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"Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, -déjenme quedarme así- con mi memoria, ahora que yo soy. No quiero olvidar nada."



José Saramago

jueves, 15 de junio de 2006

NO y LA ESPERANZA OCULTA EN STELLA DÍAZ VARÍN

NO

La única y primera palabra que he pronunciado ha sido no. No puedo escribir sino no, dos mil millones de veces y sin voz. No.

Ha muerto Stella Díaz Varín.

Y ahora vendrán los homenajes…

Estas letras, estas líneas que aquí transcribo, ella pudo escucharlas pero nunca las vio publicadas. Este pequeño texto que leí en la presentación a su hermosa lectura en agosto del año pasado en “La Chascona”, quiere denunciar la injusticia que siempre sufrió (injusticia verdadera, sin que derramase una sola lágrima) cuando tantos se premiaron, se reconocieron y se ufanaron mientras ella, silenciada, no recibió nada.

Sumaremos su nombre a la larga lista de los que esta tierra no ha querido nunca ver en su ceguera imperdonable. Pero sumaremos su nombre, su gran poesía, a esa otra pequeña lista, donde sólo los poetas que de verdad lo son, están inscritos definitivamente.

Vayan estos versos de García Lorca, que leímos en mi casa, en la madrugada, hace unos pocos años, junto a la música de “El Moldava” de Šmetana y “El Emperador” de Beethoven para que recordemos en silencio:


No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.

A. M.
Santiago de Chile, 14 de junio de 2006



LA ESPERANZA OCULTA EN STELLA DÍAZ VARÍN[1]


En la vastísima categoría de la llamada “poesía metafísica o existencial”, la obra de Stella Díaz Varín ocupa un lugar de privilegio dentro de toda la gran poesía chilena. Y no hablo de la poesía femenina, ni de la poesía escrita por mujeres, ni menos de la poesía feminista[2]. Aquí, no hay un problema de género de géneros o de istmos. Aquí sólo vale la palabra que en realidad es verdaderamente poesía: sola ella, desnuda ella, con todo lo bueno, lo peligroso y lo deslumbrante que puede acarrear para el lector y, qué duda cabe, para la poeta. Si bien la mayoría de los exponentes de la generación del cincuenta o de 1957 –generación en la cual generalmente se inscribe la poesía de Stella- fueron tocados por la tragedia de la Guerra Civil Española y de la Segunda Guerra Mundial (aunque fueran muy jóvenes), por la realidad de los campos de concentración, del genocidio, de la bomba atómica y del cuasi suicidio colectivo de la humanidad, impacta que aún así exista un gran número de autores que insisten en la escritura de una poesía –esperanzada o desesperanzada- que consideran, por sobre todas las cosas, indispensable. Aunque todos estos chilenos inician su oficio poético en un lejano rincón del mundo, el peso de la responsabilidad como miembros de la especie humana se evidencia a todas luces. Contrariamente a lo que podría pensarse, no existe un “escapismo” en estas poéticas: sus voces se hacen eco de las grandes preguntas surgidas después de estos conflictos, de la desesperación, del vacío, de la amargura y hasta del desamparo de la mayoría de los seres sensibles y pensantes. Pero, por otra parte, también formulan distintas salidas a estos momentos terribles de la historia. La religiosidad, la filosofía, las ideologías, son las respuestas que muchos de ellos encuentran para intentar la reconstrucción de la esperanza y de una realidad que, sin lugar a dudas, piensan que debe cambiar urgentemente.
Entre los poetas más importantes de esta promoción se encuentra, como he dicho, la figura de Stella Díaz Varín (1926), poeta que, perteneciendo claramente a una línea de escritura que pretende reformar la poesía de su época integrando a ésta el tema de la ciudad (léase poesía urbana improntada por la voz de Enrique Lihn y de los narradores del ’50 o ‘57), debe considerársele en el grupo de poetas que se orientan hacia una poesía metafísica y existencial. Su obra lírica, reunida en los volúmenes Razón de mi ser (1949), Sinfonía del hombre fósil y otros poemas (1953)), Los dones previsibles (1992), Poesía (1994) y (Con)vivientes en la palabra (1998) debe ser señalada como una de las más notables dentro de la poesía escrita en la segunda mitad del siglo veinte en Chile. Su intensidad y densidad lírica, su penetración en temas que apuntan al origen y al destino del hombre así como su perfección en el oficio, deben constituirse en razones definitivas para que la crítica especializada preste una mayor atención a su escritura[3].
En la temática de Stella Díaz, la presencia de la muerte, del amor y del desamor, del tiempo y de la precariedad de la existencia son fundamentales. El poema "De la prematura muerte" es un ejemplo paradigmático de sus obsesiones y búsquedas:


Ella dice:
¿Cómo es el amor? ¿Quién lo pretende?
El tiempo es tan efímero
y estás llorando por lo imaginario.
Es fácil el dolor, la alegría, la duda,
y el llorar de rodillas;
no es el querer morirse caminando
para no regresar después de nada.

En mis manos abiertas,
ha nacido mi querida amargura,
y tus ojos severos, están muertos
detrás de mis umbrales.
Nada tengo de ti, nada ha quedado.

Las prematuras muertes no nos unen,
no estuvimos jamás en el silencio,
ni con el tiempo, y es que nunca estuvimos. [4]


Dentro de esta corriente es indispensable señalar que su poesía no sólo queda en el devaneo existencial, sino que indaga en la profundidad del ser y en el hálito de la esperanza intentando establecer un horizonte de claridad como vehículo de reconstrucción de un mundo que no le satisface y que pretende reformar a toda costa. Ejemplo de lo dicho son sus intensísimos “Cantos a Anadir”:


“Yo estaba como aquel a quien le han sido
/arrancados
los ojos por una manada de serviles águilas. Y mi
/sangre
entonces, era vertida en el pozo más oscuro de mi
/casa

(…)

Anadir, si te dijera que acabas de nacer junto
/conmigo
me tendrías más confianza, pero ya ves, la fatalidad
ronda mis puertas y no puedo mentirte,


(…)

Entonces tu planta bailará sobre los cristales
/líquidos
de la lluvia y reirás como una niña recién parida”.

(“Cantos a Anadir I”)


Es la poeta quien se enfrenta a su hijo, a su objeto amado, a su objeto poético, Anadir, a quien desea ver reír y bailar bajo la lluvia…La hablante es la inmóvil, la testigo, la petrificada. El mundo sigue su curso, a pesar de ella, a pesar de su canto, a pesar de su dolor. No puede, entonces, tacharse esta escritura como una suerte de lamento interminable donde no existe la luminosidad del mañana ni el deslumbramiento por el futuro. Stella Díaz Varín recorre los laberintos del dolor, sí; se desgarra en el desdoblamiento doloroso, al decir de Rimbaud, sí; se destruye en el tránsito para construir en él la palabra, el universo utópico de un verbo que se agita con la fuerza inusitada de la “razón de su ser”, parafraseando a la misma autora.
La esperanza oculta está en leer más allá del mito; y no sólo en el mito de la propia autora (la combativa, la rebelde, la joven eterna, la bella luchadora que siempre nos encandilará), sino en el mito que ella solamente es capaz de recorrer: el mito de la errante, de la poeta a secas, de esa “goliarda” presa de la palabra inútil. Y en esto soy enfático. Creo, y lo digo sin pudores, que casi nadie conoce la obra de Stella Díaz Varín[5]. Acabados los “coloquialismos baratos” que tanto bien y tanto mal le hicieron a la poesía chilena, española e hispanoamericana, finalizados los trasnochados cantos de sirenas destemplados donde el simplismo tonto reemplazaba la hondura curva de la sólida roca, la obra de Stella Díaz Varín se revitaliza cada día más y adquiere su “peso específico”, su “espesura” frente a tanto vagabundeo estéril que gime novedad anquilosándose en el grito…
Que vengan y que vengan a rendirle pleitesía… Pero que lean su obra de una vez por todas.
Que su mano es ágil, dura, fuerte, potente como el rayo; que su garganta como el grito de mil océanos cantando.
Pero sobre todo que surja ese rugido inmenso, callado, quieto, hermoso; esa, su palabra de ámbar, de cuchillo; esa que destelle y que rompa la mirada del que leyó y leyó; y no olvida, y no podrá olvidar.

Andrés Morales


[1] Texto leído en ocasión del homenaje realizado a Stella Díaz Varín en “La Chascona”, Fundación “Pablo Neruda”. Santiago de Chile, agosto de 2005.
[2] Y destaco también la obra de las poetas Delia Domínguez y Eliana Navarro otras “postergadas” de nuestras letras.
[3] Al respecto es notable el prólogo de Enrique Lihn al libro Los dones previsibles. En él señala: “(...) La voz, que quizá se hace oír en versos largos y acumulativos, es imperiosa, arbitraria y, con la palabra amén, el sujeto de una cierta profanación (...) Algunos de nosotros, estimulados por el ejemplo de Nicanor Parra, nos alejamos rápidamente de ese tipo de poesía –del hipnotismo de las Residencias de Neruda, del gigantismo de De Rokha- Stella, no. Hasta el día de hoy sus mejores versos (Y un horizonte/donde aprendí a reverberar/con el último rayo de sol sobre las aguas”) son autoreferenciales. Adornos de la propia persona retorizada, que es la máscara del poeta (...)”. En Díaz Varín, Stella. Los dones previsibles. Editorial Cuarto propio. Santiago de Chile, 1992, pp.11-12
[4] Díaz Varín, Stella. Razón de mi ser. Morales Ramos Editor. Santiago de Chile, 1949, p.31.
[5] Algo similar ocurre con Gabriela Mistral, tan nombrada y tan poco leída.

sábado, 10 de junio de 2006

Tres poemas inéditos del libro LOS CANTOS DE LA SIBILA


EL CANTO DE LA SIBILA


La lengua en que respiro
y en la que nunca hablo.
La dulce lengua madre,
anémona olvidada,
en donde yo adivino
y sueño a medianoche.

Aquella en la que escribo
(enmascarado siempre),
aquella que no entiendo
trepando sus acentos.

Aquella siempreviva
como una golondrina
o cien gaviotas blancas,
como este prodigioso
decir marino, ahora,
donde es mejor callar
soñando con sus piedras
de un mar y de una isla,
que no adivinarán
la dicha de estas letras
que habitan en el aire
aún quieto o caprichoso
en el lejano exilio.


SIBILA DERROTADA


Rendida ante los muros y ante las puertas, muerta,
delante de mis ojos y de mi cara vieja,
anuncio ya mi muerte y la esperanza pobre
de la que muerde el agua y devoró los vientos.

Desnuda de presencias, de fantasmas claros
que agiten madrugadas o dicten los presagios,
retiro mis sentencias, renuncio a mis palabras
dichas al azar, tal vez, o con certeza.

Nada más el mar o el aire de una tarde
que no adivina nada ni quiere perpetuarse
que miro y que me mira en soledad, a solas.

No quiero aquellas vísceras de buey o los espejos,
no quiero los relojes ni hermosas caracolas;
los ojos, estos ojos, están cansados siempre
de ver y de no ver, de tanto horror y dicha.

Una sola cosa, nada más, en estos días:

Recorran el paisaje, las plazas, el mercado
sin querer saber, sin una profecía.


SIBILA SUEÑA EN XXI

(Balbuceo y canto)


El mundo en odio y hambre. Una copa rota en mil pedazos. Sed y hambre. Hambre. El odio y esta nada y el vacío, esta nada de palabras en cadena que cae y cae y cae hasta un barranco. Bocas ciegas, ojos mudos, cuerpos que se agitan sin dulzura. Caída y nada más: caída. Silencio que no escribe, llora o canta. Maldición de todo el cielo y estos dioses. Siglo de gusanos y de muertos. ¿Dónde habremos de poner a tantos muertos? La voz del mundo entero ya perdida. El hambre como triunfo: codo a codo, guerra a guerra, en la inmensa soledad de la justicia. Un desierto ganaremos, es seguro, un hondo pozo interminable sin más agua. Ese árbol de muñones, disonancias. El mundo en odio y hambre:
¿Cómo extrañará aquellos días en que la tibia leche amamantó su boca?

NUEVA YORK EN UN POETA, FEDERICO GARCÍA LORCA (1898-1936)

En la Columbia University, New York, 1929.
















Chrisler Building, edificio que García Lorca utiliza para su poema "Grito hacia Roma" (izquierda) y fotograma de la película "Metrópolis" de Fritz Lang (derecha).



















Federico García Lorca en La Habana, Cuba, donde escribe el poema "Son de Negros en Cuba" incluido en la última parte de su libro Poeta en Nueva York.

viernes, 9 de junio de 2006

"METRÓPOLIS" DE FRITZ LANG Y "POETA EN NUEVA YORK" DE FEDERICO GARCÍA LORCA

La gran mayoría de los estudios en torno al libro Poeta en Nueva York (1940) de Federico García Lorca abundan en la idea que este es un texto influenciado, fundamentalmente, por la vanguardia surrealista. Olvidan que este poemario ha de considerarse como un verdadero "crisol" de la avant garde donde confluyen una buena parte de los movimientos vanguardistas de la época. Filiar este libro como un sucedáneo surrealista es sólo limitar el extraordinario esfuerzo ( y la emoción extraordinaria) que García Lorca imprimió en sus páginas.
Por otro lado, la crítica académica pocas veces integra con propiedad otras fuentes que no provengan del mundo libresco. Pareciera que los poetas sólo se nutren de sus experiencias -anécdotas vividas-, de su intelecto, o de sus lecturas más o menos acabadas con influjos que, sin duda, pueden ser incuestionables, determinantes y hasta indispensables.
El riquísimo universo del poemario escrito durante la estancia en Nueva York de García Lorca, Poeta en Nueva York (publicado póstumamente casi simultáneamente en México y Nueva York en 1940) es un ejemplo de la rica integración que un poeta hace de todos los medios, experiencias, sueños, fantasías, escuelas, estilos y lecturas. Demarcarlo, insisto, bajo uno o dos influjos es no reconocer su ancho y alto vuelo que supera, con creces, cualquier lectura que reduzca su inmensidad a algunos nombres esenciales para entender su arquitectura.
Desde que aparece este texto (que ha tenido una historia difícil que ha impedido su fijación exacta con un corpus de poemas definitivos) la crítica lo recibe como uno de los libros vanguardistas más interesantes que se hayan jamás escrito en la península ibérica. Sólo los poemarios de Juan Larrea, Versión Celeste, de Gerardo Diego Poesía de Creación (compilación de su obra creacionista) y algunos de los poetas ultraístas (muy menores si los comparamos con los ya indicados) pueden señalarse como frutos de una real escritura de vanguardia. Otros escritores como Gómez de la Serna, Moreno Villa, Cansinos-Assens, Espina, Garfias o el mismo Juan Ramón Jiménez en su tardío y bellísimo poema Espacio asumen las enseñanzas o principios de una u otra escuela o, incluso, como los jóvenes de Ultra, realizan una síntesis curiosa e irregular de las distintas manifestaciones de avanzada que en esos años empezaban a transformar el panorama de las letras europeas. El caso de Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda o del hoy casi desconocido Emilo Prados pueden -con mayores y menores cercanías- asimilarse al surrealismo más ortodoxo. Pero es Federico García Lorca quien tiene la poderosa capacidad de integrar con maestría -y sin caer en aquellos dudosos collages de los poetas ultraístas- las distintas fuentes que, desde la llegada de Vicente Huidobro a Madrid en 1918, los jóvenes escritores de entonces empezaron a conocer, valorar e imitar. Y no se trara, he aquí su aporte genial, de plagiar un estilo o, peor, de parafrasear una retórica al uso en ese entonces: por el contrario, García Lorca consigue fundir como suyas todas las fuentes que de uno u otro modo está vivamente usando. Este procedimiento no es nuevo en su modo de poetizar, lo ha venido haciendo desde sus primeros libros y lo continuará realizando en los que sigan a Poeta en Nueva York. Si se revisa con cuidado Romancero Gitano, Poema del Cante Jondo y, con mayor razón, sus libros posteriores como Llanto por Ignacio Sánchez Mejías o Divan del Tamarit, se comprobará que Lorca utiliza algunas imágenes que pueden filiarse como surrealistas, reactualiza formas tradicionales (el romance, el soneto, las casidas y gacelas, etc.) o voces clásicas de la poesía española (Góngora, Lope, etc.) y dota a sus poemas de un contexto extraliterario tan importante que, a veces, es necesario conocerlo acabadamente para conseguir una imagen completa de la obra que se lee. El flamenco, la música clásica y popular, las nanas o canciones infantiles, el cine mudo, la pintura y el teatro de la época, la historia de España, las hagiografías de los santos populares en Andalucía, etc. son elementos que no deben considerarse como "secundarios" sino, fundamentales a la hora de revisar la "anatomía" -si cabe el término- de su obra poética.
Este procedimiento de integración que vemos en la obra lorquiana es quizá, uno de los secretos que hacen de su poesía una fuente conciliadora para eruditos, lectores ingenuos, público iniciado y público lego: todos, sin excepción, encontrarán un elemento, un verso, una estrofa o un poema que satisfaga sus expectativas frente a esta obra. El propio Federico nos señala en su prodigiosa poética escrita para la famosa Antología de poesía española contemporánea que editase Gerardo Diego en 1934:



"(...) Quemaré el Partenón por la noche,
para empezar a levantarlo por la mañana
y no terminarlo nunca." (1)



La idea de la necesaria tradición que hay que abandonar -conociéndola- para construir una nueva tradición que no niega el pasado, sino que lo integra en una continuidad extraordinaria que no acaba nunca, que se proyecta en una obra abierta que ha nacido en todo el arrebato de la modernidad y que, al mismo tiempo, tiene sus basamentos en el entramado de fuentes, voces y textos del sutil tejido que llamamos historia.
Pero pensar en García Lorca, sobre todo en estos tiempos de tanto revival, como un "reconstructor", un "revisionista" o un nostálgico por el pasado es otra forma de reduccionismo estéril. Es necesario insistir en su capacidad (hasta lúdica) de saltar desde el pasado al presente, de lo clásico a la vanguardia, desde Góngora a Darío, desde lo probado hacia lo desconocido... Este es uno de los méritos de un poeta que se enfrenta al problema de poetizar desde las partes hacia el todo, es decir, un poeta que escribe mirando hacia aquello que puede parecer irrelevante, pequeño, detallista, pero que en su íntima composición contiene un retrato a escala de las miserias y bondades del macrocosmos exterior. Dicho todo lo anterior es menester entonces dedicarse a ampliar nuestra mirada sobre la obra del poeta granadino. Quedarse en los referentes literarios o en su extraordinaria, riquísima e interesante vida es sólo acceder a una parte de su mirada. Sin parecer excesivamente tajante, pienso que éste es uno de los defectos que la crítica repite de una forma pasmosa. Sólo hoy, algunos pocos exégetas lorquianos parecen haber entendido que su vida y su obra están contenidas en un marco mayor que no sólo es histórico anecdótico o puntual, sino que abarca la interdisciplina en toda la extensión de la palabra. Como apostilla, creo indispensable que la obra de todo poeta sea abordada de esta manera y no como un ente separado del creador o como fruto de la historia o como síntesis estética de un período. El poeta observa al mundo desde su condición de parte de éste (un ser observado y observador) relativizando lo que ve, perturbando su entorno y perturbándose a sí mismo con todo el amplio espectro de situaciones, lecturas, experiencias, visiones, sueños y deseos que como ser activo y sensible lo hace cómplice de ese macrocosmos del cual es deudor y adeudado.
El caso de Poeta en Nueva York es quizá un ejemplo paradigmático de lo que antes se ha afirmado. Su génesis ha sido ampliamente tratada por Ian Gibson en el volumen II (2) de su indispensable biografía Federico García Lorca y se ha visto complementada con la edición de las cartas y conferencias con motivo de este viaje en la ya, desgraciadamente desaparecida, Revista "Poesía"(3). De igual forma la crítica especializada ha enfrentado este texto como uno de los más importantes de toda la producción lorquiana (4) abundando bibliografía sobre los múltiples aspectos que deben explorarse en este libro. Lo que si llama la atención es la escasa atención que han dado los estudiosos a la presencia de influjos de otras vanguardias (y que de paso consignamos aquí como marcas importantes del surrealismo, expresionismo, cubismo literario y creacionismo, pero que debido a la naturaleza de este escrito no podemos desarrollar dada su extensión) y más aún a la casi nula atención que se le ha otorgado a otras fuentes "literarias" y "no literarias" que, a mi juicio, incuestionablemente, han de ser estudiadas (5).
Dentro de aquellas fuentes "no literarias" que deben considerarse y que aparece casi como evidente es la película del director alemán Fritz Lang Metrópolis (realizada en el año 1926). Esta obra que conmovió a Europa (6) por su descarnada y profética denuncia del totalitarismo, del poder, de la esclavitud económica y de la sobrepoblación y mecanización hasta el absurdo de las grandes ciudades, ha sido descuidada casi por completo y considerando su fecha de estreno en España (y particularmente en Granada) debe incluirse con justicia no sólo como una probabilidad, sino como una certeza. Obviamente no es posible asegurar ciento por ciento que García Lorca la haya visto el día del debut en su ciudad natal, pero dadas las repercusiones en la prensa y la afición al cine del poeta (como queda demostrado en su obra El paseo de Buster Keaton) hay que filiar a esta cinta como una fuente importante del libro lorquiano. Ian Gibson, en su ya citada biografía sobre García Lorca, es quizás el único estudioso que menciona el necesario vínculo entre la obra de Lang y Poeta en Nueva York. En apretada síntesis argumenta las razones por las cuales es más que probable que el poeta granadino tomase ciertos elementos del film para su visión sobre la ciudad norteamericana:


"Otro antecedente -esta vez cinematográfico- de la
visión lorquiana de Nueva York era Metrópolis, la
famosa película de Fritz Lang. Lorca no estaba en
Madrid cuando, el 23 de enero de 1928, se estrenó
allí la película -llamada tiempo antes por Luis Bu-
ñuel, en La Gaceta Literaria, "el más maravilloso
libro de imágenes que se ha compuesto"- pero cues-
ta trabajo creer que no la viera cuando, en febrero
del mismo año, se dio a conocer, a bombo y plati-
llos, en Granada. Si la película (...) aún nos con-
mueve, és fácil imaginar el impacto de la cinta so-
bre el público de 1928. La equiparación entre la
metrópoli de Fritz lang y Nueva York era ineludi-
ble. Manuel López Banús, redactor de Gallo, la
revista de Lorca, ha recordado la honda impresión
que a él y a sus compañeros les hizo aquella pelí-
cula que, durante días, fue profusamente comenta-
da en la prensa granadina (...) (7)



Si se da como un hecho el conocimiento de Lorca de este extraordinario film es fácil suponer que, al verlo, el poeta fuese conmovido por sus escenas que, sin cesar y de forma casi obsesiva, postulan una visión de mundo que toca la alienación, la masificación, la mecanización y la deshumanización, en términos ortegeanos, del hombre futuro. Desde luego ha de pensarse también que esta película servirá como un antecedente importante en las obras de George Orwell 1984 y de Aldous Huxley, El mundo feliz, entre otros textos que abordarán, desde distintas perspectivas, temas como los que plantea Fritz Lang.
Entrando en un estudio comparativo de las obras Metrópolis y Poeta en Nueva York, piezas que han de perdurar como una denuncia de un presente que peligrosamente se proyecta en un futuro de desolación y de una civilización que más se acerca, por su frialdad y olvido de los valores humanos, a la "barbarie civilizada", habrán de señalarse una serie de tópicos comunes que bien pueden hablar de un diálogo estrecho entre las visiones que poseen el director y el poeta.
En primer lugar deberá consignarse la preocupación por el tema urbano, asunto que prefijará buena parte de la cinematografía y de la poesía contemporánea. Si bien Lorca habita en una ciudad de provincias, Granada, o en una capital pequeña de Europa, Madrid, su voluntad por conocer otros mundos y en especial Nueva York le sitúan en una profética visión de lo que el mundo llegará a convertirse: un hervidero de macrociudades superpobladas y casi insufribles. En segunda instancia, el preocupante poder del dinero, representado en la película por la clase aristocrática y por el personaje Jon Fredersen, Señor de Metrópolis y padre de Freder, el protagonista que irá perdiendo progresivamente su inocencia en una suerte de viaje órfico a los infiernos. La avaricia, el lucro, la especulación y el poder serán las fuentes de la gran mayoría de las injusticias sociales y motivo de la separación en castas (los habitantes de la superficie y los de las profundidades, en el caso de Lang) que aparecerán en Poeta en Nueva York como aquellos que son condenados a través del trabajo a perpetuar la esclavitud. Valgan como ejemplo los versos del poema "Grito hacia Roma" donde se establece esta terrible realidad:


...
"No hay más que un millón de herreros
forjando cadenas para los niños que han de venir."
... (8)



Un tercer punto (de semejanza incuestionable entre las obras que aquí se comparan) es la mecanización del mundo, segunda fuente de esclavitud del hombre, que abandona su condición de ser humano para convertirse en un apéndice de la máquina. Los habitantes de Metrópolis -y de Nueva York- son multitudes que se desplazan como verdaderos zombies hacia o desde el trabajo a través de ascensores gigantes, autopistas interminables, escaleras sin fin y audaces rascacielos. La naturaleza es asesinada, expoliada y exhibida casi como una pieza de museo. La tradicional oposición entre naturaleza y civilización expuesta por Menarini y Del Río (9) adquiere tanto en Lorca como en Lang un sesgo apocalíptico que evoca la destrucción en pos del progreso de los sueños armónicos de un futuro promisorio. Las multitudes que orinan o vomitan en los espejismos lorquianos, los millones de patos, cerdos, vacas, corderos y gallinas muertos para alimentar a esa imposible ciudad (y nótese la idea del sacrificio de lo natural en el altar del progreso), la interminable exposición de los laberintos que pueblan una ciudad inacabable e inhumana (donde la atenta mirada de Lang puede acercarse a la exageración o a la fantasía), rompen con toda la posible armonía de una vida que pueda considerarse como vivible en términos y proporciones humanas. Incluso el sueño del poeta Whitman (que ha imaginado a los Estados Unidos como una tierra portentosa en su indomable paisaje de innumerables recursos) se ha vulnerado por completo y así lo denuncia García Lorca en su "Oda a Walt Withman" donde:


...
"Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto"
... (10)


Entendiendo con esto que aquellas praderas sin delimitación posible han sido demarcadas, encerradas y aún peor que eso, anegadas con máquinas que sólo han traído el llanto de los que han de servirlas como auténticos esclavos.
Relacionado con el punto anterior esta el tema de la robotización y de la suplantación del hombre por la máquina. En la cinta de Fritz Lang, María (que representa el amor, la justicia y la historia profética de la Torre de Babel como ejemplo destructor de la ambición humana) es reemplazada por una mujer robot que es realizada a su imagen y semejanza por Rotwang, el inventor. En este punto el director alemán nos plantea los peligros de la tecnología como una posibilidad de desplazar al ser humano por la máquina. Lorca no va tan lejos, pero si es notable su idea permanente del espejismo, de la falsedad, de la apariencia como un riesgo al que conduce la desenfrenada confianza en el progreso y en la automatización de la existencia. Si bien el poeta granadino no nos habla directamente de robots si plantea a los habitantes de la ciudad como verdaderos golems que, como se ha dicho, transitan por las calles en una interminable procesión de multitudes.
Un último asunto a considerar (entendiendo que es posible establecer interminables asociaciones entre la película y el poemario) es la propuesta lorquiana -y de Lang- de presentar un mundo de opresores y oprimidos. Si bien Lorca ya había desarrollado el tema en libros como Romancero gitano ( y que Menarini y Del Río asocian con el ciclo neoyorkino) es en Poeta en Nueva York donde llevará este tópico hasta sus últimas consecuencias. En su visión, los negros (que han traicionado a sus orígenes perdiendo su africaneidad y occidentalizándose) son los condenados a servir, a ser los esclavos de sus amos blancos (nótese la fuerte denuncia que realiza el poeta en un país donde la completa igualdad de razas sólo se lograría a finales de la década de los sesentas). Sus angustias, sus lágrimas, sus penurias son evocados en la "Oda al Rey del Harlem":


...
"¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem!
¡No hay angustia comparable a tus rojos oprimidos,
a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro,
a tu violencia granate sordomuda en la penumbra,
a tu gran rey prisionero con un traje de conserje!"
... (11)


Este pueblo cautivo, transterrado y oprimido es, sin duda alguna, el mismo que descarnadamente nos muestra Fritz Lang en el mundo de las profundidades donde los obreros-esclavos trabajan para sus amos ricos. Tanto Lorca como el realizador alemán nos hablan de un "mundo sobre la superficie" y otro "bajo la superficie", un mundo de dominadores y de dominados, de ricos y pobres, de aristócratas ociosos y de obreros explotados. En el caso de Lang no hay un enfrentamiento racial, aunque las condiciones del mundo de los privilegiados y el de los que están a su servicio son casi idénticas a las enunciadas por García Lorca. Lo que sí los aúna es la posibilidad y la esperanza de revertir esta situación, de restablecer o crear la justicia que necesariamente pueda salvar esa oprobiosa existencia. En Metrópolis se produce el alzamiento de las masas que, guiadas por el robot que suplanta a María, desencadenan un motín que al final desenmascara el engaño del inventor quemando a la supuesta humana (casi como una Juana de Arco) y develando que la auténtica María se encuentra prisionera del demente Rotwang, creador de la robot. Esta revolución produce un final feliz donde opresores y oprimidos pueden vivir en paz restableciendo la justicia a través del amor y el perdón (María señala que "sin el corazón no habrá entendimiento entre las manos y la mente"). En el caso de Poeta en Nueva York, esa reconciliación se ve mucho más lejana. García Lorca plantea que los negros han de reencontrar sus raíces, su negritud blanqueada en los afeites y en las costumbres adaptadas del mundo opresor, en un necesario regreso al universo de sus antepasados: a sus creencias, a su modo de vivir, a su entorno de diálogo y comunión con la naturaleza. Para Lorca los negros son naturaleza y han de restituirse para poder perpetuarse. La reconciliación no está clara, es más, el poeta profetiza en "Danza de la Muerte" que algún día, las lianas y la selva invadirán Wall Street, vengándose de aquellos que con el dinero y la especulación han esclavizado al pueblo negro.
Aunque esta pareciera una visión desesperanzada y terrible, García Lorca sorprende al lector con la última parte de su libro, "El poeta llega a La Habana", donde el poema "Son de negros en Cuba" insufla toda la alegría, la claridad, la luz y la candidez que Nueva York ha perdido. En este texto (tan cercano a la obra que Nicolás Guillén realizaría más tarde) el ritmo, la brisa, el calor y la luna se abren paso para decirnos que es posible recuperar la belleza, la justicia y la esperanza. Si no un final feliz, al menos una posibilidad que, una vez más, puede conectarse a esa voluntad que se aprecia en Metrópolis para reunir bajo la concordia a los habitantes de este mundo.



1) Diego, Gerardo. Poesía española contemporánea (1901-1934). Ed. Taurus. Madrid, 1981.(Nueva edición completa). p. 403.

(2) Gibson, Ian. Federico García Lorca. Dos volúmenes. Ed. Grijalbo. Barcelona, 1985 (Volumen I); 1987 (Volumen II).

(3) Revista Poesía Nos. 23-24. Federico García Lorca escribe a su familia desde Nueva York y La habana (1929-1930). Edición de Christopher Maurer. Ministerio de Cultura de España. Madrid, 1985.

(4) Vid. la bibliografía reunida tras el artículo de Miguel García Posada Lorca y Alberti, pp. 373-382 en Rico, Francisco. Historia y Crítica de la Literatura Española. Época Contemporánea (1914-1939) Volumen VII. Ed. Crítica. Barcelona, 1984.

(5) Entre las fuentes literarias cabe destacar el libro de John Dos Passos Manhattan Transfer y el terrible, crítico y hasta profético libro -o libelo- de Ezra Pound Patria mía. Para otras posibles fuentes ver Gibson, Ian. Op. Cit. Vol. II. Capítulo 1. pp. 9-12.

(6) Gibson menciona, en su libro ya citado, las críticas aparecidas en diversos periódicos granadinos dando cuenta del estreno del film en esa ciudad en febrero de 1928. Entre algunas, destaca "Metrópolis, el milagro de la pantalla" en El Defensor de Granada (5-II-1928), 1; "En el salón Regio. La prueba de Metrópolis." en El Defensor de Granada (7-II-1928), 1; y "Metrópolis, la ciudad sobre las ciudades" en El Defensor de Granada (9-II-1928), 1.

(7) Gibson, Ian. Op. Cit. Vol. II. Cap. 1. pp. 12-13

(8) García Lorca, Federico. Poeta en Nueva York. Ed. Séneca. México, D. F., 1940 (Primera Edición). p. 124.

(9) Menarini, Piero y Del Río, Ángel. Sobre poeta en Nueva York. Ensayo recopilado en Rico, Francisco. Historia y Crítica de la Literatura Española. Vol. VII. Op. Cit. pp. 392-396.

(10) García Lorca, Federico. Op. Cit. p. 131.

(11) García Lorca, Federico. Op. Cit. p. 46.

jueves, 8 de junio de 2006

A SETENTA AÑOS DE LA MUERTE DE FEDERICO GARCÍA LORCA

Se cumplirán setenta años de la muerte de Federico García Lorca y en España y en toda Hispanoamérica se recordará esta trágica fecha con multitud de homenajes, congresos, encuentros, lecturas y reediciones de sus libros. Pero, ¿qué hace que Federico García Lorca sea tan popular, tan querido y tan revisitado por los -cada día menos- lectores de poesía?
Las razones pueden ser muchas y deben ser analizadas desde variadas perspectivas, pero creo que la más importante es la condición de "crisol" que su obra tiene como un verdadero palimpsesto donde confluyen universos tan distintos como la música popular, folklórica y clásica, la tradición más arraigada del Renacimiento y Barroco, la ruptura de las vanguardias (donde el expresionismo, el creacionismo y el surrealismo juegan un papel preponderante), el cine, los toros, las canciones infantiles, el jazz, el teatro y un innumerable etcétera que permiten hablar de una poesía (y un teatro) donde cada lector puede encontrar un aspecto que ha de interesarle o conmoverle: cada cual hallará lo que le interesa, nadie saldrá de sus obras con las manos vacías. Y no se trata de un collage de “actualizaciones” tan a la usanza del postmodernismo light que hoy por hoy vivimos: por el contrario, la poética de García Lorca se basa en la integración, la interacción y la reconstrucción del pasado con el presente y el futuro. Nada de esa "espontaneidad" que parece respirar su escritura está improvisada
[1] o "caída del cielo": cada palabra, cada verso, cada poema está sutilmente asido a un marco multidisciplinario, a una intertextualidad, a una visión de mundo totalizadora (aunque no omnívora ni menos unidireccional), abierta, sin prejuicios, que reúne sabiamente sus elementos arquitectónicos para construir una nueva tradición que aún no acaba de finalizar (al menos, creo, en la poesía y la literatura de América Latina): la tradición de la verdadera reactualización, del diálogo, de la construcción sobre la construcción, del barroco y del neoclasicismo, de la huella que prefigura y adivina la próxima huella que no niega el paso primero sino que se apoya y fundamenta en él. Una idea de cultura, de pasado y de futuro, de presente y tradición que puede convivir al unísono (aunque a veces en amable discordia) y que se alimenta, crece y desarrolla con los problemas de una realidad candente y de un imaginario común que estira sus manos hacia lo mediato e inmediato.
Esta virtud casi única en la obra lorquiana hace que su poesía, como su teatro, mantenga una asombrosa vitalidad. Nada "huele a cadáver" en la estética del granadino: podrá hallarse mayor o menor ingenuidad, mayor o menor gravedad, mayor o menor frescura, pero la "visión de obra"
[2] se sostiene con increíble solidez. Este autor consigue levantar verdaderos pilares temáticos que enmarcan, conducen y ligan cada detalle, cada intuición, cada imagen con ese sustrato final que nos habla de la condición humana, de lo desconocido, de la muerte.
Federico García Lorca supera su condición de "fetiche cultural" (asociado a su trágica muerte en manos del horroroso fascismo español en ese otro drama terrible que fue la guerra civil o, últimamente, asociado también a su condición de escritor perteneciente a una minoría sexual) para sostenerse solo por su escritura
[3]. Otros poetas han construido sus propias mitologías, sus propias leyendas, sus historias reales o ficticias; García Lorca no necesita trucos ni hagiografías personales para convencer sobre la trascendencia de su obra y de su personalidad como animador cultural del grupo poético de 1927. La sola valoración de sus libros (desde Libro de poemas a Diván del Tamarit), de su teatro, de sus conferencias, de sus dibujos, de sus transcripciones y de sus arreglos musicales, bastan para configurar el inmenso espacio que por sí solo habrá de seguir concitando la atención de la crítica que ya ha reunido millares de artículos, libros, tesis, monografías y ensayos.
Desde la óptica de quien escribe poesía, creo que ha de revisarse con sumo cuidado el libro Poeta en Nueva York (escrito en Estados Unidos entre los años 1929 y 1930, y publicado póstumamente en 1940), donde es posible comprobar como el poeta advierte proféticamente sobre los peligros de la deshumanización, de la masificación, de la mecanización, de los posibles desastres ecológicos
[4] y de la cosificación del habitante de las macrociudades aparentemente fantásticas aunque yermas en lo que a emociones y sentimientos se refiere. Lo mismo cuando señala el advenimiento de una civilización que hace del dinero su dios omnipotente y olvida el amor, la justicia y la generosidad como piedras fundadoras de toda sociedad y hasta de las instituciones más sagradas como la Iglesia o el Estado. Denunciando la discriminación racial[5], la oposición entre ricos y pobres, la cruel devastación de la naturaleza en el nombre de una civilización que finalmente se transforma en una “bárbara civilización” asentada en lo baldío, en la soledad y el miedo.
Su búsqueda permanente, su afán de síntesis y renovación hacen de este libro neoyorkino uno de los textos más importantes de la poesía contemporánea en lengua castellana, en el mismo lugar que ocupan Trilce de César Vallejo, Residencia en la Tierra de Pablo Neruda, Muerte de Narciso de José Lezama Lima, Piedra de Sol de Octavio Paz, La realidad y el deseo de Luís Cernuda o el magnífico poema en prosa, Espacio de Juan Ramón Jiménez. Poeta en Nueva York es la mirada total de un poeta completo que no cesa de dolerse, de gritar visceralmente, de inquirir (e inquirirse) en un mundo aparentemente sordo donde la crueldad del poderoso aplasta sin remedio la voluntad de los desposeídos:


(...)
Porque ya no hay quien reparta el pan ni el vino,
ni quien cultive hierbas en la boca del muerto,
ni quien abra los linos del reposo,
ni quien llore por las heridas de los elefantes.
No hay más que un millón de herreros
forjando cadenas para los niños que han de venir.
No hay más que un millón de carpinteros
que hacen ataúdes sin cruz.
No hay más que un gentío de lamentos
que se abren las ropas en espera de la bala.
(...)


("Grito hacia Roma" de Poeta en Nueva York)



Los procedimientos técnicos de este libro (de raigambre vanguardista en todo el amplio sentido de la palabra) como la técnica del montaje, el motivo del viaje, la fragmentación del mundo, la aparición de la voz del inconsciente, los sueños, la enumeración caótica, el discurso de denuncia, las metáforas cinéticas, etc., no hacen sino comprobar que un texto puede reformar el discurso de su época basándose en los hallazgos de la modernidad con la “sana complicidad” de la tradición en lo que a temas se refiere. Todas las obras de García Lorca, unas más, otras menos, realizarán ese prodigio único. No deben olvidarse sus poemarios Diván del Tamarit, Sonetos del amor oscuro o Llanto por Ignacio Sánchez Mejías: en esos otros libros y poemas la actualidad del poeta descifrará el mundo con clarividencia e iluminación, permeándose del mundo de la Andalucía árabe y judaica, del complejo y terrible mundo de la tauromaquia o de la secreta angustia de su homosexualidad que clama en sonetos estructurados en la perfección de un poeta de los Siglos de Oro.
La necesaria relectura de Federico García Lorca, ya apartada de la imagen tópica de un autor, que tanto daño ha hecho para una correcta lectura de su obra y que posee un mundo muchísimo más vasto que el de su Andalucía natal y que, por cierto, está mucho más lejos del tópico clásico de Próspero Mérimée y de la tarjeta postal de una España rural y exótica, se hace absolutamente impostergable. Sola su voz y sola su poesía habrán de hablarnos con ese estremecimiento y esa misteriosa claridad que sólo unos pocos poseen.

[1] Véase su extraordinaria “Poética” escrita para la famosa Antología de Poesía Española que hiciera el poeta Gerardo Diego en 1935.
[2] Algo tan alejado de muchos poetas y narradores actuales que escriben sin pensar en lo anterior y, menos, en lo que sucede a lo presente.
[3] Otro asunto que deberían tener en cuenta algunos autores que hacen prevalecer su especial problemática, su género o sus particularidades étnicas o sociales para excusar la mediocridad de sus escritos.
[4] Adelantándose a todos los movimientos ecologistas que surgirían treinta años más tarde.
[5] Muchísimo antes que en los Estados Unidos se iniciaran los movimientos en pro de los derechos civiles y de la igualdad racial entre negros y blancos.

miércoles, 7 de junio de 2006

Poemas del libro ROMPER LOS OJOS


Desnudo


Contiene el mar la sombra de tus labios
y el límite de piedra de tus ojos
que miran, sin saber, al cielo roto
y cóncavo, perfecto en tu cabeza.

Nada ha de tocarte ni te toca,
sólo el viento se derrama por tu cuerpo
abierto, entretejido, sólo mío
por una vez y siempre en la memoria.


A Juan Luis Martínez


Traigo huesos repetidos en la espalda,
huesos que están secos y huesos que derraman
aire todavía en la madera.

Infierno simultáneo y permanente:
el último suspiro y el sonido
de tablas en el suelo que rechinan
roncas al entrar allá en lo oscuro.

Cien kilómetros de viaje: cien o mil,
matemáticas que urgen cada día,
cien kilómetros de largo adiós sin voces
detenidas las palabras en la mueca.

Tantas veces nos quedamos sin hablar.

Tantos cielos sin estrellas que retumban.


De un poeta náhuatl


Águilas que cruzan el paisaje,
remota y fiera noche edificada
en vanas esperanzas, en el hielo
que siempre nos detuvo entre la duda.

Páginas escritas en un libro,
páginas abiertas, despeñadas
en todas las vocales, consonantes,
sin nada que decir, ausentes siempre.

Águilas y páginas heridas,
carroña repartida en el desierto
sin nervio ni desdén, sin compañeras
que rompan la desdicha al fin hallada.

La puerta que se abre entre los muros,
en las hojas, en los ojos, en las olas
no quiere ver al fin de tanta espera:

Es algo que nos rompe la cabeza.



(A Eleonora Finkelstein y Daniel
Calabrese)


Retrato del hombre cruel


El hombre que come palomas
no conoce la palabra paraíso.
El hombre que come palomas
estrella sus dientes mordiendo.
El hombre que come palomas
alguna vez, el hombre que come palomas,
alguna vez palomas comiendo palomas,
alguna vez el grito en la noche, paloma,
alguna vez la noche, paloma en mis manos,
el hombre que come palomas
desengañó a la muerte mordiendo la noche,
recuperó los gritos, la herida, paloma,
adivinó el secreto del odio secreto.


En sánscrito


Invertida en sánscrito
la palabra ángel,
la palabra cielo
invertido en el espejo.
Los ángeles que vuelan
de atrás hacia delante.
La palabra muerte, arcángel, muerte:
la palabra muerte claramente
escrita.


Epitafio


Híbrido, remoto, pendenciero
con aire de silueta que no cabe
en fotografía alguna ni en retrato
así que me recuerden, no por luz
ni sombra, no por voces;
que sea solo un gesto de silencio,
un leve parpadear, un sueño extraño.


Huida


Partir hacia el océano del dios
con la palabra espada,
un ramo de soledades varias
y la mueca –sin sabor- del desengaño.

Partir a un viaje sin regreso
desentrañando el agua en la larga travesía,
acostándose en oscuras camas,
adivinando el cielo de tus párpados
y el ritmo de dos o tres miradas
perfectamente exactas.


Abandono


El dios que me protege está cansado.
Su nave detenida sin el viento
se rompe en el contorno de la playa.

El hada que me llama ni susurra
ni canta, ni ilumina alguna noche
de muerte presentida o en vigilia
enferma de dolor, de hueso y carne.

El ángel protector vuela perdido,
el dado de mi suerte está gastado.

Alguien dice que es el tedio, la costumbre
al pálido semblante de mi estampa.


Post Scriptum


Al húmedo occidente del espejo,
al tórrido y perfecto meridiano,
al triste polo oculto, al hemisferio,
al agua que quedó, a la alegría,
a aquello que nos llama sin saber,
al único placer, al sueño eterno.


martes, 6 de junio de 2006

CONVOCATORIA AL PRIMER CONGRESO "LA POESÍA CHILENA EN EL SIGLO XX"



FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES
DEPARTAMENTO DE LITERATURA


El Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile convoca al Primer Congreso “La poesía chilena en el siglo XX” (el canon, temas, figuras, escuelas, estilos, tendencias, generaciones, contextos, etc.), a realizarse en Santiago los días 7, 8 y 9 de noviembre del presente año en el marco del Primer Festival de Poesía Chilena, según los siguientes requisitos:

1. Podrán presentar ponencias académicos, críticos, poetas, estudiantes de pregrado y de postgrado, pertenecientes a cualquier institución universitaria, academia o sociedad literaria de reconocido prestigio o bien personas de sólida trayectoria en los temas de este Congreso.

2. Los ponentes deberán enviar un resumen de su ponencia a la brevedad, que no supere dos páginas a doble espacio (letra times new roman, tamaño 12), siendo el plazo límite para su recepción el día 7 de agosto. La recepción de los trabajos se realizará en la Secretaría del Departamento de Literatura (Cap. Ignacio Carrera Punto 1025, 3º Piso, Ñuñoa, Santiago de Chile) o bien a los siguientes correos electrónicos:
festivaldepoesiachilena@gmail.com

3. Los resúmenes deberán ir acompañados con claras referencias del autor (actividad, institución, domicilio, teléfono y/o fax y correo electrónico) para facilitar la comunicación en caso de ser aceptada su propuesta de ponencia.

4. Con fecha 1º de septiembre el Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile comunicará a los autores seleccionados la aceptación de sus trabajos. Igualmente se notificará a aquellos autores a los cuales no les haya sido aceptada su propuesta de ponencia.

5. El Departamento de Literatura no podrá financiar los gastos de viaje, estadía y manutención de los ponentes, aunque expedirá la constancia necesaria para que puedan obtener financiamiento en instituciones estatales o privadas que faciliten su traslado y asistencia al Congreso.

6. El Departamento de Literatura entregará a los ponentes un certificado oficial que acredite su condición de participante en este evento.


Santiago de Chile, Mayo de 2006

DULCE Y AGRAZ... ELIANA NAVARRO Y OSCAR HAHN




















Dos noticias han marcado estos primeros días de junio. Al margen de las más que justificadas demandas estudiantiles que llevan de cabeza a los políticos y al gobierno, el mundo de la poesía chilena se cargaba de alegría y tristeza. En lo dulce, el gran poeta Oscar Hahn obtenía el prestigioso Premio "Casa de América" de España y en lo agraz, Eliana Navarro poeta intensísima y secreta, se nos iba de puntillas -como siempre anduvo en esta tierra- al espacio infinito de otra vida. Imposible no pensar en las ironías de lo cotidiano, de esta vida, de estos años. Mientras Oscar, amigo admirado, es consagrado, una vez más en España y el mundo, y, como indudablemente, merece (aunque persista el injusto y tradicional olvido de los galardones chilenos, siempre esquivos para él), Eliana, también amiga, también queridísima, parte dejándonos una obra honda que puede situarse entre las mejores, no sólo escritas por una mujer en el Chile de los últimos cincuenta años, sino al lado, en estatura y belleza, de los pocos y grandes poetas verdaderos de nuestra poesía del siglo veinte.
No podemos olvidar a Eliana, postergada también en su reconocimiento en nuestras tierras. Recordemos su figura menuda, su voz templada y serena y leamos su poesía con la reflexión y la emoción que merece.
Tampoco olvidemos a Oscar, al que algunos han querido menospreciar en su sincera bondad y que, cada día más, nos entrega una poesía fundamental en estos tiempos.

lunes, 5 de junio de 2006

PRESENTACIÓN DE "GABRIELA ESCONDIDA" DE MARÍA LUISA DAIGRE


El día 2 de junio en el "Café Literario" de Santiago de Chile se presentó el libro Gabriela Escondida (Ril Editores) de María Luisa Daigre, el texto siguiente que escribí especialmente es el prólogo al mencionado libro y fue leído con ocasión de su presentación.
Escribir sobre la poesía de Gabriela Mistral puede resultar para muchos algo fuera de contexto o de tiempo. Nada más equivocado o peregrino… La obra de esta gran poeta se encuentra mucho más viva que la de muchos autores que aseguran estarlo. Para ello, claro está, hay que prepararse a enfrentar una sensibilidad sin tapujos pero también una voz que resonará intensamente como un torrente subterráneo que aflora a la superficie. Y es que Gabriela inunda con su canto a aquellos que se adentran en sus versos: acaricia, balbucea y al mismo tiempo exige o golpea. No es una escritura de remilgos ni tampoco de concesiones: por el contrario, la Mistral prefigura a su lector en lo más humano y terrenal y en lo que más se le ha malinterpretado, en lo religioso, en lo trascendente, en una poesía que intenta dar cuenta de sus revelaciones y preguntas. Una voz, la de esta gran mujer, que debiese escucharse más a menudo, sin prejuicios, sin biografismos inútiles que sólo la encasillan (a ella, la que no cabe en ninguna clasificación) o, peor, que buscan mostrarla morbosamente a la luz de la opinión de aquel que quiere leer lo que le interesa y no lo que está escrito. La gran poesía en esto es clara: la voz del poeta o de la poeta está ahí señalándonos el camino a seguir, sin ambigüedades, sin recovecos inútiles donde perdernos. Los exégetas, los críticos, los necrófilos literarios podrán querer ver esto o aquello, pero, insisto, el poema tiene una dirección que sólo el autor es capaz de otorgarle. No niego con esto matices o descubrimientos en la interpretación, por supuesto que no, pero subrayo la fuerza del poeta para establecer la dirección del texto y su voluntad en la construcción de ese camino.
Precisamente en este punto es donde quiero partir para comentar brevemente esta Gabriela escondida de María Luisa Daigre. En esta “lectura de doce poemas de Tala”, María Luisa deja que la voz de la Mistral nos lleve a las profundidades y cimas que ella y sólo ella deletreó en su pensamiento. Este es el mérito mayor de este libro. No impone caprichosamente un modelo teórico donde es preciso utilizar un metalenguaje que de por sí debería ser explicado, o peor, donde los presupuestos teóricos del exégeta están por sobre los presupuestos poéticos del autor. En este sentido, y en el polo opuesto, tampoco cae en el riesgo de ejercer la soberbia de la interpretación libre, leyendo lo que quiera y, otra vez, impositivamente, dictando cátedra de lo que mañosamente quiere demostrar gritando a los cuatro vientos sus hallazgos extraordinarios. No. Este libro de Maria Luisa Daigre, poeta delicadísima y aguda, intensa y también secreta, es la lectura que sólo una poeta podría hacer sobre otra. Con la sabiduría de quien deja al poema hablar, María Luisa ha ido de puntillas desentrañando los claroscuros y los matices que están en los versos extraordinarios y muchas veces difíciles de estos poemas. Y en esto, la vocación de este libro no es “sentar un precedente” o delimitar, o agotar la lectura de estos textos, por el contrario, estas páginas de María Luisa Daigre son una verdadera “incitación a la lectura” y también al descubrimiento de una obra que es quizá una de las más importantes escritas por Gabriela Mistral.
Para muestra están los comentarios o las interpretaciones que la autora hace de los poemas “Pan”, por ejemplo, o de “La flor del aire”, o de “La extranjera”, o del maravilloso “País de la ausencia”. Comentarios sutiles pero hondos, lectura de entrelíneas donde el amor por la poesía es la clave mayor para entender cómo se fraguan estas interpretaciones. Escritos siempre con el deslumbramiento de quien vislumbra, intuye y descubre, son, sin duda alguna, señales de ruta para quien quiera no sólo “saber” sobre la Mistral, sino, fundamentalmente (y a riesgo de ser malinterpretado) “apropiarse” de una voz que quizás esté dentro de nosotros mucho más de lo que pensamos.
Que el canto de la Mistral y el afinado coro de María Luisa derriben los muros para aquel que jamás entró en el reino de la poesía.

domingo, 4 de junio de 2006

AUTORRETRATO EN GRIS, poema

Andrés Morales por Patricio Luco


Escucha el aire muerto del Dante o del caballo
desbocado entre esos ojos y en la mirada donde
el mar inquieto rompe.

El mundo es un desnudo donde es mejor perderse
entero y en su pena abrir los dedos llenos
de horror en el cadalso, de espera en el cadalso.

Nada es el reflejo en esta huída oscura
y aqueste, aquel o el otro es el mejor posible.

Agita su silueta entre ese gris y el blanco
soñando en la pureza que ciega permanece.

Habrá de recordar los días que no llegan.

Habrá de sollozar en el espejo,
siempre.


(A Patricio Luco)


Poema inédito del libro Los cantos de la Sibila de Andrés Morales.

LA VENTANA, poema de Miguel Angel Zapata


Voy a construir una ventana en medio de la calle para no sentirme solo. Plantaré un árbol en medio de la calle, y crecerá ante el asombro de los paseantes: criaré pájaros que nunca volarán a otros árboles, y se quedarán a cantar ahí en medio del ruido y la indiferencia. Crecerá un océano en la ventana. Pero esta vez no me aburriré de sus mares, y las gaviotas volverán a volar en círculos sobre mi cabeza. Habrá una cama y un sofá debajo de los árboles para que descanse la lumbre de sus olas.

Voy a construir una ventana en medio de la calle para no sentirme solo. Así podré ver el cielo y la gente que pasa sin hablarme, y aquellos buitres de la muerte que vuelan sin poder sacarme el corazón. Esta ventana alumbrará mi soledad. Podría inclusive abrir otra en medio del mar, y solo vería el horizonte como una luciérnaga con sus alas de cristal. El mundo quedaría lejos al otro lado de la arena, allá donde vive la soledad y la memoria. De cualquier manera es inevitable que construya una ventana, y sobre todo ahora que ya no escribo ni salgo a caminar como antes bajo los pinos del desierto, aun cuando este día parece propicio para descubrir los terrenos insondables.

Voy a construir una ventana en medio de la calle. Vaya absurdo, me dirán, una ventana para que la gente pase y te mire como si fueras un demente que quiere ver el cielo y una vela encendida detrás de la cortina. Baudelaire tenía razón: el que mira desde afuera a través de una ventana abierta no ve tanto como el que mira una ventana cerrada. Por eso he cerrado mis ventanas y he salido a la calle corriendo para no verme alumbrado por la sombra.

Miguel Angel Zapata, es uno de los más destacados poetas peruanos de la actualidad. Es autor de varios libros de poesía (Mi cuervo anacoreta, entre otros muchos), antologías (El bosque de los huesos, antología de poesía peruana) y notables libros de ensayo.

UNA APOSTILLA DE DOMINGO


Sólo unas letras este domingo de junio para agradecer a tantos amigos que han contestado el llamado para leer y participar en este blog. Entre ellos quiero mencionar a los poetas Ernesto González Dávila, Rodrigo Herrera, Cristián Gómez, Miguel Ángel Zapata, David Villagrán, Mariano Tacchi y a los escritores Gustavo Escalante y Cristián Montes. Sus opiniones y sus colaboraciones son fundamentales para hacer crecer este blog y permitir que se transforme en una suerte de vínculo y de espacio para que nos comuniquemos abiertamente. A ellos y a todos los lectores y poetas que quieren enviar su material, solo reiterarles que esta página siempre estará abierta.