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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

sábado, 22 de julio de 2006

POEMAS INÉDITOS de Juan Manuel Silva

El Libro de los Libros del Exterminio.



Libro Cuarto:


MENSAJE DE SANGRE.



Canto Primero:

LA BESTIA DEL ATRÁS



I


No están entre los vivos, a la luz
de lo que veo, ni en la tierra oscura
de las tumbas están entre los muertos.
Ibn Arabi.


¡Dios llora un sol de sangre, como un abuelo ciego...!
César Vallejo.



No es la escritura un tránsito de almas. No es el signo estafeta del aliento. Pues hay un rumor que no explica. Pues hay una cadencia que no ilumina. Pues el sentido sombrío se ha perdido con el color de la tierra y la sangre. Y es aquél nombre, aquella sentencia desde el silencio, sólo el ángel que ha sido confiado a la presencia, sólo el traductor de la muerte. Pues frente a la voz, el soplo ha traicionado al cuerpo.



II


La vida nos estaba embargando de júbilo
ma luego enfilamos rumbo al desierto
a tomarnos el reino de Dios por la fuerza
para el salto a la luz
para el deseclipse del firmamento.
Diego Maquieira.


Suspendido en deseclipses pendulares, en la precisa sucesión de la ausencia, el cuerpo tumefacto rememora lo que ha de ser, el soneto del ángel tácito sobre el edificio del mundo, la musa extinta en un abrir de loto y la composición detenida de su estancia: la contracción y explosión simultánea. Pues el huevo Ankh es la máxima densidad pútrida. La presencia introscendida del amor. Fermento. Lo que amas debe pasar, pues sólo lo que amas te será arrebatado. Así, del extranjero a la existencia, la carne, el vértigo de las fibras urdiéndose escondrijos truncos, abrazos cercenados. Bailes escritos sordos a los cantos del agua. Todo es danza. Mas la danza es el instante del abrigo, donde ni arriba ni abajo son materia. Donde el tiempo se transforma en abismo.

Sostenido en los gritos de los antepasados, de los humillados, por los árboles túmulos que descansan en la cornisa de la plétora oquedad, el nombre vaciado en piedra oscila entre el día y la noche. Bajo la frente habita el mar. Y en la espesura de la historia, la cifra que cuida de los rostros ha caído arena en un golpe de cielos aún sagrados, cuando la voz había sido, donde la pronunciación del fruto era trémolo. Y las tullidas esfinges guardaron la música del céfiro. Y los guerreros pasaron la experiencia del límite. Y los cuatro ríos durmiéronse en la afonía de los cuclillos. Y entonces las estatuas juraron la sangre en ceniza. Y entonces sus ojos no quisieron responder a los astros. Y del frágil esplendor pleno de tiempo eterno, la tibieza del aliento se cerró en el gran silencio, en el sello del agónico ahorcado. Así los gigantes sepultaron los colores. Así grabaron la orfandad de los mares siendo uno con la tierra. Así el pacto de la luz fue templado en el signo del destierro. Así ya nunca hubo escucha. Así la voz soterrada.
Sólo los mutilados resisten velando. Sólo la muerte es ignífuga.



III

Con todos los ojos ve la criatura
lo Abierto. Sólo nuestros ojos están
como vueltos al revés y puestos en torno a ella.
Rainer María Rilke.


Las constelaciones separan al niño de lo abierto. El arte celeste prevalece a las madres en el convulso retorcerse de la bestia. Y bajo las flores del pasado la noche vaga ahíta, al detener el curso interno ( Y el dolor no cesará. Y el imperio no tiene fin.), suspendiendo su pasar de las centellas. Los nacimientos del sol son seña del nombre, pues en las profundidades el hollín de los siglos limpia la órbita del bosque. Sana el rostro del afligido. Alecciona al aleccionador. Dispensa aliento a la boca. Pues sólo conoce el reflejo quien se ha traducido en luz. Pues sólo refleja, quien la voz ha destruido. Nimbados dentro de la bestia, seres diáfanos con apariencia de dioses, transforman la piedra en agua, en sangrienta teurgia fluvial, en vida verdadera, en arcano diseño bifaz. En él, el desierto desnuda la escena del exterminio y la visión del decurso, el enmudecimiento de la materia divina y, repetido en los oscuros nódulos, el umbral del hogar. En el hijo, la forma estelar ausenta la roca del criptograma. El hijo, dintel.
Y creeréis en los dones. Y temeréis los abismos, pues las galerías de la detención son más profundas que la ruina. Y el alma no puede entrar al tiempo. Y el tiempo eclipsa la reunión. Y no entrará a la familia pues el amado es el espejo en la pesadilla de la aurora. Y no hubo futuro en el origen.
Los adivinos construirán vida en el templo. Los hierofantes no soportarán la oscuridad del hogar.



IV


Secretamente andamos,
De hondura en hondura con nuestra agonía,
Desnudos frente a las ruinas,
Secretamente, atados a lo maligno.
Gustavo Ossorio.


El oráculo de los necios llama tormenta al rumor del rayo. Y aquella cadena de la concordia entonada en llamas para los hombres, ha sido perdida en la apócrifa estela traducta, donde el cenit impide acceder al crepúsculo, al llanto del astro fragmentado, pálido espejismo del éxtasis. Del huevo guardan las estaciones secretas la aparición de la sombra. La madre avispa ha hospedado de astros los cuerpos, y los derviches son el reverberar de dioses y planetas procreando la lubricidad del desconcierto. Una letra, una runa, ha sido callada en el curso de las siembras. El cuerpo hecho canto pende de los árboles ungidos en llanto por el perpetuo fracturador. Él resopla espirales descendentes que dibujan el pánico de los divinos trashumantes. Para él, el oxido de la sangre se ha consumido en tejido, y el ropaje de los hombres despierta en cada ángulo naciente. Pues el tapiz inunda el fatuo vacío, pues quien no sabe leer esconde cicatrices. Así, la música de los santos es el pan que se arroba entre las brasas Y a quien viste plata en el ojo, negado está su paso por la tiniebla. A quien desnuda el sonido de su cuerpo, sosteniendo las resonancias sin eco, lo abierto plénalo como en el tiempo del verbo, como en el tiempo de la escucha. Por eso la lengua secreta sólo besa al abismo, pues en la profundidad, ni lejía que debe el perdón al hijo, ni el hueso calado por el cántico ogaño, pueden permanecer. Sólo el nombre articulado en su prehistórica estructura, cristaliza en todos los nombres la presencia de la madre. Así el supremo desgarro duerme al hijo en el hilo de ceniza. Así la destrucción de la familia es cada epifanía, cada iluminación, cada luciérnaga, cada imperio. La fortaleza del tapiz es la cruz, el pacto, el pez donde vela el insomne amado. La larva de la avispa es el umbral de las de las cifras espirituales. Dentro de la hoguera el niño aguarda en la noche, que los ángeles corten sus alas, que la fibra se anude rasgando, que el cabello taña la calvicie, que cada oración encuentre el eclipse, que cada recuerdo sea el crisma del idiota. Pues al que habéis honrado con óleos y esencias no es más que la glosa del fruto aún no probado.
¡Los heliotropos no siguen al padre!
Mientras los vencidos buscan el oscuro zafiro, la negra barba del gran silencio anuda la horca. El arca plena de lágrimas scegadoras. Así, los pétalos de la creación dirigen la mirada a la roca, y las edades se desperezan al alba de la escritura, cuando aún los fatuos fanales no han mostrado la bimetría del desastre.

Hay un precipicio que ciega las alcobas. Hay un afuera abierto más allá del asfixiante númen. Hay un murmullo tras el horror que invita a arrojarse.

V


Pero no tengo voz, ni pañuelo, ni amante;
no sé por qué me vuelvo amigo de los perros
cuando soy transeúnte de la tarde
sin saber por qué vivo y por qué muero.
Armando Rubio.


Me acostumbro al sosiego de las lenguas, me adhiero a su ley, a su hato. Y es sólo el yo el que me duerme en la sucesión de bosques y desiertos. He aceptado el vicio del ciego, guardando a padre y madre bajo el lecho. Y es la espera de la aurora su mismo delinearse sobre el rostro, como un refulgente torbellino entre los ojos, como la efigie infantil que se halla en el óbolo, en el canto circular, en el río que deja de ascender para cobijarse en la leche, para morir en el pezón. Y es que no hay escapatorias en el arte de la luz, no hay raíces en el espejo pintado por la memoria en las espaldas. No hay advenimiento, sino avenencia. Y estoy calmo, hecho de sustancias que han comprendido lo ausente. Y el cuerpo no significa, ni puede decir, así como los signos. Y es esta mudez que ensordece, este sopor con la fusiforme mueca del crimen, la sentencia de las materias rebveladas. El límpido resplandecer de la noche sin enigmas. Pero es también hospedar el abismo, la numerosa profundidad, la invitación al tráfago oscuro de demonios que enquistan de plenitud el alma. Y es el horror el cadalso que conduce al misterio. Y es la muerte cansina que se halla en el lenguaje de ceniza, el diapasón de los aullidos, la extremidad de los nublados farellones, el resguardo policórico de las atalayas, el gesto del silencio y su figura, la joya extrañada en la diadema, crisma en la llaga que ha dejado la saeta.
Desconozco los ritmos del alma, y una sola visión perturba a los elementos que en mí convergen. De los que soy hado y clave. Aquellos que perseveran como una imagen detenida en los custodios perros del reconocimiento. Pues mi forma de sombra no es más que el aprendizaje en la comunicación con las presencias. Pues el contemplar la muerte sin saberla es no poder ser dicho por Dios como su nombre.



VI


El Maestro, por un ojo profundo, ha calmado
a su paso del edén la inquieta maravilla
cuyo estremecimiento final, en una sola voz, despierta
para la Rosa y el Lirio el misterio de un nombre.
Stephane Mallarmé.

Todo logro conseguido por el pequeño pozo puede cumplirse de inmediato por las grandes corrientes de agua. En forma similar, todos los propósitos de los Vedas pueden ser cumplidos por aquel que conoce el objetivo que hay detrás de ellos.
Bhagavad Gita.


¿Acaso el sol no esconde un fantasma? ¿Acaso el viento no es un sueño sin vigilia? ¿Acaso el agua no es la sangre diferida? ¿Acaso el tiempo del cometa no es distinto al de la carne? No hay certezas en el entusiasmo y no hay más que reflejos del aura. No hay plenitud. Y somos responsables de la muerte mas no de la vida, pues cada materia engastada en el diseño inmediato, es parte de un atrás ineluctable, vasta distancia. Y es su aparecer a la mirada sin memoria, un umbral, un pórtico que hemos de velar. No hay propiedad sobre las mutaciones, sino un disipado afán. El espíritu es la semilla intacta en la pirámide, que aún guarda su saber a la familia. Y su ley es siempre un advenir. No hay Rosa ni Lirio, sino una sujeción por la cual interceder, un mutilar a las entidades definidas. Pues la sustancia es el médium del gran silencio. Así la cobardía del futuro vuelve decible a cada ser aplomado a la existencia. No, no hay curso para el permanecer. Ya cada nacimiento significa asesinato, cada aparición su abismo numeroso. Pues el lenguaje es el tiempo del concilio. ¿O acaso la historia no ha enmudecido su fermento en hiel? ¿O acaso los sapos, los lemures, las marsopas, los hurones, las mariposas, las águilas, las ballenas, los tritones, los alerces y los hombres han entrado a la renuncia del crepúsculo? ¿No es el resistir más que un egoísmo frente a la aurora? ¿Cómo comprender al coral desde la espuria progenie? ¿No es él acaso una construcción que detiene la codicia de las genealogías?¿ No es entonces el rostro de los padres un instante invertido en el hijo? ¿No es la pirámide el secreto de los intérpretes? Y es la falacia del fin un sacramento que ha nutrido la tecnología espiritual. Pues sólo aquello muerto puede significar. Los perros y las polillas lo saben, pero pertenecen a la nimbada constelación, siendo señales de los nuncios, cuerdas en el arpa que cerró el oscuro sendero hacia el vergel. El mundo es el discurso del universo detenido. No hay traza ni duración, sólo un revés bestial que astilla nuestro tronco hasta verlo genuflecto. Y es que los elementos son una lengua entre los sordos (Ya los antiguos maestros son signos en ella). Y las ciudades, los palacios y los hogares no ciegan los besos del desierto, los montes y las riberas. Pues somos un eco del nombre que los ángeles reproducen a quienes aceptaron la cera. Y no es el decir, sino el exterminarse en cada letra como un farellón, para que la lágrima sea uno con el océano.

VII


Solo él ha pasado por el sitio donde existieron, ha huido con su monumento de hojas pero ambas manos en todos los hombres calzan uno el rostro. La mirada que desea permanecer con voluntad de sal únicamente (...)La vida no es más que la educación de la sed...
David Villagrán Ruz.

14. Nadie es la sal de la tierra, nadie, en algún momento de su vida, no lo es.
Jorge Luis Borges.


Cerrad el destino de la sal. Pues es fisura entre el mar y el desierto. Cerrad el salado beso. Pues en la nutricia floración de materias desechas, en la intención del bosque, en la grama, en el soto del fresno blanco, aquel sumidero del rayo, los seres-araña tejen el una tibia trampa sobre la verdad. Ya la raíz-mariposa en el vientre, está en posición de crisálida. Ya la luz en la hierba es superficie. Y no hay contacto con los niveles traducidos: éter, minerales, flora y bestias. Y no hay regreso para el morador. Y no hay aparecer para el nacido, sólo el agua bajo el nombre, y su espejismo. Enterrad un hueso en el fingido bosque y será un niño en posición de loto. Y será digno de la repetición. La mostaza es el salto de la existencia hacia el fruto que no cae. La apertura al árbol negro. Pues el ritmo del acontecer es la celosía que impide al durmiente amado encender el hogar. Cerrad el centro salino. Pues es el único ombligo, comunicando al húmedo universo con las presencias justas, con el revés de las interrupciones, con la incontestable potestad de colosos y esfinges. La pirámide es el códice de las montañas. Y son las sales la incierta ruta hacia el fin de las mutaciones. Así, lunáticos y rebeldes, los cuerpos siguen las sibilantes procesiones de las aguas, olvidando la ley de la piedra, el lóbrego designio del astro primero, suma eclipsada de los fatuos intercambios en su compacto exterminio. Aquello llamado antiguamente huevo, no es más que la melancolía de una entidad purificándose. Así el hígado no dispensa más que aplazamiento. Así Dios no es riñón. Pues en la copa del amado el vino ya es inmunda borra. Y la embriaguez, contagio. Así el huevo, hipóstasis del organismo, limpia de sangre las vías plenas de horchata, aquella que continúa el errar de la especie. Y es que la existencia es un negativo de la luz, y no es sombra. Y es la inversión de la verdad, sin ser mentira. Cerrad el círculo de sal. Pues la humedad atrae a demonios y moscas. No, el agua no es armonía, es el cenit del sentido sombrío, donde la aurora que despertará al amado no ha sido más que un murmullo en el delirio del beodo, en la risa acuchillada del árido sereno. Cerrad el terreno de la sal. Pues incluso el residuo maldito, la sal del precio, es hermana del cometa y la eternidad constelar. Es su tiempo. Es la columna de la voz, de la invocación, el abrazo entre el reino y la corona, la iridiscencia de los cuerpos abandonados en la desnuda llanura. Y la soledad no es más que una oscura compañía. Y la sombra no es sin la tea. Y así el rigor y la misericordia. Pues sólo la sal es parte del movimiento celeste. Los minerales son la huella del pasar. Cerrad la esfera de sal y paraos dentro de ella. Pues no hay más que desaparición en el crecimiento. Y no hay más que arena para la voz. Y no hay interior, sino un vasto desierto, afuera. Abrid con la sal el sello y no con metales, que la piedra es el corazón doliente de Dios. Y no hay división del nombre. Pues la sal es la memoria que nos transforma en un puente con el remoto confín. Es el túmulo que corresponde a la figura de la bestia con la del converso. Pues aceptar la ley es desterrarse del destierro. Escribid con sal el templo e Hiram descorrerá los velos del Tabernáculo.



VIII


Y ahora, hijo del hombre, ¿qué haces aquí? Levántate, huye al desierto,
llévate allí la copa de las tribulaciones,
desgarra allí tu alma en muchos pedazos,
y entrega tu corazón como presa de una ira impotente;
vierte tus abundantes lágrimas sobre los rizos de las peñas,
y suelta tu amargo clamor para que se pierda entre la tempestad.

Hayyim Nahmán Bialik

Toda presencia en movimiento tiende a la caída. No lo señalan los orígenes, ni las artes materiales, sino los fármacos que se confunden con la grama. Así la madera rota no ha de llorar, ni hospedar a Dios siquiera. Pues recuperará la vista en la savia no dispersa. Hay un movimiento que corresponde a los pueblos, que fue escritura de todo aquello pendiente. Y la deuda, y el falso oscilar, es la pregunta de aquella vida a la que nuestro lenguaje avanza. Y el caminar del pasado fue procreación, formar en la cruz, no en la certeza del amado. Así como los signos son detenidos, las diez casas aguardan el uno, no el once, sino el regreso al atrás de la bestia. La inversión de la cifra es un camino nebuloso. Y las altas montañas son su nimbado deseclipse. El lugar donde la carne se hizo lengua, y el poema final se guardó en la memoria del libertador. Y la poesía, cadena. El desierto tiene muchos rostros, y su nombre no alude. Pues aunque sea la senda de las multitudes, sólo algunos sobreviven al sobrevivir. Pues aunque crezca la grama, el tallo y el árbol, sólo algunos tienen el rostro quemado. Y aunque se abra sin límites hacia las salidas, sólo uno conoce la entrada. Y no hay justos para el acontecer de la primavera. Y ya su condición es necrófaga. Y no es más que retardo. Pues sólo el niño junto al perro pueden ver al felino en la jungla, y cada rostro sujeto con llanto a la floración. Las rayas del tigre son el alfabeto del velo. Pues tanto adentro como afuera el soplar de lo alto regará de ceniza la sucia siembra. Pues no hay abogados ni acompañantes al final de la cosecha. Pues la tierra y su bifronte constelación ha ahuyentado a lombrices y cuclillos. Sólo un ruiseñor. Ni comunicación ni mostaza, más que el vestido de la abundancia. Y todo movimiento es ya caída, pues la profundidad es el espejo. Todo lenguaje sin sentido es destierro. Exterminio.


IX

Good words, strong words, words that could've moved mountains. Words that no one ever said. We were all waiting to hear those words and no one ever said them. And the tactics never hatched. And the plans were never mapped. And we all learned not to believe. (...) Brothers and Sisters, hope still waits in the wings like a bitter spinster; impatient, lonely and shivering, waiting to build her glorious fires. it's because of our plans man; our beautiful ridiculous plans. Let's launch them like careening jetplanes. Let's crash all our planes in the river. Let's build strange and radiant machines at this Jericho waiting to fall.
Silver Mount Zion.

Dispersados serán por el mundo las mujeres que cantan y los hombres que cantan y todos los que cantan. Canta el niño, canta el viejo, canta la vieja, canta el hombre joven, canta la mujer joven.

Libro de los libros de Chilam Balam.


La sabiduría del hombre está en el balbuciente avanzar contra su verdad. Desde la primera morada, el humor atrapado entre la profundidad de los océanos y el cielo, la señal, la letra escondida en la pronunciación, ha proyectado una advertencia. Y las almas estériles no han perdonado al fuego. No han aceptado el hambre. Han olvidado la sed. Pues la voz que de la voz es treno, la enunciación del rayo y su partitura, sólo es recogida por las semillas que rechazan el agua. Y es que la música fue un cántaro. Y así la escritura, entonces poesía, es el exilio de lo armónico, el ineluctable caminar sobre los restos de una canción exterminada. Así la huella del alfarero yace en los fragmentos. Y no fue el amor sino la obtusa creencia, la que pospuso los cuerpos del jardín. Y no es la tradición la que duerme en las letanías y oraciones. El bosque imita al desierto. La vida actúa de muerte. Y el orden, diseño de los seres al mediodía , es la frustración de no poder tañer los viejos instrumentos. Y ya la urna es nuez. Pues no hay compositor ni unidad en las revoluciones, en la forzada simpatía de siembras y cosechas. El sistema desplaza la partícula en su profuso devenir. Y el Libro no ha sido creado, ni menos existe en la lectura. No hay canto sin intérprete. No hay templo sin la piedra. No hay hogar en el agua detenida. Y no podremos nacer sin memoria. Y no habrá júbilo sin un séptimo estadio.

La sabiduría del hombre está en recibir. El errar hasta la negación de la propia naturaleza. Y la única rememoración es la del pueblo perdido. Aquellos padres muertos y todos los hijos huérfanos. Pues la celebración de la santa jornada es ya lamento, y un intenso padecer por la aurora del día que no llega.

Pensad en los niños abandonados al crecimiento.
Pensad en los frutos dentro de sus bocas sin bocas, dientes ni lengua.
Pensad en la danza.
Pensad en que no conocen el canto.

X

Defensa del Ídolo.

Tú en los ídolos eres el secreto.
Ibn Arabi.

Coraza de tormentos, de escombros victoriosos, invasión de altura comprobándose en mármoles de espanto, pierna intraterrena, en medio de ese alud pasado, rodeado de fantasmas de fantasmas para poder pensar, de presencias que me agarran desesperadamente, que se agotan, husmeando su loza viva, el pedestal de su absoluto y soberano ídolo, pero en quien todo fuego, toda aptitud terrena se ha perdido; destinado a lo indecible.
Omar Cáceres.

A

León-Bruma.


Y fue el destierro del agua y los niños, el brumo. Así el proceso es justicia para el caminante. Y fue el rojo león, profeta en el desierto. Y tuvo dos rostros. Pues no hay presencia en la voz. Y fue el violentar la lluvia su ley. Y la flor y el fruto no permanecieron, tampoco el maná ni la advertencia: es su agónica cabellera. Es el crisma y la estrella, el horizonte eclipsado por el agua entre sus ojos. Y entonces fue bruma. Y el león bautizó la arena en la clepsidra de la promesa. Y guardó al carro en su venida al reino. Y ahuyentó al timorato de la altura del monte. Llámase misericordia y ha protegido el perdón.

B

Tigre-Humo.


Y las alturas cayeron con el soplo a la caldera. Las madres en el diáfano valle nombraron ídolo al metal. Así la piedra se hizo tiempo y los niños, almendra. Pues la imagen, el ídolo grabado, son las lágrimas de humo, la cabellera escrita en llaga sobre el sacrificio de limpiar la ceguera. El tigre esconde al desierto en el bosque. Y cada árbol es un hijo sin padres. Pues no hubo alma., sino sangre en las puertas, madera, para curar la herida de un pueblo infante, anterior al lenguaje. Así la morada es la cicatriz. Así el agua y la piedra callaron como el niño en el horno. Así los treinta y seis tigres secretos. Y el tigre fue el ángel silente, y fue el bosque su lagar. Ahí el hijo es tigre, esperando con fuego la sequedad del florido espejismo. Pues el tigre es rigor. Y en él, nuestros padres limpios de lejía aprendieron el horror, la esclavitud de la ceniza. Y es ceniza el velo del hijo. Y es tigre el rostro del Mesías. Y es Mesías quien nos volverá a la hoguera.
C

Gato- Brumo.

Dedicado a Elmo,
quien sólo habiendo vivido cuatro estaciones,
salvó la vida y el alma de mi familia.


¡También se muere el mar!
Federico García Lorca.


Y fue sólo un pequeño gato, un psicopompo vestido de ceniza, el que estremeció la mudez del cielo, en la celebración de la madre. Y fue sólo un pequeño cuerpo, el que nos mostró la inexistencia del tiempo. Y fue él, Asclepio, quien saltó el lamento de los patriarcas, para cubrir con sus pisadas, la yerma extensión del exilio. Y sus uñitas florecieron como agua latente en el canto. Y las almohaditas de sus pies fueron el pan que no podría durar más de una jornada. Y las familias supimos que en su boca, estaba la invitación al santo lugar. No olvidéis sus ojos. No los olvidéis. Pues el imperio no ha tenido fin. Y el pequeño gato es la imagen arruinada de su linaje. Y sólo él pudo ser el vórtice de las sibilas. Pues el gato nublado es la enunciación de la madre. Recordad al león y al tigre, pues el gato no es ni será simio, su forma es única, ya su profundidad es superficie.

Los grandes peligros se han roto como las cuerdas de la palabra. Los grandes felinos han ahogado su belleza en la arcana fuente con voz de pozo. Y la gran enfermedad de la luz artificial ha hecho del desierto una ribera infinita, de entidades que se resisten a la siega.

Recordad al pequeño ser que moraba en el jardín. Recordad su aliento a pez. Recordad al pez. ¡Recordáis acaso el dios de vuestros padres! Ha nacido para morir el pequeño gato bajo el signo de la piedra. Ha nacido de los profetas y los justos escondidos. Ha sido el agua, la ceniza, el fuego y la nube, pero ahora es canto y debe esperar al santo errabundo. Debe volver al desierto. Pues sus ojos son la medicina para los sucios fanales. Pues la muerte engendra muerte. ¡Oh hermano noctívago! ¿Con qué melodía reparaste el cántaro en el vientre de mi madre, para que todos los hijos resuciten en ella? ¿Cómo has devuelto la noche , la arena y el momento del exterminio?

Contigo desaparecen los espíritus protectores, el antiguo ejército de 600000 antepasados, los cánticos y holocaustos. La última muralla se ha ido para ceder al llanto. Para ceder al luto y a la infancia de animales, plantas y astros.

Ahora la educación de la sal.
Ahora la educación del silencio.
Así, la cruel batalla con sedientos demonios.
Así, la lluvia.

D

Perro- Lluvia.

Entonces morderán a sus amos los Pek, Perros, pues no está lejano el día en que sobre ellos se vuelvan, sobre el que desprecia a su madre, sobre el que desprecia a su padre.
Libro de los libros de Chilam Balam.

Oh, aleja de allí al Perro, que es amigo de los hombres,
Que si no, ¡lo desenterrará de nuevo con sus uñas!
T.S.Elliot.

E incluso cuando estaba entre las piernas del marinero, su rostro señalaba la patria. Incluso en la cicatriz, su lengua encontró los huesos. ¡Y no temáis por los cuerpos en barbecho! ¡No temáis por la historia de sangre hecha tierra! Pues el perro no ha venido a despertar las genealogías. Ni adultos ni viejos, sólo los niños sin padres, aquellos cargados en la huida, de pueblo en pueblo. Y es el idiota perro, con la insensatez de padre y madre, el que enseña el baile del rabo, el defecar lo santo y fornicar el lecho del amo. Es la estrella ajena al cielo, la cruz de los planetas, cuando el agua se evanece dejando la playa desierta. Y los navíos no vuelven, y la isla no está ya más sola. Y el perro es mendigo, basurero e idiota. Y es un ciego golpe el perro. Y el perro no ataca a la familia que ha perdido el templo. Sabed la idiotez, pues sólo ella puede levantar al niño encerrado. Y sólo ella puede devolver los pies a la senda. Pues el niño destruirá la sorpresa para ver dentro de lo existente. Y no tendrá miedo a la sombra. Pues el niño es un tipo de rocío ubicado a la diestra. Y cuando lleguéis al precipicio de los soles, olvidad al pueblo errante y su padecimiento. Olvidad la voz y el cayado. Olvidad los océanos, los mares y la piedra donde el perro dispensará recuerdo. Pues toda lluvia debe haber sido en el comienzo.


E

Polilla

Y luego de la noche no hay morada. Si la enfermedad encendida muestra los soles que matan la lombriz, el fruto y el nido, ni el animal del crepúsculo, ni el espíritu de dulce carne, sino el insecto, la mariposa que vuelve a la pupa y crece negra, es el carnero. Y es la bovina macho cabrío, enemigo espiritual, que liba segundos, horas, siglos, en la muda batalla del tiempo. Y es la polilla y su nombre, quien pierde las alas donde no hay realidad de cielo y de tiniebla. Pues la polilla es el amado a quien la esposa escondida deja ver el rostro. Pues hay una luz verdadera en la noche, sin padre ni velo. Y es justo cortar las riendas y anteojeras, para que el carro logre atravesarte y así también el fuego.

XI

Sin embargo, esto prueba en el perro un natural feliz y verdaderamente filosófico.
Platón.

¿Hay otro rumor más allá de la caída, en el ladrido que acompaña el abrirse de las sortes?

XII

Despierta a la bestia en la escritura
Con tu cuerpo en verso mutilado
Pues del rayo se oculta una guerra
En la que es sólo el alma un negro heraldo
Despierta a la bestia en la escritura
Haciéndote de armas espirituales
Que se encuentran ateridas dentro
Del lenguaje anterior a la madre
Despierta a la bestia en la escritura
Ahogándote en la tinta, Noche Oscura.

Es el decasílabo de la renuncia, el que atraviesa el umbrío vado, donde sólo temeréis a Dios y los demonios. Y es que más allá de montes y riberas, las cumbres son simas y fermento. Y es que el peligro de la repetición infinita, sólo es conocido por quien ha conservado la memoria del poema en la tormenta. Pues poesía es sagrada escritura en el exilio, sin reposo, la décima decasílaba al oído, invierte al converso.

1 comentario:

David Villagrán Ruz dijo...

Profesor,

estos poemas pertenecen a Juan Manuel Silva.

Está la versión anterior (esta es la ampliada) en el blog nuestro http://parchedepapa.blogspot.com

Saludos!