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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

martes, 22 de septiembre de 2015

FERREIRA GULLAR POR HAROLD ALVARADO TENORIO (COLOMBIA)




Ferreira Gullar es el nombre literario de José Ribamar Ferreria (Sâo Luís do Maranhão, 1930), el cuarto de los once hijos de Alzira Ribeiro Gullar y Newton Ferreira, vendedor de frutas, arroz y cereales. Un nombre de pila común entre los bardos de su pueblo: Ribamar Pereira, Ribamar Galiza o Ribamar Silva. Todos vates de rima y mesura, que como “Periquito”, creían que sólo eran poetas los que habían muerto porque, en aquel presente parnasiano que desconocía el Modernismo, nadie cultivaba un oficio de difuntos, que a sus dieciocho, recogió en Um pouco acima do chão [1949], un manual de redondillas, endecasílabos y alejandrinos que condenó al olvido pero cuyo último verso  “Talvez eu nasça amanhã”, auguraba el poeta que en los años cincuenta, descubriría, más allá de las playas colmadas de luz y las nubes azules del paisaje nordestino, la existencia de Alvaro Lins do Rego, Carlos Drummond de Andrade o Murilo Mendes, cuyos versos le llevaron a la convicción de que la literatura, para ser, debía cambiar el destino del lector; la poesía tenía que conmover el juicio del individuo y estar ligada a la vida.

Periodista y locutor de radio, en 1950 ganó con O galo, inspirado en un anuncio de sal de frutas, un concurso promovido por Jornal de Letras en cuyo jurado estaba Manuel Bandeira. El texto anunció la rotura definitiva con su mocedad literaria y la toma de postura ante el estado de la poesía local donde parecían no haber llegado los ruidos de la vanguardia modernista  y sobrevivía el rebuscado lenguaje sentimental sostenido en un desinterés por la política y cierta pedantería gramatical de las salas marmóreas, jarrones orientales, cuerpos delicados cuerpos y retratos de los poemas de Alberto de Oliveira y Olavo Bilac.

El gallo
inmóvil en el patio.

Un gallo Gallo
de impresionante cresta,
como guerrero medieval.

Armado contra la muerte,
con su pico
y sus espuelas,
se pasea.

Mide los pasos. Se detiene.
Inclina la testa coronada
y se pregunta:
- ¿qué hago yo aquí?
- ¿de qué me defiendo?

Camina por el patio
El cemento ignora sus pasos.

Un gallo son las plumas
que florecen de la carne muda,
el córneo pico, las rapacidades
y el ojo sin amor.
Solidez grave.
¿Qué sostiene tal arquitectura?

¿Sabrá que,
en el centro de su cuerpo,
crece un grito?

¿Cómo, sin embargo,
contener,
una vez cumplido,
el canto ineludible?

Ahora agita las alas,
va a morir,
curva el urgente cuello
de donde mana
el rojo canto.

Pero la piedra, la tarde,
y el propio feroz gallo
sobreviven al grito.

Es inútil el canto.

A pesar de todo,
de su porte marcial,
el gallo permanece
solo y desamparado,
en un zaguán del mundo.
¡Pobre ave guerrera!

Ahora en el arcano
de su cuerpo
crece otro grito;
uno que sin esas plumas
espuelas y cresta
y la mirada de odio
no sería ni ronco ni sangriento.
Un grito,
lóbrego fruto del gallo
que afuera solo es
complemento del alba.

[Galo, galo]

El grito de un gallo es, según Gullar, metáfora de los alcances del canto de un poeta. El gallo es empujado al canto por una necesidad irreprimible. Canta como si fuese a morir, o si pudiese desencadenar una alteración del mundo. Pero como ni una cosa ni la otra ocurren termina por concluir que es un acto inútil. Al final hace referencia a “otro grito”, que sueña con despojarse de cualquier relación con el cuerpo o los sentimientos del gallo, con sus plumas, espuelas, cresta y el brillo de su ojo. El gallo, como el albatros de Baudelaire, como Gullar, está fuera de lugar, rodeado de un ambiente hostil. El poeta es un mago perdido entre la ciencia y la tecnología, ahogado por el urbanismo, cuyo destino al cantar para sí es hacer bello un mundo que le condena a la soledad y el ostracismo. Cantar es agregar belleza a un mundo incompresible e infeliz, “un intento de crear alegría, de dar sentido a la realidad”.

El concretismo y el neo-concretismo de los hermanos Campos, tuvieron como correlato histórico la aparición de las tiranías y censuras de expresión mas severas que haya conocido la cultura brasileña y como sucedió en muchos momentos de la historia, hicieron juego al poder promoviendo efectos literarios donde se extinguía la comunicación y se daba exclusiva preeminencia a la experimentación, resultando en últimas una parodia del dolor que causaba el silencio de la censura. Durante al menos dos décadas, entre 1964 y 1984, la cultura y la política brasilera estuvieron sometidas a la reprensión y banalización de la vida con la colaboración de un sector dominante de la Intelligentsia.

El golpe de estado de 1964 fue ampliamente apoyado por la gran prensa [O GloboJornal do Brasil y Diario de Noticias], los patronos, los latifundistas y sectores de la iglesia católica que creían que João Goulart iba camino de instaurar un gobierno similar al soviético o al chino de entonces. Los militares instauraron un régimen que conservó en la apariencia las instituciones democráticas, pero impedía a los opositores el ejercicio de los derechos políticos mediante Actos Institucionales que lentamente suplantaron la constitución. De esta manera se liquidaron las fuerzas de opositoras, se decretó la abolición de los partidos políticos, se impuso la censura a los medios de comunicación y el arresto y tortura de los disidentes.

En la lechería la tarde se comparte
en yogures, cuajadas, vasos de leche
y mi rostro en el espejo.
Son las cuatro de la tarde, en mayo.

Tengo 33 años y gastritis.
Amo la vida que está llena de niños,
flores y mujeres, la vida,
ese derecho a estar en el mundo,
tener dos pies y manos, una cara,
y hambre de todo y esperanza.
Ese derecho de todos
que nada ni nadie
puede abolir o dejar.

¡Pero cuántos amigos presos!
Cuántos en cárceles oscuras
donde la tarde apesta a orina y terror.
Hay muchas familias sin rumbo esta tarde
en los suburbios de hierro y gas
donde juega irredenta la infancia de la clase obrera.

Aquí estoy. El espejo
no guardará la huella de este rostro,
asi salga del lugar,
si muero
o si me matan.
Estoy y no estaré, un día,
en parte alguna.
Así que, ¿qué importa?

La lucha común enciende la sangre
y golpea mi pecho
como patada de un recuerdo.

[Mayo, 1964]

Procurando hacer una síntesis de las teorías y trabajos de Pound, Joyce, Cummings y Mallarmé, los Concretistas intentaron una interacción entre la palabra escrita y oral con la música, las artes y los medios masivos de comunicación, resultando ataduras meramente experimentales que invalidan toda comunicación personal, enajenando las palabras en su sintaxis y prosodias. El lector y el oyente de los poemas concretos no encontraban un eco de sus experiencias diarias o históricas, ni un trasunto de su vida afectiva, y menos un panorama de sus sueños y pesadillas. Como en el poema de Gullar, el poeta-gallo que canta-grita lo hace en vano porque está sólo. La canción entonces ocupó los lugares que tiranía y formalismo vaciaron de lucha y sentido. João Gilberto, Tom Jobim, Vinícius de Morães, Gaetano Veloso y Gilberto Gil fueron el lenitivo de esos largos años de penumbra.

“El concretismo –sostuvo Santiago Kovadloff-, fue la expresión de un grupo en el que había sido derrotada la necesidad de diálogo, la capacidad de cuestionar con sentido de la realidad histórica, y no apenas con un mero afán de captación plástica, visual de esa realidad”. “La poesía concreta ahogó el lenguaje en la banalidad, lo vació de toda trascendencia ética, dotándolo de un peso que recuerda, por su inconsistencia, la solidez de los espejismos”. 

Ferreira Gullar decidió hacerse poeta, según ha contado, luego de redactar un poema para celebrar el Uno de Mayo. La maestra le dio nota alta porque consideró, a pesar de las faltas gramaticales, que la idea de celebrar el día del trabajo precisamente porque nadie trabaja, era original. Ese éxito escolar pronosticaba que podría vivir de algo distinto al comercio de verduras de su padre, pero además, había visto una foto de Vinícius de Moraes donde cantaba y tocaba la guitarra y pensó que eso era lo que quería hacer, algo alegre y no un trabajo pesado que hiciera la vida imposible. Pero fue con la publicación de A luta Corporal (1954) cuando la crítica se interesó en sus textos.

Desde Baudelaire, Rimbaud o Mallarmé los poetas no representaron más los papeles e importancia de que habían gozado durante la Edad de la Fe o la Ilustración, no tuvieron más confianza en sus palabras y el público fue una minoría creciente y elitista. Ni el mundo burgués, ni la clase obrera, ofrecerían alivio o cura a su neurastenia y si algo les atrajo entre tanta incomprensión fue esa clase moribunda, la aristocracia, que ofrece, derrotada, una altivez espiritual que desdeña la avaricia del burgués y la ignorancia del obrero.

A partir de A luta corporal Gullar concebirá la poesía como la otra realidad, original e intangible, que el arte agrega al mundo en una suerte de ritual mágico, donde la plena conciencia de su inutilidad y artificialidad dotan al nuevo objeto de una tensión que tanto poeta como lector alcanzan limites que pueden terminar en un paradojal espasmo o parálisis. La industria para alcanzar esos niveles sintácticos y prosódicos serán los cortes y disposiciones en la frase y las palabras como si fuesen una gesticulación verbal. Las dos nociones [lucha y cuerpo] revelan las intenciones de Gullar. El cuerpo está en lucha con el mundo para asirlo, entenderlo, gozarlo, padecerlo. En él residen los presentimientos, las venganzas, las aventuras. Nada metafísico asiste al hombre, sólo el mundo concreto de su cuerpo. Gullar entra -con la mirada- a saco en los objetos y los vacía: aves, frutas, mundo, fueron carnaza de su poesía. Cada objeto y sujeto le mueven a buscar, a escarbar en su ser, la esencia que determina su naturaleza, el misterio que ocultan.

¿De qué vale intentar
rescatar con palabras
todo lo que por los vientos
entre nubes y risas
se llevó el verano
con el viejo periódico?

El sueño en la boca,
en la cama el incendio,
en la noche el llamado
son apenas ahora
esta luminiscencia
este espasmo
de la quijada
en el rostro.

La poesía es presente.

[No corpo]

Entonces vuelve los ojos hacia la colectividad y descubre, en la vida cotidiana, el manantial donde brotan los poemas de Dentro da Noite Veloz [1975].

En los años sesentas los intelectuales de la izquierda brasilera trataron de vincular la producción cultural con los asuntos sociales del pueblo. El Centro Popular de Cultura, vinculado al Sindicato Nacional de Estudiantes, fue creado por Janio Quadros. Gullar estuvo vinculado a él durante casi cuatro años hasta cuando fue destruido por la dictadura, periodo que coincide con un crecimiento de la clase media y la búsqueda o reinvención de un carácter nacional que no estuviese “contaminado” por los imperialismos de entonces. Una suerte de “hegemonía cultural de la izquierda” tanto en el campo como en las ciudades.

Dentro da Noite Veloz  fue un intento por asir la vida, con sus manifestaciones y elementos, en medio de conflictos sociales, políticos y sicológicos. Para lograrlo abandonó sus saberes líricos y escribió como un cantante de feria, haciendo un arte “pobre” que “concientizase a la gente”. Lo concreto en estos poemas es todo lo que está atado a las luchas del individuo y la colectividad; el hombre que trabaja y la mujer que trabaja; sus afectos y rencores, con una poesía vivida en la extensión de los cuerpos, oscuros o vibrantes, con carencias, sedientos, cálidos, haciendo que la palabra sea sabia de la vida:

Sin esperanza alguna
ante una vitrina de carteras
me detengo, en domingo,
en la Avenida de Nuestra Señora de Copacabana
cuando el crepúsculo cae sobre el barrio.

Sin esperanza alguna te espero.
Entre la gente que va y viene
entra y sale de bares y cines
de repente
aparece tu rostro y desaparece
y el corazon se dispara.

Te veo en el restaurante,
en la cola del cine;
de azul conduces un auto;
a pie cruzas la calle
espejismo que se desintegra
con la luz de la tarde
y se esfuma en las nubes.

La ciudad es grande
tiene cuatro millones
y tú apenas eres una.

En algún lugar estás a esta hora,
caminando o inmóvil,
tal vez en la otra cuadra
tal vez en la playa
tal vez converses en un bar distante
o en el balcón de ese edificio  enfrente
tal vez estés viniendo a mi encuentro,
sin que lo sepas, mezclada a las personas
que veo a lo largo de la avenida.

¡Qué esperanza tan pobre!
Una oportunidad entre cuatro millones.
Ah, si al menos fueses mil
dispersa en este mundo.

La noche se alza comercial
en las constelaciones de la avenida.

Sin ninguna esperanza prosigo.
Mi corazón repite y repite tu nombre
ahogado en el estruendo de los automotores,
llevado por el humo quemado de la gasolina..

[Pela rua]

Ferreira Gullar irá progresivamente entendiendo que el hombre histórico, el individuo en crecimiento, uno más entre la multitud, sería el objeto ineludible de la poesía de los años de fin del siglo. Dará entonces sentido a sus hechos, estrictamente personales, como lo había entendido Bandeira. Lo que juzgamos como subjetivo alcanza en sus poemas una dimensión inédita, tejida de persona y mundo. El hombre, Gullar, está solo. Hablar de sí será hablar del Otro.

Poema Sujo  (1975), su obra maestra, resume esta nueva actitud y visión del mundo en un texto sinfónico donde concurren por igual yo, nosotros, historia y eterno presente. Mito y mímesis a través de la memoria, es una larga exposición real o imaginaria de la ciudad del poeta. São Luís do Maranhão, cosas, seres, luces, voces, olores, fugas, frivolidades, sucesiones, olvidos, indiferencia, miedo y pasión. Una memoria-saudade y una memoria desencantada, que borra cualquier pretensión que no sea la música misma, el tono del poema.

El hombre está en la ciudad
como una cosa está en otra
y la ciudad está en el hombre
que está en otra ciudad
pero variados son los modos
en que una cosa
está en otra cosa:
el hombre, por ejemplo,
no está en la ciudad
como un árbol está
en cualquier otro
ni como un árbol
está en cualquiera de sus hojas
(aún rodando lejos de él)

El hombre no está en la ciudad
como un árbol está en un libro
cuando un viento allí lo trashoja.

La ciudad está en el hombre
pero no de la misma manera
en que un pájaro está en un árbol
no de la misma manera en que un pájaro
(la imagen de él)
está/ba en el agua
y tampoco de la misma manera
que el susto del pájaro
está en el pájaro que yo escribo

La ciudad está en el hombre
casi como el árbol vuela
en el pájaro que lo deja
cada cosa está en otra
a su manera
y de manera distinta
de como está en sí misma
la ciudad no está en el hombre
del mismo modo que en sus
almacenes plazas y calles.

[Poema sujo, fragmento]

Escrito y rescrito en Buenos Aires entre la muerte de Perón y el ascenso al poder de Jorge Videla, luego de haber deambulado por Moscú, Santiago de Chile y Lima, cuando el dictador argentino comenzó a perseguir y desaparecer intelectuales y disidentes y los políticos brasileños exiliados en el país austral fueron detenidos y entregados a Brasilia, Gullar creyó que el poema sería lo último que podría hacer en su vida y que debía decirlo todo mientras aun tuviese tiempo. De allí su tono de alegato contra las tiranías, exhibiendo una poesía extremadamente impura como quería Neruda, plagada de manchas del alma y el cuerpo vomita la memoria de su vida y la vida de los otros. No hay duda que su registro recuerda las arquitecturas sintácticas de João Guimarães Rosa en Grande Sertão: Veredas, acumulando voces que se funden en un solo crisol mientras infringe las normas gramaticales, maltrata los preceptos, pasa de las tradiciones y las desobedece.  Verso y prosa se hacen una catarata testimonial del individuo Gullar y el hombre brasileño. Un poema, en últimas, sobre la Vida, la inverosímil.

Al cumplir cincuenta años, Toda poesía recogió su obra. Desde entonces los homenajes no se han interrumpido. Recibe los Premios Moliere, Jabuti, Alphonsus de Guimarães, Fundação Conrado Wessel de Ciência e Cultura, Machado de Assis da Academia Brasileira de Letras, Luís de Camões; es celebrado en el Festival de Poesía de Rotterdan y nueve profesores titulares de universidades de Brasil, Portugal y Estados Unidos lo candidatizaron para el Premio Nobel de Literatura.

En mi larga experiencia en la lucha política –dijo Ferreira Gullar- puedo afirmar que la poesía sostiene la capacidad de indignarse y al mismo tiempo de hacernos dignos, de mantener la dignidad del ser humano. En ese sentido la poesía es peligrosa para los poderosos”.

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