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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

miércoles, 16 de marzo de 2011

POEMAS DE ANTONIO ARROYO SILVA (ISLAS CANARIAS, ESPAÑA)





ANTONIO ARROYO SILVA. Nació en Santa Cruz de La Palma, Islas Canarias, España, en 1957. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de la Laguna y profesor de Lengua y Literatura Castellana. Ha sido colaborador de revistas en papel, como Artymaña, La menstrua Alba (de Canarias), Zurgai (de Bilbao) y de revistas digitales como la de la “Sociedad de Escritores de Chile”, “Cinosargo”, etc. Ha publicado tres libros de poemas: Las metamorfosis (Cabildo Insular de La Palma, 1991) Esquina Paradise (El Vigía Editora, 2008) y Caballo de la luz (El Vigía Editora, 2010). En preparación tiene los siguientes poemarios: Symphonia, Marzo, Fila Cero y Poética de Esther Hughes y Casi luz. Fue galardonado con el Segundo Lugar en el Premio de Poesía de Granadilla (Tenerife), en 1981. Ha participado en el “Festival Internacional de Poesía encuentro 3 Orillas” (Tenerife, Islas Canarias, 2009) y en el “Homenaje de Poetas del Mundo a Miguel Hernández” en junio de 2010. Actualmente es Vocal de la “Asociación Canaria de Escritores”.



QUINTO MOVIMIENTO

1

Hay demasiado abismo en la raíz,
no fulge
la ondulación abajo.
No cruje como el néctar
en la lengua del bosque.

Un ciprés invertido
hacia el dolor del tallo.
La aspersión de la rama
se retuerce hacia adentro.
La redondez del hoyo,
la vigilia del labio.

2

Demasiado temor
la sabina en su carne.
Un almíbar ajado por la acritud del hueco
se dispersa en los poros de la salvia,
se adhiere
a las manos que hablan
de su desasosiego
de verterse en la sed.

3

La torsión del alisio.
Discurre su aspereza
hacia arriba hacia abajo
en un río de hojas.


Transparencia del verde
sobre las manos frías.
La sabina le habla
al huracán dormido.


4

Escucha a la sabina
raptando la conciencia
del mirlo allá en la cresta.

Anochece el plumaje
que eriza el desarraigo
en la cálida copa.

La raíz en el pico,
la fuga hacia lo denso.


5

Te dirán la sintaxis
de su respiración,
la negritud del hueco
en su fruto azulado,
la blancura de ser
huérfano del eclipse.

Te dirán las sabinas
su lenguaje de ondas
más allá del silencio.


6

Hay demasiado abismo,
demasiado temor.
La torsión del alisio
escucha a la sabina.
Transite la corteza
su roja nervadura.

A vaciar la oquedad
de adorables cadáveres.



7

Mas no la pesadumbre ni la danza fugaz
del viento huracanado.

No el vahído del búho en la pared mojada
de su desasosiego.

Redondez de sabinas: el hueco más allá
de la lámpara verde.

Estalactita en la tibia, la espora
de los pasos fisgonea el fulgor
del bosque que trasvasa mi saliva de estar
en el vientre del bosque.


EL VIENTO


1

Sangrado por la crin
de los caballos
llega el viento


Aúlla donde el lobo
mece la hierba

2

Palmera de cristal
que silba en las orejas
del helecho
Vidrieras del fervor
con la fiebre encendida

La melena del viento
La maleza azul
cuando reposa


3

Discurrir
no pensar
El río no es zapato
de la aspersión
Relamer las luciérnagas
Engullir
su melaza de luz

4

Animal esparcido
el viento
Poro de ti
Huracán de los poros
muerde la soledad
la deshila de dientes


5

Del cobre trae pestañas

Un sol es el azogue
de las algas

Serpentea de peces
en la escama del viento

Crepitar en la luz
no deja en la ceniza
las huellas del vahído

Pero sigue animal
el paso de la lluvia

6

Mariposa es trinquete
palo mayor del cielo

Nada más un velamen

No el país de los pies
Las tederas y el musgo
no marchitan naranjas
7

Uñas no afilan vientres
de lechuza

Uñas de aulaga nacen
donde empuja la luz
y esparce
las ventanas del viento


8

Arrecia el animal
esparcido

Serpiente
al acecho no llega
mientras gira y transcurre

Del cobre
trae pestañas verdes
Uñas sangrando
por la crin de la hierba
o el pisar del caballo
en las gerias del viento

No el país de los pies
No la distancia líquida
de girar lo desnudo
en los páramos rojos

Mariposa no más
silbando en las orejas
un orujo de luz
9

Leer es recordar
la piel de los sentidos

Hasta los poros llegue
lo que no incita sílabas
El hongo del olvido
que se arquea en el viento
y llena la oquedad
de esquinas amarillas

Leer es recordar
la piel de los sentidos
La dulzura en lo acre
el quilate en el rayo
de un sol inesperado

*

ese viento llegó de los pájaros
trajo plumas y esporas trajo la soledad
a las persianas
trajo una luz y una rueca para punzar el aire


crepitar en la usura del ojo que se esconde
en sus cavernas cuando los ve en la lejanía
alongados al lomo de animal esparcido
que aúlla y no pregunta


no tener la certeza no sea incertidumbre
los pájaros lo saben
cuando el invierno arrastra sus alas hacia el sol
cuando miran el vértigo de vernos asomados
al vacío absorbente
de un sol innecesario los pájaros no tienen
la certeza de nada
no se asoma a sus ojos lo que no vuela o nada
no cruzan los umbrales ni los puentes del árbol
sólo anidan al son que marcan las raíces
y entonan alabanzas sin ningún argumento
siquiera del instinto


*

La eternidad se queda en un punto recóndito.
Se cuece su estallido, desgrana su mazorca
en las islas fugaces de maizales espesos.


No tomar girasoles de donde pace sombra
pareciera un agravio a la danza azulada
de las peces durmientes que vienen de sangrar
el oscuro navío por la ceja del sol
hasta llevar al párpado la opacidad volátil
de lo eterno que toma el fardo de los sueños.


Oh dentellada cruel de vivir bajo el frío,
no expandir el silencio por el dolor del liquen
aferrado a no ser más que un tronco celoso.
Y quedarse en suspenso sin tocar lo absoluto.

*
Clávame tu puñal
hasta lo insoportable. Yo me rindo a tu agravio.
Hiéreme hasta el fondo, donde algo aún quede
de mi dolor humano. Excava un agujero
sobre tu corazón y déjame enterrado
bajo el latido tuyo.


Yo me rindo, si luego germinara de ti
mi corazón desnudo. Yo me rindo a tu agravio,
pues seré tu coraza.


SEXTO MOVIMIENTO


1

Odio desde la cáscara
hasta el ombligo mismo.
Ese crujir de tea
que se adhiere a la carne
trae un resabio áspero
desde el latir del tronco
a la aspersión del tuétano.

Odio sobre la rama,
la lujuria del mirlo
con un dulzor de labios,
en la esquina aulladora
que trepa el tragaluz
como un lobo del páramo.

Subir los escalones
a la copa del odio
con el barniz del diente
bullendo hasta el amor.


2

Amo desde la carne
de la guayaba el liquen
que trepa por el tallo
a rezumar la sed.

Vegetal estallido
lleva un sabor al ojo,
la desazón no vista.

Nervadura de río, lengua
azul en el bosque.
Reverbera en el diente
hasta un crujir de savia.


3

Pero no es el amor
ni el odio lo que mueve
la dispersión del habla.

El roce de la lengua
por el muslo soñado.
Lo imperfecto perfecto:
el desgarre del vientre
cuando la laurisilva
germina del sabor
acostada en la fruta.


4

Reverbera en el roce
la palabra dormida
bajo el humus del labio.
Germina de la espora
la humanidad del drago.
Discurrir por la piedra
con las manos del tiempo
señalando los signos.

Tener la savia roja,
la conciencia en el tronco.
La soledad sangrando
de la memoria dulce.

5

La memoria atrapada
en cada enunciación
de cada esquina turbia
después del aguacero.

La memoria es corteza
que se queda en la piel.


6

La espina danza, trepa
al vientre de Isadora.
Terpsícore del humus,
la fugacidad, su huella.

Hay un eco en el hombro
de este vestigio Duncan
adherido a la zarza.


7

Te odio desde la cáscara,
te amo desde la pulpa,
pero no es el amor.

Reverbera en el odio
la memoria atrapada:
su espina danza trepa.

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