Conversando de poesía y literatura con Andrés
Morales
Juan
Andrés Morales Milohnic (Santiago de Chile, 1962) poeta, ensayista y escritor chileno.
Licenciado en Literatura y Doctor
en Filosofía y Letras con
mención en Filología Hispánica; se desempeña como profesor Titular de la
Universidad de Chile. Ha publicado una veintena de libros de poesía y ha
recibido numerosas distinciones Literarias incluyendo el Premio Pablo Neruda 2001
de la fundación del mismo nombre y el Premio Internacional Andrés Bello 2014. Miembro
de la Academia Chilena de la Lengua. Un día de enero, bastante caluroso, en
este tórrido verano santiaguino, el poeta Andrés Morales, recibió a
Cactuscultural.cl en su oficina en el barrio de El Bosque y, a propósito de su
más reciente poemario Tránsfugo
sostuvimos una interesante conversación:
1.-
¿Qué te parece partir por el inicio y nos cuentas algo significativo que
recuerdes de tu infancia?
Bien..., muchas gracias Jorge por esta
oportunidad y también a Cactuscultural.cl. Es muy grato estar contigo y poder
conversar sobre este tema y otros temas de la vida, además, porque gracias a
Dios, nos hemos hecho poco a poco más amigos… Y bueno, estoy justamente
empezando a leer el libro que me diste ayer, y aunque de momento solo llevo 3 o
4 páginas, ya me parece muy interesante.
Respecto a tu pregunta,
en primer lugar, tengo que decir que yo soy chileno evidentemente y me siento
un escritor chileno, pero mis ancestros no son chilenos: yo soy primera
generación en Chile, mi padre como te decía hace un tiempo, llegó en el vapor Winnipeg -gracias a Pablo Neruda y al
Gobierno de Pedro Aguirre Cerda- y en otra ocasión te contaba que cuando me
dieron el Premio Neruda, yo tuve que decir en mi discurso: “mire, tengo que agradecer dos veces este premio,
primero porque me lo dan y segundo porque yo no estaría aquí si no fuera por
Pablo Neruda.” Entonces la mitad de mi familia paterna viene de España, de
Valencia y mi familia materna viene de Croacia, de la isla de Krk y la ciudad
de Split, mi abuela era de Split y mi abuelo era de la isla de Krk (una isla
sin vocales, como digo yo). En mi familia por la parte paterna todos eran
científicos, médicos, bioquímicos, químicos etcétera. En esa época había una
cultura increíble en las familias y en los profesionales, de tal forma que un
científico leía novelas, leía poesía, le gustaba la buena música y lo mismo por
el otro lado. Mi padre tuvo una formación muy sólida con sus padres. Y cuando
llegó a Chile era una especie de héroe (como todos los republicanos), entonces
muchos intelectuales se fueron haciendo amigos de mi padre, se vincularon con
él. Por el lado materno mi abuela (profesora de literatura) publicó en Croacia
dos o tres libros y después cuando llegó a América, publicó en Buenos Aires un libro
traducido con muy buena crítica. Y, bueno, ya no estando en su patria, fue dejando
de escribir. Mi padre también publicó un libro de cuentos en la antigua
Editorial Universitaria que se llama A
piedra y lodo que fue, también, muy bien recibido por la crítica, por Alone
y por Ricardo Latcham entre otros críticos, entonces en mi casa también se
respiraba un ambiente cultural extraordinario, por ejemplo, un músico que tuvo
recientemente el Premio Nacional de Música León Shiwlosky, un gran director y
compositor, que actualmente reside en Israel. Entonces a mi casa llegaba Jorge
Edwards, Pepe Donoso, Gonzalo Rojas, Enrique Lihn, Martín Cerda, en fin, era un
ambiente extraordinario y mi padre tenía una biblioteca bastante considerable…
mis dos padres… mi madre fue muy amiga también de Benjamín Subercaseaux y de
Gonzalez Vera. Benjamín Subercaseaux decía de mi madre que “era la única mujer a la que podía tolerar”, porque mi madre era
muy inteligente y era muy bella y además médico y ella también, ya de más edad,
publicó una plaquette y ganó el concurso literario del PEN CLUB en el año
1959-60 con un cuento… Entonces yo tuve un “caldo de cultivo” extraordinario.
Recuerdo que yo era muy niño y me mandaban a la cama, vivíamos en una casa de
dos pisos y yo bajaba por la escalera sigilosamente y me escondía a escuchar lo
que hablaban los adultos. Además, recibí una formación muy buena, estudié
francés, inglés, estudié piano, en fin, muchas cosas porque querían que fuera
el niño perfecto. Pero después cuando llegó la adolescencia, llegó la rebeldía
y no quise leer más, y luego de dos o tres años de esa primera adolescencia yo
empecé a hurgar en la biblioteca de mis padres y empecé a escuchar discos en mi
tocadiscos y echaba a perder todos los discos de mi padre (en un infame “pick
up”) que después me quería matar. Y leía los libros de la biblioteca, no solo
los prohibidos, si no que libros buenos, leí a Thomas Mann, leí bastante de
Proust, leí a los poetas que iban a la casa, entonces me fui formando, no solo
en el colegio que tuve excelentes profesores, primero normalistas y después en
el Instituto Nacional. Tuve un profesor de Historia, otro profesor de
Castellano que eran un lujo, de hecho, cuando entré a la Academia les agradecí
a ellos porque ellos formaron también mi conciencia literaria, me dieron a leer
libros. Gracias a mi profesor de castellano, don Gastón Sánchez que era amigo
de Guillermo Blanco y de Miguel Arteche ingresé al taller de Arteche siendo
todavía un escolar. Tenía quince años, era muy joven y publiqué mis primeros
poemas en una antología del Taller 9. Ese era el nombre del taller que dirigía
Arteche y la antología se tituló Ejercicio
en Sol, publicaron también allí Alejandra Basualto, Roxana Byrne, entre
otros. Eran las primeras publicaciones. Entonces mi infancia fue realmente muy
nutriente, muy enriquecedora y yo creo que hay un hecho, que poca gente conoce
y que marcó profundamente mi escritura en mi adolescencia y eso fue la terrible
muerte de mi hermana. Yo tenía trece años. Desgraciadamente murió ahogada, en
África, en un país muy primario, muy primitivo que creo que todavía lo es, con
leprosos en las calles, sin pavimento, con la gente viviendo muy miserablemente
que es Mali. Ella murió en Bamako, en una piscina, estaba cerca del borde y en
un momento, tu sabes, lo niños se escapan y claro… Una niña de cinco o seis
años cayó y rápidamente falleció. Yo trate de reanimarla. Y, este hecho, gatilló,
pero mucho más que la pena, porque yo quería expresar lo que yo sentía: un
dolor inmenso y además una culpabilidad tremenda. De alguna manera pensaba que
yo era el hermano mayor y debería haberla cuidado. Pero esto fue una cosa
fortuita, sucedió en segundos…entonces ahí ya me empecé a lanzar a escribir
algunos cuentos y después poesía. Y la poesía no me ha abandonado nunca, ha
sido siempre fiel conmigo.
¿Recuerdas
cuál fue el primer poema que escribiste?
Fue un poema al Cid, al
Cid Campeador, porque en ese momento estaba leyendo en el colegio el Mío Cid y me gustó mucho, cosa rara,
porque en general a la gente no le gusta. A mis compañeros no les gustaba: es
un poema épico. Pero a mi toda esta historia maravillosa de este tipo que era
una especie de superhéroe de su época, me encanto y empecé a escribir… Todavía
tengo ese cuaderno guardado, guardadisimo…
¿Mostraste
el poema?
Se lo mostré a mi
profesor y gracias a ese poema, y otros más que tenía en ese cuadernito, él
leyó esos textos muy cuidadosamente y ahí fue cuando me mandó a hablar con
Guillermo Blanco y, claro, Guillermo Blanco, un extraordinario narrador me dijo
“mire, yo poesía no. Pero conozco a Miguel Arteche, un gran poeta, y tiene un
taller. Vaya a verlo y converse con él de mi parte”. Arteche muy generosamente,
siendo yo un niño prácticamente (tenía catorce o quince años), me recibió en el
taller, claro leyó algo de lo que yo escribía y le gustó. Vio que ahí había
algún material interesante. Y te digo una cosa, eso fue tremendamente formativo.
El taller de Arteche -porque Arteche era de una disciplina extraordinaria,
prusiana- yo llegué escribiendo poemas muy malos… hoy día si los leo son poemas
horribles, para mi gusto, Pero el miró, se dio cuenta que trasuntaban algo que
podía transformarse y efectivamente yo salí de ese taller escribiendo una
poesía totalmente distinta. Además nos hacía leer mucho. Yo muy joven conocí la
poesía de T. S. Eliot de Ezra Pound. Ahora todos hablan de Eliot y todos hablan
de Pound, pero yo empecé a leerlos a los catorce, a los quince años. En
traducciones que llegaban así medias brujas, porque no había mucho de eso. Y
bueno por supuesto, leí a a Neruda, a Huidobro que me enamoró profundamente, a la
Mistral -porque Miguel era muy mistraliano- pero no la Mistral típica de los “piececitos”
sino que la Mistral potente de Tala,
de la parte “Dolor” de Desolación.
Esa gran Mistral que yo todavía amo profundamente…
¿Podrías
mencionar tres o cuatro poetas que son los más esenciales para ti, que
consideres que marcaron o influyeron tu poesía?
Inmediatamente me surgen
cuatro figuras que creo que de alguna manera han marcado mi poesía Vicente Huidobro,
T. S. Eliot, Paul Valéry y Federico García Lorca. Esos serían los cuatro poetas
que yo siento como los más próximos. Además Federico García Lorca, fue una
lectura permanente en mi casa… mi padre siendo español me regaló las Obras Completas de Federico y yo me las
leí con fruición… Hasta mi madre, cuando era muy pequeño, me cantaba las
canciones folklóricas armonizadas por Lorca. Pero Paul Valéry con su Cementerio marino que es un poema
relativamente breve me produjo una conmoción, luego leí la Joven parca, leí muchos otros libros. Con T.S. Eliot comencé con la Tierra Baldía y seguí con Los Cuatro Cuartetos, entre otros, yo
pienso que ya estaba “maduro”, es decir estaba en condiciones de leer esos
textos, claro, siendo muy joven.
¿Te
atreverías a mencionar una imagen central que estuviera actuando como
desencadenante de tu poesía?
Bueno lo que desencadenó
mi escritura como anécdota de vida ya te lo expliqué; la muerte de mi hermana.
Entonces
podríamos decir que aparece la muerte como un misterio.
Es absolutamente un tema
reiterativo en mi poesía, pero también el amor, el Eros y el Thanatos, pero
también un elemento que yo siempre les explico a mis alumnos de mis talleres,
el tiempo (imagínate ya llevo 30 años de dictar ese taller, yo pienso que debe
ser uno de los más antiguos de Chile, el taller “Códices”, que entró incluso en
la malla curricular de la Universidad de Chile, de la carrera de Literatura).
Entonces, enseño que está el Eros y está el Thanatos, pero siempre, siempre, está
el tiempo, esa variable entre la vida y la muerte. Si tuviera que citar a los
clásicos, a Quevedo, por ejemplo -es otro autor que a mí me ha marcado
profundamente- justamente cuando dice: “pañales y mortaja, todo junto”, en un
solo verso resume toda la vida. Entonces yo diría que estas lecturas
desencadenaron un apetito por más lecturas y ese es el punto o el problema que
yo veo en muchos poetas de hoy día. Arteche fue muy certero en eso: Para ser un
buen poeta hay que leer mucho. No se puede escribir así nada más. Ahí también
te podría mencionar a Borges, a Neruda que también me impacto sobre todo las Residencias… Lo hermoso es que un autor
te lleva a leer a otro, pasa tanto en la narrativa como en la poesía, a veces
la lectura de un autor moderno te lleva a leer un clásico. Eliot te lleva a
leer a Dante. Proust te abre la puerta a Marcel Schowb, a André Gide, entonces
la literatura es un tejido, una trama, exactamente.
En las distintas formas de aproximarse a
la realidad poéticamente están quienes aspiran a reflejar esa realidad
cotidiana con versos citadinos y están quienes perciben una esencia que estaría
más allá de las cosas y a las cuales se puede acercar con imágenes o metáforas.
Cuándo tú hablas de la esencia, ¿a qué te refieres?
Pienso que la poesía
también es un placer estético tanto del lenguaje como del contenido, pero
también creo en el poeta filósofo, en el poeta testigo del “espíritu de su
época”, del poeta reflexivo, lo cual no significa renunciar a una cualidad de
lenguaje, o sea yo no le hago “guiños a la galería”. Hablando una vez con
Nicanor Parra, por ejemplo, yo le dije una cosa que a él le gustó mucho, porque
obviamente Nicanor tiene una personalidad muy fuerte. Yo le dije: “Nicanor creo
que su poesía, su antipoesía es fantástica, me encanta, pero empieza y termina
con usted. Porque a todos los sucedáneos que vienen después les diría yo
prefiero el café-café, yo prefiero un buen express antes que tomar un café descafeinado”,
como son algunos seguidores de Parra
De
todos modos me gustaría que ampliaras el concepto o la noción de esencia, a qué
te refieres exactamente…
Voy a citar a Valéry; la
poesía dice él, es una especie de caja o capsula donde el lenguaje dicta al
contenido y el contenido dicta el sentido de las palabras, ósea en ese sentido
no existe lo que el estructuralismo planteaba como una estructura de superficie
y una estructura profunda. Yo veo que tanto la estructura de superficie de un
poema como la estructura profunda están en un dialogo permanente. Es decir, si
tú vas a escribir una elegía, por ejemplo, el tema te va a dictar las palabras
que tú tienes que escribir, lo mismo sucede si vas a escribir un poema de amor.
Ahora lo que yo siento profundamente -y en eso voy a la esencia- es que un
poeta no le puede hacer el quite a la realidad, pero tampoco vencerse por la
realidad; Venderse, vencerse… digamos dejarse llevar solo por una poesía real,
que gusta mucho, que a lo mejor provoca aplauso, una risa inmediata, pero que
de pronto queda en la superficie de la superficie y no llega a la esencia, es
como una fachada solamente. Y de alguna manera, yo en los primeros años de mi
poesía (ahora ya no tanto, porque he visto que ese rol del poeta reflexivo o
filosofo entre comillas es muy importante), pero en una primera época de mi
poesía yo era un poeta que usaba mucho el metalenguaje, que trataba de explorar
el lenguaje como fuente de inspiración, entre comillas, aunque la palabra no me
gusta, como gatillante, digamos, de la escritura. Eso fue muy útil, porque eso
me permitió después, manejando bien el lenguaje, -creo yo y evidentemente lo tendrán
que decir mis lectores-, establecer un salto hacia ese poeta reflexivo con un
lenguaje ya, no digo maduro, pero un lenguaje sólido.
Y… la música. Yo estudié
piano siete años y eso me permitió incorporar otro lenguaje que me ha ayudado
en la poesía. Porque la poesía es sonoridad también. A ver, la música es
sonido, pero también es silencio. Leo una partitura y está llena de notas, pero
también está llena de silencios y esos silencios nos hablan tanto como la
música. Y lo otro: el sentido del ritmo. Que es muy importante, considerando
que uno más que escribir, compone poemas.
¿Cómo
defines tu poesía, qué es tu poesía para ti?
Difícil pregunta… En algunos libros yo no sé cómo van a continuar o, qué poemas
voy a escribir después, pero de repente hay una iluminación. Por ejemplo, en mi
libro Réquiem donde dos o tres poemas
me despertaron y dije: ¿y si hago una identidad homogénea sobre este tema?
Entonces el Réquiem es un Réquiem
para el siglo veinte, con todos sus desastres y sus cosas buenas también, pero
más bien desastres y luego, mi libro Escrito
descubre todo aquello que tiene que ver con la poesía, con la literatura, pero
también todo lo anexo, todos aquellos que nunca tuvieron la voluntad ni la
necesidad de escribir, pero que en algún momento escribieron. O, son los que
reciben la escritura de otros; el que escribe una carta, por ejemplo, o el
analfabeto, o el copista, o el suicida, o el enfermo terminal que quiere dejar
algunas palabras antes de morir, etcétera y que no son poetas ¿Te fijas?
Entonces de repente -como te digo- uno
tiene que armarse completamente desde esa perspectiva y tiene que encarnarse en
esa realidad. Ahora, por ejemplo, Tránsfugo
no, Tránsfugo que es mi último libro,
fue un poco como tú dices “a la pesca”. Son una serie de textos independientes…
Tiene sus partes que, obviamente, tuve que ordenar un poco, los poemas que eran
de amor, los que eran, digamos, críticos. Eso también es muy importante, si
definiera mi poesía –ya que vamos a contestar tu pregunta- Es reflexiva y por supuesto busca la belleza,
entre comillas, o la estética o un perfil estético, pero también es muy amarga.
Yo no estoy feliz con el mundo que vivo. Y sobre todo ahora. En este mismo
minuto que está asumiendo Donald Trump a manejar los Estados Unidos de
Norteamérica, cuando la globalización es un juego, un truco que podríamos decir
es de los más poderosos. Cuando la distribución de la riqueza, cuando la
distribución de los elementos naturales, del agua, de la comida, cuando África
se muere de hambre y de sed, cuando partes de Latinoamérica también. He
recorrido mucho mundo. La poesía si me ha dado algo –no me ha dado dinero,
salvo algunos premios, pero no mucho- pero si me ha dado algo es la oportunidad
de conocer de China, Latinoamérica, digamos hasta África pasando por Europa y
pasando por Oceanía incluso. Eso es lo que más le agradezco a la poesía que me
hizo una especie de vicioso del viaje y, el motivo del viaje también está mucho
en mi poesía. Pero siento que el poeta ha de ser un crítico de su mundo. No
puede quedarse callado. Y, eso no significa renunciar a un buen lenguaje ni
tampoco hacerle un “guiño a la galería” como te decía hace un rato atrás.
Entonces
podríamos decir que la poesía es un objeto en proceso, cambiando
constantemente…
“Work in Progres…”
Y
la poesía que vas a escribir está por hacerse y va a depender de otras
variables…
Yo necesito –aunque te
parezca curioso- publicar el libro. No terminarlo, publicarlo para deshacerme
completamente y meterme en otra cosa. Entonces de repente voy escribiendo los
poemas y ahí encuentro otra veta…Como encuentro siempre dentro de mí, si es que
lo tengo, mi estilo… Eso que también cuesta mucho conseguir, tanto en la
narrativa, en el teatro, en la poesía, en cualquier género: llegar a tener un
estilo personal.
Has
escrito muchos libros y has recibido muchos premios, pero también sucede que
uno desea que sea el último libro el que se lea más…
Correcto… pero también
reconozco que hay otros libros míos… fíjate que no me avergüenzo de mi primer
libro, Por ínsulas extrañas (1982) …
Surge
la siguiente pregunta, vamos a publicar con esta entrevista algunos poemas de
tu último libro pero podrías contarnos con cuál libro tuyo te sientes más
cercano.
Dos de los que te
mencioné, Réquiem y Escrito y el último que es Tránsfugo. Y Tránsfugo es mucho más confesional, porque Réquiem es pensar criticar y reflexionar sobre lo que fue un siglo,
también otro libro que se titula Escenas
del derrumbe de Occidente, parafraseando a Giaconni y por supuesto a
Spengler Y Escrito, bueno, es otra
cosa, es una poesía totalmente distinta a la que yo llevaba escribiendo Y Tránsfugo es mucho más confesional. Es
mucho más ese yo mío que está dentro y sale en una especie de desnudez donde de
repente hay incluso anécdotas mías que no las quiero mencionar porque contar la
anécdota de un poema es como contar el final de un chiste, pero que yo viví
personalmente y que de esa experiencia vivida ha resultado el poema. Entonces este
es un libro intensamente personal…
Menciona
algunos poetas actuales que estén haciendo eso que la poesía debe hacer según
tu concepción.
En Chile se mira muy en
menos la poesía española porque nos creemos “el ombligo del mundo” y
evidentemente no somos el ombligo del mundo. Hay una poesía que también no te
nombré que fue muy importante para mí. Fue la poesía neo helénica Kavafis,
Seferis, Elytis Ritsos, todos esos poetas fueron muy importantes, claro ahora
ninguno está vivo. De los poetas vivos en este momento yo creo que en Argentina
Jorge Boccanera, en Perú Roger Santibáñez, José Antonio Mazzoti, en Bolivia
Pedro Shimose o Marcia Mogro, en Cuba José Kozer, son poetas muy interesantes.
En Europa, en España, te querría decir también que se mira muy en menos la
poesía española porque se la considera todavía una poesía “imperialista” y nada
que ver, están en otro mundo. Un poeta que a mí me ha marcado muchísimo y que
también está muerto es Jaime Gil de Biedma, pero uno que está vivo y que está
produciendo una poesía maravillosa, extraordinaria es Jaime Siles y otro, un
catalán, Antoni Clapés. También hay una poesía francesa interesante, Nicole
Barriere, una mujer extraordinaria. La lista podría ser más larga digamos, pero
creo que, y he insisto en eso, y también lo dije en el discurso de ingreso a la
Academia de la Lengua, ojo, no creamos que nosotros somos los únicos poetas que
tenemos calidad en el mundo. Por favor, los únicos poetas buenos. Ahora, no voy
detrás de la última novedad, a lo mejor voy al tercer lugar o al cuarto lugar
de lo publicado, hasta que me llegue ese libro que me conmueva. Aunque creo que
también uno debe revisitar a sus grandes poetas queridos. ¡Es como cuando tu
escuchas una pieza de Schubert de Beethoven o Mahler, Oye! A esa parte, quizás,
no le había dado la atención que merecía. Lo mismo ocurre con el poema.
En
tu opinión ¿este fenómeno de la llamada literatura light -que afecta más a la narrativa
que a la poesía- piensas que goza de buena salud o se trata solo de un fenómeno
de moda?
Mira, si se piensa en la
literatura francesa, por ejemplo, o en la literatura inglesa, en aquellos
escritores que se dedicaron al folletín que tuvo un éxito extraordinario esos
escritores eran considerados genios, pero al mismo tiempo había un Víctor Hugo
o había un Emile Zola o un Balzac. En Inglaterra estaba Henry James,
trasplantado de Estados Unidos, o había un Jonathan Swift o en España había un
Unamuno, entonces, ¿quién conoció a Kafka en su época? Nadie. Kafka publicó La Metamorfosis y publicó algunos
cuentos y si no es por Max Brod ya sabemos lo que hubiera ocurrido. Ahora se
llega a decir que todo lo escribió Max Brod y no Kafka. ¡Cada teoría que sale sobre
los escritores, es increíble! Bueno, esa literatura sirvió en su momento para
crear un público lector, pero yo estoy seguro que muchos de esos lectores
quisieron dar un salto. Otros se quedaron ahí. Yo pienso que hay fenómenos que
tienen que ver –no en la poesía sino más bien en la narrativa- con fenómenos de
“marketing” o de venta, cuando de repente Carmen Balcells, por ejemplo, en
Barcelona donde yo trabaje como lector, tenía varios círculos de lectores. Era
como los círculos del infierno, hasta que llegaba a ella y finalmente ella daba
el sí o el no. Bueno, llegaban todo tipo de cosas, novelas esencialmente,
porque ella no publicaba poesía. Creo que en poesía representaba solo a Neruda,
García Lorca y Alberti y a nadie más. Todos los demás eran narradores, entonces
lo que sucedió con el Boom
latinoamericano, que fue un Boom con
grandes escritores como un García Márquez, un Donoso, un Carlos Fuentes, un
Mario Vargas Llosa un Cortázar y que luego permitieron leer a los “padres” anteriores
como Alejo Carpentier, a Juan Rulfo a Miguel Ángel Asturias a Horacio Quiroga,
en fin y etcétera. Bien, yo creo que hubo otro momento, y creo que ya pasó,
donde la narrativa escrita por mujeres y para mujeres –y que me perdonen, pero
yo creo que las feministas están de acuerdo conmigo- porque es literatura de
cocina, es literatura –no literatura- muy menor. No quiero dar nombres porque
sería encadenarme para siempre. Pero es una literatura que realmente no despega
a otro mundo. Ahora yo te diría que en Chile, no así en otros países como
Argentina por ejemplo, como Perú, ellos tienen una tradición poética que viene
de Vallejo y en Argentina viene de Borges y en Cuba de Lezama Lima y que
nosotros siempre hemos mirado -no tanto a Perú- pero sí a Argentina muy en
menos. Creo que allí hay una veneración mayor, existen revistas de poesía, la
poesía circula mucho más. Hay tertulias poéticas. En Chile no hay nada. El
poeta se queda solo en su buhardilla, como decía Rimbaud, escribiendo y
editando en unas editoriales que no tienen circulación, que no llegan a las
librerías. Y, la prensa –“El Mercurio”, “La Tercera”, la televisión, las
radios, etc., etc.- no cubre eso. No cubre poesía salvo raras ocasiones. La
mayoría de la prensa con sus mínimos suplementos literarios se dedica a la
narrativa.
¿Cómo
definirías la categoría de un buen verso?
Un buen verso es el que
te da vuelta la cabeza, es ese verso que te hace volver… Hablábamos de aquel
verso maravilloso de Gonzalo Rojas de su libro La miseria del hombre y del poema: “Perdí mi juventud”, donde dice “Y me quede frío en lo caliente”
Ese verso por algo se te queda en la cabeza: él llega con la intención de acostarse
con ella y ella ha muerto, se da cuenta que ella ha muerto y sube las escaleras
del prostíbulo y dice “Y me quede frío en lo caliente” Hay versos que te
conmueven hasta la médula: tu entras a ese verso de una manera y sales de otra.
Lo mismo ocurre con un poema o con un cuento o una novela. Se entra a Cien años de soledad de una manera y se sale
de otra.
¿Qué te gustaría decir –con tus propias
palabras- sobre tu último libro Tránsfugo?
En
primer lugar, como dije, que son poemas muy confesionales, muy íntimos. Que tal
vez apuntan a la realidad de ese hombre solo. No solo del poeta solo. El hombre
actual que esta híper informado, híper comunicado con las redes sociales pero
que vive en una soledad tremenda. Las cosas que le pasan no le importan a nadie.
Ese egoísmo, más que el mentado consumismo… Es ese egoísmo social al que hemos
llegado donde cada uno vela por su propio destino y no le importa nada el que está
al lado. Aquí en mi casa me pasa, yo no conozco a los vecinos. Antes yo me
acuerdo, en mi infancia, todos nos conocíamos en el barrio, yo vivía en Ñuñoa y
era un barrio maravilloso porque vivían muchos intelectuales, pintores, músicos
y todos nos conocíamos. Yo conocía a los hijos de fulano a los hijos de
mengano. Jugábamos. Hoy día los niños no juegan. Los niños no van a las plazas,
no comen tierra, no suben a los árboles, no juegan al pillarse, no juegan al “paco-ladrón”.
Ahora los niños pasan enganchados a este aparatito que se llama computador, y luego
se habla de la obesidad en Chile. Claro, si no se mueven. Fíjate en un detalle,
independientemente del color político, no quiero meterme en política, hasta
hace poco Cuba tenía el porcentaje de lectores más grande de América Latina.
¿Por qué? Porque no tenía los jueguitos de computador, porque la televisión era
insoportable y la radio también, ¿qué hacia la gente? Leer. Entonces al hablar
con el taxista te sorprendías, el taxista sabía un montón de cosas y había
leído de esto y aquello. Aquí un taxista no sabe nada y si es que ha leído ha
leído la guía de teléfono o la Biblia. Y ese es otro problema, el que en las
casas de Chile no hay libros. No hay libros. Y mi poesía quiere conmocionar al lector,
pero también quiere hacerlo pensar…. De hecho, en Alemania la poesía está
considerada casi como la filosofía. Y mi poesía intenta ser una filosofía
crítica de la existencia, si me permite decirlo el “desocupado lector”.
ANDRÉS MORALES nació en Santiago de Chile en 1962. Es
Licenciado en Literatura por la Universidad de Chile y Doctor en Filosofía y
Letras con mención en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de
Barcelona (España). Ha publicado veintitrés libros de poesía: Por
ínsulas extrañas (1982); Soliloquio
de fuego (1984); Lázaro
siempre llora (1985); No
el azar/Hors du hasard (traducción al francés, París,
Francia, 1987); Ejercicio del decir (1989); Verbo (1991); Vicio
de belleza (1992); Visión
del oráculo (1993); Romper
los ojos (1995); El
arte de la guerra (1995); Escenas
del derrumbe de Occidente (primera edición, 1998, segunda
edición 2014); Réquiem (2001); Antología
Personal (2001); Izabrane
Pjesme/ Poesía Reunida (traducido al croata, Zagreb, Croacia,
2002); Memoria Muerta (2003); Demonio
de la nada (2005); Los
Cantos de la Sibila (2008), Ejercicio
de escribir (Cubo
Anatrópico, 2010); Poemas/Pjesme (traducido al croata, 2011); Antología
breve (2011), Escrito (Santiago, 2013 y Madrid, 2014); Escenas
del derrumbe de Occidente (2014, edición corregida y ampliada) y Poemas
Escogidos/Poezii Alese (versión
a la lengua rumana, Bucarest, Rumanía, 2014), Écrit dans un miroir
(París, 2015) y Tránsfugo (2016).
Su obra poética se encuentra
parcialmente traducida a trece idiomas (inglés, francés, croata, portugués,
chino, coreano, sueco, catalán, mapudungún, rumano, turco, noruego e italiano)
y ha sido incluida en más de setenta antologías chilenas y extranjeras y en un
gran número de revistas literarias nacionales y del exterior (más de ochenta y
cinco), siendo también distinguida con diferentes reconocimientos nacionales e
internacionales entre los que destacan: Premio Manantial de la Universidad de Chile
(1980), Premio Miguel Hernández al mejor poeta joven
latinoamericano (Buenos Aires, Argentina, 1983), Beca Pablo Neruda (1988), Beca
de Hispanista extranjero (como
poeta y académico) del Ministerio de Asuntos Exteriores de España (Madrid,
1995), FONDART (Fondo Nacional de las Artes)
de 1992 y de 1996, Premio Ciudad de San Felipe 1997, Beca
de Creación Literaria 2001 de
la Fundación Andes, Beca de Creación Literaria para
escritores del
Fondo del Libro del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile en los
años 2001, 2004 y 2008. Premio Nacional de Poesía “Pablo
Neruda” 2001, Primer
Premio en el XII Concurso Internacional de Poesía “La Porte des Poètes” de París (Francia) 2007, Premio
Hispanoamericano “Andrés Bello” 2014 de Madrid, España (por el conjunto de
su obra poética) y el Premio de Ensayo “Centro Cultural de
España” en sus
versiones 2002 y 2003. Desde el año 2007 pertenece como miembro a la Academia
Chilena de la Lengua y
desde el año 2014 a la Academia Hispanoamericana de Buenas
Letras de Madrid,
España. En el ámbito del ensayo y la crítica literaria destacan sus libros
dedicados a la poesía chilena, hispanoamericana, española y europea, Antología
Poética de Vicente Huidobro (1993 y 2011); Un
ángulo del mundo. Muestra de poesía iberoamericana actual (1993); Poesía
croata contemporánea (1997); Anguitología (1999); España
reunida: Antología poética de la guerra civil
española (1999); Altazor
de puño y letra (1999); Antología
de Poesía y Prosa de Miguel Arteche (2001); De
palabra y Obra,
ensayos (2003), Antología
Poética de la Generación de los 80 (2010); A
la sombra del poema, ensayos (2013)
y Manual para un Taller de Poesía (inédito). Actualmente desarrolla su
escritura poética conjuntamente con sus clases de Taller de Poesía, de
Literatura Española Clásica y Contemporánea y de Poesía Chilena en la
Universidad de Chile.