EN EL NOMBRE DE DIOS
Esa mañana Dios mira
por un ventanuco.
El ojo divino
parpadea,
mientras en la calle,
un hombre empuja un carro repleto
de basuras. Se
detiene, busca algo en sus harapos, un fósforo.
El relámpago aturde a los
sobrevivientes.
Entre los despojos las
autoridades encuentran el mensaje:
De todos, solo los que invocan mi
nombre.
LA GLORIA ERES TÚ
Las religiones del
libro,
y los libros que nacen
de esas religiones,
predican y profetizan
sobre la gloria.
Los hombres,
nacen para obtener
reconocimiento y premio.
Dios y el Diablo,
recompensan a sus creaturas con un poco
de su lustre y
prestigio.
Sólo los naturales de
Acracia
nos negamos a tan
baboso destino
planificando con paciencia
y rigor
toda una vida de
fracasos.
Negamos la experiencia
como conocimiento.
Vieja arpia, la
experiencia.
A cada fracaso,
se prepara otro mucho
más esplendoroso.
Y así vamos,
aplaudiendo y gozando
de nuestras más
renombradas derrotas.
De nuestro cotidiano
homenaje a la perplejidad
y al equívoco.
Apestosamente libres y
solos.
LO QUE EL POETA NO DIJO DE SÍ MISMO
A Nicanor Parra, niño.
La verdad, no se le ocurría nada.
¿Qué tenía que decir?
Acaso, ¿no estaba todo dicho?
¿De dónde una metáfora, un símil, una
hipérbole,
un verso deslumbrante?.
Recordó los talleres que dictaba,
las lecturas, la imagen de una tarde y
unas huellas de lluvia.
La lluvia, golpeando las ventanas de la
noche.
Y sus manos golosas sobre un cuerpo.
El tuyo, por supuesto.
Fue ayer, no más, parece.
El olor del jazmín impregna a las
abejas
que construyen con él una nueva
colmena.
¿Será esta saudade lo que busca el que
llega a esta página
pretendiendo el poema?
¿Hay un poema antes del gozo o la
desdicha?
O en la resaca, ¿se encuentran la culpa
y la belleza?’
Y el poeta ¿qué dice cuando el papelote
se rompe
contra el viento y los niños se
encuentran con la piedra en la mano?
Tal vez todo sea esto, no decir nada
y pretenderlo todo,
no diciendo.
PALABRAS COMO CÁRCELES
Algunos se construyen
cárceles de aire.
Si dan un paso fuera,
caen en el pozo de lo ignoto.
Se aburren, pero
prefieren la comodidad de sus certezas,
a la extraña aventura
de la incertidumbre.
Una vetusta patina
cubre sus zapatos,
y usan capa dentro de
la camisa almidonada.
Algunas palabras
forman intrincadas alambradas
sobre la inocente
página.
Fueron dichas por
otros,
pero el ensimismado
las recoge,
las hace suyas y las
va instalando con mucha seriedad
y sapiencia donde
alguna vez habitó el asombro.
Como se vanaglorian de
su encierro,
y son muy apreciados
por las academias,
tienen asegurado el
bronce y el aplauso.
UN CUBANO QUE NO BAILA
No pudimos visitar su
tumba.
Al pisar el cementerio
Colón,
un guarda nos cobró la
entrada.
“Veinticinco dólares
para extranjeros”, anunció.
¿Qué socialismo es
este donde se paga
por venerar a sus
muertos?, preguntamos.
Y oímos claramente su
socarrona voz:
“Jovencitos, la
Revolución y el Vaticano
tienen los mismos
peajes”
Ahí estaba,
con su insaciable
curiosidad de glotón.
Mirándonos desde las
palabras que estrangulaba,
que retorcía entre
rones y carcajadas,
para ofrecerlas
burlonas, adustas,
reventando de gozo,
pariendo astros errantes,
igual a José Cemí,
viajando a media noche
entre caballos de
tiovivo
y sílabas giratorias.
Omar Ortiz Forero. Bogotá, 1950.
Edita y dirige desde 1987 la revista de poesía “Luna Nueva” que completa
42 ediciones y 29 años de vida. Ha publicado por lo menos 13 libros de poesía
de los cuales destacamos: “Las muchachas del circo”, “Diez regiones”, “Un
jardín para Milena”, “El libro de las cosas”, (Premio Nacional de Poesía
Universidad de Antioquia, 1995) “La luna en el espejo”, “Diario de los seres
anónimos”, “Cequiagrande” y la primera edición en España del “Diario de los
seres anónimos” que, ampliada y corregida, acaba de ser publicada en la
península por la editorial “La Mirada Malva”. Se desempeña como director cultural
de la Universidad Central del Valle en Tuluá, donde también dirige la Colección
Editorial “CantaRana”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario