PARASITE (2019)
Dirigida por Bong Joon-ho
La naturaleza se comporta diferente en
presencia de los distintos grupos sociales, no los permea de la misma manera. El
conflicto detonará por las diferencias de clase, pero el director hurgará
profundo y expondrá un prisma de interrelaciones entre una familia acomodada y
otra de origen más vulnerable.
Una expresión de la naturaleza será la lluvia.
Para los Park resulta una bendición, el cielo azul gracias al aguacero del día
anterior, les permitirá realizar una barbacoa junto a los amigos. La casa nunca
tendrá goteras y una imagen panorámica los muestra observando como su hijo
capea la lluvia en una tienda de campaña. Para esta familia lo relativo al agua
es un juego, en cambio, para los Kim representa otra versión del diluvio
universal, donde la lluvia ha anegado las alcantarillas y los tiene
literalmente nadando entre la mierda. Para los Park es sólo un suceso
climático, para los Kim un evento que los pone en su lugar, la naturaleza les
enrostra su pobreza, los Kim pierden todos sus bienes y terminan durmiendo en
un albergue. Lo descrito es el primer cataclismo a que nos enfrenta la película,
en todo el resto se encargará de jugar con nuestras convicciones.
Bong Joon-ho nos divierte mediante las artimañas
con que los Kim han sometido a la familia Park. «Esta familia es tan crédula…
es amable porque es rica», es una declaración burlesca ante la poca sagacidad de
los Park, los han embaucado haciéndose pasar por personas acostumbradas a
lidiar con la clase alta. El hijo de Kim las hace de profesor de la hija de los
Park, la hermana se hace pasar por terapeuta de arte, el padre de chofer
experto y la madre por una distinguida ama de llaves. Los Park no se enteran de
que estas cuatro personas pertenecen a una misma familia y de alguna forma se
dejan influenciar siguiendo sus indicaciones. Hay ingenuidad por parte de ellos
y los Kim se roban la mitad del visionado con sus ocurrencias para sacarles
dinero. Pero no hay condescendencia hacia la familia de escasos recursos, se los
retrata con sus virtudes y defectos. Humaniza a los Kim, para luego degradarlos
y compararlos con cucarachas que brotan del subsuelo. A los Park, en cambio,
los muestra ingenuos al principio, para luego desenmascarar su naturaleza
egocéntrica y clasista. El «olor a pobre» (hedor que se percibe en los trenes) incomoda
a los Park cuando viajan en el asiento trasero del Mercedes Benz. El magnate lo
aguanta debido a que el Sr. Kim (chofer) nunca «cruza la línea». En efecto,
existe una línea imaginaria que separa ambos mundos y ese simple detalle
desatará la tragedia.
La película nos impone símbolos. Este director
coreano maneja el lenguaje cinematográfico con precisión. Abundan planos
expresionistas para dar cuenta del estadio social que retrata en cada toma, el
uso de la música clásica y popular es muy acertado. La primera hora pareciera
una comedia sin dobles intensiones, muy lúdica, alejándose del cine del japonés
Hirokazu Koreeda que el año anterior (2018) ganó la Palma de Oro en Cannes con
su película Shoplifters. En lugar del drama de pobreza del japonés, Bong
Joon-ho es más moderno en su tratamiento (tanto temático como estético)
llevando a los personajes por una montaña rusa muy bien urdida, con giros de
guion que convencen por su realismo y donde cada escena aporta profundidad al
conflicto de clases. Ambas cintas abordarán ribetes policiales y judiciales,
pero donde Koreeda expresa una sola dualidad interpretativa, el coreano nos
bombardea con múltiples aristas que se disparan una tras otra, cruzando géneros
narrativos e incluso superponiéndolos.
Por ejemplo, mientras el hijo de Kim se recupera en el
hospital, todas las personas y sucesos (detective, doctor, asesinato) le
resultan divertidos. Especie de Alex (Naranja Mecánica, Stanley Kubrick)
cuyo tono jocoso ante los desgraciados incidentes (el hijo también es liberado
por la justicia) es contrastado por el mensaje que emite el noticiario: el
padre, prófugo de la justicia, ha desaparecido… Ahí es donde el largometraje da
otro vuelco hacia la búsqueda de algún sentido para la ambición desmedida. La
voz en off del hijo de Kim contradice al padre: «Papá, hoy he
formulado un plan». Se trata de un "racconto" (escena narrada en tono poético)
sobre sucesos que podrían desarrollarse en el futuro. El director lo impone como
verdad al espectador y da luces de que para escapar de la pobreza hay que
trazar un plan de vida. Los ricos podrán distraerse con esnobismos, pero los
pobres no pueden darse ese lujo (la sociedad los aplastará como cucarachas).
Bong Joon-ho lo plasma de manera elegante: por primera vez el hijo de Kim
revierte sus recorridos descendentes y escala una montaña nevada para reconocer
los esfuerzos de su padre para salir de la pobreza. Ya no es un asunto para la
risa, sino un punto de partida. Formará una familia y amasará fortuna, para
comprar la casa del Sr. Park y rescatar al padre prófugo. «Todo lo que
debes hacer es subir las escaleras», le escribe al padre, anunciando que ellos
también pueden disfrutar de la luz que perciben los ricos. La cámara desciende
y el presente vuelve a situarse en el subsuelo, toda esa secuencia conmueve y
destila poesía.
La lucha de clases es motivo recurrente en el
cine de este director coreano. Todo el andamiaje social se percibe más
inhóspito desde la clase baja. La policía prejuzga, los cobradores acosan por
teléfono y los usureros pueden incluso enterrarles un cuchillo por la espalda. Bong Joon-ho acostumbra a
situarnos en situaciones imposibles, pero en Parasite nos interna en un
laberinto de decisiones caóticas. Es comedia negra, cine de terror o disección
social, una película divertida en apariencia, hasta que deja de serlo y remueve
al espectador de su lugar de confort.
El símbolo de estatus por excelencia es el
espacio físico, la casa propiamente tal. Los Kim ocupan un subterráneo oscuro,
desordenado, donde sus habitantes se reúnen en el living-comedor poco espacioso
y no se guardan secretos. Los Park, en cambio, sitúan su mansión en una colina y
será en esta última donde se desarrolla la mayor parte del metraje. Cada
miembro de la familia Park se identifica por habitaciones diferentes y
mantienen secretos tras las paredes. El director prescinde del aparato de
televisión y las imágenes provienen del ventanal en ambos mundos. Una calle
oscura entretiene a los Kim, en tanto los Park aprecian un jardín, silencioso y
luminoso. Este último elemento es otro símbolo: ambas familias (incluso una
tercera) aprecian la luz de esa hermosa casa en la que antes vivía un
arquitecto famoso. Los encuadres de la mansión (interiores y exteriores) son
pulcros y fríos, muy al estilo Kubrick, en todo momento dan al espectador la
sensación de estar viendo cine dentro del cine, la pantalla y el ventanal son
una membrana que nos hace ver la realidad con los ojos fríos del Sr. Park. Al
inicio estamos alejados de esta lucha de clases, pero con el correr de los
minutos entenderemos de qué se trata (olor a pobre) y sobrevendrá una batalla
campal, siendo el garaje el punto de fuga entre estos mundos opuestos.
El apartado estético es sobresaliente. Los Park viven en las
colinas, mientras los Kim descienden escalinatas para llegar a su casa. Ingresan
al Metro, bajan más escalinatas y desembocan en un basural donde discuten,
antes de llegar al subterráneo donde pernoctan. En la altura (arriba) la luz
baña las habitaciones; en el submundo de la pobreza (abajo) abunda la
oscuridad. Los ricos siempre arriba; los pobres, abajo. Altura/luz versus
profundidad abisal; pensamientos oscuros versus ingenuidad. Bong Joon-ho nos
deleita con estas dualidades y sus continuos cambios en el punto de vista. Administra
un juego complejo de muchas dimensiones, pero al espectador jamás se lo
abandona con ese ritmo endemoniado que imprime a sus creaciones.
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Parasite obtuvo la Palma de Oro en el último
festival de Cannes (2019) y el premio a mejor película extranjera en los Globos
de Oro. De las seis nominaciones a los Oscar, obtuvo cuatro estatuillas en
categorías principales: mejor película, mejor director, mejor película extranjera
y mejor guion original. En los premios de la Academia Británica (BAFTA) fue
elegida como mejor película de habla no inglesa y mejor guion original.
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