El día 2 de junio en el "Café Literario" de Santiago de Chile se presentó el libro Gabriela Escondida (Ril Editores) de María Luisa Daigre, el texto siguiente que escribí especialmente es el prólogo al mencionado libro y fue leído con ocasión de su presentación.
Escribir sobre la poesía de Gabriela Mistral puede resultar para muchos algo fuera de contexto o de tiempo. Nada más equivocado o peregrino… La obra de esta gran poeta se encuentra mucho más viva que la de muchos autores que aseguran estarlo. Para ello, claro está, hay que prepararse a enfrentar una sensibilidad sin tapujos pero también una voz que resonará intensamente como un torrente subterráneo que aflora a la superficie. Y es que Gabriela inunda con su canto a aquellos que se adentran en sus versos: acaricia, balbucea y al mismo tiempo exige o golpea. No es una escritura de remilgos ni tampoco de concesiones: por el contrario, la Mistral prefigura a su lector en lo más humano y terrenal y en lo que más se le ha malinterpretado, en lo religioso, en lo trascendente, en una poesía que intenta dar cuenta de sus revelaciones y preguntas. Una voz, la de esta gran mujer, que debiese escucharse más a menudo, sin prejuicios, sin biografismos inútiles que sólo la encasillan (a ella, la que no cabe en ninguna clasificación) o, peor, que buscan mostrarla morbosamente a la luz de la opinión de aquel que quiere leer lo que le interesa y no lo que está escrito. La gran poesía en esto es clara: la voz del poeta o de la poeta está ahí señalándonos el camino a seguir, sin ambigüedades, sin recovecos inútiles donde perdernos. Los exégetas, los críticos, los necrófilos literarios podrán querer ver esto o aquello, pero, insisto, el poema tiene una dirección que sólo el autor es capaz de otorgarle. No niego con esto matices o descubrimientos en la interpretación, por supuesto que no, pero subrayo la fuerza del poeta para establecer la dirección del texto y su voluntad en la construcción de ese camino.
Precisamente en este punto es donde quiero partir para comentar brevemente esta Gabriela escondida de María Luisa Daigre. En esta “lectura de doce poemas de Tala”, María Luisa deja que la voz de la Mistral nos lleve a las profundidades y cimas que ella y sólo ella deletreó en su pensamiento. Este es el mérito mayor de este libro. No impone caprichosamente un modelo teórico donde es preciso utilizar un metalenguaje que de por sí debería ser explicado, o peor, donde los presupuestos teóricos del exégeta están por sobre los presupuestos poéticos del autor. En este sentido, y en el polo opuesto, tampoco cae en el riesgo de ejercer la soberbia de la interpretación libre, leyendo lo que quiera y, otra vez, impositivamente, dictando cátedra de lo que mañosamente quiere demostrar gritando a los cuatro vientos sus hallazgos extraordinarios. No. Este libro de Maria Luisa Daigre, poeta delicadísima y aguda, intensa y también secreta, es la lectura que sólo una poeta podría hacer sobre otra. Con la sabiduría de quien deja al poema hablar, María Luisa ha ido de puntillas desentrañando los claroscuros y los matices que están en los versos extraordinarios y muchas veces difíciles de estos poemas. Y en esto, la vocación de este libro no es “sentar un precedente” o delimitar, o agotar la lectura de estos textos, por el contrario, estas páginas de María Luisa Daigre son una verdadera “incitación a la lectura” y también al descubrimiento de una obra que es quizá una de las más importantes escritas por Gabriela Mistral.
Para muestra están los comentarios o las interpretaciones que la autora hace de los poemas “Pan”, por ejemplo, o de “La flor del aire”, o de “La extranjera”, o del maravilloso “País de la ausencia”. Comentarios sutiles pero hondos, lectura de entrelíneas donde el amor por la poesía es la clave mayor para entender cómo se fraguan estas interpretaciones. Escritos siempre con el deslumbramiento de quien vislumbra, intuye y descubre, son, sin duda alguna, señales de ruta para quien quiera no sólo “saber” sobre la Mistral, sino, fundamentalmente (y a riesgo de ser malinterpretado) “apropiarse” de una voz que quizás esté dentro de nosotros mucho más de lo que pensamos.
Que el canto de la Mistral y el afinado coro de María Luisa derriben los muros para aquel que jamás entró en el reino de la poesía.
Precisamente en este punto es donde quiero partir para comentar brevemente esta Gabriela escondida de María Luisa Daigre. En esta “lectura de doce poemas de Tala”, María Luisa deja que la voz de la Mistral nos lleve a las profundidades y cimas que ella y sólo ella deletreó en su pensamiento. Este es el mérito mayor de este libro. No impone caprichosamente un modelo teórico donde es preciso utilizar un metalenguaje que de por sí debería ser explicado, o peor, donde los presupuestos teóricos del exégeta están por sobre los presupuestos poéticos del autor. En este sentido, y en el polo opuesto, tampoco cae en el riesgo de ejercer la soberbia de la interpretación libre, leyendo lo que quiera y, otra vez, impositivamente, dictando cátedra de lo que mañosamente quiere demostrar gritando a los cuatro vientos sus hallazgos extraordinarios. No. Este libro de Maria Luisa Daigre, poeta delicadísima y aguda, intensa y también secreta, es la lectura que sólo una poeta podría hacer sobre otra. Con la sabiduría de quien deja al poema hablar, María Luisa ha ido de puntillas desentrañando los claroscuros y los matices que están en los versos extraordinarios y muchas veces difíciles de estos poemas. Y en esto, la vocación de este libro no es “sentar un precedente” o delimitar, o agotar la lectura de estos textos, por el contrario, estas páginas de María Luisa Daigre son una verdadera “incitación a la lectura” y también al descubrimiento de una obra que es quizá una de las más importantes escritas por Gabriela Mistral.
Para muestra están los comentarios o las interpretaciones que la autora hace de los poemas “Pan”, por ejemplo, o de “La flor del aire”, o de “La extranjera”, o del maravilloso “País de la ausencia”. Comentarios sutiles pero hondos, lectura de entrelíneas donde el amor por la poesía es la clave mayor para entender cómo se fraguan estas interpretaciones. Escritos siempre con el deslumbramiento de quien vislumbra, intuye y descubre, son, sin duda alguna, señales de ruta para quien quiera no sólo “saber” sobre la Mistral, sino, fundamentalmente (y a riesgo de ser malinterpretado) “apropiarse” de una voz que quizás esté dentro de nosotros mucho más de lo que pensamos.
Que el canto de la Mistral y el afinado coro de María Luisa derriben los muros para aquel que jamás entró en el reino de la poesía.
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