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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

domingo, 30 de mayo de 2021

TEXTO DE PRESENTACIÓN DEL LIBRO "EN EL SUAVE PAÍS DE LA NADA" DEL POETA CHILENO GIOVANNI ASTENGO POR EL POETA ARGENTINO GUILLERMO EDUARDO PILÍA

 


GIOVANNI ASTENGO



GUILLERMO EDUARDO PILÍA


Dos alegrías me han unido a Giovanni en estos últimos meses. A fines del año anterior, haberle otorgado el Premio Dámaso Alonso de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras, que compartió con nuestra amiga Ángela Gentile y con la filóloga francesa Françoise Morcillo. Ahora, la alegría de ver materializado En el suave país de la nada y que me haya elegido para formar parte de la terna de presentadores. Hablar último tiene la desventaja de que algunas cosas que se iban a decir ya fueron dichas con otras voces. Sin embargo, creo que puedo aportar un par de líneas de lectura para este libro. Sin entrar, desde ya, en análisis filológicos que pueden confundirse con un encarnizamiento crítico sobre el texto.

Mi primera impresión, impresión de lector que además escribe poesía, fue que este libro es un gran diálogo: diálogo del poeta que habla vicariamente por la persona que es Giovanni, diálogo de persona a poeta y diálogo con otros escritores vivos o muertos. Basta repasar los títulos de algunos de los poemas: “A una amiga que lee a Sylvia Plath”, “A mi madre que me leía Farewell”, en alusión a Neruda, “Al poeta Juan Antonio Massone”, “Hoy que leía a Paul Eluard”, “Hoy he leído a Rolando Cárdenas”, “Conversación con el poeta Luis Maggiori”, “Breve carta a Angela Gentile”, “Misiva para Cristina Demo”, “Barco ebrio”, en alusión a Rimbaud, “Hoy que murió Efraín Barquero”… Escribe conversaciones, escribe cartas, escribe lectura, que es esa forma de comunicación fuera del tiempo y del espacio. Numerosos poetas de ayer y de hoy aparecen en estos poemas: Rilke, Hölderlin, Jorge Teillier, Miguel Arteche, Trakl, Kavafis, Gabriela Mistral, Enrique Lihn, Jaime Siles, Nerval, Villón, René Char. Son también amores del poeta, porque como alguna vez dije, hasta la forma en que amamos cambia después de algunos libros, después de ese amor primero que es la lectura.

Lo curioso de este libro es que, con tan numerosas referencias literarias, no resulta abrumador ni erudito. Muy por el contrario. Se puede conocer o no a los autores que yacen bajo esos nombres; si se los conoce mejor, los poemas ganarán en resonancias, pero aún si se los ignora conservan su significado. Porque se los trata familiarmente, como cuando uno habla de la madre o del abuelo al que el lector tampoco ha conocido, y además, porque muchos aparecen como soporte de un proceso de escritura. Lo importante no es “lo que fue o escribió tal o cual poeta”, sino “lo que siente y escribe” el poeta que habla por Giovanni en este libro “a partir de esas lecturas”. Generalmente, tales lecturas, los recuerdos de ellas y su asociación con un instante, son el alimento que pone en marcha la fisiología del poema.

Dije recién “instante”, y no por casualidad, porque otro aspecto de la obra es su forma epigramática, poemas de pocos versos que muchas veces se pueden relacionar con lo que son en fotografía las instantáneas. El recuerdo sorpresivo de algo que se leyó, o de una música, como en “Hotel nostalgia” o “Perfect Day”, llevan a una reflexión, a una conclusión que casi nunca es intelectual, sino más bien emocional, pero con cierto carácter de universalidad, como en algunos haikus en los que, de una gota que cae o una hoja que vuela, surge el sentido de la propia existencia. Desde ya que no todos los disparadores son literarios o artísticos: hay por detrás del poeta que escribe un hombre lleno de sensibilidad y de humanidad, con sus alegrías y sus dolores, con sus nostalgias sin remedio. Lo que ha leído, la música que ha escuchado, se le han hecho carne, o mejor sería decir “espíritu”.

“Nostalgia sin remedio”, dije. Creo que no me equivoco. Lo nostálgico es lo que da unidad de tono a la obra, desde su mismo título. Decía Pessoa, y decía bien, que la nostalgia no es dolor por no poder regresar a ciertos lugares, sino a determinadas épocas. La nostalgia siempre tiene que ver con ese paraíso perdido de la infancia. En la poesía de Giovanni se entremezcla la nostalgia de un país con la nostalgia de una edad. No importa si ese país del pasado era mejor o peor que el de la realidad actual, si estaba mejor o peor gobernado. Siempre va a ser mejor el otro, como decía Antonio Gala, porque en ese país fuimos jóvenes, fuimos niños. No sé si en la poesía de Giovanni ese país se corresponde geográficamente con el mapa de Chile. Parecería que es más bien Santiago, esa ciudad con añoranzas de mar, siempre confrontada al mar y lo que el mar simboliza. “Esta ciudad no es una ciudad, dice, si sus comensales cruzaron hacia el suave país de la nada”. Ese juego de atracción y rechazo por la ciudad en la que uno vive no es una muestra de ingratitud. También amamos y rechazamos cosas de nuestros padres. Sin esas tensiones sería muy difícil escribir poesía.

Quiero agradecerle a Giovanni que haya confiado en mí para hablar de su libro esta noche y que me haya permitido, aunque sea virtualmente, volver una vez más a Chile. De todos los países que conozco, Chile es el que más he visitado, al punto que ya perdí la cuenta de cuántos viajes fueron. El último en 2019, en el que estuvimos conviviendo en fraternidad en un hermoso encuentro del que surgieron algunos de los poemas de este libro. Quiero agradecerle también la dedicatoria de ese hermoso poema en el que Isabelle Rimbaud tarja los escritos de su hermano que yace en la cama con una pierna amputada, como si quisiese agregar herida a la herida. Y finalmente quiero agradecerle el descubrimiento de algunas imágenes luminosas que por alguna misteriosa razón han hecho sinapsis con mi vida. Hace muchos, muchos años fui soldado, y me veo en un patio de cuartel, sentado al sol, pelando una naranja con la tristeza de quien siente que cada día es una lucha por no morir. Y muchos, muchos años después escucho la voz de Giovanni, como si le hablara a aquel soldado que fui, como si le dijera: “Estamos vivos gracias a la poesía y a las naranjas que crecen en el patio”.

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