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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

sábado, 8 de abril de 2017

TRES COMENTARIOS DE CINE DEL ESCRITOR CHILENO ANÍBAL RICCI






EL MUELLE (1962)
Dirigida por Chris Marker


La Jetée (El Muelle) es un mediometraje francés de apenas 28 minutos, un prodigio de montaje a partir de fotografías fijas. La película plantea la necesidad de enviar a un hombre a través del tiempo con el fin de salvar a la humanidad de las consecuencias de una tercera guerra mundial. Primero lo envían al pasado alentados por el recuerdo que tiene este prisionero de una imagen de su infancia: una mujer que espera en el aeropuerto de Orly. Los científicos utilizarán esa fijación para experimentar la tolerancia de su mente con el objeto de que posteriormente logre contactar con habitantes del futuro. Terry Gilliam adaptaría esta historia para dar origen a 12 Monos (1995). «Al vivir en distintas dimensiones no se puede distinguir la realidad», señala James Cole (Bruce Willis) a los científicos, estableciendo una mayor complejidad al viaje en el tiempo. En la cinta francesa el sujeto experimental vive las travesías como un continuo lineal, no hay confusión mental aparente, salvo al final cuando se da cuenta de que el recuerdo de la infancia era el de su propio futuro. La idea de aferrarse a los sentimientos por la mujer del pasado es abordada en ambas películas, pero Gilliam construye al personaje desde la perspectiva de la alucinación paranoica, utilizando hábilmente la psicología de alguien que sufre el síndrome de Casandra (creer que puede ver el futuro). El Muelle será un referente obligado para las futuras películas de ciencia ficción. Rian Johnson plantea un guion diferente al sugerir la simultaneidad del tiempo en Looper (2012), esto es, el personaje del futuro se encuentra con su homólogo enviado al pasado (ambos conviven en un mismo plano), pero su versión futura (Bruce Willis otra vez) experimenta unas emociones mezcla de pasado y de futuro, por lo que la realidad (antes confusa de James Cole) ahora es realmente compleja: la mente de este nuevo personaje genera una memoria borrosa que hace imposible disfrutar de la instantaneidad temporal. La toma de decisiones es cada vez más complicada conforme va cambiando el enfoque de los personajes en las diferentes películas. En las dos primeras (El Muelle y 12 Monos) los personajes buscan refugio en el pasado, la memoria busca equilibrarse a partir del recuerdo. En Looper, en cambio, busca refugio en el futuro debido a que el pasado se presenta borroso. Otra variante de la instantaneidad temporal es la que plantea Denis Villeneuve en La Llegada (2016) donde la doctora Louise Banks accede a un lenguaje alienígena que permite a su mente interpretar el pasado, presente y futuro al mismo tiempo, que implica el acceso a una cuarta dimensión (el tiempo) muy diferente a la percepción común de los seres humanos. En este caso, la doctora toma decisiones mucho más complejas que en las cintas anteriores, pero a partir de una mente comprensiva que entiende la simultaneidad del tiempo de manera equilibrada. Su memoria no se establece en el pasado o el futuro sino en todo el espectro del tiempo. En este último caso las emociones fluyen de manera armónica y los sentimientos no se quedan atascados ni se distorsionan. En resumen, a partir del viaje en el tiempo visionado en El Muelle es posible generar otras interpretaciones de las implicancias mentales que dichos viajes imponen a la toma de decisiones. El escritor y antropólogo peruano Carlos Castaneda postulaba que «en un mundo donde la muerte es el cazador, no hay lugar para dudas ni lamentos, sólo hay tiempo para decisiones», visión profundizada en estas películas de ciencia ficción en relación a la importancia del tiempo, de cómo nuestras decisiones actuales cambian de una vez y para siempre nuestra existencia.



MOMMY (2014)
Dirigida por Xavier Dolan


Paolo Sorrentino emplea acertadamente la música, clásica en su caso, para dar fluidez a las imágenes, aunque su cine parece orientado a un público culto donde a veces elabora escenas ampulosas que alejan al espectador de la emoción en su estado puro. Xavier Dolan, por el contrario, nos lleva al paroxismo con sus elecciones musicales (popular y clásica) logrando que esos momentos eleven la interioridad de los personajes, no con una sucesión de bellas imágenes, sino con un montaje tan preciso que pareciera que este canadiense hubiera nacido filmando películas. Dolan hace encuadres sorprendentes, mezcla planos fijos con travellings, incorpora y enmudece diálogos, pasa de lo concreto a lo metafórico, en cinco minutos y en medio de Wonderwall (Oasis) cambia desde el punto de vista de un chico problemático al de su viuda madre, es tan lúdico en la ejecución que incluso se da el lujo de modificarnos el formato de la pantalla. Hay intuición, talento y originalidad, aparte de un gran sentido del ritmo narrativo. Los momentos de intensidad no son gratuitos, obedecen a un guion cuidadoso que disecciona seres humanos, desnudando miserias hasta profundidades que asustan. Dolan escoge tres personajes y los exprime al máximo, logrando el lucimiento de sus actores en papeles de mucha complejidad. Steve convive con un trastorno de déficit de atención con hiperactividad que, luego de la muerte del padre, lo hizo cometer actos de vandalismo que llevaron a su madre a internarlo en un hospital psiquiátrico. Diane tuvo que vender la casa y ahora vuelve a acoger a su hijo en una casa alquilada. Tendrá el apoyo de Kyla, maestra alejada de las aulas, con un enorme problema de autoestima. Ella se acerca a sus vecinos y se compromete a darle lecciones a Steve. El muchacho ama a su madre, comprende perfectamente el calvario al que la somete, aunque quisiera protegerla. Diane es una mujer de carácter, pero tras enviudar no pudo recomponer su vida. Histriónica y frontal, esconde sus frustraciones en su personalidad extrovertida. Oculta el dolor que significó recluir a su hijo y, luego de una cena hogareña, se confiesa con Kyla que a su vez ha vivido confinada en su propio hogar. La excluyen producto de su deterioro nervioso, por lo que el hecho de que Diane y Steve le permitan ser útil la saca de su ostracismo. Los tres personajes están atrapados, no confían en el futuro hasta que entre ellos obra un inestable equilibrio que los hace funcionar como familia. Son seres dañados, tarde o temprano Steve se pasará de revoluciones y una demanda judicial desencadenará el derrumbe de la madre. Estuvo dispuesta a sacrificarse por su hijo, pero Steve no permitió que lo hiciera a costa de su dignidad. Deviene la fase depresiva y simplemente Diane no podrá lidiar con la realidad. Ama a su hijo, pero ya no tiene fuerzas. El precario equilibrio simbiótico se derrumba, triunfa el egoísmo y una frialdad impenetrable se apodera de Diane, dejando traslucir perturbadores claroscuros. La estructura de familia tradicional no soluciona el puzle, hay incluso amor entre ellos, pero ya no hay esperanzas, tienen dañado el motor de partida. Los sueños de Diane se desvanecen tras unas tristísimas notas de violín.



GHOST IN THE SHELL (2017)
Dirigida por Rupert Sanders


Scarlett Johansson da con el tono de Major, híbrido entre cyborg y ser humano, aunque dotando a la protagonista de una sexualidad ausente en la versión animada de 1995. El guionista William Wheeler adaptó la historia para que el personaje de Johansson tenga presencia física en la futura entrega de la saga, posibilitando un final diferente en que Major se niega a pertenecer al universo electrónico. Es evidente que Hollywood quiere explotar una franquicia para reemplazar las desgastadas cintas de superhéroes. En la puesta en escena desaparece el retro-futuro y en su reemplazo homenajea el futuro mostrado en Blade Runner (Ridley Scott, 1982). Hay abuso en el empleo del CGI para las imágenes de la ciudad, lo que a veces entorpece la fluidez con las imágenes donde intervienen personas de carne y hueso, aunque por otro lado las locaciones interiores son visualmente atractivas. El discurso de la versión japonesa, da paso a diálogos e imágenes que sobreexplican las escenas, orientadas a encajar piezas de un producto comercial donde predomina la acción. Las frases finales del metraje hacen énfasis de la importancia del alma humana por sobre la inteligencia artificial, evidenciando nula comprensión del material original, ése cuyo mensaje seguirá vigente para futuras generaciones, trocándolo en un mensaje orientado a menores de catorce años que se maravillan con secuencias duplicadas y referencias a clásicos de la ciencia ficción. Hay una perniciosa dicotomía entre la tecnología visual (muy actual) y la profundidad del mensaje (muy anticuado) que la hace comparable con películas de los ochentas como Terminator (James Cameron) o Robocop (Paul Verhoeven).

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