Escritora, Comunicadora Audiovisual, Magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile. Ha publicado en poesía Balance de blanco en el ángel triste de Durero (1993); In Memoriam (1995); Por suerte había otra vida (1999), Piel de maniquí (1999), y Animal cautivo (2010). En narrativa Animalia (2002), La gran fuga (2002), La ciudad de los temblores (2002) y Estrella y el caleidoscopio (Ed. Zig-Zag, 2013). Su obra se encuentra antologada en Nueva poesía latinoamericana (UNAM, México, 1999), Los Poetas y el General (Editorial LOM, 2002), Poetas del mundo latino (México. Solar Editores, 2003), Vigencia del epigrama (México, 2006), Poéticas de Chile / Chilean Poets on the art of Poetry (Gonzalo Contreras, Chile, Étnika ediciones, 2007); Casa de luciérnagas (Mario Campaña, España, Ed. Bruguera, 2007); Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte (Damaris Calderón, Cuba, Ed. Arte y Literatura, 2008); Poesía y prosa chilena ÜLKANTUN KA EPEW CHILEMAPU MEW, Edición bilingüe (Elikura Chihuilaf, 2009). Obtuvo el Primer Premio Video-poesía de la FILSA (1994) y El Primer Premio en Encuentro de Cine y Video del Caribe en Cuba (1998). Expuso trabajos de poesía visual, poesía y pintura, entre los que destacan: Liquidación por cambio de temporada (Biblioteca Nacional, 2005) y Diosas Tutelares (Posada del Corregidor, 2013)
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Leve y aleve |
En la poesía, como en los sueños, podemos abrir los ojos, apilar misterios, atravesar paredes, porque ella abre sus puertas de par en par si se la invoca.
La creación es el idioma que da cuerpo a lo informe, el gran poder de la naturaleza que va y vuelve sobre sus propios pasos porque no tiene tiempo ni espacio. Rueda la piedra que inicia el movimiento y una montaña se abre para entregar sus tesoros.
La ciudad dorada que la ciencia esconde por órdenes mayores descuelga sus estrofas hacia el interior de la tierra y da rienda suelta al verso libre, al color que encabritado sopla con el divino rumor avivando el agua y el fuego de la alquimia real. Porque donde existe poesía efervesce el oro que reviste los templos y hace temblar el corazón.
Porque cuando hay poesía hay corazón y zumban las estrellas en el pecho haciendo arder los mapas estelares como perlas que brotan desde el fondo de la fuente. Burbujas de sabiduría que calman la sed y sedan el miedo a la existencia tan leve y aleve y sin explicaciones.
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Enigmas |
A Alejandro Iriarte
No puedo dejar de pensar en los enigmas matemáticos que nunca pude resolver. En cómo no pude ser seducida por sus razones y sus medidas y sus verdades exactas. Qué extrañas son las diferentes miradas, las búsquedas, las lecturas, las atracciones, los imanes con los que capturamos las piezas del mosaico que nos conmueve y donde podríamos fijar la silueta de aquello que nos interroga y que al intentar definir, o fijar, se nos esfuma, se escapa y deja el vacío de un fondo donde alguna vez se posó un astro, un pez, una flor, el ala de un ángel, la melodía que da vida a la belleza. Y aunque sé que cada pieza de ese mosaico contiene el patrón de la totalidad y late en él un ángulo de la geometría sagrada que nos da cuerpo, razón o «verdad», no basta para vislumbrar la certeza, el sentido de estar respirando aquí, hoy, que es también ayer y mañana, sólo por intuición porque la razón ha dejado para después la respuesta. En el fondo no tiene cómo responder, aunque extienda sobre nosotros mapas, fórmulas y estadísticas. ¿Por qué parcelaron la escena descomponiendo el movimiento? Es ahí donde no se entiende la acción que nos mueve, se pierde la dirección, la conexión con los otros elementos y la comprensión del principio y el fin. Esa fragmentación sostenida entre la luz y la oscuridad produce la apariencia de un baile de sombras estroboscópicas. Un absurdo patético sobre el que hay mucho que escribir todavía y del que han dado cuenta algunos seres iluminados por las primeras fogatas, antorchas, estrellas o las velas silenciosas de la lucidez, al atardecer, cuando sentimos que un poco de Dios habla por nosotros
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Lo que ocultan los vestidos (fragmento) |
Hay que avanzar sin preocuparse de limpiar el camino o elegir a los acompañantes. Ya entendemos que al juego entran todos peones, alfiles y señores -con coronas o descalzos- aunque no sepamos bien por qué. Algunos participantes distraen, eso sí, y hacen perder la paciencia nublan la armonía con sus cantos letales sin recordar que estamos de fiesta -buena o mala-, como invitados. (El hospital viene después).
Entonces qué hacer para que no interfieran trayendo rumores y nieblas hasta mis oídos, qué hacer si no entienden que producen mareos, vértigos, desórdenes en los pasillos del alma -se apagan luces- y hay que huir a refugiarse al huerto, entre árboles, piedras, y pétalos de flores que nacen con espuma marina -huella del rocío divino- en los lirios, que ante la presencia del sol se animan a confesar lo que ocultan sus vestidos.
No sabemos cuánto queda al día y hay que ayudar a armar las tiendas. No me desanimen con su selecto pesimismo, con las flores muertas de sus ambiciones apretadas contra el pecho. Déjenme latir en la hornacina de una roca o en esas paredes borrosas donde los sueños anidan haciendo danzar el oleaje que provee la memoria.
(…)
Yo soy libre. Lo he dicho conservando las buenas maneras, no interrumpan mi almuerzo para hablarme de la podredumbre del mundo. Cortaré el teléfono una y otra vez, miraré por el ojo mágico de la puerta y no les abriré aunque soplen y soplen, no dejaré que traigan hasta mí su estallido interior que no saben dónde hacer detonar.
No he de salir al ruedo, no me lancen capas rojas, no he de torear a nadie, y no soporto llorar sobre la sangre derramada.
En otra vida ya fui Caperucita perseguida por los lobos. Silencié sus aullidos con acciones inocentes: hice arder un ropero, planchas encendí, canalicé las aguas hacia los transeúntes y esperé apostada entre las rejas del jardín para leer las consecuencias. Y negué la autoría una y otra vez. Aprendí a leer desde la intuición y supe que no hay arma superior.
Cuántas veces me dormí llorando encerrada en la cámara oscura entre abrigos de pieles. Puede que esto haya ocurrido tres veces, las suficientes para desear ser invisible y conseguirlo. Lo cierto es que pasé varias tardes en la oscuridad del closet llorando entre los abrigos muertos tratando de liberarme o de gritar fuerte para despertar. Éramos niños huérfanos sobre la Balsa de la Medusa resbalando de una furiosa cascada en caída libre hacia la vida real.
Todos habéis sido perdonados porque érais inocentes. Pero hoy a nadie voy a permitir que interrumpa mi paz con sus dagas voladoras y os diré: «Idos lejos de aquí restos de playas moribundas».
(…)
Y puedo rebelarme y puedo escapar de una vez y para siempre de las dictaduras de la humanidad de las tragedias griegas y las condenas prometéicas de las hogueras medievales.
¡Oh cuánta locura ardiendo en estos bosques alimentados por el Ego!
Aprended poetas, el Ego cuando no da vida mata.
Afuera ha cambiado el eje de la tierra y hay un temblor de cielo que agita sus campanas por el aleteo en llamas del Fénix que despide a su viejo Yo.
Ahora llueve, llueve fuera, llueve dentro de la casa y allá en el fondo se pierden las certezas y todo es mar o nubes, amor que gotea y late entre los antiguos fanales del cielo.
Es Viernes Santo y no seré eco de la multitud. No daré la orden para que se crucifique a nadie, no abriré la boca para propagar, el nombre que sea blanco de un disparo o el acero de unos clavos que herirán por siempre al Ser con sus estigmas. Son demasiadas las espinas, sí, no os hagáis los desentendidos mientras corre la sangre por las plazas. Arrancadse el ego de una vez las cadenas y el yugo de la tortura lenta que impide el vuelo. Y dejadme llorar.
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Creer o no creer: esa es la cuestión |
Es extraño pensar en cambiar todo de golpe. Tal vez eso sólo sea posible con una guerra. Y la guerra llega. Aparece en el cielo y en todas las pantallas como una nueva constelación. Sus bombas se oyen desde el otro lado del planeta y sus muertos estallan en sueños mientras intentamos dormir para suponer que mañana pedirán frutas frescas y despertarán para el desayuno de la superproducción, porque quizá fueron apenas los extras de una guerra que no pasará a la historia. Los protagonistas de las grandes guerras no mueren. Quedan eternizados para siempre en la memoria para bien o para mal. Porque siempre hay un bien y un mal. Depende del director. Los demás optamos: creer o no creer. Esa es la cuestión.
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Desplazamiento
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Me desplazo a la segunda fotografía pero dudo por lo caótica. Se adelanta. Retrocede. Se esconden me interrogan y no sé qué contestar y en esa magnífica confusión llego a preguntarme si es falso, que sea verdadero o verdadero que sea falso. Las imágenes envejecen y los muertos eluden el encuadre. Las fotografías tienen su propia religión y viven en otro templo. El pasado y el futuro de una cinta de video es circular, qué hay más atrás ¿el principio o el final? Pero más atrás es el pasado y por lo tanto el principio, y yo prefiero cerrar los ojos y preguntarme qué hago aquí adelante. Delante de todos mis recuerdos y detrás de las palabras, pero presente mirando a todos estos grandes y odiosos mitos. Señores faranduleros directores de países mariscales en jefe, contralores generales políticos jugadores de la historia y luego pienso verdaderamente en lo falso que parece todo lo que es cuestión de tiempo y de finales o principios, mientras intento no oír la sirena de la ambulancia que anuncia a la Muerte. No estoy en un barco. Estoy en el centro de Santiago sentada en el escaño de un ilusorio paseo peatonal, mientras dejo pasar el tiempo frente al local de revelado urgente. Sólo hace falta una hora para saber si existieron. Si todos ellos estaban entre los que pasaron de largo, ejercitándose en no ser robados, en no oír a las sirenas. En no saber cuál es el principio cuál es la meta qué es un final. Se cumplen los horarios y comienza la canción de las cortinas metálicas. La policía refuerza los puntos luminosos, los candados crujen. Un vagabundo que aflora desde las alcantarillas sacude la nada y se velan con él las fotografías y las visiones. Dónde ir. ¿Es posible señores volver al principio volver al final ser simultáneos? Ser y no ser con libertad de acción, hacerle zancadillas a los reflejos del pasado, a las proyecciones del futuro, a la vida al paso, a los gritos preparados, al vino rojo que cae desde el barco donde cantan las sirenas y bailan los náufragos. Bajo la luz crepuscular de un verano que siempre sonríe entre el rock y el shock, porque puede ser el último verano de las fotografías.
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1 comentario:
Muchas gracias, Andrés, por la difusión el apoyo,
cariños y un gran abrazo.
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