Rosa Silverio nació el 30 de agosto de 1978 en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Actualmente vive en Madrid, España. Es periodista y escritora. Ha publicado tres poemarios: De vuelta a casa (2002), Desnuda (2005) y Rosa íntima (2008). Sus cuentos y poemas figuran en varias antologías y han sido publicados por revistas y suplementos culturales de diversos países. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, portugués y catalán. Ha sido incluida en los libros de textos de República Dominicana.
Canto a la mujer que se consume
Una mujer se levanta en la mañana
emprende el camino que la espera
Cualquiera diría
que estamos ante la última heroína
pero en sus aguas hay algo turbio que ella esconde
y que intenta proteger a toda costa
Hace muchos años
en el tiempo de la raíz primigenia
incluso antes de que el árbol fuera árbol
y el fruto fuera fruto
esta mujer levantó una cruz en su calvario
y se dedicó sin piedad a la matanza
Hoy ella deberá pagar sus crímenes
los poetas ya han hecho la hoguera
y a su alrededor baila el enemigo
Mujer
no hay forma de que puedas eludirlo
nadie te librará de tu condena
las Keres ya están listas para el ataque
y Némesis blande en su mano la guadaña
Pobre Athenea derrotada
llama que sin remedio se consume
para ti se han acabado los caminos
sólo el amor persiste en su afán de rescatarte
Mujer
carne de tu carne
polvo, naranja, costilla, sangre, nervios, espina dorsal, brazos, piernas, cerebro, corazón, pensamiento y vida
por ti se han abierto y desaguado los cielos
se han quemado muchas ciudades
a ti te han perseguido y asesinado
con dureza han sido condenados tus pecados
y a tu jardín han ido a parar todas las piedras
Ha llegado por fin la hora de tu muerte
el cuervo ha detenido su viaje
y espera paciente su carroña
Muere, mujer, consúmete
dirígete hacia el fondo de ti misma
y desaparece.
El crimen
Hoy se ha cometido un crimen
un cobertor protege al homicida
Los periódicos sólo han visto
la mancha entre mis dientes
No dijeron nada de la mano que apuntó a mi cabeza
de los fragmentos de cráneo esparcidos por la casa.
Mi alma ha enmudecido.
Mi corazón está cerrado.
Nunca imaginé algo tan horrendo.
¿Quién es la manzana, el gran reptil, la sombra bíblica?
Este crimen apesta demasiado.
Un pasado histórico pesa sobre mis hombros
Hay una mujer que ofrece para comer el fruto
otra voltea la cabeza y mira hacia atrás
sobre su hombro.
Debo ser responsable de algo
Algo debe caer en mi conciencia
(eso han escrito todos)
Miro al cielo
totalmente despejado
y pienso en el dios de los hombres
Dicen que ahora mismo me está mirando
Me lo imagino disfrutando de este juego
mientras yo echo mi último escupitajo.
Hoy se ha cometido un crimen
El homicida anda suelto
Por sus manos resbala la sangre de la víctima.
Mi alma muda… mi corazón cerrado.
Esta noche tiemblan todas las ventanas.
Encierro
He descubierto el mundo a través de esta casa,
encerrada entre estas cuatro paredes blancas,
claustrofóbica, enferma,
jodidamente triste.
Podrida y apartada como una fruta que ha madurado demasiado.
He descubierto mi cuerpo,
mis lugares más remotos y sagrados,
las rugosidades extrañas de mi alma,
la violencia y el fuego,
la melancolía triste,
la danza y el vuelo de la espuma.
He inventado el mar entre estas paredes de cemento,
lo he descubierto y he navegado entre sus olas.
He llegado incluso a tocar la franja roja que cada tarde
se dibuja como una línea en el horizonte.
He ganado grandes batallas, me han abatido muchas tormentas,
la lluvia me ha comido el rostro cientos de veces
y cientos de veces me he ido volando como un pájaro
que se va (que es libre)
hasta que un cazador lo avista y le dispara.
Y cómo me he acostumbrado a todo esto:
a este amor que he moldeado y destrozado tantas veces,
a este peregrinar por estos cuartos,
por esta caja urbana que ahora me contiene.
Cómo me han domesticado,
cómo me he perdido,
cómo me he vuelto a encontrar
y cómo quisiera arrojarme abruptamente hacia el vacío.
encerrada entre estas cuatro paredes blancas,
claustrofóbica, enferma,
jodidamente triste.
Podrida y apartada como una fruta que ha madurado demasiado.
He descubierto mi cuerpo,
mis lugares más remotos y sagrados,
las rugosidades extrañas de mi alma,
la violencia y el fuego,
la melancolía triste,
la danza y el vuelo de la espuma.
He inventado el mar entre estas paredes de cemento,
lo he descubierto y he navegado entre sus olas.
He llegado incluso a tocar la franja roja que cada tarde
se dibuja como una línea en el horizonte.
He ganado grandes batallas, me han abatido muchas tormentas,
la lluvia me ha comido el rostro cientos de veces
y cientos de veces me he ido volando como un pájaro
que se va (que es libre)
hasta que un cazador lo avista y le dispara.
Y cómo me he acostumbrado a todo esto:
a este amor que he moldeado y destrozado tantas veces,
a este peregrinar por estos cuartos,
por esta caja urbana que ahora me contiene.
Cómo me han domesticado,
cómo me he perdido,
cómo me he vuelto a encontrar
y cómo quisiera arrojarme abruptamente hacia el vacío.
Este poema
Este poema viene desnudo y transparente,
delgado como un hilo,
liviano,
imprescindible,
cotidiano como los enseres de la casa.
Este poema viene sin sexo y sin horas,
sin drogas y sin amigas,
de espaldas,
con cuchillos en sus fauces,
sin faldas y cigarrillos,
como un pájaro,
una caída
o un alumbramiento.
Este poema viene con latidos
y sangre,
dentro de un panal de abejas asesinas,
doloroso y nauseabundo,
salvaje y con pelos en las piernas.
Este poema viene de adentro,
trae la ingravidez del alma
y las rosas que dormitan en el pecho,
trae la tristeza en un frasco pequeño
y lo destapa,
y lo huele,
y se enamora de su fragancia lacrimógena.
Este poema viene del fondo,
se me escapó de un resquicio del alma
y ya no consigo hacerlo regresar.
delgado como un hilo,
liviano,
imprescindible,
cotidiano como los enseres de la casa.
Este poema viene sin sexo y sin horas,
sin drogas y sin amigas,
de espaldas,
con cuchillos en sus fauces,
sin faldas y cigarrillos,
como un pájaro,
una caída
o un alumbramiento.
Este poema viene con latidos
y sangre,
dentro de un panal de abejas asesinas,
doloroso y nauseabundo,
salvaje y con pelos en las piernas.
Este poema viene de adentro,
trae la ingravidez del alma
y las rosas que dormitan en el pecho,
trae la tristeza en un frasco pequeño
y lo destapa,
y lo huele,
y se enamora de su fragancia lacrimógena.
Este poema viene del fondo,
se me escapó de un resquicio del alma
y ya no consigo hacerlo regresar.
Hay que ponerle nombre a esta tristeza
Hay que ponerle un nombre a esta tristeza
hay que ponerle un corazón,
un ojo de gato o de serpiente,
hay que ponerle un vestido
tacones
maquillaje
y sacarla a pasear
emborracharla
y cogérsela en una esquina
o en un motel de mala muerte.
Hay que golpear a esta tristeza,
darle latigazos,
enseñarle quién manda,
amarrarla a un poste eléctrico
o deshojarla en una tarde de septiembre.
Hay que saber que el mundo
es una telaraña o una sombra ancha
dispuesta a devorarlo todo,
a tragárselo todo de una bocanada
o de un zarpazo.
Hay que entender que las cosas
tienen un lugar geográfico, un nombre,
una textura exacta y una forma
y que dentro de esas cosas
está desnuda y en silencio
la tristeza,
como una corriente de aire frío
o el mar cuando se han dormido las olas,
como un conuco solitario,
un rancho de tabaco a oscuras
o Matanzas a las cinco de la tarde.
Hay que saber que la tristeza existe
como existe la casa, la tacita de té,
el reloj, el árbol, los recuerdos
o la fotografía de mi abuela
con una blusa llena de pájaros blancos
y una mirada que me hace recordar
a todos los muertos que ha tenido que llorar
mi pobre abuela.
Hay que saber que la tristeza no sólo existe
sino que también tiene su espacio,
su rincón en el interior de cada cosa,
su propia coloratura, sus exigencias
e incluso sus horarios
y que a veces uno se cansa,
se harta de tanta mansedumbre,
de tumbarse en una cama,
de tomarse un frasco de pastillas,
de pensar en sogas, en puentes
o en desahogos sentimentales,
y de repente uno se levanta
y dice coño
y decide cambiar el orden del mundo,
ponerle un nombre a la tristeza,
etiquetarla,
mandarla a la mierda,
y seguir hacia delante,
siempre adelante,
como el que va en un tren
o en un motoconcho,
aunque el vacío siga en el lugar de siempre,
aunque nada sea como antes,
aunque el amanecer no sea luminoso,
aunque la tristeza jamás desaparezca.
La mujer transparente
De repente, como por arte de magia,
mi cuerpo comienza a volverse transparente
y salgo por el mundo para ver si no estoy delirando,
camino por la calle El Conde, me siento en el parque,
y saludo a un turista que enamora a una muchacha,
pero ni él, ni el limpiabotas, ni las palomas hambrientas
se fijan en mí, no advierten mi presencia,
no saben que estoy aquí sentada,
totalmente desnuda, como una recién nacida o un fantasma
que se detiene a escarbarles las imperfecciones y las sombras.
De repente me doy cuenta de que esto es en serio,
de que a partir de ahora nadie reparará en mí,
y quizás tampoco nadie me extrañe.
Nadie dirá “¿dónde está María?”, “¿por qué no llega?”,
“¿le habrá pasado algo?”, “¿estará enojada esta María?”.
Nadie se preocupará, a nadie le dolerá,
nadie irá a rescatarme,
nadie irá a derribar la puerta y a devolverme la vida.
Desde hace mucho tiempo,
desde antes de que mis líneas se borraran de esta historia,
yo había empezado a desaparecer para todos,
había ido, poco a poco, borrándome a mí misma,
despojándome de todo lo que no me hacía falta,
descarnándome con el viejo cuchillo de cocina,
dejando en la goma rosada toda mi negrura.
Y qué felicidad la de ser transparente,
la de no existir, la de no ser para nadie,
qué manera de enfrentar el mundo,
qué forma de salvarme, qué crueldad,
qué método,
qué solución más extraña he encontrado.
Mientras tanto la vida sigue su curso.
Nadie sospecha que un pez se ha escapado del acuario.
mi cuerpo comienza a volverse transparente
y salgo por el mundo para ver si no estoy delirando,
camino por la calle El Conde, me siento en el parque,
y saludo a un turista que enamora a una muchacha,
pero ni él, ni el limpiabotas, ni las palomas hambrientas
se fijan en mí, no advierten mi presencia,
no saben que estoy aquí sentada,
totalmente desnuda, como una recién nacida o un fantasma
que se detiene a escarbarles las imperfecciones y las sombras.
De repente me doy cuenta de que esto es en serio,
de que a partir de ahora nadie reparará en mí,
y quizás tampoco nadie me extrañe.
Nadie dirá “¿dónde está María?”, “¿por qué no llega?”,
“¿le habrá pasado algo?”, “¿estará enojada esta María?”.
Nadie se preocupará, a nadie le dolerá,
nadie irá a rescatarme,
nadie irá a derribar la puerta y a devolverme la vida.
Desde hace mucho tiempo,
desde antes de que mis líneas se borraran de esta historia,
yo había empezado a desaparecer para todos,
había ido, poco a poco, borrándome a mí misma,
despojándome de todo lo que no me hacía falta,
descarnándome con el viejo cuchillo de cocina,
dejando en la goma rosada toda mi negrura.
Y qué felicidad la de ser transparente,
la de no existir, la de no ser para nadie,
qué manera de enfrentar el mundo,
qué forma de salvarme, qué crueldad,
qué método,
qué solución más extraña he encontrado.
Mientras tanto la vida sigue su curso.
Nadie sospecha que un pez se ha escapado del acuario.
Leer un libro
Leer un libro de pie,
sentada,
llorando,
haciendo el amor,
desnuda,
con el café en la mano,
con un poco de droga en los bolsillos,
con un cuchillo entre las venas,
sin ganas de aprender, sin horarios,
sin ruta de navegación y sin remos.
Leerlo con ganas,
a prisa,
sudando,
acongojada.
Leerlo en los parques, en los aviones,
en los edificios públicos,
en las peluquerías y los trenes.
Leerlo con hambre,
sin fe y sin justicia,
leer por leerlo,
leerlo entre el pan y la mañana.
sentada,
llorando,
haciendo el amor,
desnuda,
con el café en la mano,
con un poco de droga en los bolsillos,
con un cuchillo entre las venas,
sin ganas de aprender, sin horarios,
sin ruta de navegación y sin remos.
Leerlo con ganas,
a prisa,
sudando,
acongojada.
Leerlo en los parques, en los aviones,
en los edificios públicos,
en las peluquerías y los trenes.
Leerlo con hambre,
sin fe y sin justicia,
leer por leerlo,
leerlo entre el pan y la mañana.
Locura
Este animal que llevo dentro
que abre sus fauces
me muerde
se alimenta de mí
me enflaquece, me drena
ejerce su poder cuando le da la gana
y actúa como un dios sin consultarme
Este animal que llevo dentro
y que me rasga las paredes de la casa
desordena todas mis habitaciones
ha roto todos los floreros
ha triturado todos mis poemas
y se ha apropiado sin permiso de mi lecho
Este animal que llevo dentro
al que no puedo combatir con ningún arma
esta fiera que intento sacarme cada día
que es mi amante, mi sal y mi verdugo
en pocos años, estoy segura, terminará devorándome
y condenándome a la muerte.
Mata a la gallina
Llegó la hora de la enfermedad y de la angustia
el tiempo de los gusanos
la hora de los aullidos
de la sombra y las enredaderas
Llegó el momento de descargar la pistola
de matar a la gallina
Nadie podrá encontrarte
nadie podrá señalarte con el dedo
o condenarte
o vengarse por tu crimen
El velo miserable de la noche te protegerá
en ese instante
y todos los lobos estarán contigo
Así que lanza tu telaraña seductora
mete a la presa en el corral
engórdala
y cuando haya transcurrido
la estación de los crisantemos
cuando no haya luz, ni un caracol,
ni una descarga eléctrica en el horizonte,
mata a la gallina
destrúyela
mátala
mátala
mátala.
Somos tú y yo nada más
Somos tú y yo nada más
entre estos mares azules, la escarcha y el deshielo.
Somos nosotros solos como dos náufragos que han sido olvidados,
devorando las migajas de lo que ha quedado luego de la guerra.
Somos tú y yo todavía vivos entre las cenizas,
unidos por el destierro y el fuego abrasador de lo que ha sido,
atados por un antiguo nudo de marinero experimentado,
vaciados uno dentro del otro en medio de la noche.
Somos tú y yo temblando de frío en esta gran nada,
esperando un bote salvavidas o un milagro,
reconstruyendo en el imaginario lo perdido,
pensando en segundas o en terceras oportunidades,
ocultando las llagas para que no se burlen de nosotros.
Somos tú y yo nada más,
tú y yo reinventando lo imposible,
con la gran sombrilla llena de balazos,
refugiado cada uno en la desvalidez del otro,
fingiendo, como siempre, que el final no se aproxima.
Somos tú y yo nada más,
tú y yo abandonados a la suerte,
tú y yo mirándonos con miedo
mientras desde arriba nos observa un viejo buitre.
entre estos mares azules, la escarcha y el deshielo.
Somos nosotros solos como dos náufragos que han sido olvidados,
devorando las migajas de lo que ha quedado luego de la guerra.
Somos tú y yo todavía vivos entre las cenizas,
unidos por el destierro y el fuego abrasador de lo que ha sido,
atados por un antiguo nudo de marinero experimentado,
vaciados uno dentro del otro en medio de la noche.
Somos tú y yo temblando de frío en esta gran nada,
esperando un bote salvavidas o un milagro,
reconstruyendo en el imaginario lo perdido,
pensando en segundas o en terceras oportunidades,
ocultando las llagas para que no se burlen de nosotros.
Somos tú y yo nada más,
tú y yo reinventando lo imposible,
con la gran sombrilla llena de balazos,
refugiado cada uno en la desvalidez del otro,
fingiendo, como siempre, que el final no se aproxima.
Somos tú y yo nada más,
tú y yo abandonados a la suerte,
tú y yo mirándonos con miedo
mientras desde arriba nos observa un viejo buitre.
El acto
Tengo las manos manchadas de sangre
Arderé en el infierno
He matado el fruto con seis pastillas
Me las vendió una joven ecuatoriana
y como una profesional me explicó cómo usarlas.
He tenido suerte
No tuve que recurrir a perchas de acero
ni a extraños brebajes recomendados por brujas
Yo he sido más elegante
He utilizado un mejor método
He estado tumbada en una cama
con las pastillas en el estómago y en el útero
destruyéndome en el dolor y el delirio
rehaciéndome en la seguridad de mi acto
acalambrada, doblada en dos por los cólicos
viendo el espeso mar rojo que salía de mí misma
maullando por lo que nunca se ha tenido
escuchando en mi interior el graznido del cuervo
tejiendo mi futuro sin peso en la conciencia.
Hoy, después de que todo ha sucedido,
le he tomado prestada la vasija a Pilatos
me he lavado las manos lentamente
y las he secado con el pañuelo más fino.
Arderé en el infierno
He matado el fruto con seis pastillas
Me las vendió una joven ecuatoriana
y como una profesional me explicó cómo usarlas.
He tenido suerte
No tuve que recurrir a perchas de acero
ni a extraños brebajes recomendados por brujas
Yo he sido más elegante
He utilizado un mejor método
He estado tumbada en una cama
con las pastillas en el estómago y en el útero
destruyéndome en el dolor y el delirio
rehaciéndome en la seguridad de mi acto
acalambrada, doblada en dos por los cólicos
viendo el espeso mar rojo que salía de mí misma
maullando por lo que nunca se ha tenido
escuchando en mi interior el graznido del cuervo
tejiendo mi futuro sin peso en la conciencia.
Hoy, después de que todo ha sucedido,
le he tomado prestada la vasija a Pilatos
me he lavado las manos lentamente
y las he secado con el pañuelo más fino.
Un hombre con un fusil en la mano
Un hombre con un fusil en la mano va por su camino
encuentra una mujer y la penetra
también con el fusil la penetra
no sé sabe si saldrá con vida
y si lo hace ya no será bienvenida en casa.
Un hombre con un fusil en la mano
desciende la colina
se acuerda de su descarga de esperma
de su gran fuerza inimitable
de la advertencia que ha enviado al enemigo.
El hombre
se relame los labios, se sabe satisfecho
se acomoda felizmente la mochila
y sigue su camino.
La tierra, enrojecida, delira esa mañana.
2 comentarios:
Rosa Silverio, un gusto de conocerte poeta, he leído tu poesía estimada amiga: sincera, directa, penetrante, a veces cruel, sin cortapisas, pero llena de un estilo propio que nos lleva a una reflexión de ver el mundo de otra manera más objetiva sin caer en el egocentrismo ufano. A veces dura de corazón y dulce a la vez; te lo dice otro poeta, que ve el mundo donde tú estás...,tu mundo, y lo conoce. Buena poesía... Un afectuoso saludo estimada amiga, bye. Poeta Alfonso Isea Olivares. PD: En mi muro de facebook están algunos poemas.
Rosa. Ya te he buscado, cuántas veces! He leído tus poemas, cuántas otra. He saboreado la dureza de tus versos, la originalidad de tus metáforas tan simples y profundas. Te saludo hermana y deseo éxitos en este duro trayecto que tanto conozco.
Ernesto R. del Valle. Cuba-EUA
Poeta y editor.
https://issuu.com/revistaguatini
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