V Jornadas de Estudiantes de Postgrado Literatura de Alta Tensión 2019
El Magíster en Literatura Latinoamericana UAH convoca a la recepción de ponencias para la quinta versión de las Jornadas de Estudiantes de Postgrado Literatura de Alta Tensión, que en 2019 tendrá como título "Memoria, violencia y cuerpo en las literaturas latinoamericanas".
En esta quinta convocatoria, se busca reflexionar y hacer una lectura crítica, precisamente, acerca de dichas nociones de memoria, violencia y cuerpo en la literatura y los estudios literarios de las sociedades latinoamericanas. De acuerdo a lo anterior, interesa promover un diálogo sobre cómo la literatura interpreta, expresa, concibe, negocia, escribe o imagina las tensiones sociales, económicas y culturales en Latinoamérica.
Los/as interesados/as deben completar la ficha de postulación y enviar un resumen/abstract de la ponencia en un máximo 300 palabras.
Plazo para el envío de ponencias: viernes 08 de marzo de 2019.
| |
La página de Andrés Morales (1962), poeta, ensayista y académico chileno, es un Blog de apuntes y escritos abierto a todos aquellos interesados en la literatura y, en especial, en la poesía. Contiene poemas, artículos, notas, comentarios, críticas, reseñas, fotografías y en general, todos los tópicos imaginables e inimaginables en torno a la poesía, el cine, la prosa y la literatura chilena, hispanoamericana, española y europea de todas las épocas y estilos.
Buscar este blog
"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."
José Saramago
José Saramago
jueves, 31 de enero de 2019
V JORNADAS DE ESTUDIANTES DE POSTGRADO EN LA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE: "LITERATURA DE ALTA TENSIÓN 2019"
miércoles, 30 de enero de 2019
"ESENCIAL 1982-2014" POR ISMAEL GAVILÁN EN EL LIBRO DE GIOVANNI ASTENGO "LA POESÍA COMO UN DIOS" (PISO DIEZ EDITORES. SANTIAGO DE CHILE, 2018)
|
CUATRO MIRADAS ACERCA DE LA POESÍA DE ANDRÉS MORALES (EDUARDO ANGUITA, MIGUEL ARTECHE, JORGE RODRÍGUEZ PADRÓN Y EDUARDO MILÁN) DEL LIBRO "LA POESÍA COMO UN DIOS" EDITADO POR GIOVANNI ASTENGO (PISO DIEZ EDICIONES, SANTIAGO, 2018)
EDUARDO ANGUITA
MIGUEL ARTECHE
JORGE RODRÍGUEZ PADRÓN (ESPAÑA)
EDUARDO MILÁN (URUGUAY)
Cuatro miradas
acerca de la poesía de Andrés Morales
I.
Sobre Lázaro siempre llora
Eduardo Anguita
Al pasado libro de
poemas de Andrés Morales-Por ínsulas
extrañas- sucede este, en versos blancos, y no rimados, aunque sí con ritmo
propio, titulado Lázaro Siempre Llora.
Carentes de aquella rima tan peninsular que exhibía, ahora el poeta opta por
cierto desaliño coloquial chileno, y
con lo que dice cosas de calidad trascendente y de una intención telúrica
afectiva: es decir, él es como un nuevo Lázaro que se enfrenta a un “tú”, que
más parece ser la tierra, la Patria nuestra, una mujer hecha geología en cuyo
seno él vive, muere y resucita. “Así me fui quedando con la tierra/ Que hubo
para mí en el camino/ Mi patria levantó su cuerpo muerto/ Al ritmo de los pasos
y del mar”. Es a la Patria a quien canta, doliéndose a sí mismo.
Andrés Morales ha publicado también Soliloquio de Fuego que apareció en una Antología de poesía y prosa, compilada
por Miguel Arteche, 1984.
(Contraportada de Lázaro siempre llora, Santiago de Chile, 1985)
II.
De las
regiones infernales a la playa
de la infancia
Miguel Arteche
Esta
decadencia no es la decadencia de
Occidente y es la decadencia de
Occidente. Por ejemplo, la del hablante lírico y el gozo de innumerables
lectores y auditores. Conviene tomarlo en cuenta antes de entrar en estos
poemas. Lo seguro es que no se trata de la decadencia de Andrés Morales. El
decadente no suele hablar de su decadencia.
Es un
oficio de tinieblas en tiempos rodeados de muerte, a la que se disfraza con el
éxito, el poder o el dinero, trinidad de los que trafican con bicarbonato de
lavanderías que, cuando se aplica a los poetas éstos huelen y no precisamente a
rosas. La importancia de los títulos es que aquí son poemas o anuncios de
poemas. El poema está en las mayúsculas y en las minúsculas. Luego: la
estructura que se sostiene en endecasílabos, decasílabos o dodecasílabos.
Recordemos que en esta benemérita república los proclamados poetas escriben en
versos que ellos llaman libres, aunque no saben lo que es un endecasílabo. Esta
designada república vive de apariencia, insolencia y dolencia. Morales acota en
estrofas clásicas.
Las
regiones infernales que explora el hablante son las fiestas del demonio, pero
también sus orgías gélidas. Son los sueños como pesadilla, el demonio del
reloj, el duelo de las noches, los hermanos muertos en la puerta, la fila de
difuntos puestos uno sobre otro, el quedarse en el puerto esperando algún navío
que no vuelve, el vals de despedida al más allá. Es decir, la exploración del
infierno de hoy. Pero después, en relámpagos de versos, la inédita belleza de
la calma en deslumbrantes islas de color violeta. La música del mar descubre al
tiempo, el largo aliento del silencio, como único alimento. El viaje, en fin,
por el infierno y el purgatorio, y las ventanas que se abren a la playa de la
niñez.
Andrés
Morales mantiene aquí, como en otros de sus libros, la seguridad del oficio, la
fuerza de sus imágenes, y en el temblor de la nostalgia encuentra el aire
perdido de la infancia, que es como la vida nueva de todo poeta.
(Prólogo a Escenas del derrumbe de Occidente. Red Internacional del Libro.
Santiago de Chile, 1998)
III.
Vicio de belleza
Jorge
Rodríguez Padrón
Empiezo
por el título: no sólo acertado por sí mismo, sino porque compendia muy bien el
sentido global del mismo. Hay en estos poemas una peculiar (y ajustada, por
justa y por rigurosa) tensión entre lo placentero y lo inalcanzable; entre el
rigor de lo bello y lo inestable del vicio. Y eso, por un lado, tiene un
carácter de certeza trascendental; pero, por otro, no puede sustraerse (y es lo
más notable a mi entender) a una particular agresión irónica, tanto en su materia (la existencia y su degradación
física y temporal) como en lo que atañe al lenguaje (siempre en esa delgada, y
delicada, línea entre lo dicho y lo no dicho). Ya digo: su mejor valor.
Pero
es que tal posición de partida, que se mantiene como sustento nuclear del
conjunto, nos lleva a lo que resulta ser el “meollo” de esta poesía: la
necesidad de revelar lo invisible. Lo
que esta escritura revela, alumbra, ilumina, descubre – y en esto apuesta por
un radicalismo indiscutible- es aquello que no se ve y no se dice: el otro lado
del discurso. La palabra, el verso, apenas es el teatro de tal proceso de
búsqueda e inauguración: la escritura nos lleva hasta el borde y allí nos deja,
ante lo blanco que es también la luz. Un ejercicio disciplinado –entendiendo
por disciplina una exigencia mallarmeana- que contiene un impulso que, a este
lado del vivir, existen. Y que suele ser el lugar donde el común de los
mortales (y muchos de los presuntos poetas) solemos detenernos.
¿No es el
poema “Nocturno de las voces”, por ejemplo, una suerte de archipiélago de
palabras, o de constelación de palabras, en el mar, ¿o cielo oscuro de la
página? ¿No se iluminan o se descubren, unas y otras, en ese discurrir que es
el poema; y no se apagan (se pierden para dar paso a la verdadera luz que es el
blanco alumbrado) después de oírlas? Lo mismo me parece en un poema muy bello
titulado “Retrato bajo la lluvia”.
Y, acaso,
“Arte Poética” me dé la razón, confirme como corroboración final, a punto de ir
a la Segunda Parte ,
cuanto vislumbro. El ejercicio de la poesía como una acción que supone un
progresivo borrar la palabra, hacerla desaparecer en su integridad física, para
que renazca (deletreada, balbuceada al azar) tras “despertar al sueño vivo y a
la muerte”.
Un ejercicio,
en fin, de precisión rítmica: abriendo siempre la atención con intención.
Ajuste, como decía al principio, entre el verso que discurre y la pausa que se
abre: una respiración muy interesante la de estos poemas. Respiración
interesante, porque en ella se va la vida. No en vano, la segunda parte sucede
a la “Última voluntad” que se hermana con el poema más histórico de todo el libro, “Los elegidos”. La segunda parte, donde
se desarrolla, precisamente, esa otra cara del ejercicio poético de Andrés
Morales: el ajuste de cuentas con el tiempo. Este presente de la palabra
escrita donde los elementos son la
memoria. Es decir, donde la experiencia habida, en vez de ponerse en marcha de
nuevo, y discurrir (la anécdota) en el poema, está en el poema; más es el
poema. No es casualidad que sea una secuencia de visiones, una especie de apocalipsis al revés (Visiones de San Juan
en Occidente, MCMXCII); o quizá, haya que decir el apocalipsis, culminación de
la experiencia visionaria, al derecho. Nuevo Patmos.
[Revista Chilena de Literatura, N. 41.
Santiago de Chile, abril de 1993]
IV.
Moral luciferina
insobornable
Eduardo Milán
Andrés Morales escribe
desde el asombro y desde la duda. Su poesía no es un gesto operático: es un
rumor, un acto de cautela con la palabra y con el mundo... El lenguaje no
caracolea sobre sí mismo al intentar el planteo de un segundo mundo, metáfora
del primero. Morales va de frente: estos son los objetos, dice, y esto me dicen
a mí. No es notoria, en este poeta
chileno, ninguna ansiedad para escapar al tejido intertextual del entredicho.
La poesía de Morales avanza, retrocede, se pregunta o se afirma, se desdobla,
hace pareja con su eco. Nunca se traiciona para caer en aseveraciones
categóricas. Al ponerse en duda pone en duda al mundo y ese mundo se refleja en
un lenguaje fragmentado, astillado. Es que no se puede pretender aseverar en la
actualidad: todo está en duda. La aseveración (o incluso la celebración) es una
forma de traicionar lo real, la única devoción que legitima la búsqueda de un
poeta. En esa morada vive la poesía de Morales.
[Vuelta,
Año XIV, N. 169. México D.F., México, diciembre de 1990]
jueves, 24 de enero de 2019
miércoles, 23 de enero de 2019
SE EDITA EN ESPAÑA (2019) UN NUEVO Y EXCLUSIVO LIBRO DEL POETA CHILENO JULIO ESPINOSA GUERRA: "METAMORFOSIS DE LA METAMORFOSIS"
Este 2 de febrero se presenta un libro que es muy especial. Se trata de la relectura/reescritura del primer libro de Julio Espinosa que salió en España, Las metamorfosis de un animal sin paraíso.
Este nuevo libro --nuevo, porque tras la relectura es otro-- se llama Metamorfosis de la metamorfosis y sale en la colección Ejemplar Único del artista visual Gabriel Viñals.
Saldrán a la venta solo 25 ejemplares, acompañados por una camiseta pintada por él. Se trata de una edición de autor, especial y única, firmada y numerada.
La presentación será el sábado 2 de febrero en el Estudio de Escritura, c/ Cuatro de agosto 7, local 4, Pasaje de los Giles, Zaragoza, a las 12 de la mañana.
Si se quiere reservar uno de los veinticinco (ya hay algunos reservados) con su respectiva pintura/camiseta es preciso escribir a Gabriel Viñals: gabrielvinyals@gmail.com
Uno de los textos del libro:
Ladro y el eco me devuelve su mueca.
Cada vez que mato al animal que me habita
otro laberinto se levanta dentro del ojo.
Los basurales están llenos de cadáveres que sonríen.
Dormir no sirve de nada
porque el despertar siempre será en dentro del sueño.
La ciudad siempre está allí
y allí su encrucijada.
Huelo la noche y aúllo.
Soy un perro
en la noche del ojo.
martes, 22 de enero de 2019
sábado, 19 de enero de 2019
martes, 15 de enero de 2019
lunes, 14 de enero de 2019
sábado, 12 de enero de 2019
ARTÍCULO DE TONI CLAPÉS SOBRE "VICIO DE BELLEZA" DE ANDRÉS MORALES. DEL LIBRO "LA POESÍA COMO UN DIOS" DE GIOVANNI ASTENGO (MAGO EDITORES, SANTIAGO DE CHILE, 2018)
Notas a propósito del libro Vicio de Belleza
de Andrés Morales
Antoni Clapés
Este
es el séptimo libro de Andrés Morales[1]
(Santiago de Chile, 1962), y nos llega justo un año después de Verbo[2],
un volumen que recogía tres poemarios. Uno de ellos, Thalassa, contenía, tal vez, los mejores momentos poéticos del
autor. Cómo olvidar aquel espléndido arranque del libro, prefiguración misma de
todo el poemario:
“El mar como
un lenguaje que me encuentra:
la voz como
un silencio que ensordece”
El libro representó un
firme paso adelante y la consolidación de la “voz propia” del autor[3].
Voz que sigue pareciéndonos igualmente atractiva y, a la vez, turbadora: la
poética de Andrés Morales pone al lenguaje “en estado de emergencia” –como
reclamaba Gastón Bachelard-, y, en consecuencia, deviene plenamente creativa:
rompe la convención, lo establecido, el orden incuestionable; altera la lógica
de la palabra –de la razón- para instaurar otra lógica: la poesía[4].
Traslada el sentido a un área semántica nueva. Crea, en definitiva, su propio
lenguaje. Su poética.
Acaso esta sea la mayor
bondad con que cuenta la poesía de Andrés Morales: su capacidad de creación de
estados poéticos. A veces, el lenguaje es “estirado” de tal forma que uno teme
que vaya a romperse el equilibrio; pero no, Morales es suficientemente astuto y
hábil –conoce demasiado bien, por ejemplo, a Vicente Huidobro y a Juan Larrea-
como para saber dónde deben situarse los límites de su poética a fin de evitar
la repetición de unos moldes que pertenecen, ya, a nuestro pasado, pero que
conforman el tejido estructural de nuestro presente. El tiempo de las
vanguardias fue otro, y hoy conviene saber extraer de su lectura las bases para
alimentar nuevas poéticas.
Vicio de belleza es un libro de tonos musicales suaves, contenidos,
que, bajo el pretexto de la belleza –hilo invisible que recorre todo el libro y
que trenza su treintena larga de poemas- desarrolla algunos de los temas ya
tratados en libros anteriores: el amor, la poética, el oficio de escribir (que
es tanto como decir el oficio de vivir), la melancolía.
Pero todos estos temas
–verdadero material en estado de magma que Morales manipula a su aire- aparecen
como escondidos[5].
A veces hay que buscarlos en un sutil giro, en una metáfora:
“al cuerpo mil batallas de luces apagadas
y limpios y estridentes golpes de timón”
O, en una
metonimia:
“como piedra
por azar”,
O en una
imagen, una repetición, o un juego de palabras.
La obra de Andrés
Morales es, ciertamente, de una belleza turbadora: “La belleza nos recuerda lo
imperfecto”, dice. (¿Acaso por repetir tanta forma bella el poeta ha dado este
título al libro?). Cada poema es un espacio cerrado –un paisaje interior- en el
que ha simbolizado todo su microcosmos y también toda su potencia creadora.
“Tiene que pasar alguna cosa” en la dimensión espacio/tiempo de cada poema, en
la percepción sensitiva que tiene el lector, después de cada lectura. Y este
“instante anterior” al momento en que “tiene que pasar alguna cosa” es el que
sabe materializar Andrés Morales con sus poemas.
El uso de la palabra
debe ser, en consecuencia, exacto, riguroso, preciso. No avanza el discurso a
través de meandros retóricos, sino que progresa linealmente –tal vez despacio,
gozando el hecho mágico de crear-, y sin hacer ninguna concesión. Con una
sorprendente economía de palabras. Con el ritmo adecuado que imprimen las
palabras elegidas, por la fuerza de las imágenes y no por una rima (casi) inexistente
o por unos versos de regular métrica. En ocasiones, esta contención nos hace
creer que estamos ante poesía oriental, escrita bajo la influencia del zen: tal
es el grado de interiorización de las emociones, la intensidad de unas
vivencias que hablan el lenguaje de lo místico (del silencio). Los poemas
“Danza”, “Glorieta al amanecer” o “Imagen nocturna” son potenciales haikús a los que tan sólo les faltaría
seguir el ortodoxo silabario de 5-7-5:
“La sombra o
la figura
de esa
sombra.
El paso hacia
el silencio de su centro.”
(¿Es Bashô, Rausetsu, Kikaku, o
algún otro poeta zen?)
Pero al lado de esta
poesía intimista, minuciosa y preci(o)sa, están los grandes poemas, de larga
versificación, de índole moralizante, como “Edgar Lee Masters reflexiona”,
“Tiempo” o el poderoso “Los elegidos”, verdadero manifiesto generacional:
“Fuimos una
estirpe generosa:
el don que
nos fue dado en privilegio
lo hicimos
madurar perfectamente”
Que rezuma melancolía,
al recordar el tiempo pasado y las ilusiones tal vez vencidas. Una melancolía
que es un estado pasajero y no necesariamente fatalista. Una melancolía que
puede crear una poética. (Ya nos advirtió Víctor Hugo que “la melancolía es el
placer de estar triste”). Porque en “Última voluntad”, Morales recupera el tono
combativo, creador:
“Domar un
largo río en la blanca línea de la mar
(…) entonar
el canto,
el grito,
recuperar el
agua y el ritmo que deslumbra.”
Lo único que puede
temer el poeta es el silencio –entendido éste como imposibilidad material o
metafísica de escribir, porque anula su propia condición de esclavo de la
palabra-, tal como lo expresa en el poema-manifiesto “El ojo del huracán”:
“El óxido no
llega ni aparece,
el viento
como un muro no susurra.
La única
derrota es el silencio”,
Ya que su praxis
consiste en preguntar (y preguntarse):
“en medio de
la luz,
detrás del
sol,
en medio de
la muerte
(…)
donde [se
halla] el corazón de las palabras”.
Vicio de Belleza es un espléndido libro de poesía, un verdadero
regalo. Andrés Morales, con este poemario nos retorna el placer por la lectura,
el placer por la vida, por la poesía. Por la poesía, sí, por esa
“imagen de la
imagen de la imagen
espejo del
espejo repetido”.
[Barcelona,
Cataluña. España,
junio de 1993]
[1]Morales,
Andrés. Vicio de Belleza. Red
Internacional del Libro. Santiago de Chile, 1992.
[2]Morales,
Andrés. Verbo. Red Internacional del
Libro. Santiago de Chile – Buenos Aires, 1991.
[3]Ana
María Cuneo escribió, a propósito de Verbo: (…) una búsqueda de unidad, un
deseo de estructura que se materializa en la organización casi matemática de
los poemas, una voz poderosa pese al excesivo enciframiento del mensaje y un
trabajo notable sobre los textos hace de este libro un eslabón importante en el
desarrollo de la poesía chilena actual.” En “Revista Chilena de Literatura”, N.
38. Santiago de Chile, 1991.
[4]“La
poesía es lo único rebelde ante la esperanza de la razón”, escribió María
Zambrano en su libro Filosofía y poesía.
[5]Personalmente,
discrepo de Ana María Cuneo cuando habla de “excesivo enciframiento del
mensaje”. La poesía de Andrés Morales proporciona pistas más que suficientes
para reseguir su discurso. Sin embargo, es cierto que la evidencia de las
pistas no es inmediata: el lenguaje, todo lenguaje, empaña el espejo de la
realidad, esconde el sentido de lo que, en apariencia, es evidente. “Todo lo que
podemos llegar a describir, también podría ser diferente” (Wittgenstein, Tractatus, 5. 634).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)