Hace un par de semanas atrás, se
difundió en los medios de comunicación que tres integrantes de la
Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción habían sido despedidos, sin
avisos y “por necesidades de la empresa”; una forma de operar que a
muchos les recordó las cinco exoneraciones que ocurrieron a principio de año en esta
misma universidad.
El violinista Leandro Botto, quien
llevaba trece años en la institución y fue presidente del sindicato de músicos,
fue uno de los despedidos; la misma suerte corrió su pareja por varios años, la
chelista Cecilia Barrantes y el concertino –máxima autoridad
en la orquesta- y violinista, Freddy Varela. Este accionar
simplemente fue calificado de “proceso de reestructuración” desde la
Corporación Cultural Udec, por lo que la noticia pasó “por lo bajo”.
Pero quienes han pasado por las filas de esta orquesta tienen una visión muy
diferente de lo que ocurrió: Leandro Botto es el ex presidente del sindicato de
músicos y tenía una visión muy crítica del actuar de la gerencia de la
orquesta, Cecilia Barrantes es su pareja desde hace años y Freddy Varela había
hecho presión por ambos despidos.
Hablamos con dos de estos
músicos, Freddy Varela y Leandro Botto, además de dos ex
directores de esta orquesta, Javier Logioia Orbe y Julián Kuerti; también
con una ex trabajadora de la Corcudec, Moira Délano y con una
música que aún trabaja en esta agrupación, quien prefirió declarar bajo el
alias de “Francisca” (para evitar represalias). Todos
coinciden en que los problemas emanan desde la gerencia de la orquesta
sinfónica y que estos despidos son sólo un efecto más de una larga historia de
prácticas anti sindicales, dictatoriales e intimidatorias. Una
lamentable historia de la que estarían al tanto en Rectoría, sin generar
mayores cambios.
El
comienzo de los problemas
La historia de la Orquesta Sinfónica se
remonta a 1958, cuando el rector de la Udec de aquel entonces, David Stichkin,
decidió que el Conjunto de Música de Cámara de Concepción pasara a ser parte de
este plantel, tomando el nombre con el que se le conoce hasta hoy.
Posteriormente, esta pasó a quedar a cargo de la Corporación Cultural
Universidad de Concepción (Corcudec). Toda esta organización de 56 músicos
funcionó bastante bien, hasta que, como indica Francisca, apareció
la actual gerente, Lilian Quezada, en el panorama.
Ella explica que Lilian trabajó un par
de años con ellos sin mayores problemas, “a pesar de su carácter”, detalla.
Luego, se fue a Santiago con permiso del rector Sergio Lavanchy, para
desempeñarse en el Centro Cultural Gabriela Mistral, de donde regresó dos años
después, el 2011, con una actitud muy diferente. “Apenas llegó de allá,
comenzó el maltrato y las humillaciones hacia los colaboradores, fueran
músicos o parte del personal administrativo. Todo aquel que pensara distinto o
que formulara una crítica sobre su estilo se convertía en su enemigo”.
Este tema escaló al punto de que se
rompieron las buenas relaciones que tenían con el Teatro del Lago de Frutillar,
el Teatro Municipal de Temuco, el Teatro Municipal de Talca y el Teatro a Mil
de Santiago. “A raíz de su actitud infantil, se enemistó con cada uno
de los representantes de estas instituciones y como resultado, la orquesta
nunca más pudo volver a estos lugares”, explica la músico. Imagen de
Extensión Udec.
También, se generó un mal ambiente
laboral para los directores de esta orquesta: entre el 2000 y el 2006, fue
dirigida por el argentino Luis Gorelik, con quienes ganaron los primeros
reconocimientos a nivel nacional; lamentablemente, puso fin a su contrato
estando en una mala relación con Quezada. El 2008, Javier Logioia asumió como
director titular, pero pocos meses después “renunció aduciendo
incompatibilidad con Lilian Quezada, quien interfería en los ámbitos artísticos
de su competencia”. Entre 2013 y 2015 ejerció el cargo de director
principal el canadiense Julián Kuerti, quien terminó su último periodo marcado
por las discusiones con la gerente. “No dejaba trabajar tranquilo a
Kuerti, le boicoteaba cada idea nueva o proyecto, hasta una grabación
profesional que propuso. Lilian quería que hubiera una división entre
él y la orquesta, cosa que no ocurrió”, explica Francisca.
Cada vez que los músicos intentaron
presentar sus quejas, la gerente les decía que “la universidad y el rector
estaban cansados de nosotros y que si seguíamos con esa actitud, se iban a
deshacer de la orquesta”, detalla. Esto generó divisiones al interior de esta
institución: estaban los que querían mantener los problemas “por lo
bajo” para no perder sus empleos y los que sentían que era necesario expresar
su malestar.
En junio del 2016, el sindicato de la
orquesta solicitó una reunión con el rector de la Udec, Sergio
Lavanchy, para ponerlo al corriente de estos problemas. Él se ofreció
a reunirse con los músicos en privado y sin la gerente, para que pudieran explayarse
con tranquilidad. En esta reunión, Lavanchy les aseguró que no se
podían despedir colaboradores sin su autorización, que se oponía a las
malas prácticas, que jamás se desharían de la orquesta y que deseaba que los
músicos estuvieran tranquilos y no estresados. Para evitar problemas entre la
gerencia y los músicos, se generó un nuevo cargo, el de Director de Elencos
Estables, el cual fue ocupado por el ex vicerrector de Asuntos Económicos y
biólogo, Alberto Larraín. Pero esto sólo generó más problemas y cuatro
meses después de la reunión y de su promesa, fueron despedidos Freddy Varela,
Leandro Botto y Cecilia Barrantes.
De
músico estrella a “personaje incómodo”
Leandro Botto llegó a la orquesta el
2003. Además de desempeñarse como violinista, trabajó en el comité técnico de
ésta “ininterrumpidamente desde el año de mi ingreso, siendo siempre elegido y
re elegido por mis colegas”. Además, fue el presidente del sindicato de músicos
por un período, ha actuado como solista en violín y hasta ha dirigido la
agrupación un par de veces. Por eso, concluye que “mi salida del
organismo no tiene en absoluto que ver con lo artístico”.
Para él, su despido y el de su pareja,
la chelista Cecilia Barrantes, no es casual. Botto es enfático al explicar que
“las autoridades actuales de Corcudec no son músicos ni saben de música como
para estar a cargo de una institución así. Y lo peor de todo, es que toman
decisiones artísticas sin consultar a las instancias pertinentes, comité
técnico, concertino o director titular; entonces, cuando en mails y reuniones
hice notar lo antedicho, me convertí en un personaje incómodo, que les
marcaba que estaban actuando antirreglamentariamente y que sus decisiones
artísticas estaban tomadas de manera caprichosa y sin fundamento”. Leandro
Botto | Imagen de YouTube
El violinista intentó exponer lo que
ocurría al interior de la orquesta al rector, Sergio Lavanchy, en la mencionada
reunión de junio de 2016, donde “nos dijo que habláramos libremente, pues nadie
sería despedido. Pues bien, hablé, de estos temas y de algunas aristas
presupuestarias que me preocupaban. El resultado está a la vista: me
despidieron”, afirma.
Para él, el argumento de la
“reestructuración” de la orquesta es pobre, porque “no existe queja
artística alguna en mi contra y pertenecía a una fila que siempre necesita
refuerzos por los pocos que somos; de hecho, para el programa
siguiente a mi despido pidieron tres violinistas de refuerzo. ¿Necesidades de
la empresa? ¿De qué tipo? La cosa está clara, es por el motivo que dije anteriormente
y el Rector está avalando estas decisiones”, declara Botto con pesar.
El violinista tiene claro que con estos
despidos “la administración logró el objetivo: infundir el miedo en los
músicos, que ahora temen correr el mismo destino nuestro. Con esto,
probablemente cesen los reclamos por prácticas antirreglamentarias e incluso,
anti sindicales”.
Botto declara que acaba de obtener su
Licenciatura en Dirección de orquesta y que continuará haciendo de la música su
profesión principal. “Cuento con el apoyo de mis nuevos empleadores, la Ilustre
Municipalidad de Concepción, cuya orquesta de cámara dirijo, y la Corporación
Cultural de San Pedro de la Paz. Quiero proyectarme como director y violinista
profesional, pero en instituciones que sepan apreciarlo”.
A pesar de que su carrera en la música
continuará, Botto expresa sentir una “profunda preocupación por el futuro de la
Orquesta Sinfónica de la Udec, pues el camino que están tomando las autoridades
va en dirección a destruir y desmantelar 65 años de historia de crecimiento
artístico”.
La
política del miedo
Una opinión similar tiene el violinista
y ex concertino de la Orquesta Sinfónica Udec, Freddy Varela, quien
llegó a trabajar a esta institución en 2007. En ese entonces, “era un lugar que
tenía un ambiente fenomenal. La comunicación entre la gerenta Lilian Quezada y
la comisión artística era fluida, logrando traer a excelentes directores por
muchísimos años, entre ellos, Julián Kuerti, Donato Cabrera, Doron Solomon y
Mika Einchenholz”. Hasta que, en 2011, hubo un cambio de actitud y
comenzaron las malas prácticas.
Para Varela, “la señora Lilian Quezada
y el señor Alberto Larraín –director de Elencos Estables- están haciendo
prácticas anti sindicales y debido a esto, mucha gente valiosa ha sido
echada a la calle. No sólo me refiero a músicos, sino que también
personal administrativo y de sala histórico. Como dice Larraín, cualquiera que
‘no se porte bien’”. Freddy Varela.
Según Varela, Larraín “omitía trabajar
con el director principal elegido por la orquesta, a quien le desconoció su
contrato y para dar un golpe de timón, echó a dos músicos intachables, Leandro
Botto y Cecilia Barrantes, para demostrar su poder y que el sindicato se deje
de reclamar”. Al hablar del “director principal”, se refiere al caso del
sueco Mika Einchenholz, quien en 2016 fue votado para la
dirección de la orquesta, con un contrato por tres años; pero extrañamente,
aunque él firmó el documento, no se le entregó una copia. Al poco
andar, comenzó a tener problemas con Larraín.
“Le prohibían tener contacto con los
músicos o entregar información al comité técnico “, explica Francisca. “Tuvieron
varias discusiones, en las que Larraín lo amenazaba de ponerle fin a su
contrato, documento del que todavía no le hacían entrega”, agrega.
Mika
Einchenholz
El maestro Einchenholz siguió teniendo
encontrones y problemas para hablar con el rector Lavanchy, para acceder a la
copia de su contrato. Hasta que el 15 de octubre, se le pagaron $6.500 dólares
como honorarios por su labor administrativa montando la temporada 2017, como
señalaba su contrato, además de dirigir el Concierto Sinfónico 8 de la
temporada 2016, y se le dijo que se evaluaría el resto de su contrato. Pero,
“días después de que el maestro Einchenholz dejara Concepción, la orquesta
recibió la noticia de que se estaban desvinculando músicos por necesidades de
la empresa. También, se anunció que a raíz de esa reestructuración, se
declaraba desierto el proceso de búsqueda de director titular, que se suponía
que había ganado Einchenholz. A él no se le informó de manera formal hasta días
después”, puntualiza Francisca.
A Varela, toda esta situación le genera
tristeza: “A pesar de que hagan programas ahora populares y que traten por
todos los medios de mostrar que la cosa está bien, es una mentira. Está mal,
hay colegas que han sido cómplices metiéndole miedo a sus pares y recomendándoles
salirse del sindicato. Esto es una dictadura, los músicos no se atreven
a hablar. Yo le exigí a Larraín y al rector que me dieran una
explicación porque habían despedido a mis colegas y jamás tuve una respuesta.
Luego volví a pedirla y recibí mi despido antes que pudiese tener al
menos mi concierto de despedida, como se suele hacer con un concertino por
respeto”.
Un
vals sin fin de directores
Javier Logioia Orbe fue uno de los
tantos directores que trabajó con esta orquesta, sin completar debidamente su
ciclo. Sus vínculos con esta universidad partieron con invitaciones a
conciertos sinfónicos, hasta que finalmente, en 2008, se animó a postular como
titular y quedó seleccionado para tres temporadas. Pero desde el primer día
trabajando en esta institución, “observé una evidente tensión en el ambiente de
trabajo, debido a la relación desigual y ciertamente verticalista de su
administración. En ese momento – y sé que hoy también- se atemorizaba
al músico profesional con quitarle su puesto”, detalla.
Para este connotado artista argentino,
el nudo del problema radica en que “la señora Quezada ha tomado como
‘propia’ a la Orquesta y claramente, le molesta de forma inequívoca la
presencia de un maestro titular. Así, tuvo problemas con Luis Gorelik,
conmigo, con sendos invitados y ahora con el maestro sueco que debía asumir la
titularidad (Mika Einchenholz)”.
Javier
Logioia
Logioia declara que los problemas no
sólo radican en la gerencia, sino que también “somos muchos los profesionales
que pensamos que las finanzas de la Orquesta son, cuanto menos,
sospechosas e irregulares por donde se las observe. Y que mientras no
remuevan a esta administradora, el problema seguirá profundizándose con la
total responsabilidad y alianza del propio Rector”, declara de forma enfática.
Este director debía trabajar por tres
años en la orquesta, pero a raíz de los problemas con la gerencia, sólo estuvo
tres meses dirigiendo. “Sólo en secreto, unos cuantos colegas y amigos tuvieron
‘la osadía’ de despedirme y lamentar todo lo ocurrido. Pero, como sigue
aconteciendo hoy, la mayoría calla y tiembla por las represalias de
esta señora, que hace despedir de la orquesta a músicos fantásticos como
Cecilia, Leandro y Freddy”, agrega.
Para Logioia, es ridículo que se haya
despedido a Freddy Varela, quien hoy es “Concertino Principal de la Orquesta
Estable del Teatro Colón y de la consagrada Camerata Bariloche, cargos
obtenidos tras rigurosos concursos internacionales. Así pues, los
argentinos acogemos a tamaño músico, mientras la Udec le da la espalda… sin
palabras”, agrega. El director argentino reflexiona todo lo que fue
destruido por las dictaduras en nuestra América Latina: “Y en la querida
Orquesta Sinfónica de Udec persiste la dictadura, disfrazada de muchos modos,
pero dictadura al fin”.
Una situación similar fue la que vivió
el director canadiense, Julián Kuerti. Éste llegó a la orquesta por primera vez
el 2007, invitado y recomendado por un colega, Dudu Carmel. [El
siguiente testimonio fue recogido de manera escrita, vía mail y traducido del
inglés al español por la periodista a cargo de la nota]. “Sentía mucha
curiosidad por conocer Chile, un país en el que nunca había estado, y me
parecía una aventura la oportunidad de trabajar con una orquesta fuera de la
capital Santiago”, relata. Julián Kuerti | Imagen de YouTube
Cuando llegó a Concepción, se encontró
con un escenario muy diferente al que había visto en Europa o Norteamérica.
“Cuando llegué al ensayo me dijeron que ciertos músicos no estaban disponibles,
la gente estaba desorganizada, sin disciplina. El nivel artístico de los
músicos no era el mismo de la orquesta –tocaban peor como grupo, que solos-.
Recuerdo que al concierto llegó un saxofonista extra a tocar una pieza de Villa
Lobos y resultó que apenas podía leer música. Fue impactante, de muchas
formas… pero al mismo tiempo, vi potencial”, cuenta el
canadiense.
A pesar del desconcertante comienzo,
Kuerti acabó trabajando por ocho años con esta agrupación, al punto de que hay
músicos a los que hasta hoy considera como sus amigos. “Trabajamos duro y
cuando estábamos en el escenario, los presionaba para que fueran la mejor
versión de ellos mismos. A través de programación y trabajo duro, logramos
superar algunos problemas, como entonación, ritmo y balance. Creo que
bajo mi dirección y guía la orquesta fue capaz de dar un paso significativo
hacia la excelencia, algo que fue reconocido cuando ganamos el Premio
Academia de la Academia Chilena de Bellas Artes”, afirma con orgullo.
Su trabajo fue bastante fluido, hasta
alrededor del 2012, que fue cuando comenzó a tener problemas con Lilian
Quezada.“Algo cambió en su actitud. Comenzó a sentirse amenazada por el
señor Javier Bustos (actual presidente del sindicato de músicos), lo cual me
parecía que era sólo por celos. Ella era bastante ignorante sobre
música y era muy despreocupada al administrar detalles de la orquesta, pero a
pesar de esto, ella decidió que tenía que expulsar al señor Bustos, porque se
estaba volviendo demasiado importante”, relata. Cabe destacar que Bustos
continúa trabajando en esta agrupación.
Julián
Kuerti
“Fui testigo de incontables ejemplos de
engaño, crueldad, intimidación y manipulación por parte de ella. Ella me dijo
un par de veces en privado que quería despedir a ciertos músicos porque
no les gustaban de forma personal, al mismo tiempo que me sonreía y probaba si
yo querría apoyarla, cosa que no hice. Pronto, ella volcó sus tácticas
en mí, intentando sabotear mis conciertos en dos oportunidades, inventando
obstáculos o tomando decisiones ejecutivas sobre los músicos claves que ella
sentía que podrían fallar en roles importantes”, agrega.
Para él, la situación empeoró con la
llegada a la orquesta del inspector Darwin Rodríguez. “Él tenía una reputación
terrible, por su trabajo destructivo en el Teatro Municipal de Santiago, y
apenas llegó a Concepción, comenzó a actuar con la señora Quezada y a
aconsejarla”, detalla. Por ejemplo, recuerda que cuando dieron un concierto en
el que se anunciaría al público que ganaron el Premio Academia, “el
público se paró y aplaudió, y el señor Rodríguez me bloqueó la puerta, para que
yo no pudiera salir al escenario. Él no quería que yo tomara crédito por mi
largo trabajo en la orquesta”.
Kuerti recuerda varias ocasiones en que
Lilian Quezada y Darwin Rodríguez boicotearon sus planes, como cuando quiso
hacer una nueva edición de la Sinfonía Romántica de Enrique Soro, la cual
incluía una grabación dirigida por un sello internacional. “La señora Quezada
parecía trabajar directamente en contra de mi proyecto, ignorándolo por medio
año y luego, trastornándolo. Al final, creo que el nivel artístico de
la orquesta no significaba nada para ella”.
Finalmente, en 2015 debió partir, pero
no de forma voluntaria. “No había terminado el trabajo que me habían confiado,
pero mi contrato acabó ese año y me dejaron claro que no querían que siguiera
con ellos. Estaba frustrado de que, después de haber logrado una base tan
fuerte, me echaran, así que hablé con el rector Sergio Lavanchy y le expliqué
lo importante que era tener un director titular”, explica.
Estaba feliz de que escogieran al
maestro Mika Eichenholz para continuar el trabajo, pero “me impactó saber que
lo despidieron antes de que siquiera empezara”, declara. Para él, los despidos de Varela,
Botto y Barrantes son “pura intimidación. En casi todos los programas la
orquesta necesitaba contratar cuerdas extra, porque esta sección ya era
demasiado pequeña. Decir que despidieron a estos tres músicos de cuerda por
necesidades de la empresa es una completa mentira. Por lo general
se reducen los percusionistas, trombones, tubas o cornetas.
El director finaliza declarando estar
“muy preocupado por el futuro de la orquesta más antigua de Chile. La señora
Quezada y el señor Rodríguez deben ser removidos de la organización o
actuarán como el cáncer que eventualmente la destruirá”, es su fuerte
conclusión.
Una
historia tristemente “conocida”
Los abruptos despidos de estos músicos
recuerdan a muchos la historia de Moira Délano Urrutia. Esta
licenciada en Artes y gestora cultural trabajó por más de 8 años en la Corcudec
elaborando proyectos y vigilando el cumplimiento de los logros, hasta que en
mayo del 2014 fue despedida debido a “necesidades de la empresa”, de la noche a
la mañana. Un par de meses después, la desvincularon como docente en la
Universidad de Concepción.
“Fui despedida sin razón alguna, solo
con la excusa de que como había sido finiquitada en la CORCUDEC no podía seguir
perteneciendo a la Universidad, pese
a que ambas entidades tienen Rut, dirección y razón social distinta”, señaló
Moira en una entrevista anterior a Académicos
Udec.
Moira
Délano
En aquel entonces también denunció
malas prácticas al interior de la organización y amedrentamientos: “Si la
CORCUDEC existe y funciona aún, es por la gran labor que hacen sus músicos
profesionales. Sería súper interesante que las autoridades y la comunidad se
preguntaran cómo es el clima laboral dentro de la corporación, ya que
se van a encontrar con grandes sorpresas, negativas lamentablemente, el temor
es una cosa instalada desde hace años y las malas prácticas también”.
Para este reportaje, volvimos a
conversar con ella, ya que estaba al tanto del despido de los músicos, noticia
que recibió “con una tristeza muy grande, porque eran artistas muy dedicados y
experimentados, que aportaron durante muchos años al nivel de la orquesta.
También me da una impotencia tremenda percatarme que continúa esa forma
arbitraria de hacer las cosas, hay un gestionar muy autoritario”.
Moira afirma que el principal problema
que visibiliza es que “nunca se ha logrado dibujar bien lo que tiene que hacer
el equipo, su estilo, su forma de liderar, la metodología. Y como no existe
eso, todo se ejerce de forma arbitraria y esto lo demuestran los despidos de
músicos como Botto o Varela, o la mala relación que se ha instalado con los
directores”, agrega.
La actual jefa de Ciudadanía en el
Consejo Nacional de la Cultura y las Artes siente que “si el lema de la
universidad es ‘por el desarrollo del libre espíritu’, entonces hay que
respetarlo. Tenemos un elenco que es orgullo de la ciudad y la región, que ha
permitido visibilidad a nivel internacional y nacional, entonces, hay que
cuidarlo. Si se sigue así, la orquesta podría bajar su calidad, dejar
de cumplir su función pública o incluso, cerrarse”, concluye.
La
escueta versión de la Corcudec
Nos contactamos con la prensa de la
Corporación Cultural de la Universidad de Concepción, solicitando las versiones
de Lilian Quezada, Alberto Larraín y Darwin Rodríguez. Ninguno quiso
hablar de forma personal y sólo nos hicieron llegar el comunicado oficial que
se emitió tras los despidos, el cual señala que se decidió iniciar una
reestructuración interior “con el fin de mejorar una serie de aspectos
administrativos y técnicos, decisión que ha implicado, en una primera etapa, la
desvinculación de algunas personas”. Al señalar que varios músicos y
directores refutaban este argumento, no surgieron nuevas respuestas desde la
institución.
Comunicado
oficial de la CORCUDEC
El comunicado también agrega que el
proceso para elegir al Director Titular se declaraba desierto, “debido a que no
fue posible llegar a acuerdo final con el candidato a ocupar ese puesto, Sr.
Mika Einchenholz”. Tampoco quisieron ahondar en este punto al
preguntarle por varias declaraciones expuestas en este reportaje.
Un panorama inconcebible en una
institución educativa que acaba de conseguir 7 años de acreditación por su
prestigio y transparencia y que afirma abogar “por el desarrollo del libre
espíritu”.
* Este reportaje no busca hacer una
crítica destructiva hacia la Corcudec ni la Udec. Sólo plantea una situación
que la Asociación de Académicos Udec considera grave y que debe ser corregida,
por el bien de la institución y de los músicos.
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