En los límites de la
pérdida la realidad completa se aglomera
en un hacinamiento volátil
Mirko Lauer
***
Entre las mezclas
del descampado y los pilares
de nuevas
proclamas sobre nosotros
animales
hambrientos se asoman a beber
despuntes
de flores de los huesos
o tras el
cuerpo que embiste la noche
arriba se
desfonda en otra noche ligera, imperceptible
Bajo una
nube enrojecida
te llenas
de luces
***
Tras ganar
la esquina siguiente, la siguiente
y los que
huyen cierran el paso
un fuego
extenuado y vuelto a empezar
entrampada
la calle anuda
la quilla
metida en la arena
Hablaban
del sol que lejos se basta a sí mismo
en el sueño
no sabe quién pregunta dónde están
comienza a
entrar la lluvia
golpea los
rostros boca arriba
por los
vértices, los salones, plomo, asbesto, CFC
Parpadea,
apaga la pantalla al salir
la niebla
corta el paladar
la sangre
en torno al anzuelo, todo movimiento
lleva una
luz enfrentada
filas de
gente bordean los muros
una tras
otra se van borrando
Descienden
los astros, las manos se doblan
atadas
ceden las piernas, se abre
el cuello
en reverencia y nos vamos
colgados
como reses nos tiran
y sujetamos
la soga y que no se raje
la carne,
el atardecer soporte otro día
***
Descienden
los astros, el aire
se agolpa
contra el asfalto
escapa el
calor por las grietas, un lienzo trasluce
las
siluetas que encima sedimentan
un lodo
espeso con sus cuerpos, van juntando
nuevos
pisos entre andamios que nueva gente trepa
han
superado las cumbres
hasta el
otro lado del valle, al amanecer
ven los
lindes de la ciudad encenderse
bajo la
antena mayor de la obra, un atado
de lenguas
y bolsas de restos izados los vidrios
y aún
escala el golpe al ruido y tira
el hervor
del hastío y el hambre
se atora y
espuma nerviosa
rebalsa la
cima
un acople
suelto triza
el cerrado
cielo nocturno
el manto
que guarda y presiona
el bullicio
de las partes gimiendo
***
Descienden
los astros, boca arriba
pliega el
aire hundido su desgaste
refleja el
resplandor el cielo raso
la sangre
que se adelanta al frío
livianas
borlas cruzan el travelling
entre la
gente, el día destella
largos
vacíos sesgados, el cuarto
irriga la
noche despacio
II
Una aguja
sobresale y se esconde
enhebra un
rostro en la corriente, imagina
que esa
puntada es su cuerpo
desbordante
en otro que pasa, los trayectos
trenzados
aparte revientan
sus señas
detrás
dejan
consigo que arda quieto
el rumor
estila frente a las imágenes
***
Al bajar veo
los cercos del valle, la niebla
reflejando
el cielo antes que llueva
o se abra y
con los extremos
hundidos en
esas borraduras
la torre
como el asa o el cuello de una sombra
II
Su armazón
junta cadenas
hilos que
sobran ardiendo
se
entierran, demarcan
muros
procesiones
se muerden
las puntas
despeñan y
corren a ver
qué tan
hondo
siguen
villas, desbrozan
caminos,
alambres
coronan
jardines segados
por piezas
livianas, mansardas
tras vías
que doblan
su cauce,
desaguan baldíos, retiran
grúas que
oponen
bloques,
racimos
de tubos y
cables desatan
las guías o
remos
de sendos
surcos arriba
balcones y
predios
apenas
pensados
***
Si el sol
golpea las baldosas ciega
la calle es
el mar
y las
sombras de los que vienen son olas
y sus
cuerpos son bolsas
negras de
sangre y tú
obviamente
eres un barco
una estaca
metida en la arena
con la
sensación de avanzar
mientras se
queda y por los pasajes
bajan las
micros, las personas cruzan
sus
siluetas ya sin forma se hunden
dispersas
contra la luz recostada
regresan,
desaparecen, se restituyen
Simón Villalobos Parada (Santiago, 1980)
Ha
publicado Edad oscura (2010), Voca (2011) y Ninguna parte esta ceguera (2014). Sus poemas figuran en varias
antologías como Desencanto personal
(2004) y Lof sitiado, homenaje poético al pueblo mapuche de Chile
(2011), entre otras. También ha desarrollado la crítica, publicando reseñas y
artículos. Dirigió la Revista Contrafuerte y el ciclo poético Antología en
Movimiento.
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