César Cabello Salazar (Santiago, 1976). Ha publicado Las edades del laberinto y Epew-Fábula. Nuevo imaginario visual de la poesía mapuche contemporánea (ambos libros publicados por Piedra de Sol Ediciones, 2008). Parte de su poesía ha sido incluida en distintas revistas chilenas y extranjeras y en las antologías Escribir en la muralla. Poesía política mapuche (DLG Ediciones, Argentina, 2011), Memoria Poética. Reescrituras de La Araucana (Cuarto Propio, 2010), Los cantos ocultos. Antología de la poesía indígena latinoamericana (LOM Ediciones, 2009), La memoria iluminada. Poesía mapuche contemporánea (Cedma, España, 2008), Nueva Poesía – Selección 2005 (Editorial Nueva Poesía, Santiago, 2006). Ha obtenido los importantes reconocimientos por su obra poética: Premio Mejores Obras Literarias, Consejo Nacional del Libro y la Lectura (2010), con el libro Industrias CHILE S.A., Premio Eduardo Anguita (2006) y Premio Jorge Teillier (2000), así como la beca de creación del Consejo Nacional del Libro y la Lectura (2007). Dirige la editorial “Piedra de Sol”. Actualmente prepara la publicación de Paisajes nómadas. Nuevo relato poético visual del sur de Chile.
FRAGMENTOS DE "INDUSTRIAS CHILE"
DISCURSO DEL PRESIDENTE Y CAPITÁN DE INDUSTRIAS CHILE S.A.
ANTONIO ROMANO MONTALBÁN
EN EL ACTO CONMEMORATIVO DEL BAUTIZO Y ZARPE
DE LA MENTADA EMBARCACIÓN.
Camaradas e Indigentes de Chile:
Saludo a los lienzos y pancartas navales que se encuentran en esta concentración. Saludo a los familiares y amigos de los que hoy parten. Saludo a los sin Patria, a las banderas negras de los partidos y movimientos políticos que participan del bautizo y zarpe de Industrias CHILE S.A. Saludamos a los viejos despostadores y arponeros de los libros de Melville y Salgari, que se han sumado al difícil negocio de levantar un país flotante, en altamar. No somos un barco fantasma ni los restos materiales de un navío extraviado y sin norte. Somos más reales que el hueso y la calavera que –a tiro de cañón y espada- impusieran en nuestras costas la piratería inglesa y otros buques de terror. Somos más modernos, jóvenes y, de verdad, estamos más locos. Créannos.
En el año de La Rata –para los chinos- sentimos la ausencia de alguien que siempre estuvo junto a nosotros: la destacada bibliotecaria y maestra normalista doña Isabel Ramos. Sin su delicada asistencia e intercambio de libros de literatura infantil y adolescente, esta empresa no hubiera sido posible. Su voz ronca y fríos modales permanecerán para siempre en nuestros corazones, como ese poema de Perse titulado “Para conmemorar una infancia” (a veces mal traducido como “Palmeras”), en el que un mozuelo, en edad de merecer, recuerda los endiablados muslos de las sirvientas negras que trabajaban en su colonial casa de padre diplomático. Dos cosas aprendimos de la lectura de ese retrucado poema señorial que Isabel Ramos nos encajara en la memoria: la primera, a configurar una conciencia de clase, marginal y libresca (todos éramos hijos o hermanos de sirvientas o empleadas de aseo recién llegadas a la capital); y, la segunda, a ocupar el resentimiento como un combustible necesario para nuestras lecturas y escritos venideros. Esto se trata de un viaje por la memoria y la alucinación, hasta ese lugar inhabitable en que un día comenzamos a escribir y a ser vistos como literatura.
Es cierto que muchas veces nos aprovechamos del descuido y la desorientación de la Sra. Ramos, robando libros de los estantes de su pública biblioteca, donde ella las emprendía de guardia, prestamista y jefa de local. Es a ella quien agradeceremos las páginas de viento favorable y presas gordas que saquemos de este viaje imaginado, pero también la injuriaremos las noches de calabozo y pesca estéril. Como buenos hijos de la desgracia americana, nuestra gratitud es siempre a la conveniencia.
También recordamos la conversación con los ancianos del barrio, quienes, a cambio de un saludo o la entrega de medicamentos, inspiraron muchas de las historias y poemas compilados en este infierno flotante. Les brindamos nuestro apoyo y respaldo, no al modo de las católicas y adineradas familias de Chile, las que siempre han tenido un cuarto reservado para la servidumbre y los parientes molestos, sino que con el mismo respeto y admiración que alguna vez sentimos por las palabras de los mayores: “ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos”, nos decía el Jefe Seattle, en una carta enviada al Presidente de EE.UU., en 1855.
Hemos dicho que no nos gusta el Chile actual, del que dinamitamos y cortamos un buen pedazo de territorio, donde hemos fundado nuestra patria-industria. El problema de Chile no es su realismo exacerbado ni su curia poética, es la mantención de un discurso unívoco que nos obliga a seguir fabricando libros como estos, más emparentados con el mundo de la metafísica que con el de la política, que es donde debiéramos estar. A falta de una tribuna más amplia solo aspiramos al desmantelamiento de la voz de mando, dejándola incapacitada para fiscalizar y aplicar normas de civilidad en las cloacas y los extramuros de la ciudad.
Invitamos –entonces- a quienes quieran acompañarnos en este viaje sin destino seguro a encaramarse en este buque de sombras, cuidando de mantener el contrapeso y no cargar mucho el navío hacia un solo lado, para que no se hunda su delicada arquitectura, hecha de papel y materiales ligeros.
Ahora es tiempo. Todos juntos. Por Industrias CHILE y el descalabro moral.
2.
Como una cocinería humeante en medio del Pacífico,
como una gran pira funeraria sobrevolada por buitres
y otros diablos alados de poca monta,
nos despedimos del país que vio
cómo los ojos nos sangraban.
Éramos como un demonio hinchado
con un perro adentro
como una sombra ardiente
a la que le sale un títere de fuego
por la voz.
Éramos arcanos peleando una palabra.
Celebrábamos los Carnavales de la Muerte,
acuchillando húngaros o perros que colgaban
vivos en arpones.
¿Elegiríamos la luna o al capitán de este navío?
Ese idiota soy yo y me presento:
Antonio Romano Montalbán, me llaman
en los carros alegóricos y en las enfermerías.
Una piedra y una estrella de David
me cuelgan de la infancia
como un rayo triturado
o las piernas del Señor molidas
a palos,
símbolo que une a los primeros navegantes,
carnaval y remolinos en las aguas de Noé:
SABRÉ CAPITANEAR TU NAVE DE MONTE EN LA CENIZA
SABRÉ LLENAR LAS URNAS CON UN CORAZÓN NUEVO.
6.
Mi nombre es Derek Walcott, natural de Las Antillas,
un shabine caído en la goleta Trinidad.
No soy un ángel que posa sus mulatas manos en cubierta,
el albatros dócil al que los marinos espantan como a un pájaro
demasiado lírico y de sueños extravagantes.
Estoy aquí para ofrecerte la cartografía del triunfo, Montalbán,
la alambrada justa, que va desde tu respiración de indio
hasta el oscuro cementerio que has creado
en las hojas de este barco.
Estas son tus sangres. Eres impenetrable como un río
de dragones muertos, un señor feudal que vigila
la única abadía entregada a los demonios.
Toma posesión del cuerpo que reclamas esta noche,
endereza la espina dorsal hasta levantar a un carnero
por encima de las ciudades más altas.
Cuida la ortopedia de tu pierna izquierda,
para que no echen raíces los álamos o el notro infectado
de fatales insectos.
Ya estás hecho un hombre, puedes hablar por ti mismo.
El mar es la historia, el resto del viaje
tu voz o la muerte.
Entrada al NOMETULAFKÉN
Crónica del Centauro
8.
Antes de que fueran símbolo del animal mestizo o Hércules los cazara en las montañas de Tesalia, sus sangres anunciaban las de Romano Montalbán. De pequeño había aprendido a erguir el cuerpo, abrirse paso entre las sombras como un bruto desbocado y de infernal destino. Por eso no extrañó la noticia de su muerte:
una mariposa negra, hecha de papel y arcanas sepulturas, a veces no resiste la furia de los vientos.
9.
Contemplamos las heridas del caballo de las aguas,
su respiración entrecortada, allá abajo, en las profundidades,
no la oímos, pero sabemos de su danza y del corto apareamiento.
Macho y hembra se unen en un ritmo sigiloso, atan sus colas
como si de ello dependiera la idea de la música.
“Agréguese la zarpa, con su crueldad envainada en la caricia”,
los ojos del centauro que vigila para asestar el golpe.
Ellos danzan y el amor renueva el mar entre estas sombras.
No lo oímos, pero sábalos y tiburones se precipitan
atraídos por la sangre.
=
¿Quién habla? ¿Quién molesta al cuervo
en su trono de difunto? ¿Qué remero burla
la noche de mis aguas?
10.
¿Adónde van sus barcas arrastrando el lecho
de olivo de mi padre? ¿A dónde va su cuerpo untado
de aceites que conservan las rodillas intactas
para la oración de la mañana?
¿Quién lo carga como si fuera una estatua de carbón?
¿Un perro negro al que le han cortado las orejas
para que vigile el mar y la caída
de un signo transparente?
No son sus naves entrando
al mundo de los vivos.
La roca del abuelo Huenteao
que imita la postura del joven llamado Cuervo.
Murió tu padre, me avisan en la madrugada.
Y yo invoco las esquinas de un país de sombras,
el puerto donde los parientes zarpan
cortando sus genitales.
Desde ahí llegan sus almas en retiro,
la respiración del monte, ese innombrable de mil años.
Isabel Ramos
Se te fue la noche contra las puertas de la casa,
el animal que elegiste decidió morir sobre tus huesos.
Ahora comes el arroz blanco de las hechicerías,
la presa muerta que destripan dioses infantiles.
Si fueses hombre hablarías en mi entierro, Isabel.
Andarías, por ahí, clavando cruces y robando el oro
a las avispas.
Y no hay libros, un solo barco parte
con tus pocas pertenencias.
Si fueses hombre, Isabel,
no velaría este cajón mudo o echaría al mar
tus candelabros,
vendría a recoger
los peces muertos del estanque.
Hoy ocupas el lugar de las esposas maldecidas,
esas que se obran o esculpen en su cara
la angustia de las piedras.
Vete ya, Isabel: los cuervos han pasado
sin sonajas ni plegarias.
Tiresias
15.
Si una crisálida irrumpiera en medio de esta página
y de ella escapara la ceniza que gobierna
un reino de sombras
¿podrías encastrar al insecto
que consigue sus formas en la luz?
¿Trazar el mapa de su navegación sin hacerlo chocar
contra los árboles o las paredes que edificas
para tu vasta oscuridad de sonámbulo?
Piensa en la caverna y en un dios que accede a liberarte.
Tú estás hecho de la misma materia de los sueños
eres un injerto de las profanaciones y la noche.
Por eso temes despertar prefieres la vigilia
del hombre entregado a las Tinieblas.
Estás cómodo y la luz te roza como un agua impura.
Aún así caminas y sobrevives a los golpes
las caídas se suceden con cada caserío rama o imperio
que se levanta sobre el mundo.
Entonces vuelves al mismo cajón a ocultarte
a fingir tu muerte como si nunca hubieras nacido.
Las cosas que rodean tu cuerpo te reconocen
pero la fantasía de ser una de ellas te ciega
para siempre.
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