EL CANTO DE LA SIBILA
La lengua en que respiro
y en la que nunca hablo.
La dulce lengua madre,
anémona olvidada,
en donde yo adivino
y sueño a medianoche.
Aquella en la que escribo
(enmascarado siempre),
aquella que no entiendo
trepando sus acentos.
Aquella siempreviva
como una golondrina
o cien gaviotas blancas,
como este prodigioso
decir marino, ahora,
donde es mejor callar
soñando con sus piedras
de un mar y de una isla,
que no adivinarán
la dicha de estas letras
que habitan en el aire
aún quieto o caprichoso
en el lejano exilio.
SIBILA DERROTADA
Rendida ante los muros y ante las puertas, muerta,
delante de mis ojos y de mi cara vieja,
anuncio ya mi muerte y la esperanza pobre
de la que muerde el agua y devoró los vientos.
Desnuda de presencias, de fantasmas claros
que agiten madrugadas o dicten los presagios,
retiro mis sentencias, renuncio a mis palabras
dichas al azar, tal vez, o con certeza.
Nada más el mar o el aire de una tarde
que no adivina nada ni quiere perpetuarse
que miro y que me mira en soledad, a solas.
No quiero aquellas vísceras de buey o los espejos,
no quiero los relojes ni hermosas caracolas;
los ojos, estos ojos, están cansados siempre
de ver y de no ver, de tanto horror y dicha.
Una sola cosa, nada más, en estos días:
Recorran el paisaje, las plazas, el mercado
sin querer saber, sin una profecía.
SIBILA SUEÑA EN XXI
(Balbuceo y canto)
El mundo en odio y hambre. Una copa rota en mil pedazos. Sed y hambre. Hambre. El odio y esta nada y el vacío, esta nada de palabras en cadena que cae y cae y cae hasta un barranco. Bocas ciegas, ojos mudos, cuerpos que se agitan sin dulzura. Caída y nada más: caída. Silencio que no escribe, llora o canta. Maldición de todo el cielo y estos dioses. Siglo de gusanos y de muertos. ¿Dónde habremos de poner a tantos muertos? La voz del mundo entero ya perdida. El hambre como triunfo: codo a codo, guerra a guerra, en la inmensa soledad de la justicia. Un desierto ganaremos, es seguro, un hondo pozo interminable sin más agua. Ese árbol de muñones, disonancias. El mundo en odio y hambre:
¿Cómo extrañará aquellos días en que la tibia leche amamantó su boca?
Rendida ante los muros y ante las puertas, muerta,
delante de mis ojos y de mi cara vieja,
anuncio ya mi muerte y la esperanza pobre
de la que muerde el agua y devoró los vientos.
Desnuda de presencias, de fantasmas claros
que agiten madrugadas o dicten los presagios,
retiro mis sentencias, renuncio a mis palabras
dichas al azar, tal vez, o con certeza.
Nada más el mar o el aire de una tarde
que no adivina nada ni quiere perpetuarse
que miro y que me mira en soledad, a solas.
No quiero aquellas vísceras de buey o los espejos,
no quiero los relojes ni hermosas caracolas;
los ojos, estos ojos, están cansados siempre
de ver y de no ver, de tanto horror y dicha.
Una sola cosa, nada más, en estos días:
Recorran el paisaje, las plazas, el mercado
sin querer saber, sin una profecía.
SIBILA SUEÑA EN XXI
(Balbuceo y canto)
El mundo en odio y hambre. Una copa rota en mil pedazos. Sed y hambre. Hambre. El odio y esta nada y el vacío, esta nada de palabras en cadena que cae y cae y cae hasta un barranco. Bocas ciegas, ojos mudos, cuerpos que se agitan sin dulzura. Caída y nada más: caída. Silencio que no escribe, llora o canta. Maldición de todo el cielo y estos dioses. Siglo de gusanos y de muertos. ¿Dónde habremos de poner a tantos muertos? La voz del mundo entero ya perdida. El hambre como triunfo: codo a codo, guerra a guerra, en la inmensa soledad de la justicia. Un desierto ganaremos, es seguro, un hondo pozo interminable sin más agua. Ese árbol de muñones, disonancias. El mundo en odio y hambre:
¿Cómo extrañará aquellos días en que la tibia leche amamantó su boca?
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