(Guardias de las S.S.)
Las
estrellas nunca los siguieron
ni el
sol, ni aquel hálito supremo
del
fondo de un volcán.
No hubo
madre que pariera
la
crueldad que habita en sus cabezas negras.
Y no haya
muerte generosa para nadie,
para
ellos, para nadie, príncipes del miedo.
Condenados
a un pan que no será común.
a una
tierra de espinas, a la miseria enjuta,
al campo
de batalla y a la guerra interminable.
Solos,
en el infierno solo.
En el
círculo peor, si existe alguno
y en su
contorno incierto, impenitente, solo.
Abrazados
al terror de no ser siquiera arena,
ni
olvido, ni vacío, ni átomos, ni piedra.
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