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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

jueves, 21 de agosto de 2025

"Los libros se van escribiendo con compañeros de viaje" POR DANTE CAJALES, A PROPÓSITO DEL ÚLTIMO LIBRO DE VÍCTOR ORTEGA

 

Los libros se van escribiendo con compañeros de viaje. El poemario que presentamos esta noche es fiel al diálogo permanente con autores como, César Vallejo; Borges; Jorge Manrique; Unamuno; Juan Rulfo; Allan Poe. La música también está presente en este libro. Camil Saint-Saëns y Erik Satie acompañaron a su autor con acordes que, a ratos, me evocó el cine mudo. Del mismo modo, voy escuchando Danza macabrade Saint-Saëns, mientras escribo esta nota.

Hay un poema de Kavafis, Ítaca, que nos dice que el viaje es más importante que el destino, en El espacio de la muerte, recuerdo que la Cantata BWV106 de Bach: Actus tragicus también se compuso con compañeros de viaje, un notable trabajo de intertextualidad con pasajes bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento, el texto final atribuido a Lutero y al poeta Adam Reusner:

¡Oh, Señor! Enséñanos a tener presente
que debemos morir, 

y que debemos estar preparados

Escribir con compañeros de viaje enriquece la experiencia escritural. Elegirlos, en versos y melodías que compartan los mismos dolores que uno, requiere tiempo, humildad y madurez. Intuyo, que así nació El espacio de la muerte, un libro pequeño en su factura, pero un librazo, que en su pluralidad de significados y expresión lingüística encontramos versos que se expanden y obliga precisar en el lector, los significados. El espacio de la muerte es un título que rinde tributo a un poema de otro compañero de viaje, el poeta Andrés Morales: Premonición al vacío:

La ropa de los muertos

es aquel espacio mismo

donde ese parto es carne

de una flecha que desgarra

El poemario que esta noche compartimos está dividido en dos partes: a modo de prólogo las palabras de tres grandes poetas: Angela Gentile y Guillermo Pilía de Argentina, y Félix Anesio de Cuba.

Los cuarenta y cuatro poemas que dan cuerpo al libro se mueven entre los quiebres que originan el dolor y la incertidumbre a lo desconocido. No hay redención, tampoco solemnidad. Lo sagrado resulta, porque estamos ante un profundo dolor álmico:

Bajo la piel

ha muerto un secreto (p.21)

No hay metáforas literarias rimbombantes. El corpus del poemario se sostiene en los espacios de la muerte como tema recurrente en literatura. Los poetas con frecuencia exploramos la muerte como un misterio. En la creación poética nos preguntamos sobre la fugacidad de la vida, el dolor de la pérdida, la búsqueda de trascendencia. Estamos frente no sólo a temas de cavilación filosófica:

Cerramos los parpados

danzamos en el aire. (p.32)

La muerte en poesía no es nueva, ya transitaron este misterio: Francisco de Quevedo: con su soneto ¡Cómo de entre mis manos te resbalas!; en los Sonetos de la muerte Gabriela Mistral; el poeta oriolano Miguel Hernández: con su Elegía a Ramón Sijé; Enrique Lihn en su Diario de muerte; Gonzalo Millán enVeneno de escorpión azul y recientemente, Carolina Pezoa con su libro Circa.

Paul Celan, de quien aprendimos que el lenguaje conocido ya es incapaz de expresar la destrucción y el dolor inconmensurable causado por la destrucción, no es posible traducir el horror. El lenguaje en la poesía de Víctor Ortega se vuelve extraño, imposible, ajeno, bello:  

Selk´nam

Su cuerpo           el cosmos.

Su universo                  el agua.  (p.30)

En la poesía de Víctor Ortega la muerte es representada como una realidad necesaria, a menudo vista como un final, pero también como fuente de reflexión sobre la vida y el paso del tiempo. Según cada autor, se la aborda desde diversas perspectivas, desde lo esotérico a la melancolía o el miedo, hasta la aceptación y la búsqueda de significado. Víctor Ortega se interna con coraje en sus propios abismos. Un libro que no da tregua y respira por los espacios de la muerte, 

no pueden evitar las campanadas,

no pueden evitar ese olor a entierro. (p.29)

En nuestra cultura el tabú de la muerte consiste precisamente en invisibilizar y evitar hablar de ella. En este libro los versos viven de muerte y se mueren de vida: 

Los fallecidos se ordenan al fondo de la sala,

de acuerdo con el tiempo y al espacio

archivados sin copias,

como grandes papeles viejos. (p.23)

La poesía en estos casos no se trata de literatura, Víctor Ortega utiliza la escritura como una forma de confrontar la propia desaparición en estos versos que conmueven:

Del miedo al miedo

la vejez en un solo acorde:

la desnudez ausente. (p.25)

Se trata de sobrevivencia. También es antigua la creencia que la poesía vence a la muerte, pero no por ser antigua esa creencia sigue siendo menos actual y tal vez la única rebeldía posible ante ella sea esta, cito:

La muerte precipita

Aquel nombre olvidado. (p.34)

La forma breve en la poesía de este libro le permite a su autor mayor vuelo a la hora de contemplar. El poema emerge de la memoria, donde está la lumbre que entibia y abraza en estos hermosos versos:

Hurgamos en el barro, buscando hormigas (p.41)

En el espacio de la muerte, debiéramos quedarnos callados y escuchar lo que tiene que decirnos cada verso. Del mismo modo que el poeta David Rosenmann Taub (1927) escribe en El duelo de la luz:  Acabo de morir: para la tierra soy un recién nacido. Otro poeta, nacido cincuenta años después, Víctor Ortega Cabezas (1977) cierra el poemario con un verso categórico: comenzamos las vidas, que hoy concluyen.

 

El Espacio de la Muerte

Víctor Ortega Cabezas

Mago Editores

66pp

19 x 12 cm.

julio 2025

Víctor Ortega Cabezas

Santiago, 1977


Poeta, ha publicado: Antares y Ese tiempo (2023). Su poesía está antologada en “Cantos mestizos”, (España, 2024). El 2024 participó en la II Jornada poética de otoño – Oxeda, Madrid. España.

Leer notas anteriores de Dante Cajales Meneses

 

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