Aquí estoy, dentro de ti
justo y limpio como el verdor…
T
M B
Hay un tema fundamental en el libro El tigre
del poeta croata Tomislav Marijan Bilosnić
que define el sentido del lenguaje y de una realidad imaginable
solamente para quienes pudieran tener un corazón de tigre. Es posible que el
poeta Marijan Bilosnić posea ese corazón, y exprese el secreto que encarna su
historia personal, o lo que inventa su concreto vivir dentro del tigre. [1] El poeta Alfredo Pérez Alencart ha querido darnos una impresión
del tigre en el prólogo: “Leo estos hermosos cantos y recuerdo al tigre que vi
soleándose en un árbol caído, a orilla del río Manu, en las selvas peruanas de
Madre de Dios, donde nací…” [2] A esos recuerdos de la niñez, liga Alencart el tigre de Tomislav.
Y ese tigre perdido entre los árboles del bosque eleva su imagen sobre el
tiempo para reconocerse en la historia del tigre que ha creado Marijan
Bilosnić, un tigre cuya imagen brota intuitivamente para adquirir múltiples
formas y sentidos en la poesía. El tigre infinito, el tigre fantástico y humano
que recorre los versos de Bilosnić ¿será el mismo que vio Pérez Alencart? O el
que vio W. Blake (1757-1827): “Tiger, tiger, burning bright / In the forests of
the night…”; o el que anduvo por la prosa de Atsushi Nakajima (1909-1942): “Me
había convertido en un tigre. Al principio no confié en mis ojos.” [3] O el que vio Borges (1899-1986), en El oro
de los tigres (1977): “Después vendrían otros tigres, / el tigre de
fuego de Blake; / después vendrían otros oros…” [4] También el poeta mexicano
Eduardo Lizalde (1929) posee su tigre: “Hay un tigre en la casa…” dice en el
poema “El tigre”. Es decir, el tigre de Blake no termina en la poesía de
Borges, ni la rica exploración de su imagen concluye en la secuencia de los
versos de Marijan Bilosnić, pues los tigres extienden sus vastos dominios y
vencen el tiempo, se impregnan de climas y realidades que nos seducen por su
fuerza y misterio. Esto sucede con el tigre del poeta Marijan Bilosnić. Su
libro atractivo y emblemático lleva la imagen de un tigre que la pasión del
pintor español, Miguel Elías, ha colocado en la portada.
El tigre que extiende su imagen por los límites de estos poemas, es ante
todo un tigre cuya realidad humana nace de una intuición, según todos los
tigres que en la tradición literaria nos transmiten un juicio poético. Las
experiencias de la vida del tigre y su realidad y circunstancias humanas
descansan sobre la fuerza del lenguaje que lo convierte en pura esencia
poética, sin la cual posiblemente tendría aquí su imagen el menor interés. La
grandeza reside en la visión que
transmite y proyecta su peculiar transcendencia. No es este un tigre
destructivo, o de acciones que lo reduzcan a una imagen nefasta del mundo. Por
otra parte, este es un libro de un sostenido lirismo que salva al tigre de la
excesiva animadversión de quienes ignoran su humanidad. El
tigre de Marijan Bilosnić es ante todo, poesía profunda, armonía que
traza rigurosamente los destinos del tigre y el equilibro de una voz que vence
todo tipo de ingenuidades para comprender la peculiar andadura de un felino que
suelta su candorosa presencia por el mundo. Esto es lo que recoge el corazón
del poeta para interpretar la vida del tigre, para interpretar sus
circunstancias. De ahí la pasión por rescatar al tigre en la riqueza de la
imagen lírica que permite acercarnos a su porte y nobleza:
Estoy
acostado en la cama
Mis ojos
oscuros pasan a gatas
la pared
de la pieza
Estoy
pensando sobre el origen del tigre
Me
pregunto
¿Conozco
su estilo?
¿Quién es
él?
Su imagen
es lo
único que me sonríe
Cuándo
entró
al espacio vacío
cuándo
las estrellas
precipitaron
sus genes
Cada día
lo menciono
y mis
antepasados
lo
invocaron
Mis
bigotes
se hacen
preguntas en los labios
¿De dónde
es el padre del tigre?
¿De dónde
su madre,
la que
nunca lo menciona?
(“Pensamiento sobre el origen del tigre”, 33)
Pero, ¿cuáles son los motivos que proyecta la vida del tigre y qué lo
hace accesible a nuestra mirada? ¿Qué naturaleza reviste su aura de confiada
apariencia? Un tigre es un tigre y pensamos que no está consciente de su vivir.
Pero su presencia inspira más de una profunda inquietud, más de un riesgoso
acercamiento. De ahí que su mundo esté ordenado sin complicaciones, sin que el
poeta tenga que incurrir a vanos cuestionamientos sobre la vida. Por eso el
tigre fluye en la palabra poética dándonos una sensación de humildad y
grandeza. Esto lo advertimos en la forma más humana posible, hurgando en la
mirada del niño la vislumbre del tigre, visto amorosamente como un amigo
cercano en el acento precoz de aquella primera realidad que iba a persistir en
la mirada del poeta para siempre:
Un tigre
con el hocico amarillo
lame mi rostro
Él habla
por mi boca
Lo que él
dice está envuelto en mi corazón
Su lengua
como gota de resina
se pega a
la retina de mis ojos
De noche en
noche él viene a encender la vela
impulsando
mi sangre
(“El tigre habla en mi boca”, 18)
No nos sorprende que el tigre de Marijan Bilosnić viaje del corazón a la
mirada, y de la mirada a la profunda dimensión que traza su recuerdo en el
tiempo. Él mismo nos mostrará el asombro, la primera evocación de aquella
lejana memoria que dio origen a la imagen del tigre, al paisaje de su yo
sostenido en la mirada del tigre. Y asimismo en la visión temblorosa que
proclama el imaginario poético que le da forma: “Tigre es una de las primeras
palabras / Llegó cuando yo era un niño solitario / Cuando mi padre iba de paseo
/ Cuando mi madre le ponía demasiada pimienta a la sopa / sé que él todavía
existe…”, dice en este texto (“El tigre es la primera palabra”, 19) y, más
adelante:
Estos
poemas, igual que el tigre, fueron arrancados
de mi
silencio que se prolongó
durante el
mes de diciembre
Ellos no se
dirigen a nadie en especial
El tigre
está listo por fin a dejar la niñez
dejar la
poesía
y volver de
nuevo a la primera palabra
(19)
Contemplando aquí al tigre, veremos que encarna multitud de imágenes que
insistentemente reiteran variadas facetas. En él se cumple el destino y la
esencia que reflejan el yo del poeta. Un yo que se extravía en una mirada que
proyecta el profundo sentido de la existencia. En efecto, un yo cuya dinámica
nos dice que hay muchas maneras de sentir la realidad. Esto lo conoce Marijan
Bilosnić no como una pretensión personal, sino por el sentido humano que
determina la voluntad del tigre:
El tigre es
por sí mismo fuente
El tigre
es por sí mismo objetivo
El tigre se
hace a sí mismo
El tigre es
fruto de sí mismo
El tigre es
la organización de la vida
su mistica
El tigre es
el poder
cuando es, él
es
cuando
aparece, él aparece
cuando existe,
él existe
y cuando
desaparece, él queda
El tigre es
cada sentimiento
El tigre es
cada sentido
El tigre es
todo valor
él es yo
mismo
(“El sentimiento del tigre”, 35)
Para que el tigre no quede perdido en el tiempo, o demasiado lejano, el
poeta lo ha convertido en esencia viva de la palabra. Ha evocado las vivencias
que lo exhiben aquí para que reconozcamos los signos que lo hacen memorable.
Por eso, en este marco de referencias, ha puesto el poeta su yo para corroborar la conducta del tigre. Y declara
irónicamente: “El tigre empezó la guerra con los escritores / él no les deja
escribir versos / él considera que ninguna frase es buena / para él, cada
palabra es una espina en su cuerpo.” (“El tigre entre las duras tapas del
libro”, 37). Lo que exactamente quiere decirnos Bilosnić es que estamos ante el
problema de la creación; el del tenaz enfrentamiento del poeta con el lenguaje,
ese escurridizo ideal de una perfección siempre inalcanzable. De ahí que la
percepción del tigre vaya mucho más allá de lo que pudiéramos imaginar como
tangible realidad: “Los tigres se esparcieron por todas partes / y a sus
huellas se engancharon / las ranas atigradas como estrellas / manchadas de
nubes.”, afirman estos versos (52). Así, todas las realidades del tigre fluyen
como la vida en el tiempo. Pero de un tiempo donde el tigre parece flotar
aisladamente, como sumido en otro paisaje. Ese que en la urgencia misma de la
palabra transparenta su mundo, un mundo que no terminará nunca por completarse.
Esto el poeta lo sabe desde el momento mismo en que el tigre renace
mostrándonos su inmutabilidad, y las circunstancias que recalcan aquí su vida y
su fatalidad: “La persistencia de mirar es parte de su reconciliación / él
acepta una relación corriente / una imagen que cruelmente lo acompaña”,
subrayan estos versos (62); y, otros: “El tigre renunciará a todo / si tan sólo
se le acercase un desdichado solitario / para compartir con él la frescura de
la noche” (64). Lector, ¿no sientes aquí la hondura metafísica del yo
solitario, de la invisible realidad que transforma el mundo del tigre? ¿Cómo
esclarecer el amor y la salvación, la angustia y la soledad, la visión y la
naturaleza del tigre? ¿Cómo referirnos, sin equivocarnos, a su modo de sentir
la vida?:
El tigre
quiere despertar su fe
El tigre
quiere encontrarse con todos los seres vivos
Al tigre lo
desgarran las dudas
él no ve el
sentido de su vida
El tigre vaga
por la selva buscando el camino recto
su vida le es
monótona y aburrida
está
solitario
está molesto
está amargado
rechazado y
abatido
El tigre
siente que algo pasa con él
el tigre
sufre
cayó en
tremendas adicciones
El tigre es
prisionero del pecado
El tigre
quiere librase del pecado
Lo oprimen
grandes problemas
él no ve la
salida
(“El tigre vaga por la
selva”, 65)
Hay en la poesía de Tomislav Marijan Bilosnić muchas maneras de
acercarse al mundo del tigre. No es el suyo un mundo absoluto, ni plantea un
solo modo de ver la vida, ni sugiere tampoco una sola manera de ver la
realidad. Por eso la vida del tigre contiene también signos dolorosos y
enigmáticos: de un lado, la realidad material del día a día, la problemática de
la existencia; y del otro, la visión poética del entorno. Y cualquiera que sea
su postura, tendrá que estar relacionada con la realidad seductora del mundo.
Es decir, con las cosas que resaltan su condición humana frente a la realidad
exterior, y por una conducta que buscará mantener una actitud reflexiva ante el
mundo:
El tigre hace ruido
El tigre marca
el límite
El tigre está
abierto
él orina
El tigre se
retira
El tigre se esconde
El tigre es
vulnerable
él es de seda
El tigre corre
El tigre se
transforma
Se transfigura
como la luz
que cae
como la nieve
dos veces
arada
Eso significa
que el tigre hace el amor
o simplemente
ama
sin
preocuparse porque
lo miran
sorprendidos
como si se hubiese atado
a la tierra
(“El tigre es de seda”, 72)
Habrá que recordar que los seis apartados del libro [5] tratan de un solo tema: el tigre. No hay aquí desviaciones desde
el punto de vista temático. Por eso dondequiera que miremos la imagen del tigre
estará presente. Y los títulos mismos funcionarán como claves de lo que más
adelante revelarán los textos. Por esta razón nos abren una puerta hacia
aquello que esperamos encontrar en la lectura. Por otro lado, para Marijan
Bilosnić el tigre es un ser que afirma su presencia a través de las más
dramáticas experiencias de la vida. No pretende entablar conflictos ni luchas
destructivas con nada. Existe porque la poesía existe, y porque su historia es
también la historia de la poesía. Y si por alguna razón hubiera un conflicto en
su vida, sería solo como una actitud para confrontar el sentido de su presencia
en el mundo. O para ver su sombra desplegarse por los grandes abismos de la
vida, y hallar las razones que testimonian sus pasos. Esto es así porque en el
sentido más humano de la palabra el tigre no añora nada, no es un ser
obstinado, va de un lado a otro sin complejidades, hurgando en su mundo
personal el drama de su propia existencia. Y es natural que así sea porque
estamos ante un tigre cuyo corazón está dentro del poeta “justo y limpio como
el verdor”. Por eso su vivir se parece a la
voluntad que amorosamente lo sostiene, como sugieren estos versos: “Si
aumentáramos el número de tigres / podríamos multiplicar el arte del amor /
ponerlo en un anillo / y siempre estar abrazados.” (73). El tigre que abre las
sendas de estos caminos amorosos parece hacerse eco en todos los tigres del
mundo, parece hacerse eco también de aquel pensamiento de Borges al recordar a
Shelley en “La flor de Coleridge”: “todos los poemas del pasado, del presente y
del porvenir, son episodios o fragmentos de un solo poema infinito” [6]. Estas razones podríamos igualmente aplicárselas al tigre de
Marijan Bilosnić, un tigre que desciende de la antigüedad para convertirse en
el protagonista de esta poesía, en su presente y futuro: “cada tigre es
Siddhartha… / cada tigre es Lao-Tsé…/ cada tigre es Basho” (83). Y otra vez, al
sugerir el anhelo y encantamiento del yo
poético: “El hombre tiene derecho a ser tigre” (89). Ciertamente es hermosa la
evocación del tigre que encarna estos textos. Según Bilosnić todos tenemos
derecho a convertirnos en tigres. Esto sería lo que por vocación y lucidez
estética deberíamos ser. Convertirnos, justamente ahora, al final de la lectura
en el Tigre (que) en
Ítaca escucha la canción /… (y) canta en el
silencio / El silencio es su hogar. (127).[7]
Invierno, 2019
Nueva York
[1] Tomislav Marijan
Bilosnič, El tigre, Salamanca, Trilce ediciones, sf. Traducción y notas
de Zeljka Lovrenćié. Prólogo de A. P. Alencart y pinturas de Miguel Elías.
[2] El Río Manu se
localiza al sur del Perú y recorrer todo el territorio de la región de Madre de
Dios. El Parque Nacional de Manu fue declarado por la Unesco como Patrimonio de
la Humanidad de la Reserva de la Biosfera, en el año 1977.
[3] Atsushi
Nakajima, “La luna sobre la montaña”, en El poeta que rugió a la luna y se
convirtió en tigre. Madrid, Hermila Editores, SL., 2017. Kindle Edition.
[4] Jorge Luis
Borges, Poesia completa, New York, Vintage Español, Random House, Inc.,
2012. Uno de los libros de esta antología se llama El oro de los tigres,
publicado en 1977. Me refiero aquí al poema que con el mismo nombre aparece en
la página 380.
[5] El libro está compuesto de seis secciones
que forman un solo bloque, de manera que la transición de un apartado a otro
fluya libremente sin interferencias que impidan ver con claridad cómo se
desarrollan y se relacionan los textos.
[6] Jorge Luis
Borges, Inquisiciones y Otras inquisiciones, Buenos Aires, Editorial Sudamericana,
S.A., 2011, p. 161.
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