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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

miércoles, 3 de diciembre de 2014

"CINCO POEMAS" DEL POETA CHILENO EDUARDO EMBRY DESDE INGLATERRA



 
1. Eduardo tuvo dos sueños

Estando yo un día en el cerro cordillera
tuve aquel famoso sueño, que los zapatos y las medias
se levantaban como se levanta el humo
detrás de los jardines; 
antes que fuera demasiado tarde,
quise atraparlos, pero mis ropas 
eran hechas de agua y jabón,
se resbalaban de mis manos;
después, también tuve el segundo sueño,
el sol, la luna y once estrellas
se inclinaban hacia mí
como si estas luminarias quisieran sacarme la lengua; 
pero yo tuve la suerte que otros patriarcas no tuvieron:
en ninguno de mis sueños aparecen mis hermanos,
Eliana, Gladys, Eva Rosa, ni tampoco Enrique,
ninguno tuvo celos de mí,
todos, sin excepción, me adoran.
 
2. Con Descartes
 
Con Descartes me digo: pienso, por tanto, me río,
esa es la gran cuestión, como si pasara
por mi cabeza una película 
llena de chistes de monjas y curas,
de amigos
que al sentarse, viene otro,
le quita la silla;
lo primero es siempre lo primero:
no alcanzo a pensar dónde nació Descartes,
ya, me viene la risa;
como un canalla sin nombre,
tomo la torta, se la pongo en la cara;
racionalmente hablando,
delicado punto de partida,
cuando yo me río,
siento pasar por mi cuerpo
toda la experiencia humana;
pero el placer de escribir poesía lírica,
como en los viejos tiempos,
se expresa mejor con una dentadura reluciente;
el que ríe antes de pensar, ríe dos veces;
cuando río, el agua piensa.
 

3. El arcipreste se vuelve liviano como una pluma

Habiendo examinado mis pocos versos, 
podéis ver, buenos amigos,
cuán fácilmente se habla aquí de lo incierto;
ahora, voy en un vuelo, no siento el peso de mi cuerpo,
la tierra pasa rozando mis zapatos,
atravieso altas montañas, paso por un puente,
entro a la boca oscura de un túnel,
miro a los ojos las piedras,
a 40 mil metro de altura, la nieve 
tiene un color infinito; 
al pie de la cordillera, de una patada, 
soy un mosquito deslumbrado, ciego;
las montañas andan con sus orugas,
queman el petróleo de sus motores,
allanan mi casa, buscan algún equívoco,
porque amo la vida y los libros,
meto libros en una lavadora;
en tiempos de guerra, 
los convierto en pulpa espesa,
los libros se queman en las calles,
hago bolos empapados de hojas sueltas,
porque amo la vida y los libros,
los pongo a lavar en la centrífuga;
esta vez, burlo a las montañas enloquecidas,
me salvo de las torturas, no es a mí 
que me lanzan de un helicóptero,
tengo una suerte enorme, nací un día 28;
pero las montañas caen sobre las imprentas,
ya nadie puede comprar libros baratos;
así pasó con la leche, la azúcar
y las patatas, las gloriosas patatas,
yo debo sufrir para siempre
las torturas de mis hijos.
 

4. El bachiller Zerpa mezcla plomo y arena
[para el poeta Ramón Palomares] 
 
Con unos ojos ciertamente tristes
Paracelso mira el mundo;
yo mismo he perdido gran parte de mis ojos
buscando en anaqueles y archivos
una mejor imagen suya de la que
aparece en la portada de sus obras;
fue famoso por que en vida
creyó haber hallado la fórmula
para transformar el plomo
en metales preciosos,
toda la vida he buscado
esos viejos papiros,
dicen: donde hubo fuego
cenizas quedan, en estos caminos polvorientos
quisiera hallarme con aquellas cenizas;
dicen sus biógrafos que Paracelso, como yo, usaba
un gorro rojo, esto me llena de entusiasmo
a lo mejor he encontrado
la veta de oro sin darme cuenta;
en vez de comprar el número de la suerte,
por si diera en el clavo,
todos los viernes, y eso no hace daño a nadie,
 mezclo plomo y arena con el sietecito.
 
 
5. Atlas de Chile:
De cómo abrir una puerta
 
 Lo primero es siempre lo primero:
 de haber una puerta ha de haber
 una chapa, una llave y un individuo
de cara hacia la puerta
buscando la llave
 que ha de estar en algún lugar del bolsillo;
 el individuo que la porta
ha de tomar la llave de un extremo,
 recorre con sus dedos su delicado cuerpo,
 la pone obsesivamente de punta,
 la introduce en el ojo de la chapa,
 la llave ha girar delicadamente hacia la derecha,
 si la puerta no afloja de inmediato,
 inténtelo una y otra vez, puede que la chapa
 esté oxidada, o por imperfección del metal,
 moneda de tanto circular, quizá esté dañada;
 si de este modo no funciona,
 es que el individuo que la porta
 tal vez haya introducido una llave que no corresponde;
 busque en el manojo la verdadera, la única,
 aquella que usted pudiera decir
“tú eres la más bella entre todas las llaves”;
póngala otra vez de punta, introdúzcala,
haga que gire hacia la derecha, suavecito,
pero seguro, firme,  sin fallar, hasta la puerta cede,
crujen las bisagras, se abre
y al abrirse, ha de retornar llave a sus bolsillos;
con la puerta, así, abierta, el individuo
 que la abre,          
 siente leve satisfacción, un éxito efímero,
 un perfume o una rosa que se deshace;
 un individuo crea nuevo espacio,
 entra en el recinto
 y casi sin pensarlo, todo placentero,
 se lanza sobre el sofá,
 se olvida por completo de la llave
 y del modo cómo abrió la puerta;
 descansa, afloja sus zapatos,
 suena el teléfono, no es nada,
 alguien ofrece comida china a domicilio.
 

Eduardo Embry, Inglaterra,
3 diciembre de 2014


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