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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

sábado, 19 de septiembre de 2015

UNA ESTÉTICA DEL SIMULACRO: “SUSURROS QUE GRITAN”, DE OLGA SOTOMAYOR SÁNCHEZ POR DANIELA STEVENS (EXTRAÍDO DE LA REVISTA "CÓLERA")



Si nos referimos a la labor que cumplen las editoriales cartoneras se vuelve imposible no reconocer su surgimiento en Argentina (2003). La crisis política y económica de dicho país abre paso para que se conforme Eloísa Editorial, la primera en utilizar cartón reciclado para confeccionar sus libros. Este impulso apunta, en cierta medida, a una estética de la pobreza, inspirada en los afiches de bailantas –fiestas populares de cumbia– por medio de sus diseños diminutos y coloridos. Tiempo después, dicho fenómeno editorial se replicó en distintos lugares de Latinoamérica, incluyendo Chile: aquí se incorpora Olga Cartonera, una de las tantas editoriales que realizan un trabajo artesanal de su catálogo. Lo interesante, en su caso, es que participan los estudiantes del Instituto Nacional en la manufacturación de los libros.
Así sucede con Susurros que gritan, editado en el 2013 y que corresponde al primer poemario de Olga Sotomayor Sánchez (Santiago, 1974). En él lo que llama la atención es la materialidad del libro: la cubierta mantiene el color del cartón, y las imágenes y letras que conforman el título están elaboradas por recortes de revistas. Al avanzar, vemos que en la portada existe una ilustración que se difumina entre el blanco y el negro de su fotocopia. En las siguientes páginas, como en cualquier otra obra, nos encontramos con dos presentaciones, sin embargo, estas hacen referencia más a las características de su autora que a los textos mismos. Así, en una de ellas leemos: “Todo lo que tú dices, cuanto escribes, es pasión, pasión pura, es tu corazón el que escribe, no tu razón […] En tus brazos hay pena profunda, nostalgia, resentimientos por lo que pudo ser y no fue, una ansiedad que te aferra con fuerza a cada momento de tu vida” (7). Lo anterior, más bien, funciona como una especie de carta personal que introduce la obra de Sotomayor Sánchez.
En términos particulares, este trabajo poético, o su composición, se sustenta en un tono extremadamente íntimo, muy propio de una escritura quinceañera: “A veces es silenciosa y en ocasiones educada/ En fin… hay de todos los tipos y formas……………./ La risa es el espíritu que habla” (18). De esta manera, los temas ―en este caso la risa― son tratados con desaseada simpleza. En muchos de sus textos, el hilo conductor se concentra en los recuerdos del hablante o de quien narra: “El Café del Patio creció y yo crecí junto a él. Traje a mis hermanas, a mi prima, a mis amigos […] Cobij[ó] mi alma en los peores momentos, me ayud[ó] a pasar las penas” (25). Sin duda, no existe ninguna limitación para abordar intimidades a través de la escritura, considerando que son procedimientos recurrentes dentro de este ejercicio. El efecto que produce Susurros que gritan se asemeja, entonces, a espiar por la cerradura a aquellas situaciones minuciosas y que carecen de importancia.
Por último, es necesario insistir en la valiosa iniciativa de incorporar a estudiantes de séptimo y octavo básico en la construcción de cada ejemplar. Puede que este sea el gesto político más trascendente de Olga Cartonera, en cuanto a extender el acceso a la literatura a los más jóvenes. A pesar de ello, y sin desmerecer dicha actividad, Susurros que gritan queda relegado a cierta estética del simulacro. La impresión que nos deja sobre el valor literario y editorial es que sólo termina imitando, desprolijamente, las funciones de un libro.





Susurros que gritan. Olga Sotomayor Sánchez
Olga Cartonera Proyecto Editorial
Poesía. 88 páginas.

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