IV
Observo tu jardín
y tu imagen diluirse
en la nada
y me pregunto
qué puede
ser más terrible
que perderse
en las propias llamas del corazón
descubrir al amanecer
una playa de negras arenas
con un sol oscurísimo
morando dentro de mi cabeza
Es que todo el universo yacía
en esa planicie
cada grano
era una estrella
de luz oscura
sorda
a cada una
de mis preguntas.
V
Eran como pequeñas catapultas
tus pupilas aquella tarde de abril
Invisibles piedrecitas de canto rodado
me arrojabas atrevidamente
ninguna de ellas ose esquivar
todas se hundieron en aquel río de sangre
que torrencial iba por mi arteria
Entonces suaves ondas de choque
se expandieron por todo mi cuerpo.
XII
Tus mensajes de texto
fueron las calidas avenidas de la tarde
en ellas tus ojos eran el paisaje
como en una pantalla en cinemascope
Qué hermoso fue modular
yendo mar adentro
todo el cuerpo como un sol
en las aguas
que eran tus aguas
de abril.
XV
Esta noche
en torrenciales imágenes
tú has estado junto a mí
cuando el otoño
en la ruleta del tiempo
jugaba al amarillo-ocre
cuando tú en lo retráctil de la noche
lograbas extender
tus luciérnagas
sobre mi pecho
traer hacía mí
tu aroma
a madreselva
y todo el cosmos
era una bocanada
de especias aromáticas.
XVII
En la hermosa provincia
un día el sol envuelto en delicadas llamas
se alejó de la ciudad con rumbo desconocido
una nebulosa oscura cubrió su gran corazón
entonces en las calles
muchas cabezas oscilaban
como mundos en extinción
desconectados unos de otros
aunque en el espacio cósmico
en las profundas aguas del universo
aún hay señales luminosas
que colman sus océanos.
XVIII
Una melodía
escuchaba
en los tiempos de las maderas
ese sereno y placido soñar de una guitarra
aleteando en la habitación
cuando tú pasabas invisible
bajo el reflejo de la luna
y tu blue jeans
apretadísimo
te solazaba
y todo
se movía
contigo
y de todos los aromas
la noche alimentaba
mi sombra en busca
de tu sombra.
XXIV
Fue en un sueño de otoño
cuando mis labios como semillas
desde la cima de tus pechos
rodaron hasta lo más frondoso de tu pubis
allí creció robusta y caliente la yerba
en remolinos ascendentes
de abrazos y gemidos
donde todo se alzaba
hasta la cumbre más alta
y como en un Big Bang
nos expandimos hasta encontrarnos
tú y yo en la cima de las pulsaciones
más intensas
de todo el universo.
XXVII
Tú dijiste lubricidad
o algo así como aceites del Kamasutra
y yo imagine lo rojo
del picotazo
la hendidura
que se perfila
que se descubre
dentro de su propio abismo
allí donde había una llave
abriendo el universo.
XXVIII
Dime ¡Uy!
que como bajo los cielos
de la antigüedad
encenderé tu cuerpo
en estas frías
noches de otoño
Frotaré tu cuerpo
como con una flecha
en la madera hendida
y en mi mano estará el arco de tu mirada
impulsando mi corazón
hasta que la chispa
salte de tu cuerpo
e ilumine todo el cuarto
hasta los cimientos.
XXIX
Imaginé esa mañana
tu cuarto como una barca
surcando las letras
de un maravilloso relato
Una barca con un fuego en su interior
que abrigaba nuestros corazones
como en las antiguas canoas yaganes
que alguna vez surcaron
otras esplendidas historias
Ahora en mi memoria táctil
tengo tus manos tus dedos
y ese oleaje que era nuestra sangre
que como carbones encendidos
buscaban entrelazar
nuestros cuerpos
en un sola resplandeciente
hoguera.
XXXI
Quizás
en nuestras bitácoras de viaje
sea ineludible hallar las aguas tempestuosas
dibujadas con líneas ásperas y retorcidas
Pero sobre todas las cosas yo veo
una línea curva como una luna y un sol
asombrosamente brillantes
que nos iluminan
cuando nos miramos
en la transparencia
de nuestras palabras
y entramos
en esas tibias
aguas cósmicas
de mareas perfectas
pujando por reunirnos
en un solo cauce.
XXXVII
Jugábamos
cuando la noche a la orilla de la laguna
ya había borrado nuestras sombras
y sólo estábamos tú y yo
Pero me pregunto
si acaso percibiste
que cuando te alce
entre mis brazos
yo te presentaba al cielo
como la más viva
y hermosa de las ofrendas
que cuando tú abriste tus piernas para aferrarte a mí
también me arrastrabas contigo hasta el infinito
Recuerdo que fuimos como una sola carne
intentando alcanzar el resplandor de las estrellas
pero tal vez el cielo gris de aquella noche nos jugó en contra
cuando quizás demasiada champaña
en nuestras cabezas
aligeró la realidad
de ese peso gravitacional
que nos sujeta férreamente
a este mundo.
XXXIX
Fuiste
una pequeña gran linterna
con forma de lápiz
que alumbró con su haz
la penumbra que había en mí
en esa cama como bajo las frazadas
– Eso dijiste –
al recordar
esa tempestad
transfigurada
en un monstruo marino
recorriendo la noche
que era un río de oscuras mareas
suspendidas en el viento
Un pozo de incertidumbres
el abismo por donde brotaban
aguas turbulentas y tristes
Pero aquella noche yo llegué a tu lado
en el instante preciso
e iluminé con mi linterna
el camino hacía nuestro mundo
el único refugio
donde tú y yo
podíamos
escapar.
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