I
Mi hermana, mi hermana
¿Dónde está mí hermana?
Busco en vano
No puedo verla
De pronto como una bala como un fogonazo
Su mirada ante el horror.
Su piel blanca y su adolescencia
Su manera de bailar a solas y cantar
Su cabellera al sol
Todo se desvanece
Sus 18 años en un solo instante como un fogonazo
Como una metralleta sonando en mi memoria.
Algunas veces que el camino me conduce
hasta el whiskey de los filibusteros
De golpe una explosión
Una bala en la madrugada
Un grito ante el espanto.
IV
Las calles tomadas
por el espectro de los ausentes
Apenas sí hay tiempo de leer al paso
unos versos escritos con mala letra en la pared
Pero… ¿Dónde está el poeta?
Camino entre las esquinas sigiloso
mientras por una cuneta
avanza con desgano (como no queriendo llegar)
un hilito de sangre
que se perderá en la cloaca.
VI
Recorre la mirada un vasto territorio
hasta dar con el río Jordán.
No resulta difícil ver al anciano Moisés
vagando perdido durante cuarenta años
con todo un pueblo a sus espaldas
Descalzos sobre la tierra roja
La que lleva a los nabateos
El lugar donde habita la tribu de Nébáyót
La ciudad de los muertos: Petra.
Siento la presencia
de los cadáveres corrompiéndose
en lo alto de las montañas
que rodean la explanada
Cuerpos amortajados dentro de cuevas
que los siglos se encargaron de convertir
en hogares de humildes comerciantes
que ahora venden alfombras
tejidas por las manos de sus antepasados.
IX
Entre el añejo rojo de los tejados
surge con su magia la cúpula del Duomo
La lluvia que no cesa
me conduce hasta el ponte vequio
donde las jóvenes quieren ser Beatrice.
Recorro las calles y plazas
Imagino a los mercaderes
A los soldados conduciéndose a la guerra
con sus armaduras de lata
A Rafaelo y a Brunelleschi camino del trabajo
Florencia en otro tiempo capital
Ciudad de los ricos banqueros del renacimiento
Lo que daría yo
por echarme un trago de chaparro
en un vaso precioso de los Medici.
XI
En las entrañas
del elegante barrio de Carrasco
aún sigue en pie el hotel casino
que nos recuerda las glorias
de un Montevideo que ya no existe.
Entre sus paredes el poeta granadino
escribió parte de sus Bodas de Sangre.
Los croupiers colocados en sus mesas
intentan disimular el remendado uniforme
Un jugador lanza un escupitajo
sobre la alfombra en que apaga
la colilla del cigarro.
Sus amplios salones
del más puro art nouveau
y las lámparas que majestuosas
cuelgan del techo
fueron testigos silenciosos
del asalto tupamaro.
Afuera
ruge con bravura el rumor del mar.
Un mar
que hace muchos años
dejó de dar la alegre bienvenida
para decir un plañidero adiós
al derrotado descendiente
de los emigrantes.
XIII
Vagamos por el Mediterráneo
mientras el cielo
se incendia en el horizonte
dando paso a la oscuridad
que suave y callada
se impone en el firmamento
Desde las orillas
los pueblos costeros
amables saludan
con sus millares de luciérnagas
En las profundidades de este mar
pedazos de galeones descansan
con hermosos mascarones de proa
Un inmenso y desolado cementerio
de soberbios destructores
de cañones ociosos
Submarinos que guardan inmóvil
-si acaso-
ya sólo el uniforme y los restos
del aguerrido soldado
en su puesto de combate.
El oleaje arrastra quizá
astillas de embarcaciones aqueas
que sucumbieron a la tormenta
o a la batalla.
Mi hermana, mi hermana
¿Dónde está mí hermana?
Busco en vano
No puedo verla
De pronto como una bala como un fogonazo
Su mirada ante el horror.
Su piel blanca y su adolescencia
Su manera de bailar a solas y cantar
Su cabellera al sol
Todo se desvanece
Sus 18 años en un solo instante como un fogonazo
Como una metralleta sonando en mi memoria.
Algunas veces que el camino me conduce
hasta el whiskey de los filibusteros
De golpe una explosión
Una bala en la madrugada
Un grito ante el espanto.
IV
Las calles tomadas
por el espectro de los ausentes
Apenas sí hay tiempo de leer al paso
unos versos escritos con mala letra en la pared
Pero… ¿Dónde está el poeta?
Camino entre las esquinas sigiloso
mientras por una cuneta
avanza con desgano (como no queriendo llegar)
un hilito de sangre
que se perderá en la cloaca.
VI
Recorre la mirada un vasto territorio
hasta dar con el río Jordán.
No resulta difícil ver al anciano Moisés
vagando perdido durante cuarenta años
con todo un pueblo a sus espaldas
Descalzos sobre la tierra roja
La que lleva a los nabateos
El lugar donde habita la tribu de Nébáyót
La ciudad de los muertos: Petra.
Siento la presencia
de los cadáveres corrompiéndose
en lo alto de las montañas
que rodean la explanada
Cuerpos amortajados dentro de cuevas
que los siglos se encargaron de convertir
en hogares de humildes comerciantes
que ahora venden alfombras
tejidas por las manos de sus antepasados.
IX
Entre el añejo rojo de los tejados
surge con su magia la cúpula del Duomo
La lluvia que no cesa
me conduce hasta el ponte vequio
donde las jóvenes quieren ser Beatrice.
Recorro las calles y plazas
Imagino a los mercaderes
A los soldados conduciéndose a la guerra
con sus armaduras de lata
A Rafaelo y a Brunelleschi camino del trabajo
Florencia en otro tiempo capital
Ciudad de los ricos banqueros del renacimiento
Lo que daría yo
por echarme un trago de chaparro
en un vaso precioso de los Medici.
XI
En las entrañas
del elegante barrio de Carrasco
aún sigue en pie el hotel casino
que nos recuerda las glorias
de un Montevideo que ya no existe.
Entre sus paredes el poeta granadino
escribió parte de sus Bodas de Sangre.
Los croupiers colocados en sus mesas
intentan disimular el remendado uniforme
Un jugador lanza un escupitajo
sobre la alfombra en que apaga
la colilla del cigarro.
Sus amplios salones
del más puro art nouveau
y las lámparas que majestuosas
cuelgan del techo
fueron testigos silenciosos
del asalto tupamaro.
Afuera
ruge con bravura el rumor del mar.
Un mar
que hace muchos años
dejó de dar la alegre bienvenida
para decir un plañidero adiós
al derrotado descendiente
de los emigrantes.
XIII
Vagamos por el Mediterráneo
mientras el cielo
se incendia en el horizonte
dando paso a la oscuridad
que suave y callada
se impone en el firmamento
Desde las orillas
los pueblos costeros
amables saludan
con sus millares de luciérnagas
En las profundidades de este mar
pedazos de galeones descansan
con hermosos mascarones de proa
Un inmenso y desolado cementerio
de soberbios destructores
de cañones ociosos
Submarinos que guardan inmóvil
-si acaso-
ya sólo el uniforme y los restos
del aguerrido soldado
en su puesto de combate.
El oleaje arrastra quizá
astillas de embarcaciones aqueas
que sucumbieron a la tormenta
o a la batalla.
Carlos Ernesto García, nació en Santa Tecla, El Salvador, en 1960. Poeta, escritor y corresponsal en España del Diario "Co Latino", es autor de los libros de poesía Hasta la cólera se pudre (Barcelona, 1994) que ese mismo año apareció publicado en los Estados Unidos bajo el título Even Rage Will Rot en versión la inglesa de la Dra. Elizabeth Gamble Miller; A quemarropa el amor (Barcelona, 1996) y Postales del crimen (inédito). Así mismo en 2003 publicó en España El Sueño del Dragón, una crónica de viaje en tono novelado en el que relata sus impresiones tras navegar durante varios días en solitario por el río Yangtzi (China) y en 2007 un extenso reportaje basado en entrevistas a destacados ex comandantes sandinistas, titulado Bajo la sombra de Sandino. Invitado por diversas instituciones culturales y académicas, Carlos Ernesto García, que desde finales de 1980 vive en Barcelona, ha viajado por varias ciudades de América Latina, los Estados Unidos de Norteamérica, Asia y Europa. Su poesía ha sido traducida al inglés, chino e italiano. Los poemas que aquí se presentan, pertenecen a su último trabajo poético, no tan sólo inédito hasta el momento, sino también intitulado. Son breves misceláneas que intentan dibujar toda una vida: la suya.