El poema en prosa es un desierto lleno de dunas: el signo aparece bajo el cielo caliente y a veces te frota ligeramente el corazón. La planicie de la escritura se torna más amplia: tu pensamiento puede volar como las aves o como los cohetes, libre como dos hermosas piernas de mujer en la ciudad. No hay medida ni metro que te pare.
El mundo está lleno de señales, reglas y medidas. Estamos en contra de todas esas reglas inútiles, de todo encierro y control. El poema en prosa derriba muros enormes y abre todas las ventanas de la poesía. Nosotros nos hallamos más allá de los reinos y sus reyes, más allá de la opresión y el destierro: remamos alegremente contra la corriente.