Son cerca de la una de la madrugada y, aunque la entrevista que hemos de realizar no ha comenzando aún, mi interlocutor lleva un buen rato pegándole al tabaco casi en solitario, para someterse minutos más tarde al ritual de pregunta -respuesta con el que trataremos de esclarecer algunas de las incógnitas que rodean su mas reciente producción literaria "Bajo la sombra de Sandino", editado hace pocos días en España por La Insula de los Libros, en su colección Memoria del Tiempo, obra que en los Estados Unidos ya se ha comenzado a traducir al inglés por Elizabeth Gamble Miller, traductora de escritores salvadoreños como David Escobar Galindo y de Hugo Lindo. Se prevé que el libro se presente en Dallas, Texas en noviembre de este año.
Recostado en un sofá, Carlos Ernesto García, está descalzo y con un vaso de whisky sin hielo, teniendo como cómplice perfecto la foto de Edén Pastora, que por cierto ilustra el libro y que con una dedicatoria manuscrita por el mismo comandante cero, cuelga en la pared de su despacho. A pocos metros de nosotros se encuentra su imprescindible mesa de centro sobre la que descansan impasibles, una botella de vino tinto, un paquete de cigarros Camel, una cajetilla de fósforos y dos cintas vírgenes a punto de ser utilizadas y que serán las encargadas de registrar con la complicidad de la maquina (grabadora) hasta el último de los comentarios verbales de mi entrevistado. De fondo, suena un bolero de Daniel Santos. En ese preciso momento, se apodera del aire ese silencioso enemigo íntimo que conozco y noto como la sangre comienza a circular por las venas lentamente hasta llegar a la cabeza y automáticamente se enciende el piloto que despide al amigo y da paso al periodista. Nos olvidamos de todo lo que nos rodea para que sólo el humo del cigarro sea testigo fiel de este encuentro. Comienza a correr la cinta.
¿Qué te lleva a Nicaragua?
Bueno, la primera ocasión en que viajo a Nicaragua lo hago en calidad de responsable del Gabinete de Prensa de la Conferencia Internacional Salud Pública y Desarrollo Humano en Centroamérica, realizada en León en el 2003. Ese fue mi primer viaje a la tierra del gran Rubén Darío. La segunda vez, ya fue para encontrarme con quienes serían, a través de su experiencia personal, sus testimonios y reflexiones, parte de este libro-reportaje. Luego sucedieron otros tantos viajes. Pero ya más breves.
¿En qué te basates para escribir Bajo la sombra de Sandino?
La verdad es que la idea surgió de dos ex oficiales del Ejército Popular Sandinista, que se pusieron en contacto conmigo y me lo propusieron justo el día en que se cumplían 25 años del triunfo de la revolución. Eso fue en el Café Don Pedro de la Avenida Roosevelt. Ellos querían que yo escribiese un libro que rescatara las hazañas de algunos ex combatientes para que no se perdieran en el tiempo. En ese sentido digamos que el libro fue quien me buscó a mí. Algo que pasa muy pocas veces en la vida de un escritor, que siempre tiene que andar viendo qué es lo que va a escribir. Fue como un regalo. Al final, tampoco escribí exactamente el libro que me sugirieron, sino otro, que a mi entender era también necesario.
Los ex comandantes del Frente Sandinista que reúnes en tu libro, todos ellos han escrito su nombres en la historia de la revolución de Nicaragua, que hasta el día de hoy se dice que es una revolución inconclusa ¿eso quiere decir que estamos hablando de revoluciones fracasadas? ¿Incluidas la de El Salvador o Guatemala?
Francamente, no creo que todo podamos decir que fue un fracaso, ni en el caso de Nicaragua ni tampoco en el de la revolución salvadoreña o la guatemalteca. Hay cosas que han cambiado gracias al sacrificio de muchos hombres y mujeres que han asumido en momentos determinados el compromiso revolucionario, sea en Vietnam, Cuba, China o Angola. En Nicaragua cayó la dictadura de Somoza, ya no tienen a la Guardia Nacional y el pueblo conquistó muchas cosas importantes gracias al sacrificio de todo un pueblo en armas. Además, no debemos de perder de vista que en el caso nicaragüense, ellos ganaron todo el poder político, económico y militar, lo que les permitió desarrollar reformas profundas en la sociedad, que aún hoy, a pesar de muchos años, aún forman parte de la herencia sandinista. Pero sí yo creo, que podemos hablar de que fue una revolución inconclusa, pero hay que ver cuales fueron los factores que determinaron eso. Por otro lado, toda revolución lo es. No hay nadie que pueda decir que lo ha conseguido todo, ni tan siquiera Cuba con Fidel Castro a la cabeza durante tantos años. Siempre hay factores adversos a que una revolución avance en condiciones adecuadas. Sin embargo, esos no siempre vienen de fuera y no todos los fracasos se le pueden atribuir al enemigo externo. Las revoluciones, los gobiernos de cualquier tipo, generan sus propios enemigos que por torpezas, por incapacidad, por ambición, por falta de amor al pueblo, son sujetos dañinos a cualquier proceso, llámese este revolucionario o no. Pero claro, a los revolucionarios los pueblos deben de exigirles más, pues se presupone que se deben a ellos. Especialmente, como cuando en el caso de la revolución que nos ocupa, costó más de cincuenta mil vidas humanas. La revolución es algo en movimiento y por su misma naturaleza genera la utopía que como el horizonte, es inalcanzable.
En tu libro se revelan acontecimientos de la Revolución de Nicaragua que hasta el día de hoy se han mantenido en secreto ¿de que secretos hablamos?
Para serte sincero, me temo que hablamos de más secretos de los que yo mismo pueda imaginar. Por poner sólo un ejemplo, seguramente muchos ignoran que hubo un momento, a principios de los noventa, en que se produjo una profunda crisis al interior de los mandos militares del Frente Sandinista y que incluso, hubo unos helicópteros artillados y dispuestos a disparar contra la cúpula sandinista si no se llegaba a un acuerdo con el coronel Javier Pichardo que en aquellos momentos cuestionaba la verticalidad del ejército con Humberto Ortega, hermano como la mayoría saben del actual presidente de Nicaragua Daniel Ortega. Es algo que se ha mantenido, hasta el momento de la entrevista, en una especie de pacto de silencio, como dentro de una caja de Pandora. Pero hay muchos detalles más, que como periodista he ido cotejando entre unos y otros, como es el caso del atentado a Edén Pastora en el que iban a morir su esposa Yolanda junto con sus hijos, y eso pasó cuando Pastora aún estaba en las filas del Frente Sandinista, al frente de un poderoso ejército de milicias. Pero además, hay que agregar que la orden venía del interior de la misma dirección del FSLN. Por suerte, Javier Pichardo, que conocía personalmente a Yolanda, y que era la mano que ejecutaría el plan, sin saber que se trataba de Edén Pastora, pudo evitar aquella masacre. Y como ese, existen otros acontecimientos que ocurrieron en aquellos años y que revela en sus páginas el libro.
Por las páginas que he leído de tu libro ¿Cuál fue la relación que existió en aquel momento entre la guerrilla salvadoreña y la nicaragüense?
Bien, yo creo que la relación entre el movimiento revolucionario nicaragüense y salvadoreño, se remonta, no hay que olvidarlo, desde los tiempos de Farabundo Martí y Augusto César Sandino de cuando las gestas guerrilleras en Las Segovias a principios del siglo XX. Esta relación entre nuestros pueblos siempre fue, igual que con la guatemalteca y la hondureña, muy próxima. Recordemos que el poeta nicaragüense Rigoberto López Pérez, se entrenó en El Salvador para los días previos del ajusticiamiento de Anastasio Somoza García, que personalmente él perpetraría un 21 de septiembre de 1956, durante una fiesta en la Casa del Obrero en León.
Así, no es de dudar que el trasiego de revolucionarios entre uno y otro país fuera común en todas esas décadas. Lo que pasa, es que ya en los años 70, con un movimiento bastante más fuerte y por supuesto consolidado, esas relaciones también tendrían otras dimensiones. Antes de la caída de Somoza Debayle, la guerrilla del Frente Sandinista, no sólo contaría con el apoyo político por parte de los salvadoreños, sino también, material, logístico y económico. Una vez triunfaron, los dirigentes sandinistas, también fueron recíprocos con nosotros.
En las filas revolucionarias nicaragüense no sólo durante la insurrección del 79, sino también durante los años 80 en que se peleó contra los contrarrevolucionarios, hubo una importante participación de jóvenes guerrilleros de El Salvador que pelearon codo a codo con los sandinistas. Si te vas por la zona fronteriza con el vecino país de Honduras, en ciudades como Estelí, Jinotega, Matagalpa, Ocotal, verás que hay muchas familias compuestas por ex combientes salvadoreños y nicaragüenses.
Muchas armas, llegaron a El Salvador en cayucos por el Golfo de Fonseca y de eso hay algunas historias muy interesantes también. Cuando el triunfo en Nicaragua, las armas salían para El Salvador, prácticamente en camiones y lo mismo pasó cuando varias avionetas salieron de nuestro país, cargando millones de dólares a Costa Rica, de los que algunos millones fueron para apoyar la revolución en Nicaragua. La Resistencia Nacional fue una de las organizaciones que más dinero recaudó en esos años, producto de sus secuestros a empresarios y directivos de algunas multinacionales en El Salvador.
Tengo entendido que mencionas en el libro algunos desaciertos cometidos voluntariamente o involuntariamente por algunos miembros de la Dirección del Frente Sandinista de Liberación Nacional ¿Cuáles son estos desaciertos?
Lo que digo, no lo digo sólo porque yo lo piense, sino porque los primeros que lo dicen son los protagonistas, cuya voz al fin de cuentas es lo que más interesa en este libro. Sin embargo, ya que me lo preguntas, quisiera hacer referencia al menos a un aspecto. Cuando se creó el llamado Grupo de los 12, hubo un acuerdo en la manera que se pensaba conducir aquella revolución y al poco tiempo, todo aquello se venía abajo. Donde dije digo, digo Diego, y ya no hubo acuerdo que valiera. Aquella revolución se fue alejando del espíritu amplio con que nació y que la hizo tan popular en el mundo para alinearse con Cuba y la entonces Unión Soviética. Por supuesto que debemos entender lo que pasó en esos años también, pero esto es una de las lecturas del libro y que llaman, años más tarde a la necesidad de una reflexión sobre la historia. Y lo que es más, repito no lo digo yo, sino que lo dicen el ex Viceministro de Defensa, el coronel sandinista José Valdivia; lo piensa Donald Mendoza, que se tomó el Coyotepe en 1979, que durante muchos años fue responsable guerrillero en Managua y primer agregado militar sandinista ante el Gobierno de los Estados Unidos; lo manifiesta Víctor “el Viejo” Tirado López, que no sólo fue fundador sino miembro de la Dirección Nacional del Frente Sandinista. Es de suponer que si lo preguntamos a otros cuadros históricos, seguramente opinan lo mismo.
Me llamó la atención hojeando el libro que se relaciona al FSLN, con actos de corrupciones como la famosa "piñata" cuando repartieron casas así como importantes propiedades agrícolas, por mencionar algunas de las mas visibles ¿Hay corrupción en la izquierda?
Las propiedades, sean casas, terrenos, lo que quieras, generan un patrimonio que se puede medir en términos económicos. Algunas de estas reparticiones, creo que están justificadas, otras no. Pero aquí, con todos mis respetos, soy de la idea de que quienes deben de poner en la balanza esas riquezas y juzgar son los propios nicaragüenses y no yo. No es a mí a quien corresponde aquí ponerme a opinar donde está la justicia de todo eso.
Edén Pastora dice en un fragmentó del libro "dicen que los nicaragüense tenemos de músico, de loco. Yo digo, no, los revolucionarios. Por que tenemos un alma sensible, sentimental. Por que sentimos, amamos a nuestro pueblo, y por que amamos a nuestro pueblo tenemos que matar y tenemos que exponer a que nos maten por ver a nuestro pueblo libre. ¿Crees que cumplió su objetivo?
En parte sí, porque también habla sobre todas sus experiencias y muchas de ellas son verdaderamente envidiables para cualquier revolucionario que se precie. Pero por desgracia, no tuvo la oportunidad, no se la brindaron, se la negaron, le cortaron el paso, para que demostrara de lo que Edén Pastora era capaz. En eso creo que ganaron quienes no gustaban de su popularidad. No hizo falta el enemigo para matar al revolucionario con capacidad de amor a su pueblo, fueron, como en el caso de Roque Dalton, los mismos compañeros quienes se ocuparon de matarlo, pero su muerte fue en vida. No sé que es peor. . .
Crees que Edén Pastora, Donlad Mendoza, José Valdivia, Javier Pichardo, Raúl Venerio, Elías Noruega, Víctor López y Leonel Martines ¿sigan creyendo en la revolución?
Juntar a varias personas en un libro, es una cosa y juntarlos en sólo criterio sobre como piensan, es otra. Además, puede corres un gran riesgo. Que por supuesto yo, en calidad de compilador de esas historias, no pienso correr.
La verdad, es que lo que sí creo que puedo decir es que todos nacen de un mismo árbol, un árbol fuerte llamado Sandino, a la sombra del que todos ellos, dentro o fuera de las filas del FSLN, se cobijan, aunque unos más cerca de otros o incluso diría yo, ocultándose tras sus ramas por los motivos que sean.
Este libro lo escribiste con olor a pólvora como dices en tu prologó ¿Carlos como huele la pólvora?
La pólvora, en este caso, tiene un olor especial porque puedes imaginar cada uno de los escenarios de lucha donde ellos pelearon. Todo sucede como en el libro de Marcel Proust, en el pasaje que el escritor francés recrea un momento de su infancia, mientras come una magdalena mojada en el té.
y ¿la guerra como huele?
Quien alguna vez haya estado cerca de un combate, le bastará con un pequeño proyectil lanzado en navidad por un niño, para recordar la guerra.
¿Qué mensaje le darías a un pueblo que se entregó por la causa de una revolución en harás de un sueño que nunca se cumplió?
Que no deje de ser revolucionario, pues aunque no se consiga todo por lo que uno lucha, seguir adelante vale la pena. Gracias a eso ya cayó la Guardia Nacional, la Policía de Hacienda, los cuerpos paramilitares como ORDEN; se juzga a los criminales de guerra aunque se vayan a los Estados Unidos y existe un clima de que se puede seguir construyendo desde la izquierda. A veces, se tiene que pelear en una trinchera con un fusil al hombro, con las renuncias que implica lanzarse al combate. En otras, se tiene que hacer desde la tribuna pública, donde lo que importa es aquello que se dice, como se dice, a quien se dice y el valor de decirlo y defenderlo. Se puede ser un contrarrevolucionario desde las filas de la revolución también. Tenemos muchos ejemplos en la propia historia salvadoreña.
Pero yo propongo que mejor, cada hombre y mujer, que sabe bien lo que alberga en su corazón, le pregunte que es lo que deben de hacer para no defraudar los más nobles ideales y seguro que les servirá más que lo que yo pueda decir aquí o, lo que puedan decir todos los libros que lean, incluyendo por supuesto el que he escrito con la intención de que aprendamos de la historia.