Dimensión humana y poética en África,
de Tomislav Marijan Bilosnić
David Cortés Cabán
África eres preciosa.
Y tocaste mi alma, y por ti moriría de placer.
Gabriela Mistral
En la nueva edición del libro África [[1]]
el poeta Tomislav Marijan Bilosnić nos conduce por paisajes geográficos y
humanos que reflejan una formidable visión lírica del continente africano. En el libro hay una concepción originaria del
tiempo que el poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart adelanta en un
juicio que pone en perspectiva la dimensión de estos textos al señalar que La nueva obra de Bilosnič se instala
en la cuna de los orígenes del ser humano… ([2]).
Esto, por supuesto, añade al sentido poético un juicio abarcador de los temas
aquí tratados. Pero hay también otro comentario que contribuye a la intención
del libro, me refiero a “Advertencia al tiempo”, cuyo objetivo consiste en
brindar una idea general sobre el propósito del mismo: …África es solamente un marco temático-motivo
de la colección que se impone como el eje central del pensamiento existencial y
esencial del autor. De esa manera el espacio de África es del mismo valor que
el espacio del poema, o sea, de igual valor que el espacio de la existencia
donde el autor investiga y busca su esencia desde los primeros tiempos hasta
los contemporáneos. [[3]].
Ciertamente el marco temático del párrafo anterior transciende su espacio de
referencias para situar al lector mucho más allá de las fronteras de su
contenido. Porque en el fondo, esta poesía recoge la realidad y profundidad de
la vida para evocarla de modo que podamos observar cómo la poesía y la historia
se funden en una cosmovisión del continente africano. El mayor propósito del
libro está fundado en esta visión de razas y de fronteras con bases en la
contextura integradora de la poesía.
Al ordenar los motivos del libro el autor
ha dividido su estructura en ocho apartados. Los poemas están escritos en rima
libre para caracterizar la extensión de sus temas, y presentar el contexto histórico
y las manifestaciones culturales a través del discurso poético. En este
contexto el poeta Davor Šalat ha escrito un excelente ensayo que aborda las
problemáticas ideológicas y políticas que reflejan no solo las transformaciones
del continente, sino también factores que determinan estos cambios, enfocados
desde un ángulo estético e histórico:
En el sentido cosmológico, en la
antología poética África,
Bilosnič mayormente se apoya
en las maneras de vivir la vida total
en las regiones tradicionales africanas y generalmente,
en la vida del hombre negro. Justo esas
maneras son para él un tipo de la palanca cognitiva
que usó para el cambio radical de
nuestros (…) indignos moldes de civilización. Con
totalmente diferentes experiencias de
la vida, Bilosnič en realidad logrará pelar todas
las capas impuestas por el racionalismo
y materialismo occidental y llegar hasta la
humanidad universal, hasta el negro “profundo”
como el condensado de humanidad
y de la metáfora de cada hombre
amenazado por la civilización perversa. Y eso, en
realidad somos todos nosotros. [[4]]
Este concepto cosmogónico nos remonta
a la visión primigenia del ser para resaltar allí no el color de la piel, sino
las raíces de la vida y de la historia. En África Marijan Bilosnič logra concretar una realidad
que enaltece las costumbres y manifestaciones culturales que han animado la
vida del continente africano a través de su historia. Por eso, contra el
injustificado sentido que suele imponer la historia vencedora se levantan estos
textos, y también contra la que pretende sustituir una realidad por otra.
El poeta se apoya en contextos reales
para reflejar la armonía del paisaje y de la fauna como fuerzas integradoras
que nacen para cantar la vida, todo se proyecta en un lenguaje que capta lo telúrico
y lo religioso del mundo. La unidad espiritual será un significante que fundirá
la visión poética en un vasto paisaje de diversas tonalidades y contextos geográficos.
Así, los elementos de la naturaleza tendrán un orden sustentado por el
esplendor del cosmos: Siempre algo nuevo de África / entre el relámpago y el
trueno / los negros / Aquí todo cambia rápidamente / como en la mesa de billar
/ aquí las estrellas son grandes / y la gente las desmoronan con sus dedos (17),
dicen estos versos. Esta geográfica se inventa y reinventa para engrandecerse
en imágenes que se superponen para proyectar una penetrante visión de la vida y
la naturaleza: El
negro espera el sol en la gota de rocío / la gota de rocío es su corazón… (18):
Leo la
piedra como un libro
leo la
tierra
leo el aire
la caligrafía
de las estrellas
miro como
desaparecen los muertos
se asienta
en la corteza
a la
caligrafía
en la piedra
Las gotas de agua se hacen piedra
las palabras
todo lo que
se opone a la gravedad
piensa
que esto es
su Dios.
(“Cuando
las gotas de agua se hacen piedra”, 22)
Esta visión surgirá también del
cuestionamiento que sustenta la imagen temblorosa del tigre. Contemplado en su
mítica dimensión, el tigre representa un símbolo superior de la vida. Su figura
exaltada se desliza como una referencia de su propia historia; y una y otra vez
lo vemos asomarse diáfanamente en la dimensión poética y humana de estos
textos:
África es el
ardiente oro del cielo
África es el
Sol dorado de la Tierra
África es
arena amarilla de seda
arcilla
cada negro es el río
negro
como la selva
agua negra
lo infinito
¿Y por qué no
hay tigres en África?
África es en sí
el tigre
Imperio del
tigre de aquel mundo
el primer
hogar del tigre
El tigre es la
historia de Namibia
el tigre es Níger
el tigre es la
cabaña del jefe de la tribu
adornada con
calaveras
el tigre es el
negro
untado con los
colores guerreros
El tigre de
Siberia todavía sueña con África
el tigre de
Bengala por eso siente fiebre
El tigre de África ató a la gente
de todo el
mundo
Enjaezado en
sus carros
aún los
transporta
El tigre es la
espada de la luz africana
África es el
tigre ardiente de Blake
Los pasos del
tigre todavía están en África
hace ya
millones de años
en el montón de
las cenizas volcánicas
en el aguacero
En la niebla
del desierto
El tigre queda
perdido en el horizonte
y sangra cada noche
frente a las
puertas del sol
La sangre del
tigre africano llena la noche
la sangre del
tigre africano salpica nuestra libertad
la sangre del
tigre africano mantiene la gente despierta
junto a la
hoguera del campamento
Y, entonces, ¿hay tigres
en África,
mientras los
vemos en el aire por todos lados
como con los ángeles
saltan la Luna?
(“¿Por qué no hay
tigres en África” ?, 27-28)
Los tigres representan la fuerza y
belleza de la creación. El poeta los ve como una imagen extraordinaria de la
grandeza de África. Desgarrados de su entorno, codiciados y muertos por quienes
viven para destruir, los tigres se han convertido en codiciadas presas. Esta
realidad implícita en el título del poema anterior, trasciende la historia y el
tiempo para reflejar el destino de los tigres en un plano superior. Un plano
que contracta con la maldad del mundo. En este sentido la imagen del poema
adquirirá dimensiones cósmicas para advertirnos que a pesar de la crueldad
contra la especie, los tigres sobrevivirán: Los pasos del tigre todavía están en África
/ hace ya millones de años…Y, en los próximos versos: La sangre del tigre africano llena la
noche / la sangre del tigre africano salpica nuestra libertad / la sangre del
tigre africano mantiene la gente despierta / junto a la hoguera del campamento
/ Y, entonces, ¿hay tigres en África, / mientras los vemos en el aire por todos
lados / como con los ángeles saltan la Luna? (28).
La
imagen del tigre contiene sucesivas connotaciones, y en el plano histórico
proporcionan un llamado a la conciencia de los que insisten en cazarlos. Para
los tigres, la fuerza y persistencia de su especie reside en su capacidad para
sobrevivir. Por otro lado, la riqueza de su imagen literaria la podemos ver en
poetas como Blake, Borges o Eduardo Lizalde para nombrar solo algunos. Los
tigres se han convertido en protagonistas literarios ([5])
que se prolongan en un conjunto de realidades del pasado y del presente
africano. El mismo Marijan Bilosnić tiene su propio tigre. Sin embargo, hay que
señalar que la intención del poeta es además recordarnos que la preservación de
los tigres debe también ser nuestra responsabilidad: … los vemos en el aire por todos lados /
como con los ángeles salta la Luna.
Hay,
en este mismo apartado (me refiero a “¿Por qué no hay tigres en África?” [6]),
otras referencias que marcan las correspondencias y rituales del mundo
africano. Éstas enfatizan a su vez el mensaje social que notamos más claramente
en poemas como “El rey”, “La mujer del rey” y “Los niños de África”. Pero en
algunos textos se expone el drama de la vida bastante explícito, y en este caso
necesitaríamos un estudio más abarcador para señalar la dimensión socio-política
del libro. Destacamos aquí solo los aspectos que reafirman la vida y la
historia de África. La visión poética proviene, como ya ha señalado Pérez
Alencart, del cántico originario de la historia y del paisaje que nace de la
imagen misma de la tierra: Voces envueltas en la oscuridad /
voces fecundas llenas de lluvia / llenas de cielo / voces / como gran madre
negra / que traga a los toros / Voces como aguas / que atraen a las fieras… (34-35).
En el susurro de la lluvia escuchamos el mensaje de la tierra:
Tu tierra es
negra
tu tierra es
blanca
Tierra contra
la tierra
la tierra
roja
la tierra
verde
desierto
después de la lluvia
Tierra fuera
de su geografía
Tierra
quemada por el Sol
carbón
isla negra en
el mar muerto
Tu tierra es
la crin
tu frente el viento
Tus ojos están
frente a frente
con la tierra
de recuerdos
Tierra por
tierra
tierra con el
cielo negro
en la tierra
de un pueblo antiguo
flota
de repente
verde
(“El desierto
después de la lluvia”, 35-36)
Con la fuerza misma que provee el
ambiente natural, los elementos de la tierra fluyen enalteciendo los seres en
una imagen simultánea y profunda. En este sentido los títulos pueden ser vistos
como extensiones circulares del sentimiento que de ellos emana. Poemas como “El
sol”, “Hierba alta” y “La noche” evidencian esta realidad y caracterizan las
voces que penetran la conciencia del mundo. Son, pues, estos elementos (tierra, sol, lluvia,)
los que forman la base estructural que resalta la imagen terrenal y espacial de
los textos. Esto impregna de un sentido religioso las manifestaciones de la
vida frente a un concepto sagrado de la tierra. Veremos en el primer plano al
hombre fundido en la naturaleza y, en el segundo, su espiritualidad frente al
universo: Tierra
fuera de la geografía / Tierra quemada por el Sol / carbón / isla negra en el
mar muerto… dicen estos versos (35-36). Y más adelante: El sol es más grande que el huevo del
avestruz / el sol es como mi cabeza negra (36). O por ejemplo: Las hierbas altas son un miembro /
tenso / La hierba alta es el pelo de la madre vieja / la trenza del chamán /
flauta / hinchada como la vena de las sienes… (37). No solo en estas composiciones
hallamos los elementos de la tierra fijado a los seres y el mismo paisaje, sino
también la esencia de la creación en todos los aspectos de la vida en el
continente.
En “Kalebas” el poeta continuará resaltando
las costumbres y la religiosidad que armoniza las diversas formas de lo sagrado
enmarcadas en lo más representativo de la cultura y de la vida. Por ejemplo,
las kalebas,
proyectadas como formas circulares del planeta, rebasan su significado literal
para transgredir su estado natural: Calabaza panzuda parecida a una jarra
de terracota / que nunca llenará el agua / en la cual la Luna en la noche pone
huevos / en su matriz (…) / El universo es kalebas / calabaza / en
la cual reposa la semilla y la palabra / el agua… (46).
Esta “calabaza panzuda” es también “una imagen del cuerpo” arraigado en la
tierra y trascendido en la unitaria geografía del universo; en ella el poeta
intuye la “semilla” como un símbolo de la fertilidad.
Las máscaras también completarán esta
visión múltiple y colorida de la vida. Impregnadas de un sentido sagrado y
milenario, proyectarán el origen del ser en base a lo que secretamente aluden: La máscara es pura vida / ella es la
mujer real / siempre libre / la noche profunda / y la nada… (47).
Por eso, las máscaras no solo son el testimonio de una experiencia social
transferida a través de los tiempos y de una realidad que enmarca la esencia de
ser humano dentro de un sentido totalizador y profundo del universo:
[…]
¿Qué es lo que transforma al
hombre
en máscara
en el rostro
que se
transfigura
que se
esconde
mientras flotando
sube
por el vértice
de la luna?
(48,49)
La pregunta del poema anterior
profundiza las formas originarias y culturales que destacan los ritos y la
continuidad: “máscaras competitivas”, “máscaras de la sabiduría”, “máscaras de
la velocidad”, “máscaras del hombre”, “Máscaras con corona de silencio” … Así,
en ese fluir del poema, las máscaras irán relacionándonos con un lenguaje que
traspasa la realidad hasta descubrir que el mundo nunca es el mismo, que la
historia humana puede ser observada desde distintos ángulos. Es decir, desde
horizontes de múltiples conocimientos y experiencias sociales, y desde
profundas dimensiones estéticas y espirituales.
Otro de los eslabones en la secuencia
de esta poesía lo hallamos en los árboles. Éstos asomarán como símbolos
inalterables de la tierra. Símbolos de fortaleza que levantan sus ramas frente
a la inmovilidad del paisaje, no de lo ilusorio, sino de la realidad que
refleja la conciencia la vida y la historia. Por eso el poema “Árbol” (50-54)
extenderá su imagen a través de los siglos para reflejarse en el universo. El
Moabab será el símbolo perfecto de la afirmación de la materia sumergida en el
tiempo, y símbolo estoico de la vida: Bordado de ramitas / mano estrellada /
grandes copas liberadas / ojos / puente que se / enlaza / con la nube / árbol /
concha sobre mi cabeza / (…). Ciertamente, el árbol se
convertirá en una imagen que desde las profundidades de la tierra se levantará anudando
la historia del universo y la existencia:
[…]
Árbol
distinto y de sí mismo
como el
hombre
en un momento
cercano a la madre
en otro al
padre
con hojas que se marchitan
como el
torbellino
en la noche
incandescente
El árbol como
las estaciones del año
bendición
manos
abiertas por los
clavos
Árbol del
conocimiento
árbol de la
protección
árbol de la rendición
en medio del
paraíso
descubre la
desnudez
parecida a la
corteza
parecida a
los pájaros
recuerdo divino
El árbol
irresistible
espinoso
bajo el
liquen
por el cual
las almas
bajan a la
tierra
Grande y
poderoso
con lianas
sensuales
con miles de
guardias
con grandes
tijeras nocturnas
Hongo del
crepúsculo
que se
alimenta con el olor
del jugo
virginal
selva que jadea ahogándose
Árbol que
nunca será
cortado
para el que
no hay sierra
no hay hacha
que siempre se renueva
como la
ternura de la madre.
(51-54)
Así también el árbol se unirá al impulso
metafísico de la “cabaña” como metáfora del común abrigo de la vida. La cabaña,
estructura sobre la superficie de la tierra, es la perfecta unidad del ser y su
historia, el espacio familiar que destaca su origen: La cabaña guarda el tesoro de todos
nuestros días / la cabaña es todo lo que es antiguo / irrecuperable / inmóvil /
la casa de los recuerdos (…) Y más adelante: …La cabaña / en la naturaleza / las
cosas / en las semillas… Y: El cuerpo humano / es la cabaña /
perdida… (54-56). Por otro lado, también el “fuego”, “el horno”, “el
escudo”, “el antílope” y “la serpiente” coronan metafóricamente la imagen
visual de la historia: testimonios reveladores, llenos de rasgos
representativos de la realidad africana. Así el lenguaje recoge la experiencia
humana transformándola en emotivas imágenes que van más allá del significado
literal que contienen: ¿Oyen el viento en la sabana? / ¿Oyen como toca la música / igual que
moronas / de arena? (62). El reto es interpretar el
sentido de aquello que solo puede entenderse desde el centro mismo de la
espiritualidad de un pueblo, o en la imagen que gira en el paisaje como el
silbido de un pájaro en el bosque. Este modo impresionista matiza el lenguaje
de Marijan Bilosnić ([7])
y la historia que lo nutre.
La sección “Nacimos en África” nos
recuerda la tesis afrocentrista fundamentada en el origen de la vida según la
visión poética aquí presentada, y de las confrontaciones ideológicas con el
mundo occidental. Para el poeta, sin embargo, todo se funda en el mar de un
lenguaje relampagueante que cristaliza la visión de la historia: fronteras de
imágenes reveladoras del un continente donde reverbera la palabra identificando
al ser humano con el territorio de su naciente realidad: Nacimos en África / en el sol que
golpea las cimas de las montañas / en el oro lleno de hormonas / en tiempo
repleto de vida / de agua y milagro / en medio de la noche… dice
en estos versos (71). Y en “África”, poema que da nombre al libro: África se encuentra tras la frontera /
África está rodeada con los océanos (…) / África es Etiopía misteriosa / Guinea
y Sudán / el reino del Congo / con sacos de polvo dorado / que abiertos junto
al camino / brillan al sol / como la piel del gato civeta / África es el fuego
y la sangre / en los cuales ruge el Sol / instilando la pasión en las venas (72).
Las culturas y los mitos del mundo
africano revelan un paisaje de planos integradores de una realidad
impresionante y diversa. Siempre habrá algo que descubrir, y siempre el
lenguaje nos permitirá acercamos a una visión que adquiere constantes y nuevas
vestiduras; imágenes que el poeta Marijan Bilosnić ha creado para manifestar
una realidad a veces ignorada. Por eso puede decir, sin temor a contradecirse: Miles de años vivimos de la rapiña /
miles de años las víctimas de la rapiña / cabalgando sobre las boas / que
resucitan sus ancestros / capturadas en la trampa de las estrellas… (“Miles
de años”, 91). Y otra vez, para enfatizar la exaltación que se prolonga como un
cántico en la piel: Lo negro cubre la panza del mundo / la
negra construcción / la piel nocturna / arena en el ombligo / las hijas de
Jerusalén / fecundidad / de la madre primigenia / más necesaria que nunca (“Lo
negro cubre la panza del mundo”, 92-93).
En cualquier apartado del libro
hallaremos poemas de encendida solidaridad que nos hablan de una historia de
particulares manifestaciones. Poemas como “Creencia”, “Al negro le enseñan cómo
plantar algodón”, “El sueño de los románticos europeos” y “El color negro del negro”
son textos reveladores de una realidad trascendida en la palabra. Es decir,
particularidades que ascienden por el vertical horizonte del tiempo para
resaltar el drama de la vida, y también la irónica visión de un cuestionable
progreso como señalan, por ejemplo, los siguientes versos: La vida en África es cruel / nosotros
viajamos por la sabana / en automóviles / Ese es el sueño / de los románticos
europeos / envueltos / en piel / de animales salvajes / con / ramos / de
plumajes de avestruz (102).
Pero lo anterior, no deja fuera la belleza
que irradia del cuerpo femenino com el tema central del apartado “La mujer
negra”, imagen que trazará el camino del cuerpo y la tierra armonizando un solo
concepto: …La
mujer del pueblo yoruba / con su pelo peinado en alto / esparce / a las larvas
de las olas / caracoles marinos / de recuerdo / La mujer con senos / que son
jarritas / para el vino de palma / mujer de seda negra / desesperada / en sus
cenizas / cuida / el espíritu de su marido. (“La mujer del pueblo Yoruba”,
109-110). En este ámbito el cuerpo será seducido por la pasión. El hablante poético
cantará la pasajera condición de la vida proyectada en la diminuta presencia de
la hormiga
que destacará como un símbolo imperecedero del maravilloso tejido del universo:
Todo
desaparecerá
aquí no
hay otra verdad
Sólo el
amor hacia la hormiga
y la
hormiga quedarán
Todo será
olvidado
manantial
sin orilla externa
Solamente
el amor hacia el agua
y el agua
quedarán
Cada luz
desaparecerá
una detrás
de la otra
se hundirán
en la sombra
Solamente
el amor hacia el sol
y el sol
quedarán
Todo
desaparecerá
y yo y tú
desapareceremos
en la huella del
secreto
Solamente
tu amor
y el mío
quedarán
(“Amor”, 115)
Lo que transmite el poema resalta ese
juego de equivalencias entre lo que inevitablemente tendrá que desaparecer y la
esencia del amor que permanece. No sorprende que sea el amor el que penetre
iluminando la vida, fundiendo su origen divino en la luz primigenia del
universo, o prolongándose infinitamente en la expresión de aquello que solo
intuimos humildemente. Ya el autor lo ha señalado muchas veces, y vuelve a
subrayarlo en el emotivo poema “Lamento de la tribu Fang” (118-119): El tenue rayo del alba / de pesadilla
/ tú sabes Dios premia / sin miedo… Y en los siguientes versos:
[…]
Las cosas
invisibles brillan
en el
horno ardiente de la luna
en la
tempestad
que
fertiliza el espacio oscuro
en su
costumbre de poner
la muerte
por las sombras
en los
ojos de los que gota a gota
empapan
el mar
alba
que muerde el día
(119)
En el apartado, “Bramido de ciervo”, se
configuran imágenes del cuerpo en una atmósfera que deja entrever la vida en su
dimensión más profunda. Lo que acontece allí anuda el bramido del ciervo a la
angustia del mundo para revelar una vez más la inconfundible imagen del amor: En su vestido almidonado / golpea
blues / mientras nos besamos / con los nidos en las manos… (“Con
los nidos en las manos”, 123). En los próximos versos continuará esa amorosa
percepción del cuerpo: Tus muslos tropicales empiezan / el ligero baile, /
mientras escondes tus párpados / con la mirada fija al cenit. (“Púrpura
de Somalia”, 123), y de un erotismo revelador de la vida. Lo que incorpora el poeta aquí son las
experiencias que concretan el sentido de poseer y ser poseído ante las
condiciones que la vida impone. Se vive estoicamente en confrontación con las
fuerzas opresoras que vienen de fuera como torbellinos destructores del paisaje
y la vida. Por eso los elementos que nombra el poeta, y los actos que dan
significado a la vida, tendrán siempre profundas implicaciones en el entorno y
extensión del continente: Es el tiempo del centeno. / El polvo dorado; crepúsculo /
es la paz de la sabana. / Me ofreces jugo de melocotón, / esclava de Nubia (125).
Así el tiempo del “centeno” fundirá ese “polvo dorado del crepúsculo” en una
visión anexada al fruto de la tierra y del cuerpo.
La última sección del libro nos recuerda
el estoicismo de un pueblo que se caracteriza por su legendario esplendor y
espiritualidad. Y el conocimiento de una cultura que apenas unos años estuvo
asediada por grupos extremistas que destruyeron mezquitas y documentos invaluables.
Me refiero a la ciudad de Tombuctú. Por eso el poema “Camino a Tombuctú” nos
instala en el centro de una historia que resurge del pasado para mostrarse en
la imagen esplendorosa de sus orígenes. Contemplada a través del tiempo, la
ciudad revive en un lenguaje de enriquecedoras imágenes: Los que buscan la ciudad / buscan la
ciudad / sobre el agua / en el agua llena de naves / y espadas / buscan Tombuctú
/ la ciudad / de la luz celestial / sitio / de donde viene / el oro / Níger
sagrado / aún desde los días / de Ptolomeo… (130). Ciertamente la eternidad aquí se
detiene para abrir la ciudad a su pasado histórico, al sentido deslumbrante de
su historia. El pasado ya no es lejanía, ni abstracción irracional, sino cántico
que trasciende jubiloso en amorosa expresión de la vida: Construían a Tombuctú / los mejores
/maestros / los joyeros / lo envolvían en / vellón dorado / tejían los
templos / como pañuelos / de tiempo / como paño de lino / y como la tela de algodón… (130-131).
Los elementos (pañuelos, lino, tela de algodón) matizan las frágiles
referencias de ese pasado. Un pasado de riquezas y de abundancia y de
esplendor, pero a la misma vez, reflejado en la temporalidad de la vida. Una
realidad de contrastes y connotaciones imaginadas desde la concepción del
imaginario poético de este libro: Con la misma tez del sol / cubrían /
las bandejas del rey / (…), Con cristales de oro cada madrugada /
regaban / el agua / del Níger / como el
pelo brillante / de Apolo (131).
Por eso, a pesar del asedio, el poeta
cantará el esplendor de una historia que apunta hacia el porvenir, un porvenir
arraigado en la fuerza de África, en la historia de su radiante humanidad.
Ahora, cerremos este comentario. Dejemos que Tomislav Marijan Bilosnić señale
el camino, allí donde el paisaje traza un horizonte sobre la poesía que ilumina
la senda de ida y vuelta:
No sé si
el pensamiento navega
entre la
realidad y el sueño
o verdaderamente con los
piratas bereberes
zarpo al
Océano de las tinieblas
No sé si
pierdo la memoria
entre la
arena rociada de ardor
o en
realidad a través del Atlas de Marruecos
viajo
camino a Casablanca,
al nido
blanco de barro seco
Conozco solamente el mar
el
desierto
en el cual
los bereberes
de sus
capuchas
sacan marfil y ámbar
y los moros
bajo sus vestidos blancos
esconden
perfumes y perlas
Frente a
Casablanca
en el
momento de la arena
en el
momento del agua
la muerte
parece un sueño
(“Camino a Casablanca”, 131)
Nueva York, primavera de 2021
[1] África, Madrid, Ediciones Trilce, 2020. Pórtico de A. P. Alencart.
Traducción del croata, Željka Lovrenčić. Hay que aclarar que este libro salió publicado
anteriormente en inglés: Tomislav Marijan Bilosnić, Africa, Edited by Zeljka
Lovrenčic, Zadar, 2017. Translated from the Croatian by Roman Karlovič].
[2] “El tigre volvió
al origen: África”. Nota
introductoria.
[5] Recordemos otro libro titulado, El
tigre. En la valiosa producción poética de Tomislav Marijan Bilosnič el
tigre es un símbolo que proyecta una dignidad innata en su dimensión humana y
social.
[6] El poeta divide el libro en ocho apartados: “Negro de ojos
azules”, “¿Por qué no hay tigres en África?”, “Kalebas”, “Nacimos en África”, “Lo
negro cubre la panza del mundo”, “La mujer negra”, “Bramido de ciervo” y “Camino
a Tombuctú”.
[7] “The unexpected
(image, contrast, or implication) is always a key element in the world he
contracts in his — mostly sinuous — verses”.
Ver la edición en inglés nombrada en la
primera cita.