Daniel
Giraldo
Doctor
of Philosophy University of Pittsburgh
2016
ANALECTAS
"El caballero de la
injuria", así llama Lucas Ospina a Harold Alvarado Tenorio. Y así titula
el crítico el prólogo de La cultura en la república del narco (2014), la más
reciente recopilación de ensayos del poeta. Prologar tamaña colección de textos
no puede ser una labor fácil. En el libro, Alvarado Tenorio arremete contra
escritores y políticos, contra universidades, contra ex presidentes y premios
de literatura. Preocupado por el venenoso contenido de los ensayos -esto es una
suposición-, Ospina escapó del aprieto dedicando sus páginas a documentar, con
fuentes provenientes de Internet, las repetidas polémicas en las que el poeta
se ha visto envuelto. Polémicas que apuntan a definir al poeta como alguien que
habla demasiado sin preocuparse por la veracidad de sus palabras. De esa
manera, Ospina calma los ánimos, tratando de suavizar lo que las hojas por
venir deparan: “Lo que sigue es un conjunto de eso, sus mejores textos, y que
no cunda el pánico, las víctimas que deja este libro no deben temer a la verdad,
Alvarado nunca pretendió seguir ese camino: lo único que él siempre dijo fue
media verdad o verdad y media”. (15) Entre esas verdades tamizadas por la pluma
de Harold Alvarado Tenorio, las víctimas de sus críticas se preguntan: quién es
Harold Alvarado Tenorio. En este caso, sin embargo, esta pregunta viene
acompañada de incomodidad e indignación, a veces de ira y contraataques, y su
naturaleza tiende a ser retórica: ¿Quién es ese Harold Alvarado 1 Tenorio que
se atreve a decir lo que dice? De los gozos del cuerpo (2014), su más reciente
libro de poemas, cuenta con un prólogo menos precavido, escrito por el crítico
y periodista colombiano Ángel Castaño Guzmán. En dicho texto, Castaño explica
brevemente cómo Alvarado Tenorio se fue separando paulatinamente de aquel grupo
de poetas denominado la generación desencantada, hasta ser considerado como el
"Caín del grupo" (6). ¿La razón? El difícil carácter del poeta:
"De él se conocen las diatribas, las polémicas, los altercados, no la
precisión de sus imágenes poéticas, su lenguaje contenido" (6). En marzo
de 2015, fecha del lanzamiento de La cultura en la república del narco, el
mismo Castaño entrevistó a Alvarado Tenorio para el diario El Espectador.1
Castaño le pregunta al autor en qué consiste su crítica a la entidad pública
encargada de la cultura en Colombia, el Ministerio de Cultura. Parte de la
respuesta de Alvarado Tenorio consiste en compararlo con el Reichsmisterium für
Vofksaufkliirung und Propaganda creado por Goebbels durante la Alemania nazi.
Dice Alvarado Tenorio: “El Ministerio de Cultura es hoy un pulpo perverso que
compra conciencias a diferentes precios y castigos. Difícilmente puede hoy
alguien publicar, pintar, cantar, ser entrevistado por la prensa, la radio o la
tele si los Directores de las Reich Chambers del ministerio no certifican su
buen comportamiento. ¿Cómo lo hacen? Mediante la mermelada que saben los
hambrientos trabajadores de la cultura les espera en unas hogazas de pan que
pueden verse en las vitrinas de la panadería del Ministerio que se llama
Programa Nacional de Estímulos para que venda su conciencia por un plato de
lentejas.” (Castaño) El mismo sabor, entre ácido y amargo, se siente en el
libro que dicha entrevista buscaba promover. Frases como: "Esta semana fue
pródiga en timos y engañifas" ; "Belisario Betancur es una vergüenza
para Colombia"; o, sobre José Asunción Silva, ''un ejemplo de lo que puede
pasarle a un petimetre cuando se las da de poeta en un medio ignorante y
reaccionario"; son pequeñas instancias de lo que depara a sus lectores.
Sin embargo, el libro no deja de ser divertido, y en esto agradecemos que
alrededor de las verdades que Alvarado Tenorio cuenta giren como satélites el
humor y un impecable manejo del lenguaje. Sin esas dos características, las
palabras del poeta no valdrían el esfuerzo de ser tenidas en cuenta. Entonces,
¿quién es Harold Alvarado Tenorio? No es un mal escritor, eso ha sido puesto en
claro. Alvarado Tenorio es, ante todo, un escritor. Su pasión y compromiso por
la literatura lo llevan a ejecutar su oficio no sólo como crítico, sino también
como antólogo. Varios son los textos que el poeta tiene en su haber, en los que
actúa como recopilador.2 Su visión histórica de la literatura colombiana le
sirvió para construir su más reciente antología 1 La entrevista, en la que
Alvarado Tenorio también critica al poeta Juan Manuel Roca, terminó por poner a
Castaño en aprietos con el mismo Roca. Ya antes había sucedido algo parecido
entre los intelectuales del Quindio, cuando a Castaño se le criticó por
promover a Alvarado Tenorio en la ciudad de Armenia (Aparicio). 2 Además de
Ajuste de cuentas, sus antologías poéticas son: La poesía española
contemporánea (1980), Kavafis Poemas eróticos (1982), Ardor de hombre Poemas
gay (1984), Una generación desencantada (1985), La poesía de T.S. Eliot (1988)
y Poemas chinos de amor (1992). 2 de poesía. Este nuevo libro se titula Ajuste
de cuentas (2014), y además de consistir en una labor recopilatoria, es también
una suma de juicios que dan como resultado un dictamen sobre la poesía
colombiana del siglo XX y de principios de siglo XXI. En el libro Vida escrita:
Textos sobre Harold A/varado Tenorio (2015) se incluye un artículo
originalmente publicado en Lecturas Dominicales de El Tiempo en septiembre de
2014, escrito por Rigoberto Gil Montoya. Gil, conocedor de la obra del poeta
colombiano, se pregunta quién teme a Alvarado Tenorio. Y abre así su artículo
para hablar sobre Ajuste de cuentas, para comentar sobre la “postura desdeñosa
cercana a la perversión" del poeta y para explicar, en cortas pero claras
palabras, que dicho libro es una propuesta clasificatoria de parte de Alvarado
Tenorio en la que muestra cómo la poesía colombiana nace de dos escuelas
foráneas: el romanticismo y el modernismo: “A partir de allí y con el gesto de
quien se ha formado en círculos académicos, propone una caprichosa y particular
taxonomía, a la luz de unas convicciones que el lector descubrirá en las
páginas de reflexión que el antólogo despliega para cada autor escogido: la
poesía no sucede en el aire, la poesía debe su resonancia semántica a un
contexto histórico; de tal suerte que el poeta se toma individuo, sujeto en
crisis no ajeno a las crisis de una realidad que, para el caso colombiano, casi
siempre resulta execrable.” (347) Gil resalta con precisión uno de los detalles
más relevantes del libro. La importancia que Ajuste de cuentas tiene para la
documentación de la poesía colombiana, y latinoamericana, consiste en que los
poemas de cada autor son introducidos por sendos textos en los que Alvarado
Tenorio reflexiona sobre las condiciones históricas y políticas en las cuales
los poemas fueron escritos. El valor de la antología no está solamente en la
presencia o ausencia de ciertos poemas, sino en la presencia inevitable de las
palabras del antólogo, que van dibujando la historia literaria del país, a
medida que presenta a sus poetas. En las páginas introductorias a la poesía de
Ignacio Escobar Urdaneta de Brigard (1943- 1974), Alvarado Tenorio describe a
Bogotá en 1943 como un ''mundo de guetos ingleses" en el que La
Candelaria, hoy centro histórico de la ciudad, era un tugurio donde escribían
Miguel Ángel Osorio, Manuel Zapata Olivella o Bernardo Arias Trujillo entre
otros: “A comienzos de los años cuarenta apenas se sospechaba que aquel mundo
copiado del celuloide desaparecería entre la mugre y el asco del infierno
social de los primeros gobiernos del Frente Nacional. Los rancios bogotanos no
se parecían sino a sí mismos, con sus rostros encendidos por los licores de
malta y el aire fresco de la sabana que recibían sobre la grama de sus
haciendas y clubes sociales [...]” (483) Tal descripción de la capital
colombiana, poblada de poetas pobres y de ricos 3 terratenientes que no se
percatan de la inminencia del Bogotazo, es la demostración de la particular
definición que para Alvarado Tenorio tiene la labor del antólogo. Ajuste de
cuentas es una antología, pero también es un pretexto para contar la historia
de Colombia desde una perspectiva diferente, personal e irregular. Esta última
calificación, la irregularidad, no intenta descalificar al antólogo, por el
contrario, busca mostrar que para él -como lo fue para su maestro Borges-, en
el reino de la literatura, las líneas divisorias entre realidad y ficción se
desvanecen. El asunto en este caso es fácil de presentar: el poeta Ignacio
Escobar nunca existió, por lo menos no fuera de las páginas de una novela
titulada Sin remedio (1984). Ignacio Escobar es el personaje principal de la
historia, escrita por Antonio Caballero, en la que el poeta recorre la capital
colombiana de los años setenta mientras critica mordazmente su entorno. Para
Escobar, Bogotá es una ciudad pesadamente triste, como lo es el cielo alto de
la cordillera que cae sobre los capitalinos: “Una tristeza sórdida de buses y busetas,
de semáforos muertos, de edificios a medio construir en medio de charcos
amarillos, de parques de los que se han robado los columpios, de vacas
pensativas que pastan al pie de las estatuas de los próceres, de basurales, de
desempleados, de niños vestidos con uniforme militar. A veces, a lo sumo, un
jardinero pasa en bicicleta con la máquina de cortar pasto parada en la
parrilla como una cola enhiesta de ave de lira.” (304) Algo extraño ha ocurrido
en plena mitad de la antología. La decisión de Alvarado Tenorio de traer a la
realidad a un personaje de la ficción y, más aún, de hacerlo parte de la
historia de la literatura colombiana, no como invención sino como inventor, es
una maniobra que el mismo Borges, de estar vivo, habría aprobado con satisfacción.
Alvarado Tenorio, en las nueve páginas introductorias a Ignacio Escobar, nos
invita a asomarnos a una ventana en la que se ofrecen, paralelas, la Bogotá de
los años cuarenta y su heredera, treinta años en el futuro. Ambas ciudades,
unidas en un ir y venir literario fraguado por el antólogo: forma única de
establecer una crítica doble a la capital colombiana, de ajustar cuentas con su
gente, con sus poetas, con su idiosincrasia. Ajuste de cuentas también realiza,
entre muchas otras, una maniobra literaria inversa a la realizada con Ignacio
Escobar. El nombre de un individuo real aparece entre sus páginas y, al
desconocerlo, no sabemos si se trata de un personaje ficticio. El nombre, y una
corta versión de su historia, aparecen en la dedicatoria de libro: “A la
memoria de Edison Mira Barrera [Tarazá, 1983], asesinado por Vicente Carvajal,
Jorledy Mazo Meneses y Antonio Meneses Carvajal en la vereda Chorrillos de
Valdivia el 12 de octubre de 2004 por orden de Dámaso José Cuestas, alias
Jonás, lugarteniente de Jhon Freddy Gallo Bedoya, alias El Pájaro, a quien
habían desplazado de la finca Zaragoza, en la vereda El Hato de Guaduas, luego
de torturarle y 4 someterle a numerosos vejámenes.” (7) Alvarado Tenorio no se
cuenta entre los poetas antologados en su libro, así que no hay más rastros de
Edison ni de su historia, no por lo menos en las siguientes seiscientas páginas
de Ajuste de cuentas. No obstante, el nombre, Edison Mira Barrera, vuelve a
aparecer, esta vez en una edición reciente de otra de sus antologías, Ardor de
hombre. La colaboración de Edison en esta edición no se hizo en poemas, sino en
imágenes. Ocho son las fotografías del joven Edison que recuerdan algo a los
torsos masculinos de Luis Caballero, y que se diseminan entre los poemas de
Whitman, García Lorca, Ginsberg, Gómez Jattin y otros. En una de las fotos, de
Fernell Franco, encerrada por palabras de Luis Antonio de Villena, Edison
aparece desnudo, lleva sobre él tan sólo su collar barato de piedras al que le
cuelga un crucifijo, detrás de él, abrazándolo hasta poner sus manos sobre su
pecho, posa Harold Alvarado Tenorio (5). En ese momento dejamos de dudar de la
existencia del joven. En ese momento, a pesar de no quererlo, de intentar
evadir el asalto de nuestra imaginación, vemos aquel cuerpo torturado,
suponemos la sangre manchando el crucifijo, y aunque sobre los hechos no
tenemos muchos detalles, 3 somos afectados por ese cuerpo que se balancea entre
el sexo y la muerte. Sentimos la dolorosa presencia de Edison como parte
ineludible de una antología de poemas homoeróticos. Su imagen termina por ser
el punto culminante de unión entre la experiencia marica y la violencia
colombiana. MARGINALIDAD MERECIDA Décadas de ensayos críticos, de despotricar
hacia todas direcciones, de denunciar 3 Una detallada narración de lo ocurrido
a Edison Mira Barrera se encuentra documentada por el mismo Alvarado Tenorio en
un artículo titulado ''De cómo me sacaron de mi casa un grupo de hombres
armados que decían ser las AUC'', que se publicó en el número 282 de la Revista
de la Universidad de Antioquia en diciembre de 2005. 5 las dinámicas
politiqueras y clasistas de la cultura colombiana, de verse en medio del
conflicto armado colombiano, de ser víctima del mismo, le han dado al autor una
perspectiva única. Perspectiva cuya escritura logra plasmar magistralmente como
una posición clara e inamovible respecto al estado de la administración y
difusión cultural en Colombia. Posición marginal, por supuesto, que le otorga
valor agregado a su opinión. Estemos o no de acuerdo con sus palabras,
reconocemos que su fama de beligerante ha sido justamente ganada. La búsqueda
sobre la identidad de Harold Alvarado Tenorio no puede agotarse en esta única
faceta. Por supuesto, y como hemos visto en los capítulos anteriores, preguntarnos
por la identidad de un autor implica siempre una respuesta de gran complejidad.
Entre otras propuestas que van más allá de la reacción negativa y la pregunta
retórica, sobresalen por su neutralidad las líneas de carácter biográfico que
hacen parte del libro ¿Quién es quién en la poesía colombiana? de Rogelio
Echavarría: “Alvarado Tenorio, Harold (Buga, Valle, 1945). Doctor en filosofía
y letras de la Universidad Complutense de Madrid. Director del Departamento de
Literatura Latinoamericana en Marymount Manhattan College de Nueva York.
Trabajó un año con una editorial en Beijing, China. También ha residido en
México, Berlín y Estocolmo. Director del Departamento de Literatura de la
Universidad Nacional y profesor titular de la cátedra de literatura de América
Latina en la misma. Ha sido distinguido con la Medalla 50 años de la
Universidad del Valle, premio de poesía "Arcipreste de Hita" y Premio
Nacional de Periodismo de Colombia.” (16) Concisa y totalmente fría, la
identidad de Alvarado Tenorio se construye en este caso a partir de una
enumeración de sus logros académicos y profesionales. Por supuesto, esta
información tiene sus limitaciones. Por una parte, la recopilación de los
hechos se detiene en 1998, año en que Echavarría publicó su libro. Por otra parte,
la figura de Harold Alvarado Tenorio se resiste a ser reducida a unas cuantas
líneas. El mismo autor, como respondiendo a todos aquellos que hablan y
hablarán sobre él, ha publicado en su página personal de Internet una
cronología en la que anota los hechos importantes de su vida desde 1945 hasta
un muy reciente 2009. 4 Al leer las entradas de dicha cronología, encontramos
que han sido escritas en tercera persona. La primera de ellas comienza con la
palabra "nace" en lugar de ''nací" y de allí en adelante, hasta
la entrada final, la tercera persona se mantiene. Cuenta dicha voz que su
abuelo Lisímaco Alvarado combatió en la Guerra de los Mil Días del lado de los
conservadores, a pesar de ser de familia liberal. La entrada termina así: “Hijo
de madre soltera, en la vejez [Lisímaco] repetía unos versos de su padre, sobre
el destino: 4 www.haroldalvaradotenorio.com 6 Yosoy Simón A/varado, más vale
que no lo fuera, para no ver después de muerto, rodando micalavera.”
(Cronología) Desde el comienzo de la lectura nos damos cuenta de que el autor
está proponiendo un juego a sus lectores. Los datos biográficos se mezclan con
datos anecdóticos, y el canto de unos versos populares cierra el comienzo del
recuento oficial de su vida. La segunda entrada hace referencia a su abuela
paterna, Emilia Cobo Tenorio, quien “fue comerciante en joyas, agiotista y
propietaria de numerosos inmuebles, algunos de los cuales usaba para sí, casi
que vacíos, apenas con un catre de hierro y una estufa de madera para preparar
los cafés negros de toda la vida, mientras recorría las calles del pueblo con
una bolsa de hacer la compra repleta de joyas y monedas inglesas de oro.”
(Cronología) Hasta la segunda coma, la referencia obedece a las formas
preconcebidas: nombre, relación con el autor, ocupación. Sin embargo, a partir
de allí, la información sobre su abuela estalla en imágenes que parecen hacer
parte de una novela. El catre de hierro, la estufa de madera, la bolsa con
monedas inglesas, etc. Nos imaginamos a un pequeño Harold caminando por las
calles de Buga de la mano de su abuela mientras en la otra mano las joyas y las
monedas de oro entrechocan y resuenan. La novelización de la historia de Harold
Alvarado Tenorio continúa a lo largo de toda la cronología. Cuenta así su
expulsión de casi todos los colegios a los que asistió por "contradecir y
alegar los dogmas de la Iglesia". Narra su viaje a México donde estudia
con Juan José Arreola y Alejandro Jodorowsky, y donde ve a Chavela Vargas
vestida de hombre cantando boleros. Incluso cuenta la particular forma en que
adquiere su primer libro de Jorge Luis Borges: “Ese año [1961], en la
Biblioteca Luis Ángel Arango lee por primera vez a Borges, a quien había
descubierto de la mano de El Flaco Valdés, uno de los hijos de El Conejo
Valdés, que en vez de seguir las aventuras de su padre volando con una pata de
palo aviones hacia el polo, se dedicaba al sagrado arte del apartamento,
robando joyas y metálico, y de vez en cuando uno que otro libro, como el
ejemplar de Historia universal de la infamia que le regaló luego de una
borrachera en un bar de jazz de la calle 19 con séptima llamado La rosa.”
(Cronología) Esta entrada biográfica dispone el comienzo de una de las más
particulares relaciones literarias de la literatura colombiana; una historia
marcada por el robo de libros y de autorías. La copia de Historia universal de
la infamia que llegó a manos de Alvarado 7 Tenorio había sido robada por un
amigo suyo. Si suponemos que esta copia corresponde a la edición de 1954, es
posible que el colombiano hubiera notado en ella la presencia de un segundo
prólogo en el que se lee lo siguiente: “Ya el excesivo título de estas páginas
proclama su naturaleza barroca. Atenuarlas hubiera equivalido a destruirlas;
por eso prefiero, esta vez, invocar la sentencia quod scripsi, scripsi (Juan,
19, 22) y reimprimirlas, al cabo de veinte años, tal cual. Son el irresponsable
juego de un tímido que no se animó a escribir cuentos y que se distrajo en
falsear y tergiversar (sin justificación estética alguna vez) ajenas historias.
(Borges 343)5 Esta cita es relevante porque puede explicar la insistencia del
colombiano en utilizar la tercera persona para referirse a él mismo. El
"tímido" del que habla Borges es precisamente él mismo veinte años
atrás. En adición a esto, aquel tímido Borges de 1935, de acuerdo con su
contraparte de 1954, no escribió las historias que componen el libro, sino que
falseó y tergiversó historias de otrosautores. El juego entre terceras y
primeras personas, entre autoáas y plagios, parece haber servido como lección a
Harold Alvarado Tenorio. ¿Por qué no divertirse con ello? La cronología de su
página de Internet es prueba del uso de la palabra a manera de juego para él y
para sus lectores. Pero la lección de Borges no se detendrá allí. La sentencia quod
scripsi, scripsi que el argentino cita para justificar la reimpresión sin
cambios de su libro reza en español: "lo que he escrito, he escrito'', le
pertenece a Poncio Pilato, y representa el poder de la palabra escrita y la
importancia de la autoría. Según el apóstol Juan, cuando Jesús fue crucificado,
Pilato escribió en hebreo, griego y latín un título que puso sobre la cruz y
que decía: "Jesús Nazareno, Rey de los Judíos" (Juan 19, 19). Los
sacerdotes judíos allí presentes le pidieron a Pilato que aclarara la
situación, puesto que era muy diferente decir que Jesús era el rey de los
judíos a decir que Jesús sostenía ser el rey de los judíos. Pilato, para quien
el detalle era poco importante, dijo: quod scripsi, scripsi. Borges retomó la
sentencia de Pilato y muy seguramente conoció la profundidad y el alcance del
contexto en el que dicha sentencia fue emitida. De allí que su prólogo insista
en la tergiversación delo dicho por otros. Alvarado Tenorio, diez años después
de su primera lectura de Historia universal de la infamia, había de llevar al
extremo esta idea de las autorías dudosas. En julio de 1972, a dos días del
lanzamiento de su primer libro de poemas, Pensamientos de un hombre llegado el
invierno, el autor concede una entrevista en el diario El Tiempo titulada
"Habla Harold Alvarado: Escribo para el año 3000” 6 . La entrevistadora
comienza el artículo por decir que el poeta le resultó insoportable, advierte
"a la mujer que se meta con él que lo trate a las patadas", y dedica
todo lo demás a hacer pública la estampa arrogante y soberbia de un joven poeta
de veintisiete años que es capaz de decir: 5 De no ser así, de no haber leído
dicho prólogo en 1961, es muy probable que lo haya hecho entre 1967 y 1970,
años en los que estudió una Licenciatura en Letras en la Universidad del Valle
(Cronología). 6 El artículo es publicado, como imagen facsímil, en Vida Escrita
(2015). 8 "Yo no escribo para la gente presente, sino para la gente
futura. Balzac, Dickens, Tolstoi no fueron populosos en su tiempo. Lo son hoy,
cuando ellos ya han muerto. Nadie les entendía en su época..."(26) Y a
esto agrega: Otro día estaba en Islandia, en septiembre del año pasado. Y el
viejito Borges llegó a Islandia a conocer. Yo andaba con mis poemas por toda
Europa, me metía en los bares y le leía a la gente mis poemas, yo mismo los he
traducido al alemán y al inglés. Un día fui donde él y le recordé que yo le
había escrito muchas cartas, tiempo atrás, y le leí unos poemas. Entonces me
dijo... "Pues mándeme unos veinte poemas a Buenos Aires y yo veré qué
hago". Y meses después él me mandó a España donde yo vivía, el prólogo con
los poemas a vuelta de correo. (26) Dos días después de la publicación de la
entrevista, el 19 de julio de 1972, tal y como se constata en la cronología de
su página de Internet, se realizó el lanzamiento de su libro en Ciudad Solar,
en Cali. A la recepción asistieron entre otros Jorge Luis Borges y su madre. La
presencia del gran maestro argentino no sólo acentuarla el prestigio de su
pupilo sino que también promover la venta del libro. El prólogo, que fue
impreso por separado, vendió setenta copias esa noche, en contraste con las
doce que el libro logró vender. Sostiene Alvarado Tenorio que varios
periodistas locales, iracundos testigos de la presencia de dos impostores que
por unos pesos posaban como Borges y su progenitora, le solicitaron al director
de la revista Panorama de Argentina, Tomás Eloy Martínez, que investigara los
indignantes hechos. Todo se resolvería en una declaración del mismo Borges, el
verdadero, que Alvarado Tenorio reproduce en su cronología de la siguiente
manera: Los pareceres y el estilo concuerdan con lo que yo hubiera podido
escribir. Asimismo, las autoridades que alega el texto corresponden a mis
preferencias. El "ocular vizconde" me sorprende, pero no es imposible
que yo haya perpetrado esa frase, tan ajena a mis hábitos literarios. También
es raro que mi memoria haya dejado caer un nombre tan singular como Harold
Alvarado Tenorio, pero a los 73 años el olvido es harto accesible. Pienso que
el "prólogo" es una afortunada parodia, que debo agradecer.
(Cronología) Sin embargo, Alvarado Tenorio agrega un detalle: Borges se acerca
a su entrevistador, Jorge Di Paola, y le dice al oído: "Qué trabajo se
habrá tomado este muchacho, ¿no?", a lo que el mismo Borges responde con
dos posibilidades. La primera, "debe haber sido como jugando”. La segunda,
"yo también juego a parodiar a Borges" (Cronología). Con los años el
asunto se aclarará, e incluso se generarán nuevas polémicas sobre la autoría de
otras piezas literarias.7 7 La más reciente y fuerte polémica se dio entre
Alvarado Tenorio y el también escritor colombiano Héctor Abad Faciolince.
Alvarado se adjudica la autoría de cinco sonetos atribuidos a Borges. Por su
parte, Abad sostiene que uno de esos sonetos, que su padre atesoraba y
conservaba consigo al momento de su muerte, fue en efecto escrito por Borges.
Una concisa descripción de la polémica aparece en el prólogo de Lucas Ospina al
libro La 9 Tanto en su cronología, como en otros medios, el autor colombiano ha
descalificado la veracidad de aquellas palabras con las que sostuvo que Borges
había escrito un prólogo para su primer libro. 8 No aptos para puristas, los
juegos con la autoría de ciertos textos de Borges parecen haber sobrepasado un
límite y este hecho, descaradamente expuesto y esclarecido por el mismo
perpetrador, se sumaa sus numerosos atrevimientos literarios. Pero, ¿qué nos
dice esto sobre el autor? Por un lado, lo obvio: que Borges es una gran
influencia para él. Nada nuevo hay en esto. Sin embargo, dicha influencia
terminó por generar en el discípulo una afrenta: la de plagiar la firma de su
propio maestro. El gran prestidigitador de historias donde la ficción y la
realidad se entrelazan, el maestro de las citas apócrifas, el autor de
"Pierre Menard, autor del Quijote" soporta -con buen humor, cabe
decir- el plagio de su propio nombre. En este punto, donde el descaro y la
creatividad cultura en la república del narco (2015). Asimismo, en un artículo
titulado "Manuscrito hallado en un bolsillo" publicado en Vida
escrita (2015), Rigoberto Gil Montoya da cuenta detallada de los hechos. En
2011, el escritor argentino Jaime Correas publicó un libro titulado Los
falsificadores de Borges, en el que retorna los hechos que fundamentan dicha
polémica. Dicho libro, de factura loable por su investigación mas no por su
valor literario, es también un juego en el que se borran las barreras entre
realidad y ficción. 8 Para más detalles sobre el prólogo apócrifo de Borges:
"De cómo escribí un prólogo de Borges'', publicado en enero de 2016 en la
sección Papel Literario del diario El Nacional de Caracas, Venezuela. 10 se
juntan, podemos aprender más sobre la literatura de Harold Alvarado Tenorio: el
poeta, antólogo y ensayista colombiano es un autor marginal. Pero su
marginalidad se la ha ganado con trabajo. Desde sus comienzos como estudiante,
siendo abiertamente ateo, desde sus comienzos como intelectual, siendo
públicamente soberbio, pasando por sus atrevimientos con Borges y sus palabras
ponzoñosas sobre la cultura colombiana, Alvarado Tenorio se ha ubicado al
margen. Satisfecho con el lugar de exclusión que ocupa, ejerce su actividad
intelectual haciendo uso de la distancia que por años ha venido estableciendo.
NOSTALGIA Y SOLIDARIDAD ¿Puede esta marginalidad merecida relacionarse con la
idea de marginalidad que nos permitió construir la definición del arte marica?
La particular marginalidad de Harold Alvarado Tenorio, hasta donde hemos visto,
no es gratuita. Alvarado Tenorio ha trabajado por décadas en lograr aquel lugar
de exclusión desde el cual puede dar peso a sus palabras. Así lo reconoce su
homólogo Juan Manuel Roca -que en muchas ocasiones también ha sido su víctima-:
La poesía de Alvarado Tenorio intenta levantar la alfombra que ha tenido la
costumbre, para mostrar lo que se oculta bajo ella: todo aquello que no se
menciona, que se evita a todo trance en la pulcra poesía colombiana, tan
acicalada como un cochero de pompas fúnebres, como un muerto al que los
críticos prodigan sus afeites. (Recuerda cuerpo, en Revista Iberoamericana,
Pittsburgh, # 128-129, 1984.) La poesía en las manos de Alvarado Tenorio no es
el cadáver que critica Roca. El cuerpo, a pesar de ser un recuerdo, está más
vivo que nunca. Alvarado Tenorio nos había hecho recordar el cuerpo del joven
Edison Mira Barrera por medio de sus fotografías. En su poesía, las imágenes
del cuerpo son vívidas, pero el cuerpo ya no le pertenece a quien alguna vez
vivió, sino que pertenece a quien lo recuerda. Cuerpo y recuerdo son la razón de
existencia de los versos: La delicia de las cosas reposa en el paladar.
Desgraciado, el que llegado a los treinta, no ha probado sino un lado del
placer y gustado sólo una caricia. (Recuerda 51) Como en este poema suyo
titulado “El que llegado a los treinta”, el poeta no sucumbe a sus deseos
atormentado por la presencia ubicua del pecado. Por el contrario, en un ademán
provocador, muestra las bondades del placer e invita al acto. Deseo ya no es
sinónimo de temor. Desde la perspectiva religiosa que ha ayudado a entender el
arte marica en Colombia, se 11 podría decir que el poeta pasa de ser pecador a
ser incitador del pecado. El demonio, con frases gustosas y atrayentes, invita
a las experiencias de los sentidos, a la libertad de los cuerpos. Pero tal definición
no concuerda con Alvarado Tenorio, quien está lejos de ser afectado por tales
calificaciones: Durante mucho tiempo fui obligado a estudiar, a ser rentable.
Hace unos cinco años me dedico a practicar para mí mismo, para mi soledad y mi
amor. El cuerpo ha adquirido otra dimensión, no sólo de la pulcritud inútil que
predican los negociantes sino esa caja de resonancias que es nuestro cadáver
exquisito. Cuando el cuerpo se apodera de tu lenguaje, cuando sólo entiendes
esa música de caderas o labios, la poesía tiene que ser para todos, todos deben
satisfacerse con ella. (Fernando Ayala: HAT, la religión del placer, Bogotá,
1983, págs. 21-22)9 Con esta imagen dionisíaca el poeta explica su obra. Se
trata de una posesión que no requiere exorcismo: “el cuerpo se apodera de tu
lenguaje”, dice Alvarado Tenorio, convencido de que ya no existe el pecado. El
poeta ya no cree en él, como tampoco cree en la “existencia de Dios, La
Santísima Trinidad, La Creación del Mundo, La Divina Providencia, La
Transubstanciación o La Infalibilidad del Santo Padre” (Cronología). El poeta
no cree en el pecado, y así como no se arrepiente de plagiar, criticar,
despotricar y blasfemar, tampoco se arrepiente de sus deseos sexuales. Vagos,
son ya, los rostros de su rostro. Vaga, también, la forma de sus manos, lejos,
está, su aliento de mi boca, su pequeña estatura, sus quince años. Sólo un ayer
ocupa mi memoria: nuestro pequeño amor nuestro pequeño mes hace diez lunas. De
repente en alta noche sus ojos. De púrpura vestidos, sus labios, labios de un
amor apresurado, sus largos brazos, brazos de inolvidable carnadura aparecen. 9
Fragmento de una entrevista que Alvarado Tenorio concedió a Ednodio Quintero en
1979. 12 ¿Cuánto he perdido buen Dios? ¡Cuánto he perdido! (Recuerda 13) Este
poema, escrito por Alvarado Tenorio, se titula “Pericles Anastasiades, circa
1895”, y encabeza la lista de poemas que componen su libro Pensamientos de un
hombre llegado el invierno. El título del poema nos ofrece la pista que nos
permite ponerle rostros a los rostros. Se trata de una referencia al poeta
alejandrino Konstandinos Kavafis (1863- 1933), y a su “amigo cercano”, Pericles
Anastasiades. A la influencia de Borges sobre la obra del colombiano se
sumatambién la de Kavafis quien, según el crítico colombiano Hernán Toro, hace
parte de sus lecturas favoritas. Si hacemos caso a la fecha, 1895, Kavafis
tendría treinta y dos años y su amigo tendría veinticinco, y el poema se
trataría de un recuerdo, de un tiempo pasado, de un amor efímero que habría
tenido lugar cuando el poeta tenía tan sólo veintidós años. Este análisis no
estaría completo si no hiciéramos referencia, por supuesto, a la contundente
presencia del cuerpo. Brazos, boca, labios, ojos, rostro son las partes que
conforman el recuerdo y construyen la nostalgia y el sentido de pérdida.
Kavafis haría lo mismo, y es fácil encontrar estos rasgos entre sus poemas
eróticos. Por ejemplo, el poema “Una noche”, escrito en 1907: La habitación era
barata y sórdida, oculta sobre la dudosa taberna. Desde la ventana podías ver
la sucia y estrecha callejuela. Desde abajo venían las voces de algunos obreros
que jugaban a las cartas y se divertían. Y allí, en esa pobre y usada cama tuve
el cuerpo del amor, tuve los labios voluptuosos y rosados de la embriaguez,
rosados de tanta embriaguez que ahora, cuando escribo, después de tantos años,
en esta casa solitaria vuelvo a estar borracho. (Kavafis 20) La relación entre
los dos poetas se establece fácilmente con este ejemplo. Incluso, se hace mucho
más fuerte al conocer que en la traducción de estos versos al español participó
el mismo Alvarado Tenorio, siendo éste uno de los cuarenta y dos poemas que
componen su antología sobre el poeta alejandrino titulada Kavafis Poemas
eróticos (1984). Otro ejemplo es el título de la recolección de las obras de
Alvarado Tenorio que publicó la editorial El Papagayo de cristal en 1983:
Recuerda cuerpo. Este título corresponde a un poema que escribió Kavafis en
1916: “Recuerda cuerpo no sólo cuánto fuiste amado,/ no sólo en qué lechos estuviste,/
sino también aquellos deseos/ que brillaban en los ojos […]” (Kavafis 43). No
obstante, hay un problema de orden cronológico. De acuerdo a una de los
traductores 13 al inglés de Kavafis, Rae Dalven, éste no conoció a Anastasiades
sino hasta 1895 (Fernández 69). ¿Cómo pudo Kavafis recordar a su amigo de
quince años si cuando lo conoció éste tenía veinticinco? En la cronología de la
página de Internet del colombiano aparece una nueva pista sobre este poema: en
1963, dice la voz en tercera persona, Alvarado Tenorio “conoce a Raúl Lecuona
Rodríguez, para quien escribe Pericles Anastasiades, circa 1895” (Cronología).
De repente, nos damos cuenta que aquel amor de un mes que se reconstruye con
recuerdos de un cuerpo bien pudo haber ocurrido en Colombia, entre Alvarado
Tenorio y Lecuona Rodríguez, quien para 1963 tendría quince años. Reconocemos
entonces que el poema del colombiano no se limita a establecer una relación
temática con la poesía de Kavafis. La conexión es mucho más profunda, mucho más
compleja. Somos testigos de una conversación entre los dos poetas. Conversación
que es facilitada por el deseo común entre ellos. Si bien es cierto que la
imagen del cuerpo masculino es común a los dos, el enlace principal entre
Alvarado Tenorio y Kavafis no es el cuerpo, sino el recuerdo de haber deseado
dicho cuerpo. La comunicación es por lo tanto de orden afectivo, lo que implica
que no pertenece al reino de las consideraciones racionales, de los
pensamientos. Recordar es un pensamiento, por supuesto, pero está promovido por
un afecto común entre los dos poetas: la nostalgia. Sin la poderosa sensación
de nostalgia que se produce previa al recuerdo, Kavafis y Alvarado Tenorio no
tendrían en común más que la insistencia del colombiano por usar las mismas
imágenes que el alejandrino. No obstante, al leer los poemas de Alvarado
Tenorio nos sentimos interpelados por sus palabras, las reconocemos sinceras, y
esto se debe a que están basadas en sus experiencias personales. De no ser por
ellas, muchos de los poemas del colombiano que establecen conexiones con
Kavafis serían copias baratas o, por lo más, incipientes homenajes. En una
conversación que Alvarado Tenorio sostuvo con Rigas Kappatos en New York, en
agosto de 1981, los dos poetas hablan sobre el erotismo y el recuerdo de las
visiones eróticas en la poesía del colombiano: “Como le decía, cuando descubrí
mis máscaras mi poesía se hizo personal. Entonces no nos queda otra cosa que
hablar de sí mismos, contra sí mismos, de lo que fuimos en el pasado, de las
miserias o felicidades que nos ha deparado la vida sensual, la única que
recordamos. Mis poemas están en esa tónica. Entre la vida erótica y la vida
ideológica, entre los deseos de la carne y los del pensamiento.” (Camorra 22)
En ese punto entre “los deseos de la carne y los del pensamiento”, entre el
reino de los sentidos y afectos y el reino del discurso, allí está la poesía de
Alvarado Tenorio. Carente de vergüenza, la obra poética del colombiano expone
sus vulnerabilidades. Pero no se trata de debilidades, sino de fortalezas. La
disposición a explorar sus nostalgias, a recordar los cuerpos que fueron suyos,
son pruebas de que su obra es sincera. Y así como en algún momento fue Kavafis
influencia para Alvarado Tenorio, ahora es Alvarado Tenorio influencia para
quienes lo leemos. Dice Jorge Rodríguez Padrón, en 1982, en la revista Anales
de la literatura hispanoamericana: 14 “En principio se trata de una poesía
testimonial, una poesía de la experiencia; a través de ella nos es dado
asomarnos, sin obstáculo alguno, a la azarosa existencia (en el tiempo y en el
espacio) del propio escritor. […] El poema se convierte así en lugar de
encuentro solidario; pues allí, la extinción dolorosa de la existencia que, en
principio, es la del individuo que habla, pronto puede reconocerse como común a
todos.” (Camorra 27) Rodríguez Padrón no se equivoca al definir el poema como
un lugar de encuentro solidario. Pero cuesta aceptar, sin embargo, que “todos”
seamos capaces de reconocernos en él. Si la muerte es aquello que todos tenemos
en común, el crítico está en lo cierto. Pero más que la muerte es el deseo
sexual lo que hemos visto como punto de solidaridad entre los poetas. Y como
dicho deseo sexual no es común a todos, tan sólo cierto grupo de individuos
podrán reconocerse en el poema. Maricas como Alvarado Tenorio serán llamados a
ocupar el poema con sus propias y personales experiencias, con los recuerdos y
nostalgias de los cuerpos que alguna vez tuvieron. El poema de corte erótico en
Alvarado Tenorio es un espacio de solidaridad marica. “NUNCA DIGAS YO”… A NO
SER QUE HABLES EN SERIO Al posibilitar desde su marginalidad la creación de
espacios de solidaridad marica, el poeta está en la capacidad de compartir su
experiencia desde la primera persona. Ya no es necesario evadir el uso del “yo”
u ocultarse detrás de un seudónimo, a la manera de Bernardo Arias Trujillo. En
la Colombia de Harold Alvarado Tenorio la crítica que redujo a nada la
sexualidad de Porfirio Barba-Jacob está en deuda con la historia. Ubicados en
esa Colombia de poemas homoeróticos y de arengas contra políticos,
intelectuales y artistas, la vieja recomendación de Wilde a Gide, “nunca digas
yo”, parece haber perdido su poder de gran máxima. ¿Alguna vez se ha dicho o
comprobado que Alvarado Tenorio se esconde detrás de un seudónimo por temor a
ser reconocido? Sabemos que el infame prólogo de su primer libro fueron
escritos por él con la firma apócrifa de Borges, pero la razón tras el uso de
tan conspicuo seudónimo no es la de ocultarse avergonzado. Nada más lejos del
carácter de este poeta. Por otra parte, sí que ha utilizado la tercera persona,
y sobre todo la ha utilizado para hablar sobre él mismo. Ejemplo evidente de
esto, su cronología. Si el poeta no sufre de los afectos negativos de algunos
de sus predecesores, ¿cómo explicar que para hablar de su “yo”, decida escribir
desde un “él”? Lo que tienen en común todas estas instancias literarias en la
obra que Alvarado Tenorio ha escrito en tercera persona, aquello que establece
cierta continuidad, es que hacen parte de una propuesta lúdica. El poeta se
burla del concepto de autoría al narrar su propia vida desde la perspectiva de
un tercero. No obstante, cuando el país amerita una arremetida, la tercera
persona pierde por completo su utilidad. En su lugar, un yo de proporciones
épicas –aunque de resultados mucho menos grandiosos– se yergue desde Buga e
inunda toda publicación física o digital en la que todavía encuentre cabida10
Con respecto a la percepción 10 Quienes seguimos sus comentarios en las redes
sociales podemos dar fe de la enérgica presencia virtual de la voz en primera
persona de Harold 15 de una continuidad en la obra del poeta, Fabio Jurado
Valencia11, en un artículo titulado “Espejo de máscaras”, incluido en Vida
escrita, sostiene que los ensayos, las crónicas y las conferencias que éste ha
escrito sobre los autores con quienes se identifica “son una respuesta
indirecta a los silencios e interrogantes que suscitan sus libros de poemas”
(323). Ya hemos visto esta relación con Borges y con Kavafis, a la que se adhieren
otras sugeridas por Jurado con base en similitudes temáticas y estilísticas:
“Leídos en continuidad percibimos una ambientación semántica compenetrada entre
uno y otro libro, de tal forma que uno puede ser respuesta de otro en una
relación de textualidad y metatextualidad” (323). Sin embargo, además de
encontrar relaciones de continuidad textual o metatextual entre sus libros, es
posible encontrar relaciones parecidas entre los poemas de un mismo libro. En
una nueva edición de poemas, publicada por Alvarado Tenorio en 2014 bajo el
título De los gozos del cuerpo, dos poemas se hacen guiños, uno frente al otro.
El primero, “Una barba de Camden”, ubicado en la página par. El segundo,
“Portero de noche”, en la página nona. Ambos poemas tienen tres estrofas.
Ambos, siete versos. “Portero de noche” dice así: Bajo el arduo sopor del
mediodía, vuelvo y veo tus ojos, esa noche. Al regresar abriste la puerta y
para verme mejor preguntaste la hora: eran la una y cuarto. Tu cuerpo exigía
otro cuerpo. Y eso obtuviste. (39) Nuevamente, el recuerdo de un cuerpo, de
unos ojos, es el punto de partida del poema. Sin embargo, desde aquel mediodía,
el recuerdo no es lejano. Es posible alcanzar nuevamente aquellos ojos y poner
en marcha de nuevo el juego de miradas, de coqueteos, y ver si esta vez se
tiene suerte. “Tu cuerpo exigía otro cuerpo. / Y eso obtuviste.” Con esta
última estrofa, nos regocijamos por la meta cumplida. Los cuerpos se unen
finalmente, y agradecemos el final feliz. Mientras más te cerque el día definitivo
mayores goces encontrará la carne. Busca una joven y cantarás con ella Alvarado
Tenorio. 11 Fabio Jurado Valencia es el director del Instituto de Investigación
en Educación de la Universidad Nacional de Colombia. 16 lo que une y entrelaza.
A vuestro alrededor, jóvenes rozagantes se disponen a tocar tus brazos. (38)
Por su parte, éste es el poema “Una barba de Camden” que hace referencia a la
ciudad en la que Walt Whitman vivió sus últimos años. Una nota adicional,
proporcionada por el mismo Alvarado Tenorio, explica que allí se mudó el poeta
estadounidense en 1873 tras haber sufrido un accidente cerebro vascular. Agrega
el colombiano que en Camden Whitman recibió la visita de Oscar Wilde y del
pintor estadounidense Thomas Eakins (162). A partir de la pista sugerida por
Alvarado Tenorio, se puede relacionar aquellos “brazos rozagantes” con los del
joven Wilde. Sin embargo, una pesquisa adicional es necesaria. En 2003, Niel
McKenna publicó The Secret Life of Oscar Wilde, libro en el que se narran
hechos y situaciones que por años escaparon el interés de otros biógrafos. Una
de esas situaciones ubica a Wilde en Camden, de visita en casa de Whitman, en
el año de 1881. Dicha visita fue facilitada por un amigo de Wilde, el editor de
Philadelphia Joseph Marshall Stoddart. Una vez en casa de Whitman, Stoddart
dejó solos a los dos poetas, quienes pasaron juntos el resto del día. Cuenta
McKenna: Whitman opened a bottle of elderberry wine and he and Oscar drank it
all before Whitman suggested they go upstairs to his ‘den’ on the third floor
where, he toldOscar, ‘We could be on “thee and thou” terms.’ Whitman gave a
detailed account of the meeting to a reporter from the Philadelphia Press the
next day. ‘We had a jolly good time,’ he said. ‘I think he was glad to get away
from lecturing and fashionable society, and spend some time with an old rough’
(32) Este dato, por supuesto, no nos asegura que algo más haya ocurrido entre
los dos poetas. McKenna, sin embargo, escudriña el contenido del artículo que
sobre la visita se publicó en el Philadelphia Press. Lo que encuentra allí es
la voz de Whitman describiendo un diciente detalle: “One of the first things I
said was that I should call him ‘Oscar.’ ‘I like that so much,’ he answered,
laying his hand down my knee” (32). Asimismo, Wilde le contaría a su amigo
George Ives los pormenores del encuentro. En los diarios de Ives, cuenta
Mckenna, Wilde dice que después de su tarde con Whitman no le cupo duda de los
gustos sexuales del poeta, y agrega: “I have the kiss of Walt Whitman still on
my lips” (33). Estos datos no comprueban que los dos poetas hayan terminado
teniendo sexo en el tercer piso de la desordenada casa de Whitman en Camden.
Pero dejan abierta la posibilidad de que aquello haya ocurrido. De ser así, el
sexagenario Whitman obtuvo el cuerpo de Oscar Wilde a los veintisiete años de
edad. Esta diferencia de edad parece ser la que se establece en “Portero de
noche” entre el yo del poema y el portero. Si bien esto no es sugerido en el
poema, la ubicación del mismo, justo después de “Una barba de Camden”, nos
incita a pensar que alguno de los dos cuerpos 17 es más joven que el otro. Otro
detalle sirve como punto de conexión entre ambos poemas: ambas situaciones
hacen referencia a una dinámica hospitalaria. En el caso de Whitman y Wilde
esto es evidente, dado que el poeta recibe al joven escritor en su casa. En el
caso de “Portero de noche”, aunque no está muy claro, el coqueteo ocurre en un
espacio de entrada, el lugar de trabajo del portero. Como mirándose en un
espejo, ambos poemas se afectan entre sí, prestándose detalles, formas. Y la
relación textual está allí, como lo está con Borges y con Kavafis en otros
poemas. “Portero de noche”, sin embargo, se escribe desde aquel yo que nos
remite a la experiencia personal del poeta. Alvarado Tenorio y su amante se
reflejan en Whitman y Wilde. La ubicación espacial de los poemas en el papel,
uno frente al otro, y la narración del encuentro sexual entre dos hombres
sugieren un juego de espejos en el que los amantes se saben parte de algo más
grande, más antiguo que ellos, y solidarios, se entregan a la dinámica
hospitalaria, se entregan a alcanzar esos brazos y a poseer esos cuerpos. En
busca de un nivel superior de conexión entre estos poemas y la obra total de
Alvarado Tenorio, podemos hablar de la existencia de un claro contraste entre
sus textos escritos en primera persona y aquellos que ponen en duda su autoría.
Los primeros son evidentemente aquellos que gritan por ser tenidos en cuenta.
Son aquellos que aspiran a permanecer en la mente de sus lectores, sea
valiéndose de su afecto marica –como en el caso de su poesía– o por medio de
sus diatribas y denuncias. Los segundos son los divertimentos literarios, las
propuestas lúdicas que el escritor se jacta de ser capaz de producir. Las maniobras
literarias de Alvarado Tenorio, aquellas en las que el escritor juega con
niveles de verdad y con las reglas de autoría, no contribuyen al detrimento de
su yo lírico o de su yo denunciante. Por el contrario, pareciera que la
presencia de esta faceta lúdica sirve como perfecto contraste que le da mayor
peso a aquella primera persona cuya lengua no tiene pelos, y cuya identidad
marica, sensual, solidaria y combativa se fortifica en medio de un entorno cada
vez más ignorante y violento.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario