Andrés Morales no solo es un poeta. Está condenado a ser poeta. Errando, errando, errando, hará lo suyo prefiriendo a los éxtasis el sacrificio... No yacerá en un libro como tantos. Crecerá, volará.
Gonzalo Rojas (Prólogo a Soliloquio de Fuego. Orgon Editores. Santiago de Chile, 1984)
Andrés Morales escribe desde el asombro y desde la duda. Su poesía no es un gesto operático: es un rumor, un acto de cautela con la palabra y con el mundo... El lenguaje no caracolea sobre sí mismo al intentar el planteo de un segundo mundo, metáfora del primero. Morales va de frente: estos son los objetos, dice, y esto me dicen a mí. No es notoria, en este poeta chileno, ninguna ansiedad para escapar al tejido intertextual del entredicho. La poesía de Morales avanza, retrocede, se pregunta o se afirma, se desdobla, hace pareja con su eco. Nunca se traiciona para caer en aseveraciones categóricas. Al ponerse en duda pone en duda al mundo y ese mundo se refleja en un lenguaje fragmentado, astillado. Es que no se puede pretender aseverar en la actualidad: todo está en duda. La aseveración (o incluso la celebración) es una forma de traicionar lo real, la única devoción que legitima la búsqueda de un poeta. En esa morada vive la poesía de Morales.
Eduardo Milán (Vuelta, Año XIV, N. 169. México, diciembre de 1990)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario