Señoras y señores, amigas y amigos:
Este es un momento de gran emoción, porque hablamos de
Altazor, para muchos, la obra más emblemática de Vicente Huidobro-, y porque
hablamos de una versión bilingüe español/francés, de una lengua, de un país al
que Huidobro amó y admiró.
Pero, para la Fundación y para quien les habla, éste libro
es más que un libro: es un testimonio de la admiración que Andrés Morales
siente por Huidobro, y también un acto de inmensa generosidad, que lo llevó a
impulsar y financiar con recursos propios su edición. Un fuerte aplauso para
él. Mis reconocimiento también a Patricio García por su inspirada traducción de
Altazor, un poema nada fácil de traducir.
Como se sabe, la vanguardia parisina la hicieron —casi mayoritariamente— unos cuantos
extranjeros. El hecho es que ni Apollinaire, ni Tristón Izara, ni Picasso
ni Juan Gris, ni Diaghilev ni Hans Arp, ni Brancusi ni Jacques Lipchitz, ni Le Corbusier ni Man
Ray, ni Modigliani ni Max Ernst, ni Huidobro —por citar tan sólo algunos creadores de primera fila— habían nacido en
Francia. El hecho también, y hay que
reconocerlo, es que estos creadores no hubieran llegado a ser lo que fueron de
no existir esa
ciudad. París, que fue el lugar de encuentro, escenario,
y catalizador que posibilitó la osmosis entre todos ellos.
En la década de los
80, René de Costa, escritor,
profesor e investigador norteamericano, de la Universidad de Chicago, escribe:
“Dentro del panorama cultural del París de los años 20, la figura de Vicente Huidobro ocupa un papel
preponderante. Su amistad con Juan Gris, con Picasso y con Lipchitz, le permite penetrar
desde el comienzo de su estancia en la capital francesa en el núcleo de la vanguardia. Su personalidad
creadora en constante evolución le hace estar desde el
principio en la vanguardia de la vanguardia.
“¿Qué hacía posible esto?” se pregunta, y se
responde: … el talento. Huidobro estaba dotado de una fuerza creativa
extraordinaria y de una no menos extraordinaria habilidad para anticipar lo
nuevo, para estar siempre en la línea de fuego. Y, por eso, desde el comienzo
estuvo en la vanguardia de la vanguardia”.
En Paris, Huidobro es reconocido, acogido y apoyado. En 1917, Apollinaire
le busca un lugar dónde vivir, Reverdy
le escribe: “A mon cher ami, le poete Vicente Huidobro. Nos efforts paralléles
se sont reencontrés”; y, Max Jacob, le dedica un libro, con estas
palabras tan reveladoras como elogiosas:
“Au poete Vicent
Huidobro, qui a inventé la poesíe moderne sans conaitre les resultats de
léffort europeen et dont la place etait (o etaint) marque davance parmi nous” (al
poeta Vicente Huidobro que ha inventado la poesía moderna sin conocer los
resultados del esfuerzo europeo, y cuyo sitio entre nosotros ya estaba
señalado”.
Estas palabras
se conocieron muchos años después de la muerte Huidobro, en una de las
revisiones del Archivo de la Fundación.
Tres décadas más tarde, Eugenio Carmona, escritor, especialista
español en las vanguardias históricas, académico de la Universidad de Málaga,
miembro de la Comisión Ejecutiva del Museo Picasso de Málaga, y miembro del
Patronato del Museo Reina Sofía, en su ensayo del año 2012, “Experiencias y narraciones de lo moderno”,
dice:
“Existe la idea que llega Huidobro a Europa y quiere
conocerlos a todos. En cambio, yo creo que cuando habla en París (1916) todos
quieren atraerlo hacia sí… El creador chileno atrae incluso a
personalidades opuestas… La teoría poética de Huidobro insufló a todos los
supervivientes y nuevos adeptos del Cubismo, pero también lo demanda el
enemigo: Dadá, Tzara y Picabia, cansados del esteticismo de Apollinaire,
descubren a Huidobro, cuya poesía no es para ser recitada, sino para ser vista.
Y los Delaunay, que son la internacional vanguardista, también quieren que esté
con ellos”.
“Entre 1917 y 1923, lo que estaba en juego era una auténtica
refundación de la experiencia vanguardista interrumpida por la guerra. Y
Huidobro fue agente activo de primer orden, un agente decisivo, en dicha refundación, logrando situar una imprescindible
voluntad afirmativa en un contexto que había corrido el riesgo de
diluirse”.
Como dije, es en París, donde Huidobro encuentra
el ambiente que le impulsa a ir siempre un poco más allá. Y lo cierto es que a lo largo de su
vida parece haberlo intentado todo. Hizo novela, poesía, ensayos, poemas-pintados, teatro, guiones cinematográficos, periodismo, crítica de arte,
coleccionista de arte africano; participó en la guerra civil
española, fue
corresponsal de guerra en Francia durante la segunda guerra mundial e, incluso,
se presentó como candidato presidencial en Chile.
También, es en Paris, dónde incursiona en muy diversas
áreas: les ballets ruses, poemas pintados, "poéme-robe" con Sonia Delaunay, donde la
modelo Geneviéve Domec, se encargó de presentar el primer modelo: una blusa
sobre la cual estaba bordado un verso de Huidobro: "Petite chanson pour
abriter le coeur”.
En ocasiones, también una activa vida social
cultural. Como recuerda Simone de Beauvoir, en “La Plenitud de la Vida”: “Con frecuencia me
iba a reuniones nocturnas en el café de la esquina del bulevar Raspail y de la
calle Edgard Quinet. Estaban el pintor Robert Delauney y su mujer Sonia, el
músico de vanguardia Várese, el poeta Vicente Huidobro; a veces, Blaise
Cendrars hacía una aparición… Pasábamos las noches vituperando contra la
tontería humana, contra la podredumbre de la sociedad, contra el arte y la
literatura de moda. Alguien sugirió que alquiláramos la torre Eiffel para
escribir en letras de fuego la palabra: "¡Mierda!”
Incluso en los momentos
más duros de la Segunda Guerra Mundial, en los momentos en que debía viajar del
frente a Paris, y de París al frente Huidobro, mientras se desempeña como
corresponsal de guerra en el ejército francés, junto a su amigo el General De
Lattre de Tassigny, Huidobro frecuenta a sus amigos, como le escribe al pintor
chileno y amigo Luis Vargas Rozas el 2 de abril de 1945: «veo a los amigos de
siempre y algunos nuevos. Veo a Picasso, a Malraux, a Eluard, a Champon, a
Prevert, a Fernández, a Petite Van Doesburg. Hans Arp llegará esta semana y le
veré a mi vuelta de Berlin. París está oscuro, es difícil verse con los amigos,
no hay medio de locomoción fuera del Metro, que no se detiene sino en algunas
estaciones. No hay nada, pero hay alma, buena amistad, inteligencia,
profundidad, seriedad, trabajo y grandes esperanzas».
En fin, nuestro poeta, un hombre que aún en la muerte fue
precoz. La suya llegó en 1948, poco antes de que cumpliera los 55 años. La
causa inmediata fue un derrame cerebral, complicado por las secuelas de una
herida que recibiera durante la segunda guerra mundial, mientras ejercía
labores de corresponsal de guerra en el ejército francés, junto al General De
Lattre de Tassigny. Fue condecorado por Francia con la cruz de guerra, y con la
Insigne des blessés militaires.
Al momento de su
muerte, había publicado quince libros de poesía, seis novelas, dos piezas
teatrales, cinco colecciones de ensayos e innumerables artículos que señalan
sus incursiones en múltiples oficios ya mencionados.
En perspectiva, tal vez, el elemento constante en la
compleja vida y obra de Huidobro son los múltiples virajes y la ferocidad con
que siempre defendió la coherencia de su pensamiento a
medida que iba evolucionando. Esto es lo que le hace constituirse en paradigma
del espíritu de la vanguardia.
Y, en las últimas décadas, cuando todo el mundo de la cultura ha
revisado y recuperado las creaciones de los años 20, utilizándolas como fuente de inspiración, demostrando que pese a los años transcurridos todavía la vanguardia histórica está vigente, y que Vicente Huidobro sigue en
vanguardia.
Sin duda, la opinión más gráfica al
respecto, es la del poeta español
Salvador Quinteros, en un banquete en homenaje que le organizara con García
Lorca en Madrid, en febrero de 1931, cuando dice: “Vicente Huidobro significa
una invitación a la marcha infinita; es imposible descansar junto a él,
sentarse junto a él, porque apenas habéis pestañado cuando ya está lejos de
vosotros y se pierde en el horizonte”.
Como es natural, cuando las metas y propósitos
cambian tan frecuentemente, ni los más ardientes y devotos discípulos pueden
sostenerse en su fe. En ocasiones, hasta la simple amistad se dificulta. Como
dice Neruda: “… es oscura la tierra
para los descubridores verdaderos...: todos queremos ser cómplices de la
multitud”.
Vicente
García- Huidobro
Presidente
Fundación Vicente Huidobro
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