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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

sábado, 15 de octubre de 2016

"RAMAN RAGHAV 2.0 (2016)" CRÍTICA DE CINE DE ANÍBAL RICCI



Dirigida por Anurag Kashyap

Bombay es una ciudad portuaria que concentra la mayor parte del tráfico comercial de India, siendo a su vez la ciudad más poblada del país, con una población equivalente a la de todo Chile. Es la ciudad donde transcurre la acción de la película, principalmente en las barriadas más desposeídas. Tema principal es la pobreza (de toda índole) cuya visión del director evidencia una injusticia extrema. Kashyap se interesa por la justicia, pero desde la óptica de la ley. A través de ella fija una frágil línea divisoria para situar a los dos personajes. Raman es un psicópata que ni siquiera sabe sumar (pobreza educacional), pero que es un hábil manipulador de personas. Asesina por placer y cree estar fuera del rango de la norma escrita. Incluso se entrega a la policía, lo creen loco y luego lo liberan. Él está por debajo del alcance de la ley debido a que se desenvuelve en las zonas más decadentes de la sociedad, donde apenas hay puertas y ventanas para separar a los vecinos y donde la policía pierde eficacia. Raghav, su contraparte, es un joven policía que se sitúa por sobre la ley, se escuda en su uniforme, pero ejerce violencia intrafamiliar y abuso de poder, aparte de ser un habitual consumidor de cocaína. La ley sólo opera en el espectro intermedio. Al unir los nombres de estos adversarios resulta Raman Raghav, un antiguo asesino serial que mató a más de cuarenta personas en la década del sesenta. Raman es un imitador, la versión 2.0 del famoso homicida. Recuerda al asesino de “The Chaser” (2008), dirigida por Na Hong-jin, representante del thriller de Corea del Sur cuyo personaje también era liberado por una policía inepta para luego seguir cometiendo horrorosos crímenes. En general, los thrillers coreanos se hacen cargo de la violencia y no utilizan elipsis para evitarnos la sangre. La diferencia es que este director indio evita filmar la violencia explícita, algo que le quita fuerza a su relato, en cambio hace hincapié en que la ley no alcanza a esos rincones decadentes y en medio de esa pobreza surgen los padres maltratadores, abusadores de menores, traficantes y otros seres que se reflejan en Raman, un crisol del vicio que no tiene moral ni siente remordimientos. El director divide la acción en ocho capítulos, a la manera de Tarantino, pero sus personajes no provienen del cómic sino que representan una realidad subterránea. Hay similitudes con Tarantino en el sadismo del asesino, en proveer fetiches al personaje (el arma es un simple fierro) y en utilizar elementos que anuncian la violencia (la constante aparición de gatos). También la banda sonora es importante, pero el ritmo es diferente, más ventilado. En la encrucijada final, surge un diálogo franco y despojado de prejuicios (otra vez Tarantino), pero este asesino serial le ofrece al policía encubrir su crimen, diciéndole que él ya hizo su tarea, que ha encontrado su alma gemela y que ahora es el turno del policía para asesinar sin obstáculos sociales. En resumen, le ofrece la llave de la impunidad, dando a entender que jamás lo delatará. Raghav se reconoce en Raman, su pobreza espiritual ahora puede desatarse con la venia de su mentor del otro lado de la ley.

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