Corría 1982, en
compañía de un amigo hojeaba "El Mercurio", seguramente confundido ante sus
muchos cuerpos.
Buscaba, creo
recordar, la crónica a veces maldiciente de Enrique Lafourcade. Sin embargo,
otro tema llamó la atención de mi amigo: “Mira –me dijo-, un poeta de tu edad”.
La frase retumbó en mis oídos, causándome inquietud.
Y allí estaba la
fotografía de Andrés Morales. Y allí estaba impreso el nombre de su primer
libro: “Por Ínsulas Extrañas”.
Me encontré
entonces con San Juan de la Cruz. Pero aquel título se hacía tiempo presente,
aquel heptasílabo (y su “leve” variante con el heptasílabo de San Juan)
inauguraba un ritmo. Era 1982 y todo se sentía muy cargado: “…eran países que se
desprendían de sus continentes y llegaban unos en pos de otros a acostarse en
su ataúd”, había escrito Vicente Huidobro, años antes.
“Por ínsulas
extrañas
una paloma
descansa
sus huesos
derramados.
Del hierro muerto
nace
la piedra
desencajada;
del hierro,
dientes huecos
acechan en la
puerta.
Por siglos negra
y seca
la sangre nos
espera,
la reja demolida,
la casa negra y
seca.”
Allí comenzaba el
derrotero poético de Andrés, quien “ha producido una obra, una estética
solvente”, como anotó Malú Urriola. Proviene aquella solvencia estética de
trabajar con la palabra utilizando su significado exacto. Porque “las palabras
diversamente ordenadas producen diversos sentidos…” (Blaise Pascal).
En 1984 aparecía
“Soliloquio de Fuego”, y el ritmo inicial comenzaba su exploración. Al
año siguiente “Lázaro Siempre Llora”.
“SOY EL LÁZARO
QUE AL FIN HALLÓ TU FRENTE
Soy la patria
desde el sol que no me mira
Me levanto desde
el norte hasta la sombra
que agita
cementerios y planetas
me arrepiento de
vivirme sin tenerte
desde el día que
miré mi espejo roto.”
La poesía de
Andrés Morales es un proceso de sangre que avanza. A los
anteriores, se han sumado otros títulos;
yo me detengo en “Visión del Oráculo”, de 1993.
De pronto, veo a
poetas amigos de Andrés: amigos que han muerto, como Mauricio Barrientos y
Aristóteles España. Había comenzado en aquellos días la comedia menos terrible,
y las monedas ya caían lejos de la gente.
Morales escribía:
pregunten a los hijos que van llorando tierra,
deténganse en el mar a respirar su vuelo
si el sol es transparente y gime y no aparece.
La adivina cierra sus ojos y crepitan
los dientes y su lengua, malhumorada, seca.
-La rueda vuelve siempre al centro de su cielo
y todo se detiene y habla y permanece.”
Durante mis visitas esporádicas a Santiago, le
he preguntado al poeta Gonzalo Contreras “en qué anda” Andrés Morales. Gonzalo me habló , hace un tiempo, de “Los
Cantos a la Sibila”, de un libro intenso
que sentaba un precedente:
“Tantas cosas que
se dicen desdiciendo
repetidas,
infinitamente, siempre
o nunca, para entonces,
ad aeternum,
vacío de la voz y la
grafía.”
Después, el poeta
Morales ha publicado otros libros, y a través de los prodigios de la
comunicación hemos sostenido gratas conversaciones. En mi opinión, su poesía responde a una
fuerza interior, a un latido que busca las palabras que marcan una respiración
ancestral; palabras que, asimismo, descubren
y asombran.
Y aquí estamos, ante un
nuevo libro de Andrés Morales, “Escrito”.
“La muerte no tiene
disculpa
cuando el ocaso madura
y la derrota florece en
el árbol del durazno.”
Lorenzo Peirano, primavera de 2012.
1 comentario:
Hola andres, llegué por casualidad a su blog, y en vista a que es un poeta, o mas bien activo es este mundo, quisiera preguntarle si conoce algún taller de poesía u otro literario, dónde uno pueda fomentar y mejorar la escritura y más que todo compartir un espacio de profundidad en común. (que no sea caro:)
Masbyl@hotmail.com (jorge)
Saludos!!
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