PATRIA
Hasta
que el perdón en su cruel desgracia
no sea desventura,
ni siquiera pena.
Hasta
que el perdón, abriendo el cielo roto
abrace
un cuervo hambriento encima del desastre.
Así, con
la belleza de un campo abandonado,
así con
la sonrisa de un niño en la mañana,
confieso
la verdad, la víbora que habita
mi
vientre ciego y viejo, amarillento, muerto:
No puedo
contenerme, no puedo deslumbrarme
con los
amables gestos de triunfos y campañas,
con la
tibieza oculta de un canto a medianoche,
con el
desaire yerto que puebla las ciudades.
Así en
los caminos vacíos y en cadalsos
y en las
cabezas huecas de negras calaveras
crece la
belleza de una rosa quieta.
(A Cristián Gómez)
BEETHOVEN
Todo se suspende.
El cielo se detiene,
los
pájaros entonan su música perfecta.
El
hombre se detiene. El hombre en el suspenso
de sus
oídos sordos, de su mirada inquieta.
No
existe crueldad con más inquina
que
imaginar un canto de pájaros en Viena.
(A Jaime Siles, nuevamente)
CAMPO DE
SACHSENHAUSEN, BERLÍN
(Guardias
de las S. S.)
Las
estrellas nunca los siguieron
ni el
sol, ni aquel hálito supremo
del
fondo de un volcán.
No hubo
madre que pariera
la
crueldad que habita en sus cabezas negras.
Y no
haya muerte generosa para nadie,
para
ellos, para nadie, príncipes del miedo.
Condenados
a un pan que no será común,
a una
tierra de espinas, a la miseria enjuta,
al campo
de batalla y a la guerra interminable.
Solos,
en el infierno solo.
En el
círculo peor,
si existe alguno
y en su
contorno incierto,
impenitente, solo.
Abrazados
al terror de no ser siquiera arena,
ni
olvido, ni vacío, ni átomos, ni piedra.
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