Sólo a ti
I
Sólo bastaría tu mano entre mis cejas,
la yema de tus dedos,
el aire de tu cuerpo.
Sólo alguna gota de sangre tuya,
enhiesta
y fértil como el sol,
aguda en una noche
para morir en paz
oyendo su coraje,
su vuelo, su ventura,
su pálpito extenuado.
Sólo un gesto ciego
o mudo de tus ojos.
Sólo ese silencio de cielo sin albor.
II
Una nube pasa
entre los dos
y pasa
en el lugar más triste
y lejano de la tierra.
Cae una tormenta de pájaros
o truenos
y no es aquí o allá
o en el espejo ciego.
Nada nos invade
en nuestro amor de plata.
Nada en este mundo
ni en otros verdaderos.
Una nube pasa
inquieta por su sombra
fugaz, anochecida,
lluviosa entre los dos.
III
El eco de tu voz.
El eco de tu voz.
La huella ya lejana
de tus palabras muertas.
El aire de los días
y el humo de las horas:
Nada es suficiente en esta inquieta paz.
IV
Muerdo tu mirada
y el sol que te destella,
muerdo el ágil beso
del viento y de este mar.
Bebo de tu sombra,
en tu silueta crezco
y entero me desierto,
me agrieto, me desangro
por una sola voz,
por una sola voz,
celosamente hundida,
por siempre prisionera
en este calabozo
ahogado en mí pesar.
V
Sueño y hasta canto
y hablo y no despierto.
Sueño en una noche
de viento adormecido.
Oigo aquellos pasos
entre las tres y el alba.
(Eres la presencia,
el don de la alegría).
Sueño en esa voz.
En ese mar cabalgo.
I
Sólo bastaría tu mano entre mis cejas,
la yema de tus dedos,
el aire de tu cuerpo.
Sólo alguna gota de sangre tuya,
enhiesta
y fértil como el sol,
aguda en una noche
para morir en paz
oyendo su coraje,
su vuelo, su ventura,
su pálpito extenuado.
Sólo un gesto ciego
o mudo de tus ojos.
Sólo ese silencio de cielo sin albor.
II
Una nube pasa
entre los dos
y pasa
en el lugar más triste
y lejano de la tierra.
Cae una tormenta de pájaros
o truenos
y no es aquí o allá
o en el espejo ciego.
Nada nos invade
en nuestro amor de plata.
Nada en este mundo
ni en otros verdaderos.
Una nube pasa
inquieta por su sombra
fugaz, anochecida,
lluviosa entre los dos.
III
El eco de tu voz.
El eco de tu voz.
La huella ya lejana
de tus palabras muertas.
El aire de los días
y el humo de las horas:
Nada es suficiente en esta inquieta paz.
IV
Muerdo tu mirada
y el sol que te destella,
muerdo el ágil beso
del viento y de este mar.
Bebo de tu sombra,
en tu silueta crezco
y entero me desierto,
me agrieto, me desangro
por una sola voz,
por una sola voz,
celosamente hundida,
por siempre prisionera
en este calabozo
ahogado en mí pesar.
V
Sueño y hasta canto
y hablo y no despierto.
Sueño en una noche
de viento adormecido.
Oigo aquellos pasos
entre las tres y el alba.
(Eres la presencia,
el don de la alegría).
Sueño en esa voz.
En ese mar cabalgo.