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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

sábado, 26 de diciembre de 2015

CALL OF PAPERS (LLAMADO A PUBLICAR) EN LA INTERNATIONAL JOURNAL OF LANGUAGES & LITERATURE






Call for Papers

International Journal of Language & Literature

ISSN: 2334-234X (Print) 2334-2358 (Online)


International Journal of Language and Literature is an international double blind peer reviewed journal covering the latest developments in stylistic analysis, the linguistic analysis of literature and related areas. With its uniquely broad coverage, the journal offers readers easy access to all the important new research relevant to stylistics. Refereed articles from international scholars ensure that readers are kept fully up to date with the best research worldwide. The journal also publishes notes and discussion that provides a stimulating forum for debate on new and controversial contributions to the study of language and literature. New publications in the field are surveyed and expert reviews of the most important works are included.
The journal is published by the American Research Institute for Policy Development that serves as a focal point for academicians, professionals, graduate and undergraduate students, fellows, and associates pursuing research throughout the world.
The interested contributors are highly encouraged to submit their manuscripts/papers to the executive editor via e-mail at editor@aripd.org. Please indicate the name of the journal (International Journal of Language & Literature) in the cover letter or simply put ‘International Journal of Language & Literature’ in the subject box during submission via e-mail. 
The journal is Abstracted/Indexed in CrossRef, CrossCheck, Cabell's, Ulrich's, Griffith Research Online, Google Scholar, Education.edu, Informatics, Universe Digital Library, Standard Periodical Directory, Gale, Open J-Gate, EBSCO, Journal Seek, DRJI, ProQuest, BASE, InfoBase Index, OCLC, IBSS, Academic Journal Databases, Scientific Index.
E-Publication FirstTM
E-Publication FirstTM is a feature offered through our journal platform. It allows PDF version of manuscripts that have been peer reviewed and accepted, to be hosted online prior to their inclusion in a final printed journal. Readers can freely access or cite the article. The accepted papers are published online within one week after the completion of all necessary publishing steps.
DOI® number
Each paper published in International Journal of Language & Literature is assigned a DOI® number, which appears beneath the author's affiliation in the published paper.
IJLL is inviting papers for Vol. 4, No. 1. The online publication date is June 30, 2016. Submission Deadline: March 31, 2016.
For any additional information, please contact with the executive editor at editor@aripd.org
Regards,
Dr. Carolyn Carlson, Washburn University, USA.
Editor-in-Chief



International Journal of Language & Literature
Website: www.ijll-net.com


viernes, 25 de diciembre de 2015

JUAN LUIS PANERO (1942-2013) POR HAROLD ALVARADO TENORIO



A finales de los setentas, quizás en noviembre del setenta y ocho, María Mercedes Carranza, que llevaba casi cuatro años trabajando con Carlos Lleras Restrepo en Nueva Frontera, frente a un costado de la Catedral, me llamó para pedirme el favor de acompañarle a ver a alguien que acaba de regresar de Quito, “con una mano adelante y otra atrás”. No quería ir sola a encontrarse con esa reminiscencia, que no veía desde la navidad del setenta, porque después de un viaje relámpago a Madrid, pagado por Fernando Garavito con plata prestada a Hernando Santos, para quien redactaba la sección Con usted, con respuestas a asuntos domésticos o baladíes, comprobó que ni él ni Félix Grande le perturbaban como en los años ardientes de su juventud castellana, y decidió irse a vivir por la libre con Fernando, que la acorralaba desde cuando Carlos Lleras Restrepo había nombrado primer director de Colcultura a Jorge Rojas, y por indicación de Eduardo Carranza, Garavito fue encargado de la todo poderosa secretaria general del instituto, que prácticamente controló durante el final del gobierno Lleras y los años del gobierno Pastrana, cuando se inventó el Tren de la cultura, un museo rodante sobre seis vagones de ferrocarril, donde vendía libros a cincuenta céntimos, el claro antecedente de la Poesía por centavos de hoy, hasta cuando Daniel Samper y Felipe Lleras Camargo, que habían convencido a un par de  viejos millonarios de fortuna non santa, de hacer un periódico seudo liberal, se llevaron a Cali, en una de las avionetas de los nuevos ricos, a la extraña pareja para que confeccionara Estravagario, uno de los más bellos semanarios literarios que ha tenido Colombia.
Garavito también redactaría, en esos años del gobierno de López Michelsen, los editoriales que ordenaba Marino Rengifo Salcedo, su director, como aquel que glorificaba el ascenso a General de Luis Carlos Camacho Leyva y su ingreso al gobierno antes del asesinato de José Raquel Mercado por el M 19, el 19 de abril de 1976. Garavito escribía y después vomitaba estruendosamente, o se refugiaba en su casa caleña del parque de El Perro, en la parte alta de San Fernando, a masticar trozos de helechos para aliviar el asco que le causaba el liberalismo del llerista bugueño.
María Mercedes no quiso revelar el nombre del personaje, que había albergado en un modesto hotelito que aún existe, el Dann Colonial. Salimos al medio día de las oficinas de Nueva Frontera y, tomando séptima arriba hacia el norte, entró en uno de esos almacenes cercanos al Ley y compró un jersey de cuello de tortuga, verde, recuerdo. Cuando llegamos el visitante esperaba en el lounge, notoriamente confuso, pálido, ojeroso, con una resaca que le hacía temblar las manos, mal peinado su escaso cabello, con un traje maltratado y con gestos de ansiedad que aliviaba fumando un Nacional tras otro. De inmediato le reconocí.
Se trataba de Juan Luis Panero, el hijo mayor de Felicidad Blanc  y Leopoldo Panero, uno de los poetas falangistas más favorecidos por Pacón, el primo de Francisco Franco, y ella, según decía todo el mundo al verla en la garita de la portería del ministerio de cultura de Pio Cabanillas, la mujer más bella que había tenido Madrid durante los años de la república, tanto, como que Luis Cernuda se había embelesado, creyéndola más un querube que una hembra, género que no apetecía. Juan Luis también había merecido, en su niñez, las carantoñas del sevillano, mientras su madre le insistía en el Londres devastado de la posguerra que saludara amablemente a ese alto señor TS Eliot, a quien su marido y padre cortejaban para que pusiera alguno de sus poemas en The  Criterion. Cosa que nunca hizo el transterrado.
Yo le había conocido en Oliver, un bar de copas de la calle Almirante, a finales del setenta y cuatro, cuando la crisis del petróleo fue acabando con la vida nocturna madrileña. Me lo presentó Paco Umbral y por supuesto, nunca simpatizamos, primero, porque yo era un sudaca más, uno de los miles de refugiados que fueron llegando a España tras los golpes de estado, y luego, porque se veía que yo era un don nadie, ante tan bien pagá, su pinta de caporal del oeste y la sibilina dipsomanía y autosuficiencia que exhalaba. Juan Luis Panero era una de las fatalidades rutilantes de Oliver, escoltado unas veces por Paco Brines, un rico heredero valenciano y gran poeta de la generación del cincuenta, o de partner de la otra estrella de esos tiempos, el transformista Luis Antonio de Villena, con quien siempre iba de desdén con la realidad y los triunfos de las medianías literarias del tardo franquismo. Todo como secuela de sus desplantes y despropósitos filmados durante los días que en Astorga descubrieron una estatua a la memoria de su padre y Jaime Chavarri, por sugerencia del menor de los Panero, decidiera grabar el acto y entrevistarles.
Pero su fama entre el mundo cateto del Madrid de entonces alcanzaría la mayor cota tras el estreno de El desencanto, la virulenta película producida por Querejeta, que usando de los Panero y sus relaciones, es una brutal andanada contra la entidad familiar y sus vínculos con el poder, al tanto que una mirada a los rincones más sombríos de la naturaleza humana, que muchos asumieron como un retrato de la familia del tirano y su destino después de muerto.
Con un total impudor, el día que la municipalidad descubría la estatua en honor del padre y esposo, Felicidad Blanc, la viuda y sus tres hijos, Juan Luis, Leopoldo y José Moisés Santiago, “Michi”, instauran ante la cámara un juego de confesiones cenagosas y pérfidas de la vida de una familia de la burguesía provinciana española de postguerra, donde saltan, como chispas de la forja de un herrero, momentos de asco, odio y no poca poesía, mientras se van cobrando con lujo de detalles las hipocresías padecidas entre un orbe de cartón piedra.
Tanta fue la gloria, que una de las primeras actividades del nuevo embajador de Colombia en Martínez Campos, el seudo marxista Belisario Betancur, íntimo colaborador de Jesús de Polanco y sus amantes colombianas, visitó Astorga en compañía de Juan Luis, quien le regalaría varias de las cartas de su padre que se descomponían en la sombra y el olvido de ese chalé del siglo XIX junto a la catedral con un jardín romántico que todavía da a tres calles y el palomar donde escribía el poeta.  “Allí nos tomamos varias botellas de vino que se conservaban con todo el añejamiento desde García Lorca, confesaría BB años después. Comencé a ojear la biblioteca, cuando me dijo: ‘Por aquí debe haber, en los escritorios de papá, algunas cartas de los miembros de la Generación del 27. ¿Te interesarían?‘ ‘¡Por supuesto!’, dije. Y empezó a sacar cartas y cartas, mientras yo iba eligiendo una de Vicente Aleixandre, otra de Dámaso Alonso o Luis Cernuda“.
El Juan Luis Panero que ahora recalaba en Bogotá no era aquel altanero invicto de entonces sino un monumento a la derrota. Tampoco era aquel mancebo exultante de sensualidad que había cantado Francisco Brines en los años sesentas, haciendo honor al desparpajo de su carne y la deslumbrante lucidez que producían en él los excesos de alcohol y sexo.
En este vaso de ginebra bebo
los tapiados minutos de la noche,
la aridez de la música, y el ácido
deseo de la carne. Sólo existe,
donde el hielo se ausenta, cristalino
licor y miedo de la soledad.
Esta noche no habrá la mercenaria
compañía, ni gestos de aparente
calor en un tibio deseo. Lejos
está mi casa hoy, llegaré a ella
en la desierta luz de madrugada,
desnudaré mi cuerpo, y en las sombras
he de yacer con el estéril tiempo.
Todo pudo haber concluido mal o peor aquella tarde bogotana, de no haber sido por un golpe del destino.
Luego de dejarle aquel mediodía en ese pequeño cuarto de hotel de la Candelaria, regresamos hasta las oficinas de Nueva Frontera y María Mercedes me contó cómo le conocía prácticamente desde la niñez, cuando junto con su padre gastaban los veranos en Astorga junto a los Panero, en tiempos en que Carranza fue diplomático de los gobiernos de Gómez y Rojas Pinilla. Me dijo incluso que Juan Luis había sido su verdadero amor, tras sus primeros encuentros eróticos con Álvaro Bonilla Aragón,  y que siempre que le veía su vida comenzaba a resbalar sobre el frío de la hoja de la navaja. Luego del almuerzo, en el pequeño restaurante  que había en la Sociedad de Amigos del País, ya casi a las tres y media, le dije a que tenía que marcharme a cumplir una cita con alguien que había llegado a Bogotá para dirigir una editorial. Se trataba de  Edgar Bustamante, un patojo que haría unos bodrios titulados El gran libro de Colombia y el gran libro de Ecuador.
Serían las cuatro cuando tomé un taxi en la plaza de Bolívar rumbo al norte. Al pasar por la esquina de la 14 vi a Panero. Le dije al taxista se detuviera y le pregunté qué estaba haciendo. Me respondió que nada, que iba de garbeo. Le pregunté si quería acompañarme a la visita que iba a hacer y se subió al taxi. Cuando llegamos a casa de Bustamante, que vivía en un lujoso apartamento en Rosales, nos presentó a su mujer, y ¡oh milagro!, resultó que era de Astorga, el mismo pueblo de Panero. El resto de la velada trascurrió con la ingesta de enormes litros de vino primero y luego de escocés. Serían ya las cuatro de la mañana cuando luego de interpretar a Lear con una piel de cebra sobre los hombros, Bustamante le preguntó a Panero si tenía trabajo y este le recordó que acaba de desembarcar en Bogotá y en esas estaba. Bustamante le dijo que necesitaba un redactor para la revista del Círculo de Lectores, alguien que le confeccionara las reseñas y las solapas de las decenas de libros que publicaban entonces.
Así fue a dar con sus huesos desnudos Juan Luis Panero a la editorial Círculo de Lectores donde haría varias antologías y conocería a una de sus más notables benefactoras colombianas, una ex de un poderoso político, dueño de un diario y ministro en varias ocasiones, a quien embaucó con la peregrina receta de que preparar gambas con cáscara era la torre Eiffel de la culinaria francesa de entonces. Cazueladas de crustáceos con su dura piel eran servidas en las soiréeerotiques de la adicta, rociadas con caldos de San Andresito, sin estampilla y chiveados, que después pasaría a manos de un derelicto del nadaísmo, a quien dio un premio nacional y paseó, como una oveja negra, por más de media docena de países con fondos del erario público.
Otra de sus fabulosas y rentables amistades, digna de sus perversidades y torceduras, fue el ex ministro de Guillermo León Valencia, miembro del grupo Mito, anfitrión de Borges y firmante de los decretos con que bombardearon Marquetalia y Rio Chiquito, el honorable demonólogo Pedro Gómez Valderrama, que prologó dos de sus plaquetas y que recordando las visitas nocturnas a las casonas de la cuarta con veintitrés en pleno centro bogotano, guiaría luego durante los años [1986-1991] de la embajada española del obeso biógrafo de Geo von Lengerke, por los mejores establecimientos de la calle de la Ballesta en Madrid. Allí repetirían, incansables, ese prestigioso ejercicio de peer meando. Gómez Valderrama, que fue durante años gerente de Asograsas en la capital colombiana, se preparaba primero en Chicote de Gran Vía, ingiriendo una buena dosis de la famosa mezcla de vermut, ginebra y gran marnier lapostolle, hasta sentir que explotaban los gases, e invitando a Panero ascendían hasta la calle de la putas y deteniéndose en uno de los portales más concurridos, comenzaban a descargar el dorado liquido mientras reían y peían a gusto, como diría Camilo José Cela, que había enseñado ese arte al colombiano. De todo ello fue testigo durante esos años el prodigioso poeta Caballero Bonald, pero nada dice en sus memorias.
María Mercedes le soportó casi año y medio, arrastrándole a un fango que permanece en muchos de sus poemas de entonces. Prácticamente Panero destrozó lo que quedaba de su vida luego de las tormentas de celos de Garavito y la dura vida que le fue deparando su trabajo en Nueva Frontera, donde incluso llegó a redactar varios de los plagios que Lleras Restrepo hacia pasar como suyos, como la serie sobre famosas prostitutas, que él mal traducía del italiano y Carranza decentaba para su publicación. Panero, en sus ataques de alcoholismo y desprecio por la pobreza de María Mercedes, destruyó en ininterrumpidas secciones de resaca las decenas de autógrafos de famosos españoles que conservaba desde su niñez y que ahora había puesto en las paredes de su apartamentico del primer piso la carrera quinta con treinta y dos, diagonal del Centro de Investigación y Educación Popular de los jesuitas, donde tenía a Rogelio Echavarría por vecino. Panero, borracho, gritaba a voz en cuello: hoy le toca a Vivanco, y rompía el cuadro con la dedicatoria; hoy le toca a Cote Lamus y rompía el poema mientras Rosa Coronado abría sus pobres enormes ojos y la poeta callaba de rabia y desencanto. Por eso, cuando logró librarse de tremendo desquiciado, que nunca la quiso, escribió este doloroso poema:
Una tarde que ya nunca olvidarás
llega a tu casa y se sienta a la mesa.
Poco a poco tendrá un lugar en cada habitación,
en las paredes y los muebles estarán sus huellas,
destenderá tu cama y ahuecará la almohada.
Los libros de la biblioteca, precioso tejido de años,
se acomodarán a su gusto y semejanza,
cambiarán de lugar las fotos antiguas.
Otros ojos mirarán tus costumbres,
tu ir y venir entre paredes y abrazos
y serán distintos los ruidos cotidianos y los olores.
Cualquier tarde que ya nunca olvidarás
el que desbarató tu casa y habitó tus cosas
saldrá por la puerta sin decir adiós.
Deberás comenzar a hacer de nuevo la casa,
reacomodar los muebles, limpiar las paredes,
cambiar las cerraduras, romper los retratos,
barrerlo todo y seguir viviendo.
Panero volvió a Bogotá en 1981 y María Mercedes, para crearle de nuevo un ambiente agradable entre la grey bogotana, llamó a Santiago Samper del Centro Colombo Americano para que le prepara un recital de sus versos y publicara una plaqueta, que titularon Doce poemas, otra vez con una presentación de Gómez Valderrama. El primero de ellos, fue un agradecimiento lírico a todo lo que ella había hecho por él, uno de los poetas más miserables que han existido en la tierra:
Terribles son las palabras de los amantes
aunque estén bañadas de falsa alegría,
cuando llega la desolada hora de la separación.
Fuera la lluvia galopa tercamente
y su eco retumba tras la ventana.
Los poderosos pájaros de la dicha
un breve instante anidaron en sus brazos
y dorados plumajes cubrieron los cabellos
que ahora sudor y hastío sólo guardan.
La estatua que quiso ser eterna
herida de reproches tiembla y cae.
Ya el combate de anhelo ha terminado
y húmedos restos las sábanas acogen.
Hombre y mujer en traje y documento 
ceremoniosamente se despiden.
Sus manos por costumbre se enlazan
y banales sonrisas desfiguran sus labios.
Terribles son las palabras de los amantes
cuando llega la desolada hora de la separación.
Esqueletos de amor buscan nuevo refugio
y un jirón de ternura cuelga del viejo y gris perchero.
 La última vez que estuvo en Colombia fue para celebrar el matrimonio de Belisario Betancur con Dalita Navarro, todo pagado por Bogotá, que llevaba ya cuatro años cercada por William Antonio Marín, alias ‘Hugo’, comandante del Frente 22 de las FARC, asesino que controlaba La Palma, La Peña, Villeta, Guayabal de Síquima, Guaduas, Caparrapí y Topaipí. Carranza convenció a Enrique Peñalosa que nada mejor podía hacerse para celebrar su aniversario de alcalde y cautivar al autista del Palacio de Justicia, que una fiesta poética que glorificara la felicidad y el amor en medio de tantos desatinos, como dejó consignado en El Tiempo ese agosto del 2000:
“En medio de la tristeza, la desesperación y la rabia, ocurren de tarde hechos amables que nos recuerdan que aún no pertenecemos al mundo de los muertos, como parece serlo el territorio colombiano; que nos recuerdan que existe un afecto que se pronuncia amor y una palabra que se deletrea f-e-l-i-c-i-d-a-d y que no es imposible que ellas pasen de la boca al corazón.”
 Al festejo acudieron 102 escritores de 42 países que en Casa Silva, la Luis Angel Arango, la Nacional, el Gimnasio Moderno y el Jorge Eliecer Gaitán, en presencia de la pareja de ancianos entonaron loas al amor y el erotismo, el amor y las ciudades, el amor y el misticismo, el amor y el odio, el amor a sí mismos y el amor y el poder. Todos declararon amar a Colombia en un horroroso libro de fotos y firmas, confeccionado por El Catire Hernández e impreso por sus socios de ArteDosGráfico. Entre los colombianos que acompañaron a Panero figuran pumas de la talla de Alvaro Castaño Castillo, Andres Hoyos, Arturo Alape, Bernardo Hoyos, Carlos Arboleda, Carlos Enrique Ruiz, Carlos Gaviria, Cristo Figueroa, Dario Jaramillo, El Indio Romulo, Enrique Serrano, Fabio Jurado, Fanny Buitrago, Felipe Garcia Quintero, Germán Espinosa, German Santamaria, Gloria Valencia de Castaño, Gonzalo Mallarino, Hector Abad Facio Lince, Ignacio Chaves Cuevas, Jorge Cadavid, Jorge Orlando Melo, Jose Mario Arbelaez, José Pubén, Juan Felipe Robledo, Juan Manuel Roca, Julian Malacresta, Lucia Estrada, Luz Mery Giraldo, Margarita Vidal, Marianne Pondsford, Mario Jursich, Nicolás Suescún, Orieta Lozano, Patricia Ariza, Piedad Bonnet, Rafael del Castillo, Roberto Burgos Cantor, Rómulo Bustos Cantor, Rosa Jaramillo, Samuel Jaramillo, Santiago Mutis y William Ospina.
“Yo solía llamarla Caballo Loco, era una persona muy desbocada y quería casarse, lo que no entraba en mis planes”, escribió de ella en sus memorias de 1999. Una pobre loca, solía decir a sus amigos catalanes, mientras imitaba a Maqroll el Gaviero, de quien, ciertamente, fue encarnación viva.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

"NERUDA VIENE VOLANDO" EN SANTIAGO DE CHILE, EL 26 Y 27 DE DICIEMBRE DE 2015



DOS COMENTARIOS DE CINE DE ANÍBAL RICCI;"IN THE HEART OF THE SEA" (2015) Y "EX MACHINA" (2015)



IN THE HEART OF THE SEA (2015)
Dirigida por Ron Howard

Película que trabaja en dos niveles, la del escritor Herman Melville buscando la historia que lo redima de su vocación, y por otro lado, los hechos verdaderos que inspiraron la novela "Moby Dick" (1851). Hay un paralelismo entre la epopeya de Melville y las dificultades que abordó el Essex, ballenero que en 1820 se embarcó en la empresa temeraria de cazar ballenas para obtener el aceite que permitiría iluminar las ciudades de Nueva Inglaterra. Es una empresa heroica, a la vez que un negocio ambicioso para los banqueros. Recuerda al periplo de Ulises para volver a Ítaca, pero a la película le falta corazón (no reivindica al título) a pesar de ofrecernos imágenes bellísimas y un sonido y banda sonora sobresalientes. Es un relato de sobrevivencia y regreso aciago, al contrario del regreso triunfal del "Apollo 13" (1995) del propio Ron Howard. Si a esta última le sobraba tensión, esta nueva incursión resulta algo previsible y quizás demasiado formal en su puesta en escena. Se nos viene a la mente la fabulosa "Capitán de Mar y Guerra" (2003) de Peter Weir, donde se lucen las actuaciones y el ritmo narrativo a diferencia de lo que ocurre con esta cinta. El elenco es apropiado, pero Howard (esta vez) no logra el lucimiento de los actores. Los efectos visuales son increíbles y, junto al lenguaje náutico, nos sitúan como espectadores privilegiados de una empresa que desde un comienzo estuvo destinada al fracaso. La rivalidad entre los dos protagonistas, el primer oficial y el capitán, de distinta cuna, se desdibuja tan rápido que contribuye a emparentar la película a otras muchas de naufragios.

EX MACHINA (2015)
Dirigida por Alex Garland

El título quizás remita al latín "Deus ex Machina", que significa Dios desde la máquina, interpretación interesante que es insinuada por Nathan (profeta para los hebreos) y Caleb (explorador según la Biblia hebrea), protagonistas humanos de esta notable pieza de ciencia ficción. La película se plantea en un tono fundacional: la creación de la primera inteligencia artificial que supera la prueba de Turing y manifiesta una inteligencia propia y singular. Es curioso que de los labios de Nathan surja una frase proveniente del Bhagavad Gita, un texto religioso hindú, siendo que la película no plantea ningún dilema espiritual, es más bien fría y al final deja clara su intención. "En el sueño, en la confusión, en lo profundo de la vergüenza, las buenas obras del pasado definen al hombre", es una declaración de principios de Nathan, un genio programador de características narcisistas que cree fervientemente en que el fin justifica los medios. Contrata a un experto programador (Caleb) para darle una posibilidad de escape a su creación artificial (Ava). Esta posee instintos sexuales y Nathan espera que utilice el engaño, la astucia y sus encantos para confundir y manipular a Caleb. El novelista y director británico Alex Garland despliega un brillante guión, con diálogos inteligentes que abren interrogantes, y una puesta en escena notable en que alterna planos generales de la naturaleza con planos cerrados y claustrofóbicos del búnker donde Nathan experimenta con Ava y Kyoko, el otro robot. En algún minuto Nathan le insinúa a Caleb que si Ava fuera solo voz, ésta lo engañaría y pasaría por humana, un puente hacia "Her" (2013) de Spike Jonze, donde Samantha (sistema operativo) aprendía a velocidades insospechadas y adquiría un libre albedrío sin experimentar culpa. Algo similar ocurre con Ava, que de alguna forma se pone el traje de Rachel, la replicante del Blade Runner (1982) de Ridley Scott, imitación humana que carece de empatía, pero que tiene conciencia de su existencia. Los diálogos de Ava con Caleb manipulan al espectador en el sentido de hacernos creer que siente algo por él. En cierto punto pareciera que los humanos son maquiavélicos (aunque Caleb representa rasgos más humanos) y que los robots fueran los buenos y explotados. Pero en el fondo es la estrategia de Ava la que terminará manejando las acciones y el director se mantiene fiel a la nueva inteligencia que experimenta esta creación artificial. Las imágenes finales (excelentes planos fijos) muestran la técnica automática del pintor Jackson Pollock, dando a entender que Ava es una nueva conciencia, una cierta forma de arte genuina e individual. Ava escapa del búnker y se encuentra en un cruce de calles donde lo aleatorio del comportamiento humano le abre posibilidades infinitas.

sábado, 19 de diciembre de 2015

"ESPAÑA EN EL CORAZÓN" POEMAS DEL GRAN POETA GUILLERMO EDUARDO PILÍA (ARGENTINA)




Las lanzas (Madrid, El Prado, diciembre de 1998)

Una palabra, un destello de acero, ambos fugaces...
Fue el día en que entregaron la humeante ciudad de Breda:
un ignoto soldado llamado Ramón Valdés
—agazapado en las filas españolas—
lanzó su espada al aire y hacia la plaza una injuria.
Algún otro el insulto festejó; y el incidente
se comentó por dos días como anécdota,
antes de regresar a la nada y al olvido.
Nunca Velázquez conoció esa minucia:
abunda en toda guerra la humillación al vencido.
Como ese gesto sin futuro, también
un día se olvidarán Las lanzas, Las meninas,
El niño de Vallecas, la sonrisa melancólica
de Spínola; y esta mano que hoy escribe y mañana
será tierra; y el hombre que ahora inventa un personaje
llamado Ramón Valdés, que en la toma de Breda
hizo ese gesto bravucón y minúsculo,
inhallable en las crónicas  como en la tela de El Prado:
un hecho de fantasía y una historia que existe
sólo en justificación de este poema.


Los rivales (Recuerdo de Sevilla)

Existe una foto de Joselito y Belmonte
a días de Talavera, en la plaza de Murcia.
Joselito de frente, la pierna en el estribo
y su capote en el brazo derecho; Belmonte
de perfil, la mano en la cintura y el percal
apoyado en las tablas. Joselito sonríe
con la montera puesta; sin montera, Belmonte
hace un gesto. Ambos parecen cargar con más años
que los que acusan. Más que dos rivales se ven
dos piezas complementarias, justificación
cada uno del arte del otro. Cómo prever
que en días más Joselito se habría esfumado
y Belmonte se haría más triste, la cabeza
cada vez más hundida entre los hombros, sintiéndose
culpable del pecado de no haber muerto a tiempo...
Qué hubiera sido de Joselito sin Belmonte;
qué fue de Belmonte una vez muerto Joselito,
madurando por décadas su final absurdo...
Quizás un rival es un espejo que al romperse
paso a paso nos obliga a olvidar nuestro rostro.


Quijotes (Recuerdo de Alcalá de Henares)

Con el de hoy ya son tres
los Quijotes que entraron a esta casa:
uno de letras grandes —que leíste
cuando sufrías de los ojos—, otro
que fue conmigo y con mi hijo un verano
en un viaje a Misiones, y el que ahora
editó la Academia —tu presente
de nuevo aniversario—. Como Sancho
sobre el rucio este libro me ha seguido
desde los diez años en que mi padre
me lo dio con inocencia a leer,
en su vieja edición a dos columnas
—de él me queda solamente el recuerdo
de una cama abrigada y confortable
y un olor a papel con humedad
que aún siento y me entristece—. Como Sancho
desde entonces con torpeza he servido
siempre a algún ideal: con esperanza
peregrina de cambiar ciertas cosas
y certeza de acabar apaleado.


Imagen de Aranjuez (Septiembre de 1999)

La Feria del Motín: esa mañana
se había corrido un encierro. Poca
gente en los jardines del Real Sitio.
Era el fin del verano.

No va a ir nadie a la plaza

—se escuchaba protestar—, no va a ir nadie.
Salvo los que han viajado de Madrid...

Una tasca en penumbras

de calor y tabaco;
el olor de los puros, las fritangas;
el ruido de los vasos, de las bromas,
nuestras voces con acentos de Indias.
Era el año en que El Litri se marchaba
de los ruedos: esa tarde toreaba
su última goyesca en Aranjuez.
Por la noche habría fiesta en las calles
en las que aún se veían las vallas
tras las que habían pasado los toros.

No va a ir nadie a la plaza, no va a ir nadie

—se quejaba el del puro—.
Salvo los que han viajado —y nos miraba—
desde Madrid para ver a Juan Mora.


Estampas de San Isidro (Madrid, Mayo de 2012)

Qué tórrido y hermoso que es Madrid
en mayo, por San Isidro. Comer
un bocadillo apurado en O’Donnell
observando recelosos un cielo
que amenaza tormenta. Ir en el Metro
a Las Ventas, mezclarnos con la gente,
buscar temprano el sitio en el tendido.
Amarnos es estar aquí los dos
como veinte años atrás lo soñamos.
Hay lleno de no hay billetes. El sol
se asoma entre las nubes y calcina.
Clarines y timbales. Ya comienza
esta misa pagana. ¿En qué lugar
del mundo más a gusto viviríamos?
Será tarde de triunfo. A la salida
dos cañas en la Calle de Alcalá,
viendo la plaza cubrirse de luces.
¿Recuerdas estas cosas, amor mío?
Hablar con el del bar de la corrida:
entonces nuestro amigo más cercano.


Guillermo Eduardo Pilía nació en La Plata, Argentina, en 1958. Se graduó en Letras en la Universidad Nacional de La Plata y ejerce la docencia como catedrático de Lenguas Clásicas y de Teoría Literaria. Es autor de más de una veintena de libros, la mayor parte de poesías. Ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales, entre otros el Premio Al-Ándalus (2010) y el Premio Andrés Bello (2014) por su obra poética completa, compartido con el poeta chileno Andrés Morales. Es director de la Cátedra Libre de Cultura Andaluza y vicepresidente de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras de Madrid, entre otras instituciones. Los poemas de este grupo, con algunas variantes, pertenecen a su libro Ojalá el tiempo tan sólo fuera lo que se ama (2011), salvo el último que es de Tauromaquia lírica (2013), obra inédita.