Eccehomo
He cosechado el fruto del dolor
y he pagado el precio del amor
por mis llagas corren ríos de salud
y los ramilletes de aflicción
con que fui azotado
claman desde mis espaldas
la paz del cielo.
Desgajaron mi carne
con una constancia implacable
la tierra saboreó mi sangre
y la tragó hasta los metales fundidos
que fueron preparados desde el primer aleteo del tiempo
y la esputó como cascada furiosa
porque aunque al principio era dulce
dejó una amargura en su vientre.
¡Mi sangre ancla el firmamento a este terruño pasajero
y se escurre por el viento como un velero!
Magullado por la indiferencia
oprimido por la hipocresía
azotado por la mentira
derribado por el hombre
entregue mi vida
en las manos transparentes
de aquel que me envió
como ángel de la cruz
y untó mis labios con poesía celeste.
¿Aún no entiendes quien soy?
Desnudado por cubrir tu desnudez de árbol otoñal
azotado por proteger tu espalda de trigo y cereal
derribado por ver tu rostro limpio de barro
del que también fui deudor.
Soy el verso más humilde
que anhela alzar el vuelo
y hacer nido en tu azotea
hasta las raíces de tu alma.
¡Mi sangre ancla el firmamento a este terruño pasajero
y se escurre por el viento como un velero!
Sentencia de muerte
El ángel de la muerte
ha pintado de hiel tu frente,
y la sombra de sus negras alas
extendidas sobre el dintel de tu vida
proyecta su sentencia amarga
y te quiere dejar caer sin salida
su espada beligerante e intempestiva,
la que desenvaina en nombre de la justicia
que cae como neblina
obediente hasta tocar la tierra,
mas hay un camino
de palabras forjadas al viento
que puede cambiar tu agónica suerte,
sólo deja que este verso escarlata
leude toda tu mente y pinte tu frente
como el mar inmenso
que escudriña silente el corazón de la tierra:
¡En la muerte de la rama verde
yace dormida la vida
escondida en el corazón del viento
para ser hallada por los moribundos
que anhelan su ungüento!
Abraza este verso
y déjalo inmerso
en el océano de tu alma
para que desde el centro de tu huerto
busque el borde de otra alma
que sea su puerto.
Calavera
Cansado del egoísmo del hambre,
el hijo del viento
decidió compartir sus graneros
llenos de fe y poesía celeste
y sus cavas rojas de amor
rebosantes desde el lucero
y abandonarse como un velero
hacia la otra orilla del mar multicolor
caminando sobre las aguas grises
evocando en su paladar los versos blancos
que disfrutó alegre, sin mirar atrás,
el crepúsculo de fuego
sabiendo que lo confesado
en la traicionada noche púrpura
sería pregonado de día en día
en los ejes de la vida,
ejes ensangrentados por la justicia sublime,
ejes que claman sin codicia al mediodía ,
así siguió su peregrinaje para izar su bandera
que no es de esta tierra baldía
atravesando el valle de las estatuas de sal
llegó a la montaña más honda
llamada Calavera.
Crucifixión
Hoy he subido a la cruz
con la expectativa de clavar dolores,
frustraciones y sueños
de zorzales y ruiseñores
que necesitan médico
y aunque las tinieblas
parecen un túnel eterno,
la esperanza del alfarero
alumbra el manantial
que brota desde esta cruz de olivo viejo,
y aunque la madera de paz
fue desgarrada con violencia,
debo confesar al mundo
que por mi propia voluntad
he subido en este día un par de horas,
entre la tierra y el cielo,
sobre esta viga vertical
que alumbra hacia tu voluntad
y el madero horizontal
que invita a compartir mi pan y mi té
junto a aquellos que necesitan un refrigerio.
Lamento que esta cruz de luz
enceguezca a los ciegos
y que la Luna ofreciera
rosas negras
cuyas cenizas
cubrieran la Tierra.
Tengo sed
Mis gritos al cielo
son los pilares que contienen
la ira del Sol
y el edificio de mi fe
de muros transparentes
el que guarnece mi sed,
sed de ver serpientes y escorpiones
caer como rayos y desmembrarse como truenos
sobre perros vanos y enjutos
que vomiten perlas de justicia
que brillen inundando
las bóvedas de mi corazón
e indaguen esbeltas mi nuevo ser
de profeta del viento
y de los manantiales de colores
que surcan tu pecho
hasta llegar a tu frente
y pinten un arcoiris
de varios tonos de verde.
Tengo sed de abrazar tu alma
tengo sed de beber de tu río
tengo sed de que el impío
vea su futuro en tu horadada palma.
Madre e hijo
Aún estando en mi agonía
me acordé de ti madre mía
y en la ironía de la muerte
escogí a tu nuevo retoño
que aunque no nació en otoño
sus brazos vacíos esperan protegerte
Estoy en tus manos
Sé que esta corona irreverente
pintada con sangre inocente
ha roto mi frente de Rey
y estos clavos que se hunden en su ley
en mis manos y mis empeines de Siervo
son suficientes azotes
para encomendar mi presente de Hombre
en tus manos transparentes y llenas de fe.
Consumado
No hay retorno,
no hay vuelta atrás,
en los principios de los tiempos
donde empiezan los sueños
un verbo conjugado por nosotros
único y perfecto
surcó nuestros corazones
y sembró aljabas llenas de flechas
que hoy llegan al tercer cielo
y cumplen una palabra profética:
¡Por amor a ti
fueron desgarradas
estas maderas
de olivo virgen
y aguzados estos clavos
llenos de veneno!
¡Se consumió el cielo
se agotó la sangre
se provocó el hambre!
Memorias del sepulcro
La neblina desfiló frente a la muerte necia
que orgullosa se erguía como soberana impenitente,
mientras los otros sepulcros clamaban por justicia,
hubo uno de piedra insigne
que guardó silencio de condenado a muerte,
sorprendido por el crimen que golpeó a su huésped,
aguardó su tiempo de pozo virgen,
como el mar en reposo que despierta furioso
si le lanzan muertos,
aquel día la noche lanzó arenas ciegas en sus oídos abiertos,
quien disfrazada de ironía se reía irreverente
porque supo que en aquel sepulcro yacería un anillo hermoso,
mas cuando el sepulcro fue despertado
y llegó su invitado de honor
se contristó cansado de tanta muerte,
y con ánimo fraterno guardó silencio,
en silencio, la primera noche recordó otros tiempos
y procuró ocultar su pena de pastor sin rebaño,
aquella noche la Luna se asomó por detrás de nuestras culpas,
mas al amanecer del primer día pensó en un Dios clemente,
pero ni un hálito de verde pintó su frente,
al atardecer tuvo sed de río,
y confundido se preguntó ¿por qué?
Él sabía que sus fauces de apócrifo homicida
serían saciadas de sangre inocente,
mas la segunda noche abrazó a su inquilino
quien había pagado desde la fundación del mundo aquel tiempo,
por abrazar un madero amargo levantado al cielo rojo,
y aunque el cuerpo estaba gélido,
él sintió algo extraño como el gemir inefable de la tierra,
al segundo amanecer un relámpago celeste lo despertó,
sorprendido descubrió el vacío de ser novio enlutado,
entonces meditó y comprendió:
que tu sentencia de paloma negra había sido clavada sobre su cruz,
y que el propósito de todo poema vivo
es conocer al que resucitó indemne
después de beber la copa de fuego inclemente
de antipoema maldito
colgado en un madero
teñido de aflicción.
Últimas palabras
He aquí el epitafio
que yace en la sepultura de la muerte:
la cruz cegó mi suerte
y el fuego de sus muertos opacó mi frío.
He cosechado el fruto del dolor
y he pagado el precio del amor
por mis llagas corren ríos de salud
y los ramilletes de aflicción
con que fui azotado
claman desde mis espaldas
la paz del cielo.
Desgajaron mi carne
con una constancia implacable
la tierra saboreó mi sangre
y la tragó hasta los metales fundidos
que fueron preparados desde el primer aleteo del tiempo
y la esputó como cascada furiosa
porque aunque al principio era dulce
dejó una amargura en su vientre.
¡Mi sangre ancla el firmamento a este terruño pasajero
y se escurre por el viento como un velero!
Magullado por la indiferencia
oprimido por la hipocresía
azotado por la mentira
derribado por el hombre
entregue mi vida
en las manos transparentes
de aquel que me envió
como ángel de la cruz
y untó mis labios con poesía celeste.
¿Aún no entiendes quien soy?
Desnudado por cubrir tu desnudez de árbol otoñal
azotado por proteger tu espalda de trigo y cereal
derribado por ver tu rostro limpio de barro
del que también fui deudor.
Soy el verso más humilde
que anhela alzar el vuelo
y hacer nido en tu azotea
hasta las raíces de tu alma.
¡Mi sangre ancla el firmamento a este terruño pasajero
y se escurre por el viento como un velero!
Sentencia de muerte
El ángel de la muerte
ha pintado de hiel tu frente,
y la sombra de sus negras alas
extendidas sobre el dintel de tu vida
proyecta su sentencia amarga
y te quiere dejar caer sin salida
su espada beligerante e intempestiva,
la que desenvaina en nombre de la justicia
que cae como neblina
obediente hasta tocar la tierra,
mas hay un camino
de palabras forjadas al viento
que puede cambiar tu agónica suerte,
sólo deja que este verso escarlata
leude toda tu mente y pinte tu frente
como el mar inmenso
que escudriña silente el corazón de la tierra:
¡En la muerte de la rama verde
yace dormida la vida
escondida en el corazón del viento
para ser hallada por los moribundos
que anhelan su ungüento!
Abraza este verso
y déjalo inmerso
en el océano de tu alma
para que desde el centro de tu huerto
busque el borde de otra alma
que sea su puerto.
Calavera
Cansado del egoísmo del hambre,
el hijo del viento
decidió compartir sus graneros
llenos de fe y poesía celeste
y sus cavas rojas de amor
rebosantes desde el lucero
y abandonarse como un velero
hacia la otra orilla del mar multicolor
caminando sobre las aguas grises
evocando en su paladar los versos blancos
que disfrutó alegre, sin mirar atrás,
el crepúsculo de fuego
sabiendo que lo confesado
en la traicionada noche púrpura
sería pregonado de día en día
en los ejes de la vida,
ejes ensangrentados por la justicia sublime,
ejes que claman sin codicia al mediodía ,
así siguió su peregrinaje para izar su bandera
que no es de esta tierra baldía
atravesando el valle de las estatuas de sal
llegó a la montaña más honda
llamada Calavera.
Crucifixión
Hoy he subido a la cruz
con la expectativa de clavar dolores,
frustraciones y sueños
de zorzales y ruiseñores
que necesitan médico
y aunque las tinieblas
parecen un túnel eterno,
la esperanza del alfarero
alumbra el manantial
que brota desde esta cruz de olivo viejo,
y aunque la madera de paz
fue desgarrada con violencia,
debo confesar al mundo
que por mi propia voluntad
he subido en este día un par de horas,
entre la tierra y el cielo,
sobre esta viga vertical
que alumbra hacia tu voluntad
y el madero horizontal
que invita a compartir mi pan y mi té
junto a aquellos que necesitan un refrigerio.
Lamento que esta cruz de luz
enceguezca a los ciegos
y que la Luna ofreciera
rosas negras
cuyas cenizas
cubrieran la Tierra.
Tengo sed
Mis gritos al cielo
son los pilares que contienen
la ira del Sol
y el edificio de mi fe
de muros transparentes
el que guarnece mi sed,
sed de ver serpientes y escorpiones
caer como rayos y desmembrarse como truenos
sobre perros vanos y enjutos
que vomiten perlas de justicia
que brillen inundando
las bóvedas de mi corazón
e indaguen esbeltas mi nuevo ser
de profeta del viento
y de los manantiales de colores
que surcan tu pecho
hasta llegar a tu frente
y pinten un arcoiris
de varios tonos de verde.
Tengo sed de abrazar tu alma
tengo sed de beber de tu río
tengo sed de que el impío
vea su futuro en tu horadada palma.
Madre e hijo
Aún estando en mi agonía
me acordé de ti madre mía
y en la ironía de la muerte
escogí a tu nuevo retoño
que aunque no nació en otoño
sus brazos vacíos esperan protegerte
Estoy en tus manos
Sé que esta corona irreverente
pintada con sangre inocente
ha roto mi frente de Rey
y estos clavos que se hunden en su ley
en mis manos y mis empeines de Siervo
son suficientes azotes
para encomendar mi presente de Hombre
en tus manos transparentes y llenas de fe.
Consumado
No hay retorno,
no hay vuelta atrás,
en los principios de los tiempos
donde empiezan los sueños
un verbo conjugado por nosotros
único y perfecto
surcó nuestros corazones
y sembró aljabas llenas de flechas
que hoy llegan al tercer cielo
y cumplen una palabra profética:
¡Por amor a ti
fueron desgarradas
estas maderas
de olivo virgen
y aguzados estos clavos
llenos de veneno!
¡Se consumió el cielo
se agotó la sangre
se provocó el hambre!
Memorias del sepulcro
La neblina desfiló frente a la muerte necia
que orgullosa se erguía como soberana impenitente,
mientras los otros sepulcros clamaban por justicia,
hubo uno de piedra insigne
que guardó silencio de condenado a muerte,
sorprendido por el crimen que golpeó a su huésped,
aguardó su tiempo de pozo virgen,
como el mar en reposo que despierta furioso
si le lanzan muertos,
aquel día la noche lanzó arenas ciegas en sus oídos abiertos,
quien disfrazada de ironía se reía irreverente
porque supo que en aquel sepulcro yacería un anillo hermoso,
mas cuando el sepulcro fue despertado
y llegó su invitado de honor
se contristó cansado de tanta muerte,
y con ánimo fraterno guardó silencio,
en silencio, la primera noche recordó otros tiempos
y procuró ocultar su pena de pastor sin rebaño,
aquella noche la Luna se asomó por detrás de nuestras culpas,
mas al amanecer del primer día pensó en un Dios clemente,
pero ni un hálito de verde pintó su frente,
al atardecer tuvo sed de río,
y confundido se preguntó ¿por qué?
Él sabía que sus fauces de apócrifo homicida
serían saciadas de sangre inocente,
mas la segunda noche abrazó a su inquilino
quien había pagado desde la fundación del mundo aquel tiempo,
por abrazar un madero amargo levantado al cielo rojo,
y aunque el cuerpo estaba gélido,
él sintió algo extraño como el gemir inefable de la tierra,
al segundo amanecer un relámpago celeste lo despertó,
sorprendido descubrió el vacío de ser novio enlutado,
entonces meditó y comprendió:
que tu sentencia de paloma negra había sido clavada sobre su cruz,
y que el propósito de todo poema vivo
es conocer al que resucitó indemne
después de beber la copa de fuego inclemente
de antipoema maldito
colgado en un madero
teñido de aflicción.
Últimas palabras
He aquí el epitafio
que yace en la sepultura de la muerte:
la cruz cegó mi suerte
y el fuego de sus muertos opacó mi frío.
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