Materia
Muchas veces he repetido este viaje, antes.
Ese tipo de transformación macabra que ejercen las palabras: “Si el barco se hunde, habrá treinta sujetos luchando por un ataúd”. Pero hablaba el carpintero de un salvavidas de madera, de una madera que cuando Queequeg deliraba enfermo se preparaba en manos del mismo carpintero para recibirle la muerte: Queequeg sobrevivió al carpintero. Una madera que hubo de reutilizar asimilando la vida a la muerte mediante una simple metáfora.
Madera nunca tuvo un sentido más estrictamente etimológico que en tal episodio de Moby Dick.
Tras ti el cielo avanza
De estar allí, sobrevolando, encontraríamos debajo de la fotocopia de la novela del dipsómano, Purgatorio de Zurita (quien de esta vida al fin habrá perdido toda esperanza), sobre la silla otras fotocopias: Russell, Peirce, Frege (los tres responden a la ironía cervantina en el prólogo a la primera parte del Quijote: toda una estética la de la falsa erudición, ¿no?) y sobre ellas: la novela del joven Martín Adán (que alguna vez te leí al oído), Casa Grande, El obsceno pájaro, Hijo de ladrón, algunos cartapacios y, encima de todo, Umbral (primer pilar), perfilando la estructura de una casa.
Así, a los pies de la cama debe estar tirada la polera verde (la que sirvió de distancia entre su oreja y mi pecho) con la que me vio la última vez, la segunda para mí, la cuarta para ella (o eso colijo), ahogada sobre una pata de la mesa (escritorio) que es el hogar de Yoko.
Yoko, quien hoy o mañana debe ser alimentada. Las advertencias eran mínimas: situarla no directamente al sol, pero sí frente a una ventana, ventana sur, regarla cada siete días (por lo menos). La pieza es perfecta; de morir, solo cabría argüir irresponsabilidad. No debiera morir, menos en el estado de sensibilidad que subyace a esta escritura, este conjuro: hay que recordar que bajo dominios tópicos la flor es asimilable a la mujer y al amor (ver cualquiera de la metáfora o Las kenningar). No debiera morir a menos que deje de escribirla.
(Nota: olvidar Bonsái, recordar con fervor Tantalia. De paso, leer de nuevo Elena Bellamuerte).
Sobre todo después el mar se cierra
Mientras todo esto sucede (diríamos que en su medida precisa pues detona sentimientos en el contexto del viaje), yo sigo pensando, no en la muchacha florentina que ahora recuerdo y es la cifra del amor; tampoco en el resplandor azul ahora frío y más azul y frío o en el eje de mi acción estos años: sus ojos de ciervo; sino en la otra muchacha demasiado corriente se diría, de una ordinariez desbordante; pero yo no la amo por parecerse a la calle en un día de trabajo, yo no la amo. Recuerdo el nocturno asiento, cuando remedó sístoles y diástoles del pecho mío directo escuchando. Yo sostuve su cabeza mientras la boca roja remedaba sístoles cerrándose, diástoles abriéndose; en una analogía para mí precisa en su voz.
Yo dije algo parecido a: “nunca, creo que nunca he abrazado a una muchacha de esta forma”. Antes no sostuve la cabeza de una mujer en mi pecho y su pureza me pareció el mundo.
Dije para mí: “una vez vuelto el mar caerá la ciudad en mi pecho florido, se irá llenando mi corazón. Todo llevaré a mi corazón cuando se decida la lluvia a recuperar su sitio, anudaré cada cosa cada lugar cada vida mi yo arcaico; el arriba pendiente la flecha ubicua y el corazón inmóvil. No habrá conjura tal mi río mi lugar ameno en amenaza, un corazón linchado para mañana. Oscureceré el celeste de una sola vez, todo el azul cerrándose en el mar. El corazón es un músculo en declive”.
Y creí comprender de qué hablaba entonces. Y me frustré.
Yoko
Y quisiera fueras también la eterna presencia de la amada ausente. Hasta amar lo que he creado y dejarás de ser.
La Eterna, quien fue Lady Rowena, Rebecca en Ivanhoe, Leonora en Poe, quien serás: la amada de hombros rudos de amplio cuello que me parezca.
Hizo dios el firmamento en medio de las aguas
Y ahora son otros los que bailan. Mary poppins saca un paraguas para mantenernos guarecidos:
Se inundarán estas aldeas -dice
La lluvia llegará pronto a estropear sus vestidos.
Aquí todos practican la adivinación y otras tantas artes menores. Algunos tejen en pequeñísimos mantos el destino de los hombres, miniaturas del tapiz de Gerona, preciosos galimatías decorativos.
Antes lloverán estrellas que el agua inunde los lechos
Es imposible que la lluvia estropee mis vestidos.
El viento de la noche gira en el cielo y canta
Yo auguro fríos matinales, un infierno para el resto del día.
Se fueron sumando compañeros, pronto, toda la aldea se uniría a su disputa. Aprovechando el desorden que provocaron ambos judiciarios, les arrebato el paraguas y me voy en busca del Marón.
Mientras todo esto sucede (diríamos que en su medida precisa pues detona sentimientos en el contexto del viaje), yo sigo pensando, no en la muchacha florentina que ahora recuerdo y es la cifra del amor; tampoco en el resplandor azul ahora frío y más azul y frío o en el eje de mi acción estos años: sus ojos de ciervo; sino en la otra muchacha demasiado corriente se diría, de una ordinariez desbordante; pero yo no la amo por parecerse a la calle en un día de trabajo, yo no la amo. Recuerdo el nocturno asiento, cuando remedó sístoles y diástoles del pecho mío directo escuchando. Yo sostuve su cabeza mientras la boca roja remedaba sístoles cerrándose, diástoles abriéndose; en una analogía para mí precisa en su voz.
Yo dije algo parecido a: “nunca, creo que nunca he abrazado a una muchacha de esta forma”. Antes no sostuve la cabeza de una mujer en mi pecho y su pureza me pareció el mundo.
Dije para mí: “una vez vuelto el mar caerá la ciudad en mi pecho florido, se irá llenando mi corazón. Todo llevaré a mi corazón cuando se decida la lluvia a recuperar su sitio, anudaré cada cosa cada lugar cada vida mi yo arcaico; el arriba pendiente la flecha ubicua y el corazón inmóvil. No habrá conjura tal mi río mi lugar ameno en amenaza, un corazón linchado para mañana. Oscureceré el celeste de una sola vez, todo el azul cerrándose en el mar. El corazón es un músculo en declive”.
Y creí comprender de qué hablaba entonces. Y me frustré.
Yoko o los sueños
En medio de la noche acudo a pedir el consejo del Marón, es que he tenido un mal sueño.
Y el maestro de ceremonias, príncipe un-lado-del-cielo se quita el sombrero para dejar caer sobre su cuerpo el largo cabello que escondía:
Los plátanos los fresnos los olmos las hayas
Y todas las demás especies similares
Son útiles solo para los carpinteros
Para las demás gentes
Son símbolos de pobreza y necesidad.
Y el Marón americano se las arregla para estropear esta melancolía
Cuatro estrellas
En tu más oscura noche, amigo
Forman una cruz
Una incógnita o un poliedro
Un plano un mapa, toda una cartografía
Pero en ningún caso
Cuatro estrellas a infinita distancia una de otra:
El sol gira alrededor de la tierra
La tierra es un cilindro plano y circular
Se destruye toda una cultura para asegurar la democracia de los pueblos.
Para ti, hermano
Quo pulchrior alter non fuit Aeneadum
Cuatro estrellas crucifican la noche.
¿Qué dios insufla este ardor en tu pecho, Marón, o será que damos nombre de dios a nuestros deseos?
Construyamos un caballo para estos infelices
Hay tanto dolor entre los hombres.
Acabemos con estas aldeas
Amputemos el prolongado brazo de la ciudad.
Para cuando tu comida acabe
Para cuando el frío te cale los huesos
Cuando ya no tengas refugio
El fuego en mi pecho será tu escudo
Yo seré tu hermano, tu protector.
Ven, construyamos un caballo para estos infelices
La madera de sus cuerpos sostendrá tu casa.
Yo quería un poema que comenzara con cierto pasaje del Quijote
Y el poema comienza con la sobrina, cuando esta le espeta a Alonso Quijano, Quijada o Quesada: apostaré que si fuera albañil construiría una casa como una jaula.
El poema transitaría por la identidad entre casa y cárcel: con el Quijote en la jaula escoltado por el canónigo, como Pound, pero ya basta de Pound, la usura o la insidia.
O con Yorick burlándose de su propio cautiverio en la Bastilla: pues este no es más que el nombre con el que se designa una torre, y una torre es una casa de la que no se puede salir, así de simple.
El poema rondaría aquella reclusión, se esforzaría en manifestar que el viaje demora, regodeado en describir la trayectoria del sol: signo del tiempo y la contienda, la odiosidad de la luz, el absurdo de la existencia.
Por ahora, el poema se abre con la imagen de una casa cercada, de una casa a la que es tan difícil entrar como salir, y se estanca allí, en la vana descripción de la pieza en la que alguien escribe, mientras contempla el calzado vacante.