DE UN ENFERMO TERMINAL
Yo no escribo,
yo me duelo.
Yo no bailo,
me retuerzo.
Yo no pienso,
sólo duermo.
Yo no escribo
y sin tragedias
yo me muero
poco a poco,
entre risas de enfermeras
y sonrisas familiares.
Yo no siento, me desdoblo,
me desuello, me embrutezco,
balbuceo, balbuceo, ya no hablo,
yo no escribo porque otros grabarán
en una lápida,
con palabras que me alienten
a no volver jamás,
a ser feliz quién sabe dónde.
(A Patricio Henríquez Huerta)
ESCRITO EN LAS PIEDRAS DE ANGKOR WAT
Esas piedra que no descifrarán jamás
esos mantras ya callados, sin conciencia,
esta selva de rocas que cantaban
aquellas ceremonias a los dioses.
Todo enmudeció, fue abandonado, tal vez
en un misterio que ninguno pueda adivinar.
Porque el mundo ya no escucha ni los rezos
ni la historia, ni la vida verdadera.
Porque el mundo es analfabeto
y así debe quedar.
(A Sergio Badilla)
ESCRITO EN GLAGLOLÍTICO
(Tablilla encontrada en Baška, Isla de Krk, Croacia)
Una lengua que no existe pero vive
en una mínima tablilla muy liviana.
Una lengua de apretados caracteres
(los sabios lo decían: “apretados caracteres”).
Un hallazgo que queremos comprender
que intentamos descifrar con la soberbia
del hombre culto e indolente.
Lo que hay detrás
–y nadie sabe-
son los cientos y miles y millones
que forjaron con su sangre no palabras
sino puentes, ciudades, rutas, cementerios
mirando al mar en su quietud
pensando en un futuro que hoy retumba.
(A Željka Lovrenčić)
UN MANTRA BUDISTA
(Hoja encontrada en la frontera del Tíbet y Bhutan)
La muerte es un sonido que regresa.
La muerte es un sonido que regresa.
(Suena el gong y las campanas y las cañas).
La muerte es un sonido que regresa.
El hombre tiembla, llora frente a su rumor.
(Campanillas y oraciones: largos cantos).
Un mantra por los vivos que están muertos.
La muerte vibra en templos y ciudades.
(A Germán Muñoz Pilichi)
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