Pablo Neruda y Jorge Amado en Salvador Bahía.
Ante el busto de Jorge Amado en la Fundación homónima, febrero del 2006.
Casa de Jorge Amado, Barrio de Pelourinho, Salvador Bahía, Brasil
Hace unos días, en las alocadas jornadas de preparación del mejor carnaval del mundo, no el de Río de Janeiro ni el de Venecia, aquel de Salvador de Bahía, crucé mis pasos por las extraordinarias calles del barrio de Pelourinho, tal vez uno de los más bellos de América del Sur, no sólo por su arquitectura, sino por la vitalidad de sus calles, por su humanidad, sus olores, sus gritos, su increíble soberbia de saberse bello, siempre pobre, pero siempre bello...
De allí, a dos casas o tres, entre sus 365 iglesias -según reza el dicho bahiano- apareció la "Fundación de Jorge Amado", hermosa casa de ese narrador y ese vividor o calígrafo, del político y del esteta: Vadinho y, al mismo tiempo tímido farmacéutico en un solo cuerpo... Una doña (o Don) Flor masculino en el cual Orfeo y Dionisio pugnaban permanente.
Basta ya del mito... Amado es un gran escritor. Su humor, su fantasía son el complemento perfecto a esos versos extraordinarios del otro gran poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade:
O que se desatou num só momento
nâo cabe no infinito, e é fuga e vento.
("Instante")