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánica de la Universidad de Chile. Bajo mi dirección y con mucho esfuerzo se ha transformado en un referente obligado para constatar las actuales voces de la poesía chilena. Nombres como los de algunos ex integrantes, Javier Bello, Alejandra del Río, Germán Carrasco, Rodrigo Olavarría, Víctor Quezada, Alejandro Zambra, David Villagrán, Kurt Fölch y Verónica Jiménez, por mencionar solo a algunos miembros del taller, en dieciocho años de ininterrumpida labor[1], constituyen una prueba que en el mundo académico puede darse con éxito un proyecto de escritura creativa.
El problema de la mayoría de las carreras de literatura (creativas o no, en instituciones privadas o no) sigue siendo la constitución de una malla curricular definida que no sufra constantes alteraciones en el transcurso de pocos años o al primer cambio de mando bajo la dirección de turno. La disyuntiva entre presentar un programa “más creativo” o “más académico” ha sido el punto central de la discusión. Como si un escritor no necesitase una sólida y más que sólida formación histórica y teórica de su disciplina… Suprimir asignaturas troncales por “cursos entretenidos” (al gusto de los profesores que piensan en sus capacidades particulares más que en las necesidades de los futuros escritores) es un riesgo que algunas universidades han corrido y que pasará la cuenta, tarde o temprano, primero a los alumnos y luego a las instituciones. Es absolutamente compatible entregar una malla equilibrada entre formación “dura” y formación “creativa”. Renunciar a alguno de estos dos sentidos es renunciar a entregar, honestamente, una mínima y medianamente clara orientación al futuro escritor.
Otro asunto que puede ser polémico es el de las salidas profesionales. Si a los programas actuales de la mayoría de las universidades se les agregan uno o dos años, es posible que los alumnos se decanten “naturalmente” a lo que su vocación les demanda. Implementar postítulos o postgrados es también una solución. Así, como no todos tienen un auténtico talento como escritore(as), dos años de pedagogía pueden conducirlos a un título profesional. Lo mismo, uno o dos años en la formación de editores responsables (fundamentales en este país), o en la capacitación como “directores de talleres literarios” (bastaría un postítulo), o en la proyección a medios electrónicos y/o audiovisuales (Internet, televisión, radio, cine, etc.) o, finalmente, en la continuidad y profundización de sus estudios literarios que los conduzcan a grados superiores y a un perfeccionamiento que puede desembocar en una concreta salida académica superior o en la investigación y crítica (universitaria o periodística).
En mi opinión estos asuntos no están resueltos. He oído de ciertas carreras trasladadas enteramente de una universidad a otra (con profesores y alumnos incluidos) o, de una facultad a otra, sin entender la necesaria autonomía y la mínima sedimentación en el tiempo que merece un proyecto literario de éstas características.
Aquí aparece el problema final y, a mi juicio, clave. ¿Cuál es la ética que manejan determinadas universidades para entregar semejante grado académico? ¿Cuál es el peso específico de sus profesores y de los escritores que imparten los conocimientos y las herramientas indispensables para transformar a un(a) estudiante en un académico joven, en un promisorio narrador, editor, guionista, o poeta?
La universidad (y que me perdonen los economistas y alguno que otro termocéfalo de alto vuelo que aplica peregrinas teorías de avant garde) no es un almacén o una farmacia donde se compran conocimientos o talentos. Esto es obvio. Hoy parece que “el producto” debe entregarse al “consumidor o cliente” con todo el merchandising posible instaurando la política del centro comercial en la cátedra o en el taller. Como diría el tango: Cuesta abajo en la rodada… Este mal que ha llegado a instalarse como endémico es el cáncer que arruinará no sólo a las carreras de literatura creativa, sino al necesario ambiente de rigor, crítica, disciplina y respeto que ha de tener una universidad decente.
Por último, pero no menos importante, la constante evaluación (por los pares, por los estudiantes, por los superiores, por las instituciones, etc.) debe instalarse ya en este tipo de carreras creativas como una práctica permanente. Nadie debe “eternizarse” en nada ni “dormirse en los laureles”. La calidad académica empieza en los profesores y en los estudiantes (donde es imprescindible subir la vara, exigir esfuerzo, no cejar en la demanda).
Todos estos pensamientos, después de mis casi veinticinco años de escritura y veinte años de academia, pueden tenerse en cuenta u olvidarse… Al final y definitivamente, superados los grados, las universidades, los talleres y las cátedras, con o sin formación universitaria, con o sin título, el verdadero escritor hará lo suyo en soledad siguiendo sus instintos, equivocándose y acertando en el gozo y el delirio de la palabra propia.
Santiago de Chile, septiembre de 2006
Hoy por hoy, muy pocos se aventuran en semejante derrotero. Es, desde luego, mucho más fácil y más rentable (si es que puede hablarse de algo rentable en la república de las letras) recibir la experiencia de otros, continuar la senda que han abierto los demás o repetir ociosamente (o provechosamente) los términos, conceptos, la información, la historia, la teoría y la práctica que las doctorales barbas reverencian e imponen. Tal vez, no queda otro camino. El valor del self made man aparece hoy como una insensatez y hasta como una quijotada… Por otra parte los múltiples “negociados” de muchos talleres –con las escasísimas excepciones notables que los distinguen de la mayoría- han desprestigiado el espacio íntimo de la transmisión del oficio que, sin trucos ni mañas, sin estafas, ni apologías al maestro (recordando el famoso poema de Allen Ginsberg), se han entronizado con damas escritoras de dudosa calidad o novatos extraviados que apenas leen la prensa local.
Entonces, con pudor o sin pudor, con aciertos y muchos desaciertos, las universidades han tomado el relevo para construir carreras que conducen a la obtención de un grado académico que puede suplir la autoformación o el taller literario. Incluso los escritores “consagrados” y los no tanto, han visto que, sin poseer títulos ni grados, sino con sus éxitos literarios o su simple trayectoria, acceden a una “tabla de salvación” al dictar clases bajo el alero de una institución universitaria. Algunos con toda propiedad, otros con una desfachatez olímpica, aparecen como rostros visibles, emblemáticos y hasta vendedores de un “producto nuevo” que los salva del desamparo tradicional que han sufrido tantos literatos en esta nación.
La experiencia no es nueva en el mundo europeo y anglosajón. En Chile, la Universidad Diego Portales, con la convergencia de Carlos Cerda y el que aquí suscribe, fue pionera no sólo en el país, sino en toda Sudamérica al implementar una Carrera de Literatura Creativa que honró a esa casa de estudios y propuso un programa absolutamente innovador en el territorio académico. Cuatro líneas centrales (Teoría e Historia de la Literatura, Lengua y Gramática, Edición y Creación) marcaron el destino de un programa que otras universidades privadas imitarían hasta desvergonzadamente. El único precedente de una experiencia similar en Chile fue y sigue siendo el “Taller de Poesía Códices” de la Carrera de Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánica de la Universidad de Chile. Bajo mi dirección y con mucho esfuerzo se ha transformado en un referente obligado para constatar las actuales voces de la poesía chilena. Nombres como los de algunos ex integrantes, Javier Bello, Alejandra del Río, Germán Carrasco, Rodrigo Olavarría, Víctor Quezada, Alejandro Zambra, David Villagrán, Kurt Fölch y Verónica Jiménez, por mencionar solo a algunos miembros del taller, en dieciocho años de ininterrumpida labor[1], constituyen una prueba que en el mundo académico puede darse con éxito un proyecto de escritura creativa.
El problema de la mayoría de las carreras de literatura (creativas o no, en instituciones privadas o no) sigue siendo la constitución de una malla curricular definida que no sufra constantes alteraciones en el transcurso de pocos años o al primer cambio de mando bajo la dirección de turno. La disyuntiva entre presentar un programa “más creativo” o “más académico” ha sido el punto central de la discusión. Como si un escritor no necesitase una sólida y más que sólida formación histórica y teórica de su disciplina… Suprimir asignaturas troncales por “cursos entretenidos” (al gusto de los profesores que piensan en sus capacidades particulares más que en las necesidades de los futuros escritores) es un riesgo que algunas universidades han corrido y que pasará la cuenta, tarde o temprano, primero a los alumnos y luego a las instituciones. Es absolutamente compatible entregar una malla equilibrada entre formación “dura” y formación “creativa”. Renunciar a alguno de estos dos sentidos es renunciar a entregar, honestamente, una mínima y medianamente clara orientación al futuro escritor.
Otro asunto que puede ser polémico es el de las salidas profesionales. Si a los programas actuales de la mayoría de las universidades se les agregan uno o dos años, es posible que los alumnos se decanten “naturalmente” a lo que su vocación les demanda. Implementar postítulos o postgrados es también una solución. Así, como no todos tienen un auténtico talento como escritore(as), dos años de pedagogía pueden conducirlos a un título profesional. Lo mismo, uno o dos años en la formación de editores responsables (fundamentales en este país), o en la capacitación como “directores de talleres literarios” (bastaría un postítulo), o en la proyección a medios electrónicos y/o audiovisuales (Internet, televisión, radio, cine, etc.) o, finalmente, en la continuidad y profundización de sus estudios literarios que los conduzcan a grados superiores y a un perfeccionamiento que puede desembocar en una concreta salida académica superior o en la investigación y crítica (universitaria o periodística).
En mi opinión estos asuntos no están resueltos. He oído de ciertas carreras trasladadas enteramente de una universidad a otra (con profesores y alumnos incluidos) o, de una facultad a otra, sin entender la necesaria autonomía y la mínima sedimentación en el tiempo que merece un proyecto literario de éstas características.
Aquí aparece el problema final y, a mi juicio, clave. ¿Cuál es la ética que manejan determinadas universidades para entregar semejante grado académico? ¿Cuál es el peso específico de sus profesores y de los escritores que imparten los conocimientos y las herramientas indispensables para transformar a un(a) estudiante en un académico joven, en un promisorio narrador, editor, guionista, o poeta?
La universidad (y que me perdonen los economistas y alguno que otro termocéfalo de alto vuelo que aplica peregrinas teorías de avant garde) no es un almacén o una farmacia donde se compran conocimientos o talentos. Esto es obvio. Hoy parece que “el producto” debe entregarse al “consumidor o cliente” con todo el merchandising posible instaurando la política del centro comercial en la cátedra o en el taller. Como diría el tango: Cuesta abajo en la rodada… Este mal que ha llegado a instalarse como endémico es el cáncer que arruinará no sólo a las carreras de literatura creativa, sino al necesario ambiente de rigor, crítica, disciplina y respeto que ha de tener una universidad decente.
Por último, pero no menos importante, la constante evaluación (por los pares, por los estudiantes, por los superiores, por las instituciones, etc.) debe instalarse ya en este tipo de carreras creativas como una práctica permanente. Nadie debe “eternizarse” en nada ni “dormirse en los laureles”. La calidad académica empieza en los profesores y en los estudiantes (donde es imprescindible subir la vara, exigir esfuerzo, no cejar en la demanda).
Todos estos pensamientos, después de mis casi veinticinco años de escritura y veinte años de academia, pueden tenerse en cuenta u olvidarse… Al final y definitivamente, superados los grados, las universidades, los talleres y las cátedras, con o sin formación universitaria, con o sin título, el verdadero escritor hará lo suyo en soledad siguiendo sus instintos, equivocándose y acertando en el gozo y el delirio de la palabra propia.
Santiago de Chile, septiembre de 2006
[1] Salvo unos pocos, la mayoría de estos autores parecen haber olvidado semejante experiencia, pues casi nunca mencionan este primer impulso recibido ni tampoco a la ya histórica revista “Licantropía” –con diez años de existencia- que logró constituirse como un espacio fundamental en una época donde semejantes publicaciones casi no existían. De la misma manera, se ha enterrado en el olvido la antología poética Códices (RIL Editores – Universidad de Chile, Santiago, 1993) como uno de los primeros libros que recogieron sus poemas bisoños.
domingo, 3 de septiembre de 2006
HOMENAJE A FEDERICO GARCÍA LORCA, Casa Central de la Universidad de Chile, 30 de agosto de 2006
Invitación al "Homenaje a Federico García Lorca, a setenta años de su muerte" organizado por el Área de Literatura Española de la Facultad de Filosofía y Humanidades y la Corporación de Graduados de la Universidad de Chile, donde participaron la Prof. Dr. Haydée Ahumada, la Prof. Jessica Castro, la Prof. Raquel Villalobos, el Prof. Dr. Cristián Montes (quien interpretó en la guitarra varias piezas musicales españolas) y otros académicos y estudiantes de postgrado de la facultad.
Mesa de ponencias: junto a Fernando Sánchez (Presidente de la Corporación de Graduados de la Universidad de Chile), Juan Manuel Silva, poeta y candidato a Magíster y al Prof. Dr. Eduardo Godoy
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